Movimiento Final


Sábado 24 de marzo de 1923

—¿Te parece que el cuadro quede en este lugar? —Nathalie acomodaba la hermosa fotografía enmarcada en un bello cuadro color crema. En este había una imagen de un campo de girasoles con la puesta de sol de fondo, misma que Adrien había fotografiado. Adornando la pared del cuarto que él estaba decorando en ese momento, con ayuda de las mujeres de su familia.

—Está más que perfecto, gracias Natahlie—contestó Adrien, elevando ambos pulgares, para luego retomar su labor, levantando un sofá chéster tapizado con tela de terciopelo blanco que, consiguió en una barata—creo que se ve mejor de este lado ¿Qué opinas tía Amelie?

La mencionada hizo un marco con sus dedos, para encuadrar bien la imagen: enfocando el bello sofá con la puerta balcón que estaba atrás, abierta de par en par mostrando la pequeña terraza que, también estaba siendo acondicionada para la persona que ese día habitaría la alcoba.

—Luce espectacular, querido. Ella quedará fascinada con todos los detalles que has colocado en este espacio—la mayor dio vueltas sobre su eje, viendo las cosas que a medida iban organizando, daban una sensación acogedora.

—¿Segura? —Adrien vio las cosas que estaban apiñadas en un rincón y faltaban por organizar—creo que debí comprar más muebles. Son muy pocos y faltan flores también, a ella le encantan las flores, cortinas, quizás cojines, a ese diván le faltan unos...

—Hijo—Emilie paro el monologo de su primogénito—perderás el norte si sigues mortificándote de esa forma—la madre de Adrien ingresó a la habitación, llevando en sus manos un hermoso jarrón blanco de porcelana lleno de rosas rojas. La rubia de ojos esmeralda dejó el florero sobre la mesa de madera blanca frente al sofá—Creo que ella estará más interesada en pasar tiempo con su guapo novio que, reparando en detalles—se acercó al rubio y pellizcó una de sus mejillas.

—¡Mamá! — Se avergonzó Adrien por las palabras de ella.

No negaba que él también estaba interesado en disfrutar del tiempo con su Lady. La llevaría a pasear a los bellos parques del centro, para que todos vieran a la hermosa mujer que había robado su corazón.

—Tú madre tiene razón—Nathalie se acercó a Adrien y Emilie—habló por todas cuando digo que estamos felices que encontraras una chica que ha logrado cautivar tu corazón, lo has demostrado con los gestos que haces cuando hablas de ella—Adrien se ruborizó y llevó su mano a su nuca—y el cómo te esmeraste por acondicionar está habitación para ella.

—La amo—pronunció, sintiendo un cosquilleo en sus labios al admitirlo en voz alta— es una chica que merece esto y más—las tres femeninas al escucharlo se vieron entre sí y, a pesar de sus diferencias, coincidían en algo, Adrien merecía su final feliz, con la mujer que había logrado sacarlo de esa tristeza profunda, tras la muerte de su padre—.Tiene un corazón de oro, es hermosa por dentro y por fuera—suspiro soñador viendo por la ventana abierta el hermoso cielo azul—cuando la conozcan sabrán que no miento, que no la estoy idealizando.

—¡Voy a salir! —la atmosfera de amor se rompió, tras la abrupta interrupción de parte del desaprensivo fotógrafo. Que ingresó con sus manos entrelazadas a su espalda, ojeando con aversión la habitación.

—Félix—Adrien se apresuró a ir junto a su primo que por unos segundos lo vio con hastió, tan pronto lo tuvo cerca, cambio a una mirada amable—no me cansaré de darte las gracias por tus consejos y sugerencias—el rubio menor abrazó a su primo que se limitó a palmear su espalda tres veces, para retirar su mano a su posición inicial.

—No tienes porque...—retrocedió dos pasos para separarse de las muestras de afecto empalagosas de su primo.

—Por supuesto que sí. Gracias a ti, tuve el valor de dar el segundo paso con M'lady, hoy ella por fin estará conmigo—Adrien junto sus manos y con una sonrisa boba, vio hacia el exterior de la habitación— Espero que regreses temprano para poder presentarlos—regresó su enfoqué hacia Félix.

—Tengo unos pendientes que resolver, en cuanto quede libre vendré para que nos presentes—el falaz fotógrafo palmeo el hombro de su primo— nada en este mundo, me hará tan feliz que, el verte con la mujer que amas, Adrien.

—Mi muchacho es un amor—Amelie abrazó al circunspecto rubio, que se limitó a sonreír incomodo, por las atenciones brindadas por su madre—no sabes lo mucho que espere ver que ustedes se llevaran bien de nuevo.

—Opinó igual, Amelie—Agregó Emelie, abrazando a su hijo por igual—sin duda mi nuera traerá amor, unión y felicidad a esta casa. Y quien sabe, hasta un pequeño Adrien correteando...

—¡Mamá! —protestó por lo bajo Adrien, viendo al piso abochornado. Mientras Félix se mostraba inexpresivo ante la conversación de los presentes.

Nathalie observaba la escena, enfocando sus zafiros en Félix. Ella se había enterado por habladurías que, el año pasado el fotógrafo había dejado las investigaciones de misterios paranormales, sin embargo, habían transcurrido tres meses del nuevo año y se le hacía demasiado extraño que éste continuara con ese "largo descanso".

Podía justificar que esté estaba cambiando y que el haber ayudado a Adrien lo tenía enfocado en otros intereses. Pero Félix no era de hacer favores sin obtener algo a cambio.

La azabache de lentes, no se unió en ningún momento a la conversación que mantenían las rubias con sus hijos, aparte de no tragarse el cuento del cambio de Félix; desde el altercado que había tenido con el fotógrafo, ella mantenía una prudente distancia con el rubio, limitándose a asistirlo en su trabajo y el negocio.

Le dolía dejar a Félix a la merced de cualquier mala influencia, pero ahora su prioridad era averiguar cuál era la verdadera intención de este, para con su primo y, de esta forma proteger a Adrien, quien no merecía ser víctima de las artimañas de Graham.

— Reviendrez-vous bientôt ? ¿volverás pronto? —inquirió preocupada la progenitora del arrogante joven, luego que este se despidiera de su tía y su primo— La novia de Adrien vendrá esta noche—la abnegada madre, sacudía con la palma de su mano, el polvo inexistente de la gabardina negra de su hijo—sería lindo que toda la familia estuviera para cuando...

—Perdona, madre. Como dije a Adrien; tengo unos pendientes que resolver hoy. Vendré tarde si consigo acabarlos a tiempo de lo contrario, pasaré la noche en alguna posada del centro—Amelie se afligió al escuchar lo último.

Los años habían pasado y Félix nunca cambió su malquerencia; distanciándose de los suyos, del buen camino; pasando tiempo con dios sabe qué clase de personas.

En vida, su esposo Rafael era la autoridad manteniendo a Félix a raya. Cuando enviudó, ella tomó el lugar de padre y madre, siendo incapaz de ejercer el papel de su marido, optó por ser menos estricta. Hecho que en la actualidad lamentaba.

Su rostro reflejaba el cansancio y la pena que su hijo provocaba en ella, noches en vela esperando a escuchar la puerta del al lado de su habitación abrirse, en señal que su vástago había regresado al hogar con bien, más había noches en las que este no se aparecía por la casa y ella tenía que soportar la incertidumbre de no tener noticias suyas hasta que, él se dignaba en aparecer sin dar explicaciones de su ausencia.

—Cuídate—pronunció con preocupación la menor de las Graham de Vanily. Que otra cosa podía decir o hacer.

—Siempre lo hago, madre—Graham besó la coronilla de su madre, se separó de ella para colocarse su boina negra, una vez listo, se marchó del lugar.

Nous avons beaucoup à faire Tenemos mucho que hacer—Félix escuchó decir a su entusiasta primo, antes de alejarse de la habitación por completo.

Su sonrisa se ensanchó al verse libre de la molesta atmosfera cursi. El último movimiento de su plan estaba por realizarse.

Félix logró pasar desapercibido de Nadja y sus secuaces, completando el cambio de su plan y, con esto; el triunfo de la investigación sería únicamente suyo, y no compartido cómo la Flapper esperaba.

Antes de salir, tomó un paraguas, en vista que desde la ventana se apreciaban a lo lejos unas nubes oscuras algo dispersas. Con todo listo, salió de la casa, metió su mano en el pantalón detectando el objeto que pondría punto final a su plan.

Una malévola sonrisa se trazó en sus labios y con calmos andares se dirigió al centro.

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—¡Ridículo, totalmente ridículo! —Chloe lanzó sus zapatillas de ballet contra la pared del camerino privado que poseía en la escuela de danza gracias a la influencia de su madre—¡¿cómo es que el papel principal se lo han dado a esa copia barata mía y de paso es una viuda, una vieja!?—despotricaba la rubia contra la mujer que le había ganado el protagónico de la presentación, tirando cuanta cosa se le cruzaba por delante.

Marinette se apresuraba a recogerá las cosas que la encolerizada chica tiraba a diestra y siniestra. Manteniéndose en silencio, para no terminar pagando por los berrinches de la malcriada.

La ojiazul miró el reloj de péndulo que estaba en el camerino, faltaban unas horas para la importante cita que tenía que asistir y no pensaba llegar tarde a esta.

—Mi mamá...digo...La profesora Sara quiere que regreses al escenario. Chloe—una tímida pelirroja de cabello cortó y mirada aguamarina ingresó a la estancia, agachándose justo a tiempo, cuando Chloe lanzó su neceser en su dirección.

—¡Aurore la roba papeles, tiene el suficiente peso escénico, que ella haga también mi papel secundario! —ironizó la rubia— así tendrá toda la obra para ella sola—bramó con la rabia dominando.

—Ma...la profesora Sara no quiso decir eso Chloe—la pelirroja trataba de animar a su única amiga, luego de haber visto cómo en la audición la rubia había perdido su papel de Odette a causa de la nueva bailarina—Aurore es una profesional con años de experiencia...

—¡Es una puta! Eso es lo que es—la pelirroja se llevó las manos a sus oídos al escuchar a Chloe maldecir—¡Cheng! —chasqueó sus dedos— trae de inmediato todas mis cosas, voy a ir de compras y tú vas a acompañarme—sentenció la rubia, no queriendo tocar más el tema.

Marinette vio de nuevo con preocupación el reloj, faltaban tres horas para la cita y si iba al centro, se alejaría mucho de su destino. No tendría tiempo de cambiar sus ropas. Lo menos que deseaba, era que su príncipe la viera con ese anticuado vestido de sirvienta en ese aburrido color negro, con la cofia blanca sobre sus azabaches cabellos.

—Chloe, habla con mamá...digo con la profesora, verás que...

—Para bailar al lado de una ramera, de ninguna manera—la rubia rodó los ojos, caminó hasta la puerta, viendo por sobre su hombro—Cheng, nos vamos de esta pocilga.

Marinette quería decirle a la hija de su patrona, que no podía ir con ella, pero se limitó a agachar su cabeza y a ingeniárselas para cargar con las cosas sin que estas se le cayeran. No deseaba ser víctima de los castigos de Chloe, que le dejaran marcas visibles. No podía permitirlo, lo menos que deseaba provocar en su amado era lastima, si le veía su piel marcada.

Sin embargo, la euroasiática albergaba la esperanza de que su príncipe del invierno le salvaría de ese infierno, tal como lo había mencionado cuando le confesó su amor años atrás.

Muy a pesar del mal rato que pasaría al lado de Chloe en el centro. Marinette estaba segura de que ese día, su vida iba a cambiar para bien.

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—¿Has comprendido? —Félix miró su reloj de bolsillo, dando las indicaciones al fornido hombre que tenía frente a él—no debes pasarte de la hora—advirtió.

—Que cosa tan mona—el chico de mirada gris observaba con curiosidad el objeto que Félix dejaba a su cargo—. Seguro tiene algo importante dentro—El ojigris iba abrirlo, pero sus intenciones fueron frenadas por el fotógrafo que le aplicó una llave. Doblando el brazo del robusto Kim hacia atrás. El varón lloriqueó por la fuerza aplicada, el rubio ejercía tal presión que bien podía romperle el brazo si así lo quisiera .

—¡Abres esa caja y de bien te advierto que no volverás a ver otro amanecer! —sentenció Félix.

—Comprendo—habló en un hilo de voz, por el dolor infringido— entregaré ambas cosas a la hora acordada...suelta mi brazo—. El circunspecto varón soltó al castaño, que de inmediato comenzó a masajear la zona afectada. Félix sacudió sus manos y arregló sus ropas.

—Más vale que así sea—entrecerró los ojos, provocando que el castaño se encogiera en su sitio. Ante el pánico en los ojos del bruto frente a él, Félix dio la vuelta y se marchó rumbo al almacén de los Tsuguri, el último lugar que debía visitar.

Entre tanto; Adrien iba enfundado en sus modernos Oxford bags gris claro de cintura ancha, con un suéter cuello de tortuga blanco. Su cabello rubio ligeramente despeinado para asemejar su aspecto al de Chat Blanc; alrededor de su cuello llevaba la bufanda que su amada Ladybug había hecho para él y que era una de las prendas con los que su Lady lo reconocería. En su brazo descansaba una gabardina negra y un paraguas del mismo color, que su madre le había obligado a portar, ante el cambio abrupto de temperatura que, indicaba una posible tormenta.

—Apenas y pude oler mi delicioso Camembert—se lamentó el pequeño kwami de la destrucción dentro del bolsillo de su portador; Plagg recordó con nostalgia como fue separado del lácteo por las prestezas de Adrien por salir de casa.

—Te daré triple ración, en cuanto regresemos a casa...con ella—pronunció Adrien con tono soñador. El pequeño gato blanco rodo sus ojos, negándose a argumentar ante los disparates de su portador.

Adrien sintió un regocijo en su corazón. Por fin, luego de tantos años limitados a un poco de tiempo, podría estar con su Lady, conocerla a detalle, amarla sin límites.

El portador de la destrucción y el invierno tenía planeado hacer uso de sus deseos acumulados a favor de su nueva vida, la vida que haría compañía de su Lady de ahora en adelante.

Adrien vio a lo lejos , La Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre que se apreciaba por su cúpula e inmensa torre cuadrada que servía de campanario. Los nervios estaban a flor de piel en el joven fotógrafo, cada paso lo acercaba a su final feliz.

Agreste repasaba mentalmente todo lo que tenía preparado para su preciosa Lady: hacia unas pocas horas había terminado de arreglar la habitación que con tanto esfuerzo acondicionó para que la guardiana de la primavera estuviera a gusto.

Agradeció a las femeninas que le asistieron y pusieron el toque delicado a la decoración. Todo el tiempo que duro la estación de la primavera, les habló de la chica que tenía su corazón, claro está, omitiendo todo detalle respecto a La Tierra de los Miraculous.

Decirles un nombre fue difícil, así que inventó que su amada se llamaba "Lady", de suerte las femeninas le creyeron y estaban ansiosas por conocer a la enigmática joven.

Para terminar de poner la cereza en el pastel; su madre y su tía le propusieron darle empleo a la joven en su botica, de esa forma ella se alejaría de quien le estuviera maltratando, detalle que Adrien no quiso omitir al hablarles de ella.

—Te protegeré, es una promesa que pienso cumplir M'lady. No importa de quien se trate, te liberaré de esa persona, ya sea por las buenas o por las malas—sentenció con decisión.

Adrien se detuvo al llegar frente a la floristería de la viuda Kurtzberg, una sonrisa se dibujó en sus labios. De lejos había visto el hermoso ramo de flores rojas que se exhibía en el escaparate, el cual le pareció perfecto para obsequiarle a su princesa de la primavera. Sin pero que valga, se adentro al local a comprarlo.

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Marinette sentía que sus pulmones pronto explotarían, más eso no era suficiente para frenar la carrera que emprendió luego de haber finalizado sus obligaciones con la caprichosa de Chloe.

La fastidiosa rubia la hubo dejado varada en rue D'orchampt, una calle que estaba a varias cuadras del lugar de destino. La última vez que la ojiazul pudo ver un reloj, faltaban treinta minutos para la hora del encuentro, aunque a ciencia cierta desconocía cuanto llevaba corriendo.

La idea original era que, al terminar las clases de ballet, Marinette planeaba regresar a tiempo a casa para tomar su medio día libre, lamentablemente no contó con el desplante que la compañía de ballet le hizo a la rubia, al escoger a otra protagonista. Mandando al traste todo su plan y, viéndose obligada a acudir a la cita con su amado en tremendas fachas.

Marinette tenía todo preparado en su modesta habitación que compartía junto a otra criada. Planeaba usar un bello vestido que elaboró con ayuda de Marianne, puesto que aún no era muy buena con la costura, Tikki se había quedado oculta, dado que donde iba ir con Chloe era un lugar lleno de personas. Más todo eso quedo sin usar y resentía tanto no contar con la compañía de su amiga Tikki.

Marinette repasaba mentalmente la dirección que su príncipe del invierno le escribió en la carta, no contaba ni con esta ni con la cajita que su amado le solicitó expresamente no abrir y llevar con ella el día de la cita. Ella estaba orgullosa de no haber abierto dicha cajita, pesé a que la curiosidad le hubo jugado en contra muchas ocasiones. De lo que se arrepentía, era de no contar con dicho objeto en esos momentos, esperaba que eso no fuera problema en su encuentro.

Sus zafiros se iluminaron al divisar a lo lejos la cúpula de la Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre alzarse entre la hilera de edificios. Solo un poco más; se dijo para sí, dándose ánimos para continuar a ese ritmo y no desfallecer ante la demanda de sus pulmones por aire. Sus piernas estaban débiles, pero aun así ella continúo corriendo. Hasta que una gruesa gota de agua cayó sobre su nariz, logrando que la joven parara en seco.

Su boca exhalaba e inhalaba aire, su respiración era un completo caos, sin embargo, eso quedo en segundo plano cuando las inmensas gotas comenzaron a multiplicarse, hasta volverse un aguacero que no tardo en humedecer sus prendas. Marinette sentía el agua escurrirle por todos lados, fue entonces consiente del olor a sudor y humedad que su cuerpo emanaba.

Acongojada viró una vez más hacia la iglesia que se alzaba a lo lejos y donde su príncipe del invierno le esperaba. Luego se vio así misma hecha un desastre, ni de cerca era la hermosa e imponente Ladybug, en su lugar, solo era una ingenua sirvienta mal oliente y completamente empapada.

El tiempo parecía haberse detenido en ella, pues la gente a su alrededor corría en busca de refugio, algunos golpeándola por el codo al no moverse de su sitio.

Marinette comenzó a llorar, ajena al panorama que se vivía a su alrededor.

Va a desilusionarse de mi...

[Si lo hace es un idiota]

Rio por lo bajo al recordar las palabras de su amiga Alya. Marinette tenía mucho miedo de ser rechazada por su aspecto, pero entre más largas le diera al asunto, tarde o temprano era algo que debía afrontar. Ella sabía que la casa de Alya estaba cerca, así que bien podría visitarla si las cosas salían mal con su príncipe del invierno, así, tendría un regazo en el cual llorar.

En ningún momento recordó que al renunciar a su prodigio, el mal rato en su corazón, también se borraría.

Si bien no estaba del todo segura, Marinette continuo con la carrera para llegar a su destino. Pisando charcos y esquivando personas. Su esfuerzo dio resultado, al llegar luego de tanto a Square Marcel Bleustein Blanche el pequeño parque detrás de la Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre.

Su mente comenzó a procesar lo que recordaba de la misiva, donde su amado detallaba el aspecto que tenía sin el traje, características que ella comenzó a buscar entre las personas que deambulaban con paraguas y otras corrían buscando refugio. Marinette fue consiente que no sabía si había llegado a tiempo a su cita, no contaba con un reloj para comprobarlo. Solo le quedaba confiar en su suerte, que, a juzgar por los acontecimientos previos, no parecía estar a su favor.

Sus ojos comenzaron a lagrimear, presa de la desesperación de no ubicar a su amado, todos parecían verse justo cómo las características de la nota.

—¡Concéntrate! —la angustiada jovencita dio leves golpes a su cabeza con sus puños. Sus ojos se abrieron de golpe, a su mente llegaron los detalles adicionales para reconocer al portador de la destrucción.

Con presteza volvió a repasar a las personas que se encontraban en el lugar, ignorando que su ropa se le pegaba cual segunda piel por la humedad.

Sus carmines al igual que su cuerpo, tiritaban por el frio de las húmedas prendas, más una tímida sonrisa se dibujó en sus labios, al divisar a un chico rubio que se cubría con un paraguas y sostenía en una de sus manos un ramo de rosas rojas. El único de los presentes que coincidía con las características detalladas en la misiva.

Marinette se puso nerviosa, el joven en cuestión era gallardo, con un porte elegante, postura erguida. Denotaba mucha confianza y seguridad, todo lo contrario, a ella que, parecía una pordiosera en comparación.

La esencia en él se mantenía, a leguas él era Chat Blanc, con o sin el traje. Aumentando en Marinette las inseguridades para atreverse a llamarle por el nombre escrito en la carta.

Él rubio comenzó a moverse, Marinette fue presa del pánico, debía tomar una decisión: correr tras él o dar la vuelta y marcharse del lugar. Entre más dudaba, más se alejaba el dueño de su corazón.

Marinette no supo ni cómo ni cuándo sus pies se movieron, sacando fuerza de flaqueza. Comenzó a correr tras él; sus labios lo llamaban, pero la intensa lluvia no dejaba escuchar.

Sin importarle el intensó ardor de su garganta, al estar reseca por la sed. Marinette tomó aire y con todas sus fuerzas alzó la voz llamándolo.

—¡FÉLIX!



Nota de la autora:

Fin del primer Arco.

Gracias por su apoyo a esta historia, nos leemos luego. 

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