Deseo y poder




Félix caminaba por las concurridas aceras de París: debido a las baratas de finales de enero por parte de los negocios, la gente buscaba las mejores ofertas.

La brisa de invierno aún era perceptible en el ambiente, aunque no con la misma intensidad que en diciembre. El fotógrafo iba abrigado con una gabardina trench y una boina. Ambas prendas en color negro, resaltando así, el verde oscuro de sus ojos, y sus dorados cabellos.

A pesar de estar abrigado, sus mejillas estaban enrojecidas, a causa de la fría brisa que acariciaba su rostro descubierto. Sin embargo, Félix prefirió caminar que viajar en tranvía.

Es una entrometida

Pensó el rubio, luego de su mal rato con Nathalie. Para él, la mujer se estaba portando muy cotilla, y lo único que se le pasaba por la mente, es que lo hacía por mero interés sexual hacia su persona.

El ojiverde vio los negocios a su alrededor, con el fin de despejar su mente. Notó una pequeña panadería, la cual tenía en el aparador unas apetecibles tartaletas de frutilla. Esto llamó la atención del fotógrafo, pues era el postre que su padre siempre llevaba a casa, al finalizar su jornada de trabajo. Desde el fallecimiento del mayor, el rubio no había vuelto a probar dicho postre. Así que, sin pensarlo mucho, se adentró a comprar un par de tartaletas.

Salió de aquella panadería con la pequeña caja que, contenía dicho postre dentro. Bajo los escalones sin percatarse a los lados de la acera. Un fuerte golpe en su costado derecho lo hizo aflojar el agarré de la caja, cayendo sin remedio al piso. Las tartaletas fueron aplastadas por los ajetreados transeúntes. El fotógrafo apretó sus dientes, al punto de hacerlos rechinar de la rabia que lo dominaba.

Se giró a su derecha, dispuesto a moler a golpes, la cara del causante de ese desastre.

De ti no va a quedar ni el recuerdo hijo de...

Vous êtes un Chinois complètement incompétent et stupide!¡Eres una china completamente incompetente y estúpida! —una chillona voz, casi perforó los oídos de Félix.

¿Qué carajos?

Sus orbes enfocaron a la persona que choco con él. Sobre la acera y en medio de la nieve, estaba el cuerpo de una chica, con algunos comprados sobre ella y, otros más regados a su alrededor.

Su estatura era baja, a pesar de sus piernas largas. Esto lo pudo notar el zagal, porque la falda rosa con puntos blancos de ella se había subido hasta sus rodillas. La gabardina beige que traía puesta estaba desgastada, señal que era una sirvienta. La faz completa de la jovencita era imposible de notar, pues el viejo gorro de lana rosado que traía puesto le cubría la mitad del rostro, dejando expuestos sus labios teñidos de rojo natural, debido al frio y su pálida piel, que, al parecer, era sensible al clima. Su cabello negro estaba atado en dos coletas.

Félix limpió su costado derecho con asco: el arrogante joven, despreciaba a la gente que no era de su nivel social.

—¡No puedes dejar de ser una inútil! chocaste con Adrienbuu—la molesta voz no paraba de quejarse—Que esperas para recoger mis cosas, la nieva las estropeará. Voy a decirle a mami que lo descuente de tu salario—Félix mordió sus labios, conteniendo la risa que ese espectáculo le provocaba.

La jovencita, a duras penas comenzó a recoger las cosas a su alrededor. La dueña de la voz irritante, se dio la vuelta y, con pomposos andares se aproximó al fotógrafo

La rubia acomodó los bucles que sobresalían de su sombrero cloche de color amarillo, adornado con un girasol y, una cinta entrecruzada de color negro alrededor. Bajo un poco las estolas de su abrigo de piel, dejando al descubierto sus hombros semi desnudos. Una vez estuvo frente al apuesto rubio, se aferró a su brazo izquierdo de forma posesiva. Félix enarco una ceja, ante la descara acción de la muchacha.

—Adrikins, escoge cualquier pastel de la tienda, no te preocupes por el precio, saldrá del sueldo de esta—miró con desdén, a la chica que luchaba por no caer de nuevo y, cargar con los comprados al mismo tiempo.

El fotógrafo rodo los ojos, se estaba retrasando por culpa de la odiosa de Chloe y su torpe sirvienta. Además, la rubia lo estaba confundiendo con su primo. Él conocía muy bien a la joven vanidosa, pues era la hija de una de las amigas de su madre y de su tía.

Vous ne pouvez pas vous déplacer plus vite! ¡No puedes moverte más rápido! —demando la rubia a su sirvienta.

—Ese hombre se atravesó en mi camino, también fue su culpa.

La rubia se soltó del brazo del fotógrafo y a grandes zancadas, llegó donde su criada y le dio una bofetada en su mejilla izquierda. Del impacto la euroasiática soltó algunas compras, que cayeron de nuevo al piso.

—No te di permiso para hablar. Otra falta de respeto de tu parte, asquerosa china, y le diré a mi madre que te mande de regresó, en un barco cargado de inmigrantes—escupió con ira, aquellas denigrantes palabras para con su sirvienta. La jovencita se encogió con temor—¡A que esperas para recoger lo que tiraste! —la azabache comenzó a recoger de nuevo las cosas, con un notable temblor en sus manos, manteniendo la cabeza baja, ocultando las lágrimas que mojaban sus pálidas mejillas—Adrienbuu, disculpa este mal rato ¿en que estábamos? —la oji-celeste sonreía de oreja a oreja.

—Chloe, Chloe; sigues siendo tan desagradable como siempre.

La sonrisa de la joven se desencajo de su semblante.

—¿Adrikins, esa china te puso de mal humor verdad? —la petulante rubia, trató de justificar el comportamiento del hombre, pues ella se consideraba perfecta, nadie podía despotricar en su contra. Todo mundo la amaba y respetaba.

—Fumar te está dejando ciega al parecer ¿eh? Chloe—Félix bufó, pues la rubia para él no era más que una tipa hueca, que no valía su tiempo, peor aún, si lo estaba confundiendo con su primo. El fotógrafo, paso de largo al lado de la impactada oji-celeste, que seguía sin creer la actitud tan borde de parte de su "Adrien".

El rubio detuvo sus pasos a la par de la sirvienta, que mantuvo su mirada clavada en el piso.

—¿Lo has notado? Te ha golpeado y nadie se detuvo a intervenir—la voz de Félix tenía un tono frío y denigrante—La respuesta es simple. Tu no vales nada extranjera. Regresa a tu país, a prostituirte en los puertos—el rubio soltó una gran carcajada, tras mencionar aquella practica que era común, en las jovencitas chinas de las aldeas pobres de ese país. Los sollozos de la menor le confirmaron que el daño estaba hecho, sonrió granuja y retomó su camino.

A lo lejos quedaban los berrinches de parte de Chloe, que lo seguía llamando por el nombre de su primo, era seguro que iba desquitarse con la sirvienta y eso lo hacía muy feliz.

Esa idiota pagará caro, haber provocado que tirará las tartaletas al piso.

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El mancebo anduvo por varios callejones del gran París, su destino era un elegante club de Jazz que, estaba situado en uno de los barrios populares de la ciudad. A esas horas de la mañana, la zona estaba desolada. El fotógrafo estaba ansioso, pues la mujer que vería siempre tenía información de su interés. Esta vez, la femenina había solicitado su presencia en un recado.

Félix ingreso al ostentoso local, del cual aquella enigmática mujer era dueña: al fondo del lugar, había una tarima con un gran piano negro de cola, a su alrededor se encontraban distintos instrumentos que los músicos de jazz solían utilizar para sus presentaciones. Las paredes, tenían tonos blancos con ligeros toques dorados en los relieves. Las cortinas de terciopelo de color blanco con dorado estaban recogidas y, dejaban pasar la luz del sol, por los enormes ventanales

Contiguo a la tarima estaba el bar: una barra larga y espaciosa hecha de cedro con cubierta de mármol. Detrás de esta, había un gabinete de caoba macizo. Dos vitrinas resguardaban los finos licores, copas y vasos.

Un mozo pulía los pisos con afán, las mesas y las sillas con colchones de terciopelo rojo, estaban esquinadas, con el fin de hacer la labor más sencilla.

—Bonjour, Theo—saludó Félix, con su particular tono mesurado.

—¡Oh! Bonjour Monsieur Graham—El hombre de cabello castaño, se apresuró a limpiar sus manos en su delantal negro. De inmediato se acercó al joven rubio, tomó el abrigo y la boina, que este le entregó.

—¿Está Madame? —Cuestionó el oji-verde. Observando con curioseo, las escaleras que daban a la segunda planta.

—Si, ella lo ha estado esperando Monsieur Graham—informó amable el mozo—pase adelante—, le señaló las gradas y luego acomodó las prendas del mancebo, en un perchero cerca de la entrada.

Félix procedió a subir las escalinatas. En el trayecto, miró los cuadros colgados a lo largo de la pared, todos eran de chicas en paños menores. Todas habían sido fotografiadas por él: cómo una especie de favor para su informante.

Sonrió retozón, rememorando los gratos momentos que las femeninas le hicieron pasar en la sesión. Nathalie le había acompañado, en esa ocasión, su rostro molesto en todo momento: al estar ante tanta "descarada". Ese era el sobrenombre que había usado la mayor, al referirse a las flapper.

El rubio llegó a la segunda planta, donde estaba un amplio pasillo, y varias puertas situadas a cada lado. Con pasó calmo, avanzó hasta el final del corredor. Exhaló un pesado suspiro antes de tocar la puerta.

La mujer que iba a ver era una eminencia en el tema espiritual y paranormal. De noche era una flapper y la amante de grandes diplomáticos. De día, era miembro activa de la Sociedad Teosófica con sede en París. En las circunstancias equivocadas, era una arpía que temer. El rubio no debía estar nervioso frente a esa dama, como pudo se relajó y, dio dos leves toques a la puerta.

Qui est-ce? ¿Quién es? —una aterciopelada voz femenina se escuchó del otro lado.

—Félix—contestó en tono tosco, el fotógrafo.

—Adelante—respondió la voz, con cierto coqueteo.

El oji-verde giró la manilla de la puerta e ingreso a la ostentosa habitación.

Cortinas de terciopelo morado decoraban los ventanales, la cama al centro tenía un dosel labrado en cedro, de este caían unas delicadas sedas. La mueblería del cuarto era estilo Luis XV, todos forrados en terciopelo rojo. Aquella habitación era digna de una reina.

Las esmeraldas del rubio observaron con audacia, a la figura femenina situada al lado de la ventana, frente a un lujoso tocador, lleno de maquillaje y alhajeros. La esbelta mujer, retocaba sus labios con un chillante labial escarlata, su cabello estilo bob cut color magenta, estaba semicubierto por un sombrero cloche de fieltro en color morado, una cinta ancha rosa, decoraba el accesorio.

Sus hombros sostenían su abrigo de piel color café oscuro, que apenas cubría su sensual lencería de color blanco. La mayor fingió no prestar atención a su taciturno invitado, maquillando su faz despreocupada.

Félix cerró la puerta y puso el pestillo. Aquel particular sonido hizo cambiar de posición a la femenina, cruzó su pierna izquierda, dejando al descubierto su liguero que, sostenía sus medias blancas. El fotógrafo trago grueso, ante la sensual imagen. Esa mujer era una tentación en toda la palabra.

La peli-magenta levantó su mirada, pestaño lentamente cuando sus orbes conectaron con los ojos del varón. El joven no pudo sostener la mirada y, se enfocó en el diván frente a la cama de la dama. Su imaginación proyectó varias poses que, deseaba practicar con la femenina.

—Que modales los míos. Buenos días, garçon chico ¿Qué tal tu viaje? ¿West Riding es tan acogedor como dicen? —sus maquillados labios, dibujaron una sonrisa traviesa.

—Aburrido, como todo miserable pueblo en medio de la nada—mascullo con molestia—Conan Doyle cambió los nombres de los involucrados...

—Para proteger la identidad de la familia de las niñas—, completó ella, con indiferencia.

La oji-marrón se levantó de la banca, su fino abrigo cayo de sus hombros, dejando expuesta su lencería. Los verdes del fotógrafo recorrieron con descaro el cuerpo de la diosa frente a él. La flapper sabía lo que causaba su figura al joven, vio con disimulo, la erección que se marcaba en los pantalones de este.

La mujer jugueteo con uno de los collares de perlas que, decoraban su cuello, sus manos y brazos estaban cubiertos por guantes de seda, sus muñecas adornadas por costosas pulseras y sus dedos llenos de anillos con piedras invaluables. Regalos de sus amantes.

Con un sensual contoneó de caderas, avanzó hasta el astuto zagal, lanzando hacia un lado su sombrero cloche.

—Sabias que la información era falsa—Félix afirmó. Conteniendo los impulsos de abalanzarse sobre la mujer y hacerla suya. Cómo pago por su osadía al burlarse de él.

—Obtener información es mi especialidad, que luego está resulte falsa—se encogió de hombros—no es mi culpa.

—¡Perdí tiempo y dinero en ese viaje! —el joven alzó la voz. Odiaba que lo tratará como a un mocoso inexperto, en el ámbito de la investigación.

—De que te quejas, los investigadores más famosos tuvieron aciertos y desaciertos, lejos de lloriquear, ellos maduraron—se defendió—, es que piensas acaso que estar dentro de la Sociedad es fácil, tomas una foto y ya te condecoran—soltó una carcajada—que iluso garçon.

Félix controlo su respiración, no era conveniente perder los estribos frente a esa mujer.

La flapper vio al rubio muy serio. Decidió acortar la distancia. Dando unos cuantos pasos, situándose frente al fotógrafo.

—Madame Chamack—el blondo sintió los suaves pechos de la femenina apretarse contra su torso. Ella rozó sus senos con descaro, al alzarse de puntillas y peinar uno de los dorados cabellos de él—no es aconsejable jugar con fuego.

—Para ti soy Prime Queen garçon y ¿es una amenaza lo que escucho? —deslizó su mano derecha, y delineó la erección del ojiverde por sobre la cremallera, este vibro ante las atenciones de la mujer.

—No—respondió el fotógrafo—es una advertencia—sentenció. Un gruñido abandonó los labios del zagal, Nadja apretó su falo.

—Tienes agallas garçon—sonrió seductora, acercándose al oído derecho del fotógrafo, todo sin dejar de apretar el pene del rubio—se la ubicación real de las hadas—lamió el lóbulo y luego lo mordió—¿te interesa?

Félix no quería ceder a la lagotería de Prime Queen, pues no dejaba de tratarlo como a un crio. Por otro lado, necesitaba lograr una buena investigación. De conseguirlo, no dudaba ser invitado a la Logia Blavatsky que era la casa madre de los teosóficos.

—¿Cuál es el precio, Prime Queen? —inquirió tozudo.

La informante sonrió victoriosa, los hombres siempre cedían a sus caprichos.

—Usa petting y dame un orgasmo que haga que las yemas de mis dedos rocen el cielo del placer—desafió la mujer con seguridad, pues ya antes se había acostado con el joven y, no era un semental en la cama.

Petting era una práctica muy común en los bares de flappers de la época, consistía en tener relaciones sexuales sin incluir el coito.

— Pardonnez ma question. Où est le défi? Perdona mi pregunta ¿Dónde está el desafío? —el enarcó una ceja y sonrió arrogante. Félix había estado con varias mujeres, aprendiendo una cosa o dos, de cómo brindar placer, haciendo uso del Petting.

—Ya lo dije chico. Es más, seré generosa contigo, a pesar de tu osadía—, la peli-magenta bajo la cremallera del pantalón del zagal y coló su mano; palpando el pene, provocando un jadeo de parte del rubio—, también ganaras una felación a la inversa. Si lo logras—. Nadja se mordió el labio inferior.

El fotógrafo la apegó a su cuerpo ni bien termino de hablar. Aprisionó los labios de la seductora flapper con los suyos. La mujer sintió el calor comenzar a recorrer su cuerpo, el joven la besaba como un experto. Nadja se inclinó levemente hacia atrás, sus manos se sujetaron del chaleco del blondo, este aprovechó la posición y con su lengua, exploró más la cavidad bucal de la informante, jugueteando con la sinhueso de ella.

La informante estaba desesperada por dominar el beso. Félix no le dio oportunidad, sus hábiles manos acariciaron los pechos por sobre la delicada tela de su lencería, su pulgar e índice, pellizcaban los erectos pezones. Las manos de la flapper jugueteaban con las guedejas doradas del varón, su cuerpo pedía más y sus piernas flaqueaban ante esa necesidad. La peli-magenta se negaba a demostrar ese deseo a su asaltante.

Sus vanos intentos por camuflar su excitación fallaron ante el perspicaz fotógrafo. Félix supo que llevaba un buen terreno ganado. Descendió con húmedos besos, por el cuello y la clavícula de la informante. Cuidando de no dejar marcas sobre la tersa piel de la flapper. Nadja casi perdió el equilibrio, debido al placer que experimentaba, pero el zagal la sujetó firme por la espalda.

Con su boca libre, Nadja gemía por lo alto, el ojiverde chupaba y mordía sus senos con descaro. La mujer maldecía la tela que impedía sentir la lengua del ojiverde.

—Extrañaba estas bellezas—Félix se apartó un momento, la flapper se enderezó y, contempló el rostro del joven: sus cabellos desordenados y sus ojos con la pupila dilatada, sin olvidar su respiración irregular—lástima que escogieras el petting—sonrió granuja y se acercó a besar el escote del sostén de la mujer, sin apartar su felina mirada llena de lujuria.

— Garçon—acarició con ternura los mechones desordenados del rubio, anhelando que Félix la adorara plenamente. Sacudió su cabeza, obligando a su mente a no imaginar un mundo al lado de ese joven, ella era un alma libre, no le pertenecía a nadie—estas aquí para ganar un reto ¿o lo estas olvidando? —. Reto la mujer, todo con tal de desvanecer esa aura de "cariño".

La actitud tosca de ella molestó a Félix, estaba siendo subestimado de nuevo por esa seductora flapper. Apretó con ambas manos los glúteos de Nadja, que de un brinco enredó sus piernas sobre las caderas del joven. Esa postura hizo que ambos sexos se rosaran. La erección del blondo sobresalió por la cremallera abierta, la tela de su ropa interior aprisionó el trozo de carne, que rozó la bragadura de la vulva de la informante.

—¡Ah! ¡ Garçon! —gimió por todo lo alto. Él la condujo hasta la amplia cama, frotando su pene sobre la intimidad de esta. Con cuidado la depositó sobre el mullido colchón. La mano derecha del fotógrafo se posicionó cerca del rostro de la flapper y, su mano libre, acarició el abdomen de ella, descendiendo hasta llegar a su perla de placer—que bien se siente—jadeo.

—¿Segura que aún quieres petting? Puedes cambiar el reto y, dejar que mi polla te dé el mejor orgasmo—tentó de nuevo el oji-verde, probando la fuerza de voluntad de su sexy rival—con lo húmeda que estas—sus dedos libres palparon las pantaletas mojadas, mientras su índice no abandonó las atenciones al clítoris—podría follarte duro.

Nadja quería sucumbir, desnudarse y dejar que aquel impertinente la tomará, cómo tantas veces lo había hecho. Entonces recordó la advertencia citada por el impertinente, era necesario un escarmiento a su orgullo. Segura de salir victoriosa en ese reto, habló.

—Te crees un experto en la cama—rio por lo bajo, luchando por que más jadeos no abandonaran sus labios, ante los estímulos que hacía Félix en su vulva—, solo buscas pretextos, para ocultar tu inexperiencia en el petting.

—No digas que no te di opciones—él se encogió de hombros. La acción extrañó a Nadja.

El zagal se aflojo la corbata y la retiro con brusquedad, en un abrir y cerrar de ojos, había anudado las muñecas de la informante.

—¿Qué, haces? —cuestionó inquieta, al ver como el blondo ataba la corbata a la cabecera de la cama, dejando sus manos inmóviles.

—Haciendo que llegues al cielo—se arrodillo a la altura de la intimidad de la mayor—, sin tocar al demonio que te impulsa a lograrlo —sonrió granuja.

La mirada del ojiverde se oscureció, Nadja sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, estaba desarmada frente a él. Se sintió como una frágil liebre, ante un feroz lobo.

—Huele exquisito—Félix hundió su nariz entre medio de los labios mayores, provocando un jadeo de la informante.

—¡Hazme el maldito oral, de una jodida vez! —demandó la peli-magenta, deseosa de ser devorada por ese granuja.

Félix contuvo las ganas de lanzar una carcajada, tenía a Prime Queen en sus manos. Ella abrió más sus piernas y alzó su pelvis, buscando tener cualquier contacto con la boca del joven.

—Mírame—exigió el blondo, la mujer enfocó sus ojos al atrevido zagal—, quiero que veas como devoro tu delicioso coño.

Nadja iba protestar, pero sus quejas fueron silenciadas por los estímulos que el fotógrafo brindó a su intimidad. Félix coló su dedo índice y corazón sobre los labios mayores de la vulva, elevó un poco la parte que escondía la perla de placer de la informante. El ojiverde relame sus labios, notando el clítoris entre la tela. Su lengua probó el hinchado botón. Saboreó la excitación de ella, que había humedecido por completo la pantaleta. Trazó círculos sobre la perla y alternó con pequeñas succiones. El rostro de la mujer se desfiguro en una mueca de placer, sin dejar de ver a las esmeraldas que la observaban.

—Lo haces jodidamente bien—exclamó, mordiendo sus carmines—¡dios! —pronunció y liberó un sonoro jadeo.

—Te pones tan caliente, con solo sentir mis labios y mi lengua entre tus piernas—se burló Félix.

—Cállate y continua, hazme llegar—, el pacer hablaba por ella, su cordura y la razón del porque estaba haciendo eso, fueron olvidadas por la informante.

El fotógrafo sonrió victorioso retomando la candente labor. Una ola de placer invadió cada terminación nerviosa de Nadja, que tiraba de la corbata, intentando zafarse del agarre de está. La mujer quería enredar sus manos entre las guedejas del varón, para hundirlo más en su bragadura. Su libido estaba al límite. El cosquilleo de un orgasmo cercano incrementó, cuando Félix hizo uso de su dedo pulgar, simulando embestidas por sobre la tela, sin llegar a penetrarla. Su mano libre jugueteaba con los grandes senos de la informante, pellizcando sus erectos pezones. Las succiones a su centro fueron en aumento, Nadja no pudo más. Gritó de placer, casi podía jurar que estaba tocando el cielo, irónicamente al ser devorada por un precioso demonio. Su cuerpo daba pequeños espasmos, ignorando que había sido derrotada en su propio juego. Félix se irguió, contemplando a la sensual mujer, que había sucumbido ante él.

El ojiverde no perdió tiempo, desamarró las manos de la mujer, estas cayeron sobre las almohadas. Él la cargo estilo princesa, aprovechando que ella aún estaba disfrutando de los residuos del orgasmo. Con cuidado la deposito sobre el diván. Fue a la cama y tomo un par de cojines, regresó donde la flapper y colocó debajo de la cabeza de ella los almohadones.

Aflojó su cinturón, desprendió el botón de su pantalón, para dejarlos caer, luego bajo su ropa interior a la mitad de sus piernas, liberando su erección, la cual estimulo con su mano, mientras observaba la candente imagen de la fllapper recostada en el diván. Sus labios estaban levemente hinchados por los besos de hace unos minutos, sus senos ahora descubiertos subían y bajaban al compás de su irregular respiración. Su pantaleta estaba mojada, gracias a la saliva del zagal y a la excitación liberada al llegar a su orgasmo.

—Chupa mi polla—ordenó con voz gélida—disfruta de un pene erecto, no cómo esas vergas flácidas, de los viejos con los que te acuestas—se mofó de la flapper.

Chamack al escuchar aquella exigencia y burla de parte del zagal, abrió sus ojos. Se encontró con el falo erecto de Félix sobre su cabeza, este brillaba por el líquido preseminal esparcido por todo este. La flapper se mordió los labios ansiosa, por probar ese trozo de carné entre sus escarlatas. Con apremió se quitó las joyas de sus dedos y sus muñecas. Luego paso a retirar sus largos guantes, sus muñecas estaban levemente enrojecidas, resultado de estar atadas a la corbata. Restó importancia a esto, pues solo deseaba complacer al fotógrafo, con el premio que hubo prometido.

—Que duro estas mi am...—se aclaró la garganta—mi ami—Nadja negó admitir que estaba enamorada de ese bribón, limitando a solo palpar la hombría, que ante su tacto vibraba. La insidiosa mujer se sintió poderosa.

Félix gruño, complacido de las candentes atenciones a su hombría. Sus esmeraldas conectaron con la picara mirada de Nadja, quien, aprovechó su posición, lamió el frenillo y luego succionó el glande.

—¡Maldición! —soltó un gruñido—, mételo de una vez—. Aquello más que una orden, fue una súplica.

La flapper inclinó más su cabeza hacia atrás y sin pero que valga, introdujo la dureza del rubio en su boca, una mano estimulaba la base del falo y la otra el escroto. El placer que Félix recibió en sus partes íntimas lo deleitó y, con sus manos libres, amasó con descaró los pechos de la informante.

—Tus tetas están tan duras, disfrutas comerme la verga...—sus piernas tambaleaban, la sensación era increíble para el joven—...eres la jodida reina de las mamadas— Chamack se sintió orgullosa de aquel mote, pronunciado por el mozo.

La informante no deseaba otra cosa que escapar de esa vida, junto a ese impertinente. Un pensamiento ridículo de su parte, pues era consciente, de lo distintos que eran sus mundos. Félix merecía experimentar más de la vida, y estar atado a ella, solo marchitaría esa sed de conocimiento que él tenía.

Con succiones fueron más fuertes, Nadja dejaba ir sus sentimientos, remplazando el amor por la lujuria. Sus mejillas dolían, pero servía para alejar esos ilusos pensamientos.

—Deliciosa—logró pronunciar la femenina, separando un momento sus labios del pene del blondo. Para arremeter de nuevo con su lengua sobre el frenillo y el glande—dame tu leche, garçon , quiero beber todo de ti—jadeo. Y deslizó la mano que acariciaba el escroto, en medio de las piernas del fotógrafo, estimulando el perineo de forma rigurosa.

Félix fue consumido por la lujuria, disfrutaba de las osadas caricias de la mujer en su perineo, acompañado de succiones más profundas. Sus manos abandonaron las aureolas cafés de los pechos de la flapper, para sujetarla con fuerza de las mejillas.

—Voy a darte toda mi leche Prime Queen—el ojiverde comenzó a follar la boca de Nadja. La saliva de ella escapaba por la comisuras de su labios, ante las certeras estocadas—, sigue estimulando mi perineo, cómo si tu jodida vida dependiera de ello—exigió.

Chamack obedeció, soportando por igual las arcadas que provocaba el glande al rozar su campanilla. Su mano libre, buscó apaciguar el calor que se concentraba de nuevo en medio de sus piernas. Introdujo dos dedos en su vagina y su pulgar estimuló su clítoris, buscando un segundo orgasmo.

—¡Aaah! Eres la puta gloria Prime Queen—Félix llegó a su orgasmo primero, eyaculando dentro de la boca de la flapper, complacido al ver el movimiento de garganta de la mujer, tragando su semen—bébela toda—ordeno, apartando los cabellos enmarañados y cubiertos de sudor del rostro de ella. Pasaron solo unos segundos cuando Nadja llegó a su éxtasis por segunda vez, impregnando sus dedos de su excitación.

Desde que Félix había perdido su virginidad a los 15 años con Nadja. Sus encuentros se limitaban a pequeñas conversaciones y sexo brusco.

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El fotógrafo peinaba sus cabellos, luego de arreglar sus prendas. De reojo observó a la sensual mujer frente al espejo. Ella sacó un nuevo juego de collares de perla, de un cajoncillo. Este hacía juego con su vestido purpura de corte recto y amplias tirantas, con un escote muy pronunciado al frente.

La flapper caminó hasta su cómoda, saco de una de las gavetas una especie de periódico. La informante levantó su vista y se enfocó en el joven rubio, él desvió sus esmeraldas; al verse descubierto mirándola.

—Aquí esta tu segundo premio—caminó con un sensual contoneo de caderas, gracias a sus tacones. Se situó frente a Félix; extendiendo el documento—el reportero publico los datos correctos del lugar donde se vieron las hadas—el fotógrafo tomó la revista y la ojeo, comprobó los datos —te sugiero vayas cuando la cosa este más tranquila. Hay muchos investigadores en la zona y si yo fuera un hada, no me mostraría con tantos curiosos cerca—trató de bromear, pero la preocupación se reflejaba en sus orbes.

Félix noto esto, pero lo paso por alto. Pues estaba interesado en reunir las suficientes evidencias, para entrar a la sociedad teosófica.

—Espero no sea una información falsa, no quiero gastar dinero en vano de nuevo—advirtió.

—Ese es el precio...—dio un leve toque con su dedo índice, a la nariz del blondo—, de ser investigador de lo sobrenatural. No sabes si es real o falso— Aprovechando el semblante contrariado del ojiverde, Nadja iba besarlo. Este se apartó.

—Estaremos en contacto—sin decir más, Félix salió de la habitación, cerrando la puerta de forma brusca.

Dejando a Nadja resignada a que su relación se limitaría a: sexo a cambio de información.

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El fotógrafo caminaba por la calle, rumbo a la casa que compartían su madre y su tía: pasaría a guardar el documento para revisarlo después. Tenía que ir al negocio a revelar las fotos recién tomadas y retocar algunas otras. El rubio detuvo su andar de golpe. Divisó a lo lejos a una chica que, vestía una llamativa gabardina roja, con finas estolas de piel en color negro.

Lagartami

Sonrió de lado al reconocer a la joven de cabellos cortos y oscuros. Esta caminaba embravecida con las manos hechas puño, rumbo a la mansión Agreste Graham de Vanily. Félix sabía muy bien que la chica iba en busca de su primo.

Hace mucho que no voy a visitarte ¿eh? Lagartami, sin duda extrañas tenerme entre tus piernas.

El fotógrafo apresuró su paso para dar alcance a la elegante japonesa.

—Buenas tardes, Señorita Tsuguri—saludó con fingida cortesía.

—Buenas tardes...—los ojos almendrados de la ninfa lo ojearon de forma inquisitiva—Félix—, el mencionado sonrió, conteniendo las ganas de relamerse los labios, al imaginar a la joven, gemir ante sus penetraciones—¿sabes si Adrien está en casa? —preguntó con gélida voz, mientras acomodaba su sombrero cloche de color rojo, decorado con una cinta negra entrecruzada, todo para lucir presentable ante el dueño de su corazón, Adrien Agreste.

—Verás—divago un momento el ojiverde—salió a hacer unos mandados para tía Emelie, no creo que tarde mucho—mintió.

—En cuanto aparezca... dile que se pase por mi casa—la joven bajo la cabeza, intentando en vano ocultar su sonrojo, que remarcaba las pecas sobre sus mejillas—mis padres...no estarán hasta la noche—casi titubeo lo último, apretando las piernas.

Te haré gemir por todo lo alto.

De nuevo, Félix evitó mostrar lo complacido que estaba, al escuchar ese mensaje. Tsuguri levantó su rostro y vio de forma despectiva al rubio. Provocando un regocijo en el blondo: de lo fácil que sometía a plenitud a la orgullosa japonesa, al hacerse pasar por su primo, aprovechando su gran parecido.

—Pierde cuidado, se lo diré. Señorita Tsuguri—observó la hora en su reloj de pulsera—en una hora pasará por tu casa.

—Eso espero. Adiós Graham—advirtió la nipona, dando media vuelta para retirarse a paso apresurado del lugar.

—Si no fueras tan buena follando, hace tiempo habría abandonado este juego—murmuró Félix, viendo a la joven que se perdía entre las calles de París.

El fotógrafo ingreso a la mansión: tomaría un baño, cambiaria sus ropas por unas prendas del ropero de Adrien, todo antes que su madre y su tía llegaran a almorzar. Sus planes habían cambiado, primero iba pasar una candente tarde con Tsuguri y, luego iría al estudio a terminar los pendientes.

Las mujeres enamoradas, son tan fáciles de engañar.

Nota de la autora: 

Hola mis invocadoras e invocadores, segundo capitulo editado, ahora si creo que escribí este lemon como el averno manda. Espero las opiniones de antiguas lectoras y a las nuevas, sean bienvenidas y prepárense para un mar de emociones...resaltando la impotencia y la tristeza. 

 Los datos históricos sobre: Las Hadas de Cottingley, es un suceso real, de hecho, es el fotomontaje realizado por dos niñas, que engaño a miles de investigadores. Si quieren saber más, les sugiero buscarlo con ese nombre en google. Este detalle es meramente una referencia a los misterios de la época. 

Y la pregunta al final de este capitulo es ¿Dónde esta Manon? ¿Qué paso con ella? 

No me resta más que agradecer las vistas fantasmales, sus estrellitas y la recomendación de esta historia en otras plataformas. 

Nos leemos luego.

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