12. Limitaciones
El miércoles al salir de la Cultural inglesa fui nuevamente a la casa de Madame Rougerie. Me gustaba seguir llamándola así, aunque sabía que ese nombre era el del personaje que creaba para interpretar el papel de vidente y ganar dinero con el poder de su hija. Esperaba que Amelie estuviera dispuesta a ayudarme. Sabía que, a causa de su estado de salud, no podía usar mucho su poder. «Ojalá pueda», me dije.
Lucas parecía estar hablando en serio, y yo necesitaba comprobar que lo que me había dicho era real. Sin lugar a dudas querría pedirme algo relacionado con mi poder. Quizás quería que viajara al futuro para traerle los números del Quini 6 y volverse millonario de un día al otro, o había cometido un error fatal en el pasado y necesitaba que volviera unos días para advertirle.
No sabía cuánto habría hurgado en mi mente. Tal vez me había seguido la semana anterior cuando había salido de la casa de las Rougerie. Antoinette me había dicho que un telépata pasaba siempre a las seis y media, y fue alrededor de esa hora que salí del lugar. Quizás había pensado alguna cosa que llamó su atención y entonces comenzó a seguirme, hasta enterarse cuál era mi poder y tomar nota de mil secretos con los cuales chantajearme.
«Idiota, te odio», pensé. Hasta el día anterior había estado feliz por haber logrado deshacerme de Marcerlo y, aunque aún tenía que enfrentarme al destino para salvar a Adrián, estaba bastante tranquila y segura de que podría lograrlo. Adrián me quería, y yo tenía la seguridad de que lograría salvarlo. Él saldría conmigo el 20 a la noche. Y si por algún motivo no podía hacerlo, yo me encargaría de dejar su motocicleta inutilizable para que no pudiera usarla. No permitiría que Adrián sufriera daño alguno.
Pero ahora sí que estaba preocupada. Parecía que la vida se empeñaba en presentarme un obstáculo tras otro después de haberme regalado la posibilidad de hacer las cosas bien y construir un futuro feliz.
Golpeé a la puerta. Antoinette demoró un par de minutos en abrirme; evidentemente no estaba en esa parte de la casa. Me recibió con una amplia sonrisa.
—Buenas tardes, Florencia —me saludó y me dio un abrazo—. Parece que ya podemos decir que los miércoles son miércoles de Florencia —dijo y se rio. Era cierto. Ya era el tercer miércoles consecutivo que pasaba por allí.
—Es que... siempre ocurre algo —dije—. Y es el mejor día que tengo para darme una vuelta por acá.
—¿Ha ocurrido algo grave? —preguntó mientras me hacía pasar.
—Algo que me gustaría hablar con Amelie, si puede ser... Porque es la única que puede confirmarme una cosa —le dije.
—Oh... Vale. Pero Amelie está descansando. Tendré que llevarte hasta su habitación. No le molestará recibirte.
—Ok.
—Por cierto, Gracias por pedirle a tu padre que venga —dijo—. Ha sido un reencuentro muy... emotivo. A Amelie le ha encantado conocerlo al fin.
—Me imagino que sí —le dije, pero en ese momento no me interesaba demasiado hablar sobre el reencuentro de Antoinette con mi padre. Lo oiría por parte de él cuando tuviéramos la ocasión. Quería saber cómo había sido para él—. Me alegra que hayan podido hablar.
—Tenemos que ir hasta el fondo —me indicó Antoinette, llevándome a través de un largo pasillo—. Amelie necesita estar lo más lejos posible de la calle para poder descansar su mente. Además, de ese modo el telépata no puede molestarla cuando tiene las defensas bajas.
—¿Le ha hecho algo? —pregunté preocupada.
—El día que estuviste aquí ella estaba concentrada en ti y no pudo defender su mente —dijo—, cosa que siempre hace para permanecer oculta. Al parecer él logró sacar un poco de información, pero no lo suficiente como para comprometerte. Por eso te pedí que te fueras y que mantuvieras tu cabeza en blanco... ¿Has logrado hacerlo?
Suspiré y sacudí la cabeza.
—No... Siento haber sido tan estúpida, pero me es imposible controlar mis pensamientos. No solo ha dado conmigo, sino que también me está chantajeando.
—Oh... ¿ha aprendido algún secreto importante? No puede chantajearte con tu poder ya que nadie le creería, esa información es insuficiente porque no puede usarla en tu contra sin arriesgarse a exponerse él mismo. Seguramente te ha seguido hasta descubrir información que puede usar a su favor.
—Eso mismo ha hecho... —No sabía cómo había hecho. ¿Cuántas veces habría estado en el terreno baldío al lado de casa metiéndose en mi cabeza? No quería siguiera imaginármelo.
—Vale. Veamos qué nos dice Amelie... Espero que lo que ella diga pueda ayudarte a quitártelo de encima.
Seguimos caminando en silencio. Al final del pasillo había una puerta que daba a un gran patio interno. Lo atravesamos y entramos a otra sección de la casa. Al ingresar nos encontramos en una sala de estar. Antoinette me pidió que tomara asiento mientras preparaba a Amelie para recibirme. Esperé allí por unos diez minutos, recordando que al salir de allí debería comprar rápido una campera nueva, ya que le había dicho a mi madre que me demoraría en volver porque tenía que hacer eso. Papá me había dejado dinero.
—Ven, ya está lista —me dijo Antoinette, asomándose por la puerta. Cuando entré a la habitación pude ver mejor a Amelie. La vez anterior había estado prácticamente oculta entre las sombras. Este sitio, en cambio, estaba bien iluminado, tenía poca decoración y los escasos objetos que allí se encontraban eran blancos o de colores pasteles.
Amelie estaba muy delgada; supuse que en ese estado sería complicado alimentarla de manera apropiada. Su cabello era castaño y sus ojos celestes, muy parecidos a los míos. Teníamos algunos rasgos similares, pero era evidente que cada una de nosotras había heredado mucho de su madre. Ella se encontraba sentada en la cama, con una gran cantidad de almohadones detrás y a sus costados, para mantenerla en esa posición. Permanecía inmóvil, como era de esperarse, pero sus ojos se movían, al contrario de lo que había creído la primera vez que la había visto.
—Puedes hablarle en voz alta si no te atreves a hacerlo con el pensamiento —me dijo Antoinette—. Siéntate en aquella silla y háblale. Ella te responderá y la oirás dentro de tu mente. Las dejaré solas, pero si me necesitas estaré aquí afuera.
—Está bien, gracias —dije. Me senté en la silla que la mujer me había indicado, la cual se encontraba al pie de la cama, brindándome la capacidad de mirar a mi media hermana a los ojos.
—Hola, Amelie —le dije—. ¿Cómo estás? —De inmediato supe que quizás no debería haberle preguntado eso, considerando su estado. Pero me sentía un poco nerviosa. Era la primera vez que hablaba con alguien en el estado en el que ella se encontraba, y que me respondería mentalmente.
—Bien. Estoy viva, y eso es lo que importa —respondió. Me imaginé que lo hacía con una pequeña sonrisa. Amelie debió haber sido una chica dulce y simpática. Se me estrujó el corazón al pensar en todo lo que había tenido que pasar.
—Ya sabés por qué estoy acá, ¿cierto? —Me pareció innecesario explicarme, siendo que ella tenía un poder que le permitía saber todo de mí. El percatarme de ello me hizo sentirme desnuda delante de sus ojos.
—Por supuesto. Mi poder me permite leerte. No solo puedo leer tus pensamientos, sino que también sé qué te ha ocurrido recientemente, y puedo indagar más lejos en el pasado si lo deseo, siendo capaz de detectar traumas de la infancia y experiencias que tu mente pueda haber bloqueado... aunque eso ya demanda más trabajo de mi parte. Lo que no puedo saber es tu futuro, aunque a veces hay cosas que sí se pueden saber con anticipación. Por ejemplo, puedo decirle a una mujer que este fin de semana quedará embarazada porque puedo leer la gran capacidad de sus óvulos para ser fecundados y sé que mantiene relaciones sexuales frecuentes... O puedo decirle a un estudiante si aprobará o no el examen para el cual está estudiando. Son varias las predicciones que puedo hacer en base a lo que leo de las personas, con hasta un noventa por ciento de aciertos... Pero en el pasado y el presente es imposible errarle.
La voz de Amelie era dulce. Me acostumbré rápido a oírla dentro de mi mente, a pesar de que en un principio había creído que me sentiría muy extraña. Noté que era una chica muy inteligente, y me pregunté cómo habría sido crecer junto a ella. Era hija única y no sabía lo que era compartir dicho vínculo.
—Es un poder muy interesante —le dije—. Han sido muy inteligentes tú y tu madre al idearse la forma de ganar dinero con él.
—No es algo que yo hubiera elegido —me dijo—, ni me siento orgullosa de ello. Pero necesitábamos dinero para venir a Argentina, y resultó ser la manera más rápida de ahorrar para lograr este objetivo. Mamá es buena actriz, por suerte. Resulta una vidente muy creíble. A veces inventa historias impresionantes con los datos que le doy, al punto de preguntarme yo misma si no será vidente de verdad. —Reí un poco. Eso era cierto Madame Rougerie era un personaje muy creíble—. Pero no quiero desviarme del tema porque tu madre se enojará si te demoras demasiado en regresar.
—Sí... No debería demorarme demasiado o me va a preguntar si tuve que entrar a todos los negocios de Paraná para comprar una mísera campera.
—Bien... el telépata resulta llamarse Lucas y se ha acercado a ti. Yo sabía de él, pero no me interesaba leerlo porque desde un principio noté que me traería mayores problemas que beneficios, y que no me ayudaría a encontrar a mi padre. Por eso cuando lo sentía me limitaba a bloquear mis pensamientos. Se ve que él necesita que uses tus poderes para ayudarlo... Y que no descansará hasta que aceptes. Y sí, lo creo capaz de hacer cualquier cosa para lograrlo, por más inmoral que deba ser su comportamiento. No me preguntes qué, porque no lo sé, pero en el pasado perdió algo muy importante para él y solo tú se lo puedes devolver.
—Él me dijo que mi poder tiene un límite dentro del cual puedo usarlo sin correr el riesgo de ser detectada... ¿Es eso cierto? Tu madre me dijo directamente que no lo use.
—Sí, tiene un límite dentro del cual se puede usar. Mamá no te dijo nada para evitar que intentaras irte a tu realidad sin antes ver los beneficios que tenías al quedarte. En tu caso, la primera vez no cuenta porque fue involuntaria. Pero ahora que lo has despertad o, podrás usar tu poder para viajar en el tiempo una vez cada seis meses. Si vas a un sitio y vuelves en menos de seis horas entonces cuenta como un solo uso de tu poder. Si demoras más de seis horas, no podrás volver a usar el poder hasta dentro de seis meses o te pondrías en riesgo. Claro que a veces puede ocurrir que pase más tiempo hasta que den contigo. No sé si es cuestión de suerte que te encuentren o no, o si será que demoran en llegar una vez que descubren que tienen alguien para atrapar. Tal vez sea una combinación de ambos factores.
—Entonces, si yo quisiera volver a mi futuro para ver si estoy mejor allí, ¿podría volver en menos de seis horas sin correr ningún riesgo? —pregunté. Me daba curiosidad ver cómo había logrado modificar mi vida.
—Exacto, pero ten en cuenta que todo lo que hayas vivido desde que tu conciencia actual abandona este cuerpo será desde la mente de la adolescente que en realidad es, y habiendo olvidado que tiene poderes y todo lo ocurrido en el futuro. Solo tendrás esos conocimientos si te quedas aquí. Me parece un desperdicio de tu poder, pero sí, podrías ir a mirar qué tal y volver en menos de seis horas. Si te pasaras de ese tiempo ya no podrías volver hasta pasado el plazo para que vuelva a ser seguro, o te convertirías en una especie de luciérnaga en medio de la noche oscura para quienes persiguen a la gente como nosotras. Tu energía cambia y se vuelve atractiva para ellos... No sé bien cómo explicarlo porque no puedo leerme a mí misma, pero tiempo antes de ser atacada sentía cambios en mi cuerpo. Me sentía más fuerte y necesitaba dormir menos, por ejemplo. Era como si cada vez fuera menos humana y más...
—¿Más qué?
—Más del otro componente de nuestra sangre... Tenemos algo que nos hace diferentes. No somos humanos comunes y corrientes, aunque lo somos cuando no practicamos nuestro poder de ninguna manera. Lo pude ver en tu padre... En nuestro padre.
—Papá va a contraer cáncer en el futuro... ¿tiene eso que ver con su poder?
—Totalmente. Él necesita usarlo al menos una vez cada cinco años para no enfermar... Tú también. El límite de sus poderes principales es exactamente el mismo. Él puede teletransportarse cada seis meses, si así lo desea, y volver al mismo sitio en menos de seis horas para no arriesgarse. Desde que murió nuestro tío no lo ha vuelto a usar, pero debe seguir practicándolo por más miedo que tenga. Hasta ahora lo ha salvado el uso espontáneo de su poder secundario, pero cada vez lo controla mejor para que no se de siquiera de esa forma.
—¿Se lo dijiste cuando vino a verte? —quise saber.
—No. No se me ha dado la ocasión. Pero nuestro padre debería usar su poder muy pronto, porque el cáncer ya está a la vuelta de la esquina. Le quedan meses para que la aparición de la enfermedad se vuelva irreversible.
—Yo se lo diré, entonces —dije. Al menos era simple. Con solo teletransportarse aunque sea dentro de nuestra casa una vez cada tanto papá lograría mantenerse sano. Esas eran buenas noticias—. Entonces... ¿me recomendarías que ayude a Lucas?
—Puedes hacerlo si no tienes otra salida. Pero no te recomiendo modificar de ninguna manera el tiempo que has vivido nuevamente en el 2003. Debes idear la mejor manera para que los cambios no modifiquen tu línea temporal.
—¿Y cómo hago eso? Si yo ayudo a Lucas en el pasado, estaré cambiando cosas en el momento en el que hice lo que él me haya pedido... Además, ya no lo habré conocido si solucioné su problema, al menos no en las mismas circunstancias. Es muy complejo... Cada pequeño cambio modifica todo, como en El efecto mariposa... Una película que vi en el futuro.
—No si eres inteligente y aprendes a planificar de forma detallada cada uno de los viajes que hagas... Te recomiendo concentrarte en viajar a un horario en el que tu yo de entonces esté durmiendo. Despertarás en ese preciso momento, aunque sean las dos de la mañana. Escapa de tu casa sin que te vean y haz todo lo que debas hacer en menos de seis horas, habla con el Lucas de entonces para que haga todo lo que ya hizo, aunque soluciones su problema. De esa forma no interferirá en tu línea temporal. Cuando abandones ese cuerpo hazlo en la cama así sigue durmiendo. Si no te cruzas con tus padres ni haces nada extraño, despertarás sin recuerdos de nada y seguirás con tu comportamiento normal.
—Eso podría funcionar... —dije.
—Y si al volver notas algo diferente, usa tu poder secundario para que te muestre los cambios que han ocurrido y puedas adaptarte a ellos con facilidad.
—¿Cuál es el límite de mi poder secundario? —pregunté. Era importarte saberlo. Hoy día, ese poder podía resultarme mucho más útil, y la idea de usarlo no me causaba tanto temor.
—Puedes usarlo hasta dos veces a la semana de forma voluntaria. Si llega a manifestarse de manera involuntaria no debes preocuparte porque no te afecta en nada. Igual, a lo sumo se activará solo una vez a la semana. No mucho más que eso.
—Lucas también debe tener límites en sus poderes... ¿cierto?
—Así es. No estoy del todo segura, pero creo que puede usar su poder de crear ilusiones una vez a la semana, y el de leer pensamientos unas dos veces al día. Y sabe cuáles son sus limitaciones y cuáles las amenazas. Harías bien en pedirle información. Creo que sabe más sobre el origen de nuestros poderes que tu padre, tú y yo juntos.
—Solo espero que no sea un tipo peligroso... Quisiera relacionarme con él lo justo y necesario.
—Lo dudo. Creo que es, más bien, un tipo desesperado. Contáctate con él y que te cuente qué es lo que necesita. Intenta ser amable... De esa forma es menos probable que se vuelva en tu contra. No lo quieres tener de enemigo.
Era bueno saber que Lucas no era tan peligroso. Sin embargo, solo sería amigable si colaboraba con su misión. Eso lo había dejado bien claro.
En ese momento Antoinette golpeó a la puerta y entró un segundo después.
—Creo que ya ha sido suficiente, Florencia. Si te quedas más tiempo Amelie terminará agotada —me dijo.
—Adiós, Amelie —me despedí—. Ha sido un gusto hablar contigo.
—Espero que pronto puedas venir a visitarme... como hermana —me dijo. Le sonreí y asentí.
—Claro. Vendré ni bien pueda... Es agradable tener una hermana.
***
Volví a casa. Por suerte mamá no hizo preguntas ni se preocupó. Supuso que había visitado varias tiendas antes de encontrar la campera que había llevado a casa, la cual en realidad había conseguido en menos de cinco minutos en una tienda a media cuadra de la casa de Antoinette y Amelie.
Me conecté a internet ni bien pude y le escribí un mensaje rápido a Lucas. Prefería sacarme de encima ese problema lo antes posible en vez de esperar al martes próximo. Quería concentrarme en Adrián, y no podría hacerlo si estaba preocupada por lo que el idiota me pediría.
Asunto: Ya averigüé
Hola. Tú ganas... Puedo usar mi poder una vez, pero más te vale que sea por una buena causa, y que no te abuses. Quiero colaborar, pero habrá varias condiciones.
Lucas no demoró demasiado en responderme.
Asunto: Te lo dije
¿Viste? Yo tenía razón... No te voy a dar detalles por este medio. Quiero que nos encontremos mañana. Te espero en la parada de colectivo... Serán solo quince minutos así que tus padres no se van a preocupar.
Asunto: Ok
Ok. Te espero... Mi mamá es muy controladora, así que te conviene ser breve. Nos vemos.
***
Esa noche hablé por teléfono con Adrián. Fue él quien llamó, ya que yo casi nunca llamaba a nadie; había perdido la costumbre. Hablamos por alrededor de una hora, sobre cosas de la vida, y nos dijimos cuánto nos extrañábamos. Era una pena, pero no podríamos vernos antes del sábado. Mamá lo había invitado a cenar, como había hecho con Marcelo, y hablaría con él recién entonces.... No admitiría que él viniera antes. Adrián estaba muy nervioso, sabía que de esa cena dependía el futuro de nuestra relación y quería dar lo mejor de él para causar una buena impresión en mi madre.
«Por favor mamá, no me arruines los planes», pensé. Adrián no me seguiría viendo si ella no nos permitía salir juntos, al menos hasta que yo cumpliese la mayoría de edad, y para eso faltaba más de un año. Si esto ocurría, tampoco convencerlo de salir conmigo el sábado de la semana siguiente... y salvarlo sería una tarea mucho más complicada.
Cuando me acosté decidí probar mi poder secundario de forma voluntaria. Me acosté y cerré los ojos. No sabía bien cómo hacerlo, pero mi intuición me decía que con la intención sería suficiente. Enfoqué mi pensamiento en el sábado por la noche a la hora en la que Adrián vendría a cenar, y pronto estaba soñando con eso.
«Te advertí que no colaborar tendría consecuencias negativas, Florencia», decía un mail de Lucas que acababa de leer en mi computadora. Estaba lista para recibir a Adrián, y podía oler el rico aroma de la cena que estaba preparando mamá. El miedo me inundó. Me había negado a ayudar a Lucas, por un motivo que no me quedaba claro porque no podía meterme en los pensamientos de mi yo futura con la que estaba soñando.
Rápidamente salí de mi habitación. Podía notar la preocupación que me inundaba. El timbré sonó y, cuando llegaba al comedor, mamá le estaba abriendo la puerta a Adrián. Sin embargo, mamá se detuvo antes de cerrarla. Alguien más se encontraba afuera.
Se trataba de Claudia, quien al rato entró a mi casa hecha una fiera indomable.
—¡Estúpida! ¡Te odio! —me gritó. Se acercó a mí y me dio una bofetada. Estaba fuera de sí.
—¿Qué pasa? —preguntó Adrián, preocupado.
—¡Le pagó a una actriz para que le hiciera la escena a Marcelo! ¡La tipa ni siquiera está embarazada! —gritó mi amiga—. ¡No podés tolerar la idea de que quiera a alguien, ¿cierto?! ¡Y no es la primera vez que intentás ponerme en contra de un chico!
Tenía razón, ya le había advertido en contra del chico de Bahía Blanca con el que hablaba por internet, y hasta el momento había dejado de hablarle.
—¿Es eso verdad? —preguntó Adrián, su mirada acusatoria.
—Sí. Es verdad —dije—, pero tuve mis razones.
—Esa no es la Florencia que yo conozco y quiero —dijo Adrián, y se dio la vuelta antes de que yo pudiera decir nada. Claudia tampoco se quedó a dejar que le explicara nada. Dijo un par de improperios más y luego se marchó.
Al final, solo me quedaba la mirada acusatoria de mi madre. Papá se estaba bañando y no estaba allí para defenderme.
Desperté sobresaltada.
«Sea lo que sea que pida Lucas, no puedo negarme», me dije. Si no hacía lo que él quería, las consecuencias serían nefastas.
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