Castillos sobre arena


Viperion caminó unos cuantos pasos por el tejado de un edificio situado en el centro de París, ahí lo esperaban dos de sus colegas.

C'est fait, está hecho —masculló molesto. Hacía unos minutos hizo uso de su Second Chance, por órdenes de Bunnix; la razón: evitar que Adrien cruzara la calle para ayudar a Marinette.

—Perfecto, gracias, amor —exclamó con entusiasmo la pelirroja, juntó sus manos y sonrió complacida.

—No entiendo —indagó con desagrado Pegasus, al ver que Viperion no era capaz de confrontar a la guardiana de las madrigueras del tiempo, a pesar de estar inconforme—dices que en un futuro, Marinette y Adrien estarán juntos—la de ojos celestes asintió—entonces porque nos empeñamos en separarlos ahora.

—Soy la guardiana del pasado, presente y futuro—le recodó a su compañero, caminando alrededor de ambos varones—sé cuándo es el momento perfecto, para evitar los encuentros innecesarios.

—Lo siento, pero difiero—contrataco el moreno de gabardina negra y detalles plateados en ella. Cruzó sus brazos para encarar a una ceñuda Bunnix, que llevó sus manos a la cadera. Mientras Viperion cansado de esas cotidianas confrontaciones, se limitaba a observar.

—Incluso sabía de esta pelea, Pegasus, y de su resolución—aclaró la pelirroja, alisando su falda celeste, con franjas negras horizontales a la orilla de esta, puso sus piernas en pose de ballet, quatrieme derriere, mostrando sus medias negras decoradas por unas bellas balerinas celestes—Fu me eligió a mí por una razón—llevó su mano derecha a su pecho, a la altura del moño del cuello marinero de su blusa, con su mano izquierda hizo la señal de silencio sobre sus labios—se guardar muy bien los secretos. No tengo porque dar explicaciones de todo lo que hago—finalizó. Deshizo su pose y abrió un portal; se acercó a su novio a quien dio un casto beso en los labios—nos vemos más tarde, amor—acarició la mejilla de Viperion, quien sonrió de boca cerrada—adiós, Pegasus—pronunció con enfado, para finalmente atravesar el portal y desaparecer en el.

—¿Por qué no la cuestionas? —inquirió el moreno de cabellos castaños, llevando su mano al puente de su nariz, frotando parte de su antifaz negro—a leguas se nota que a ti también te molesta. Sabes que no podemos ir por ahí, manipulado las acciones del tiempo a voluntad.

—Bunnix tiene una carga más pesada que tú y que yo—defendió el de mechas turquesas a su novia, él peinó sus cabellos hacia atrás con sus dedos y exhaló disgustado—está anticipando los movimientos de Félix, para evitar que a Marinette o Adrien se le sean retirados sus Miraculous ¿no te parece demasiado?

Pegasus no dijo nada, desvío su mirada de su compañero y amigo. Tenía un mal presentimiento desde el inicio de ese día, algo que le era dificil explicar.

—Que tu corazón no nuble tu razón—musitó, abriendo un portal para el guardián de la segunda oportunidad.

—Ni tu desconfianza la tuya—respondió Luka, adentrándose en el portal y dejando solo a Pegasus en aquel edificio.

El moreno, ya a solas; observó a lo lejos a Marinette que iba en compañía de la guardiana del otoño: ambas desconocían la identidad, de la una y la otra, y ese día, gracias a su intervención se habían conocido en su forma civil. Esperaba que sus acciones, guiadas por Bunnix no terminaran por causar un daño irremediable. Con eso en mente, abrió un portal para él, se adentró en este y desapareció del lugar.

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— Merci beaucoup pour ton aide, muchas gracias por tu ayuda—la azabache de ojos zafiro, afianzó su agarre a las prendas que llevaba sobre su regazó; al tiempo que la morena de cabellos castaños rojizos arreaba la vieja yegua que tiraba de la carreta en la que se transportaban.

—Me alegro de haber estado en el momento correcto. A veces la gente es demasiado egoísta; mira que verte con toda esa carga y no parar a ayudar—protestó la de ojos color ámbar, al recordar cómo evitó que la chica a su lado no callera en la acera—Pichón y yo, fuimos tus salvadores—mencionó orgullosa el nombre de su yegua, que relinchó en respuesta.

—Es la primera vez que alguien me ayuda en esta ciudad—confesó la ojiazul, apretando un poco los vestidos—soy Marinette Dupain Cheng— limpió su mano en su falda rosada, para luego extenderla hacia la morena.

—Encantada de conocerte Marinette—la morena estrechó la mano de la euroasiática— no te sientas especial, porque la gente no te nota, me pasa y mucho—se sinceró la de ojos ámbar—creo que solo están ocupados en sus asuntos, que se olvidan de notar a su alrededor—sonrió, trasmitiendo en Marinette una especie de confianza que nunca había sentido hacia otra persona en París—soy Alya de Lahiffe Césaire, la nueva dueña de la carnicería de la ciudad—pronunció orgullosa.

—¿Césaire? —repitió para sí misma—¿Eres la hija de Marlene Césaire? —la azabache separó su mano de la recién conocida.

—Si—la oji-ámbar, enfocó su mirada al frente, la tristeza cubrió su rostro—mi madre falleció a causa de la gripe española hace un mes—su voz casi se quebró. Marinette se reprendió por no tener más tacto al respecto.

—Mi sentido pésame; no quería que te sintieras mal, es mejor que me baje y...

—No seas exagerada—reprendió la castaña, esbozando una gran sonrisa—tú no tenías manera de saberlo. Mi esposo Nino y mis hermanas, hemos echado a andar el negocio—su rostro ahora denotaba orgullo y melancolía.

—Mis patronas dan fe de ello—exclamó la ojiazul— solo a tu carnicería encargan la carne de sus banquetes...cómo el que ofrecerán mañana a sus amigos.

Marinette no negaba que las recepciones ofrecidas por las Bourgeois, eran un deleite a la vista. Anhelaba un día poder ser parte de uno de estos y, vestir un atuendo similar al que usaba como la guardiana de la primavera. Y a la media noche, bailar un vals en compañía de su príncipe.

—¿Trabajas con las Bourgeois? —la azabache asintió—es justo a donde me dirijo a dejar toda está carne—hizo un ademán con su rostro, para señalar la carga que iba en la carreta—que suerte, puedes estar en la fiesta; ya sea sirviendo a esos pretenciosos, pero deleitándote con la vista, de la decoración y...

—No me permiten estar en las recepciones de sus eventos; soy muy torpe y temen que arruine todo y deje una mala impresión hacia sus invitados, por tener una servidumbre tan incompetente—pronunció dolida, sobando su costilla que había sido lastimada la noche antes, por Chloe. Marinette fue injustamente acusada por otra criada, que rompió un jarrón, culpándola a ella.

—Debe ser por otra cosa—musitó Alya—la verdad es que, temen que una chica de facciones tan hermosas opaque a su berrinchuda hija.

Marinette la miró con sus ojos muy abiertos.

—"Jolie moi?"¿hermosa yo?

—Y de paso posees una falsa modestia—bromeo la castaña—apuesto a que tu novio te dice lo mismo.

—Sí—pronunció con ilusión—di-digo, él no es mi novio, él es un...amigo, si eso—la ojiazul hizo movimientos exagerados con su mano, para dar entender su punto.

—Amigos que se besan—insistió la de ojos ámbar, moviendo sus cejas de arriba abajo. La euroasiática se puso roja como un tomate.

—¿¡Cómo lo sabes!? ¿eres una bruja? —la azabache retrocedió en su asiento de la impresión. Alya se apresuró a sujetar a la joven y los vestidos que llevaba, para evitar su caída; soltando las riendas de Pichón, la carreta se desvió un poco del camino, Marinette al incorporarse con la ayuda de la morena, reaccionó a tiempo y tomó las riendas, guiando a la yegua de regreso al camino.

Ambas suspiraron con alivió, una vez regresó la calma y la azabache le devolvió el mando de la yegua y la ojiambar los vestidos. Alya rompió la tensión del momento, lanzando una sonora carcajada, que contagió a su pasajera. Cuando ambas pararon de reír la morena habló.

—Ok, no vuelvas a sobre reaccionar por una broma, por favor, chica.

—Lo siento, lo prometo—la ojiazul levantó su mano derecha con su izquierda sobre el pecho.

—En cuanto a tu pregunta—la castaña puso la vista al frente— no soy una bruja. Tengo hermanas menores a quienes molesto; están en edad casadera, así que reconozco cuando una chica ve a un amigo...como algo más—sonrió picara, observando de reojo a la euroasiática que desvió la vista, sonrojándose de nuevo—. A que sí e adivinado.

—Es algo complicado—murmuro, con la tristeza embargando su fino rostro—lo veo muy de vez en cuando...no creo que exista un nosotros en un futuro.

—No seas pesimista Marinette—animó la de ojos ámbar, divisando al fondo de la calle adoquinada, la mansión de las Bourgeois—¿ya se besaron? —preguntó de pronto. La azabache asintió, sin levantar el rostro—pues no sé qué más señales esperas para confesarte.

—Tengo miedo de que se desilusione...de esto—se señaló completa con pesar.

—Si lo hace es un idiota.

—¡Alya!

—Lo siento, pero es la verdad. Espera...él, no sabe que eres una sirvienta—expresó con asombro la morena—¿Por qué se lo ocultas? Es tu amigo ¿no?

—Por esa misma razón, dije que era complicado—exclamó con desilusión—. No sabe muchas cosas de mí, igual que yo de él. Soy consciente que esto no es como si fuera "Cendrillon ou La petite pantoufle de verre Cenicienta o El zapatito de cristal."

—Al final del cuento...el príncipe se enamora de ella—animó la morena.

—Mi vida está lejos de ser un cuento con final feliz—la ojiazul levantó la vista, donde se alzaba la mansión Bourgeois; su enorme cárcel en París. Hasta que su madre estuviera con ella, sería libre de ese lugar. Para que eso ocurriera, faltaba mucho.

—Chica, con esa actitud, hasta yo me desilusionaría—exclamó Alya, tratando de bromear un poco con la situación de la azabache. La castaña se mordió la mejilla interna, al ver que el semblante de Marinette no cambio su descorazonada mirada—¿lo amas?

—Tanto que duele...quiero estar con él, sentirme segura en sus brazos y...—exhaló con pesar. La euroasiática recordó lo que sufría al no poder tener contacto con Chat Blanc. Sin embargo, aquel beso que se dieron en la Tierra de los Miraculous, le hizo anhelar lo mucho que necesitaba repetir su cercanía y su tacto.

—Fuera del beso que dices que se dieron. Él a demostrado tener un real interés amoroso en ti.

—En los últimos años, lo ha hecho.

—Que complicados que son—rezongó, sin entender que detenía a esa pareja.

—Muchas cosas no dependen de nosotros... más bien; son las circunstancias las que nos llevan a distanciarnos.

—Lo he decidido—exclamó Alya con seguridad. Marinette la observó confundida—voy a ayudarte.

—¿Eh? pero...

—Seremos amigas a partir de ahora—con su mano libre, abrazó a la azabache tomándola por el hombro y atrayéndola hacia ella—necesitas un empujoncito con tu chico.

—No entiendes, esto no es tan sencillo.

—¿Y no quisieras que lo fuera? —preguntó la morena—siento que tú y ese muchacho se están ahogando en un vaso de agua.

—Eso crees—respondió esperanzada, con una sonrisa boba. Misma que borró, luego de darse unas palmadas en su mejilla, para salir de esos pensamientos que no dudaba que le causarían desilusión a futuro—eso no puede ser—sentenció.

—Chica ya verás que todo es posible, solo necesitas creer más en ti—. Alya pensaba que la joven azabache, estaba insegura de su persona por ser una sirvienta, cosa que seguramente al mencionado pretendiente, no le haría cambiar sus sentimientos por ella—hemos llegado—avisó al tiempo que detenía la carreta a un costado de la mansión Bourgeois, cerca de la entrada de la servidumbre, la cual no tenía acceso a ingresar por el portón principal.

—Muchas gracias por traerme—la ojiazul bajo con cuidado de la carreta, anhelando dar por zanjado el tema de su príncipe con la de ojos ámbar—¿en verdad quieres ser mi amiga?

—Claro, además que me mata la curiosidad, quiero saber más respecto a tu lio de amor y ayudarte—pronunció jocosa la morena, que ataba a su yegua a un poste cercano. Para mala suerte de la ojiazul, la mente curiosa de la castaña era insaciable.

—Alya, que no es un lio—. La de ojos ámbar enarcó una ceja—bueno... quizás un poco

—No te esfuerces en explicar lo obvio. Apúrate a entregar esos vestidos, tus impacientes patronas los deben estar esperando cómo agua de mayo—le urgió la castaña.

—Por suerte no están—musitó despreocupada— se fueron al funeral de un maestro de música.

—Que confiada te vez, sin tus patronas a la vista—, rio la morena. Marinette no podía explicar, lo bien que se sintió reír con una amiga. Alya se sitúo atrás de la carreta, para comenzar a llevar su carga hasta la cocina de la mansión—cuando vayas al centro, visita mi local, me haré de un espacio para atenderte y podamos retomar está platica. Me encantaría continuar, pero al contrario de ti, tengo muchas entregas que hacer.

—Iré a dejar estos vestidos y enseguida bajo a ayudarte—se apresuró la euroasiática a ofrecer su ayuda.

—No es necesario, yo me las puedo apañar sola—levantó sus brazos, presumiendo unos músculos inexistentes—prométeme que iras a mi tienda, algún día, sí.

—No quiero importunar al llegar a tu local sin avisar.

—Tonterías, una amiga siempre es bien recibida—sonrió la castaña, al tiempo que se alzaba las carnes sobre su hombro izquierdo—anda Marinette, seguro dentro de la mansión estarán ocupados con los preparativos del baile de mañana, y necesitarán de tu ayuda.

—Te tomaré la palabra—la ojiazul agitó su mano derecha despidiéndose de su nueva amiga.

—Me molestaré mucho si no llegas a mi tienda, necesitó los detalles de ese amorío imposible—le advirtió con una enorme sonrisa en sus labios. Restando credibilidad a su amenaza.

—Lo prometo—Marinette no vio nada malo en contar a su nueva amiga; lo que representaba su amor por aquel chico de cabellos blancos y mirada gatuna, obviamente no iba dar esos detalles de las características de Chat Blanc.

La euroasiática se despidió de la carnicera, que ahora era su primera amiga en esa enorme ciudad que al principio le había mostrado el frio rostro de sus ciudadanos. En el trayecto por aquel estrechó pasillo de la servidumbre, apoyo su mano en uno de los bolsillos de su falda, donde guardaba la pulsera que Chat Blanc le había obsequiado. Deseado una única cosa, poder estar a su lado, todo el tiempo.

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—Lo que has oído. No iremos a la fiesta de la loca de Chloe—sentenció Félix a la sería mujer que estaba en el estudio de fotografía, sosteniendo la invitación para la recepción organizada por las Bourgeois.

—Entiendo que Adrien no asista, él ayudará a Kagami a cuidar del local de sus padres, porque su madre está enferma ¿pero tú? —llevó su mano al puente de su nariz, que frotó para relajar su disgusto.

—Tengo planes más interesantes—una sonrisa maliciosa se dibujó en el semblante de Félix. Él blondo iba hablar con Nadja para comentarle lo que había descubierto y, planeaba hacer. Necesitaba la opinión de una experta; para lograr dar con aquella misteriosa ninfa de la cual su primo estaba enamorado.

—Irte a los antros es tu pretexto—bufo, cansada de la actitud del menor.

—¿Celosa?

—No, decepcionada es la palabra correcta—la mujer dejó la invitación en uno de los escritorios del estudio; no tenía caso insistir con aquel a quien consideraba cómo a un hijo. Reculó al cuarto donde estaban las fotos reveladas, para su clasificación y posterior entrega a sus clientes. La mano de Félix apresó la muñeca de Nathalie.

—Una noche en mi cama, te haría olvidar el significado de esa palabra—el rubio la atrajo a su cuerpo. La azabache se sintió asqueada ante la cercanía que impuso el varón.

— Je déteste ton attitude envers moi, odio tu actitud hacia mí—hizo presión con sus manos sobre el pecho del ojiverde, para liberarse; este no se movió ni un centímetro—suéltame—demandó

—Hace cuanto que no estas con un hombre—Félix descendió su mano que apresaba la cintura de Nathalie, buscando palpar el trasero de la mayor. La de pulcra vestimenta se tensó ante la acción del rubio; aquello revasó su paciencia con ese rebelde; se armó de valor y con fuerza logró apartar al varón de ella, para acto seguido abofetearlo.

El impacto fue tal, que ladeo el rostro del rubio por el impacto.

—¡No vuelvas a tocarme! —advirtió la mujer, con un ligero temblor en su cuerpo.

Félix quedó perplejo unos segundos; se recompuso y preso de la furia, devolvió la bofetada con fuerza a la femenina. La azabache casi cae al piso; cómo pudo se logró sujetar de un escritorio y así evitó dar contra el suelo, ante el impacto sobre su blanca mejilla que ahora estaba roja por la palma del rubio.

El fotógrafo se irguió con una sombría mirada sobre la mujer que, frotaba la zona afectada para aliviar su dolor, evitando enfocar sus azules sobre su agresor.

—Ojo por ojo, diente por diente—escupió despectivo hacia la ojizarca—No vales mi tiempo—. Le barrió con la mirada y se giró sobre su eje, para salir del local.

Nathalie se dejó caer al piso de rodillas, llorando amargamente; aquel a quien por años consideró cómo a un hijo, le había golpeado. En qué momento Félix cambió, era la duda que carcomía su mente en ese momento.

Cómo era posible que un joven que de niño fue amable y cariñoso se volvió en un ser tan despreciable.



Nota de la autora:

Hola mis invocadoras e invocadores, a vísperas de la navidad les traigo este regalito, en agradecimiento por la espera que tuvieron casi por medio año, en la edición de los primeros capítulos. Y a las nuevas lectoras, bienvenidas a sufrir con sus antiguas camaradas.

En este capitulo apreciaron tres puntos de vista; de los guardianes del tiempo, Marinette y lo que vive Nathalie luego de encarar a Félix en el primer capitulo, respecto a su comportamiento. 

Pegasus no esta de acuerdo en la forma de actuar de Bunnix . Viperion tampoco luce convencido, pero al ser su novio el siente que debe apoyarla más no cuestionarla. 

Marinette ha encontrado una amiga gracias a la intervención de los guardianes del tiempo, y sabemos un poco del porque ella piensa, que si le da una oportunidad a Chat Blanc en el mundo real, él se desilusione de su verdadero aspecto. ¿Alya le ayudará o complicará sus decisiones?

Por otro lado Nathalie nos menciona que Félix no era  tan insensible cuando niño ¿Qué le paso para que cambiara?

Presten mucha atención a los detalles, hay muchos secretos revelados entre líneas. 

Sin más me despido, espero la pasen muy bien en las fiestas, den gracias por un año más al lado de sus seres amados, recuerden con amor, a quienes ya no se encuentren entre ustedes. Gracias por el apoyo que le están dando a está historia, alegran mucho mi corazoncito de escritora en proceso. 


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