Atando cadenas
Marinette despertó ni bien el sol asomó por entre las ventanas, su estomago de inmediato rugió por comida. No era para menos, la noche anterior, estaba tan cansada, que al salir del baño y no encontrar a Félix, se vistió y decidió esperarlo sentada en la cama. Vencida por el cansancio que le dejó la carrera de ese día, se recostó y quedó profundamente dormida.
La joven se incorporó, algo mareada por el hambre intensa, al no haber cenado. Su semblante adormilado se iluminó con una sonrisa, al encontrarse a Félix sentado en la modesta mesita de la habitación.
—Buenos días, ma coccinelle, pedí que trajeran el desayuno...
—¡Buenos días! Gracias, todo se ve tan apetitoso ¡provecho! —expresó a los gritos, bajando de la cama y tomando asiento frente a Félix. Su hambre era tan voraz, que comenzó a devorar los alimentos, sin el menor cuidado.
Félix estaba asqueado con la escena. Cada vez sus esperanzas de que esa chiquilla fuera la elegante dama de la creación decaían. De no ser por los extraños nombres que ella citó y que le llamara por su nombre al momento del encuentro, le mantenían con la idea de continuar con su plan.
Marinette se deleitaba con el filete de carne y al mismo tiempo, probaba el pudin de durazno. Comprobando que sabían también como olían. Era la primera vez que probaba tales manjares, que acostumbraba a servir en casa de las Bourgeois. Las orgullosas mujeres, daban a comer, pan rancio y patatas cocidas a la servidumbre.
Félix, se mentalizó en solicitar la enseñanza de modales a la torpe sirvienta que se atragantaba con la comida frente a él. Si ella resultaba ser una persona privilegiada con el don de la creación o alguno que fuera relevante y sorprendente; le daría vergüenza presentarse a una comida formal con la Sociedad Teosófica, mostrando esos carentes modales.
—Discúlpame un segundo—Félix retiró la servilleta de su regazo y la dejó junto a su plato. Levantándose de su asiento.
—¿No comerás? —Marinette sumergía una hogaza de pan dentro de una taza de leche tibia.
—No, ayer tuve que comer tú cena para que no se desperdiciará—mintió—toda esta comida es para ti, ma coccinelle—la ingenua muchacha sonrió aliviada, sin ser consciente de sus pésimos modales a la mesa.
—Gracias por tus atenciones, Félix—expresó, comiendo gustosa el pan con leche.
—No tienes que agradecer. Necesitas recuperar las energías, pronto nos marcharemos de la posada—avisó—hay pendientes que terminar, para poder pasear juntos, a la orilla del Sena.
—Eso me hace muy feliz, tendremos nuestra primera cita—aquello le hizo mucha ilusión, esperanzada a que su actuar con su príncipe mejorara.
—Si mi amada ma coccinelle—le hizo una pequeña reverencia, haciendo que Marinette riera por vergüenza, cosa que le pareció estúpida a Félix.
Él se apartó de la mesita y fue hacia la ventana, donde minutos antes verificaba el perímetro, confirmando que Nadja había enviado a varios de sus secuaces a la zona. Con suerte, ninguno estaba cerca a la posada, por lo cual, le urgía salir sin que notaran a la sirvienta.
De igual manera estaba pensando en la forma de mencionar su relación con la jovencita, porque en algún punto ellos serían vistos juntos por las calles de París. Eso debía pasar si pretendía ganarse la confianza de ella.
Félix vio de reojo a Marinette, se notaba a leguas su procedencia humilde, era imposible justificar su relación con alguien de tan bajo nivel económico.
De no ser por la hipótesis de su investigación, no se estaría comiendo la cabeza para librarse de Nadja. Por otro lado estaba el asunto con Adrien, le urgía confirmar si había recibido el anillo verdadero de compromiso, además de si se tragó la mentira.
—Todo a estado muy rico, me hacia mucha falta comer de esta forma—el molesto comentario interrumpió sus pensamientos, regresando su enfoque a la joven—desde que me separé de mi madre, no comía tan bien. Gracias Félix—. Marinette le regaló una sonrisa de agradecimiento. Él sonrió de lado.
—Hablando de ella ¿Cuándo piensas pagar el pasaje de su viaje? —él iría un paso a la vez—así le organizo una gran comida de bienvenida.
—¡Oh, Félix eso sería muy hermoso! —Marinette se puso de pie y corrió hasta él para darle un cálido abrazo. Félix, contuvo su cara de disgusto, sus prendas estaban siendo tocadas con las manos sucias de la joven—Voy a encontrarme hoy con este frente a Notre Dame por la tarde.
—Ma coccinelle, vamos juntos; será un placer acompañarte durante todo el proceso.
—Eso sería maravilloso. Muchas gracias—ella le dio un beso en los labios que el fotógrafo soportó. Para Marinette, aun resultaba extraño las muestras de afecto para con su príncipe, tenía que sí o sí asimilar lo diferente que era Chat Blanc con su forma real.
— Anda ve a prepararte, tenemos que irnos—le apartó con sutileza—así gozaremos de más tiempo para disfrutar nuestro paseo.
Marinette sonrió sus mejillas estaban decoradas por un tierno carmín. Tendría una cita con su príncipe del invierno y lo mejor de todo, es que él quería ser parte del proceso para traer a su madre.
Sin pero que valga, fue hacia la pequeña jofaina junto a la modesta cama y tomó el aguamanil para vaciar el agua en esta y limpiar sus manos y su boca, seco sus manos en la falda de su vestido y fue al perchero por su sombrero.
Marinette dio vueltas al verse de cuerpo completo, su precioso vestido de tela rayón damask, cuello cascado blanco, era una hermosa combinación con el rojo de su prenda. Su sombrero cloche amarillo, le daba el toque final. Jamás en su vida imaginó usar un atuendo tan fino y delicado.
—¿Por donde empezaremos? Hay tantos bellos lugares que siempre quise recorrer en tú compañía—confesó la joven con emoción.
Félix, le miro serio, acomodando su camisa de manga corta, dentro de sus pantalones plus eights negros, con calcetines largos de color blanco. Le llamó la atención que Marinette no se avergonzará al verlo vestirse. Lo cual le confirmaba que Adrien ya se había acostado con ella. En cierta forma dudaba un poco al principio.
—Me temó, ma coccinelle que será hasta la tarde, recuerda que debes ir por la caja de terciopelo roja...
— Tu peux m'accompagner pour y aller Puedes acompañarme a ir allí—sugirió sin dejar de verse en el espejo, peinando sus dos acostumbradas coletas—de paso conoces a mi kwami.
—Tengo unos pendientes que atender—al finalizar, vio a Marinette girarse con cara de desilusión—Nos reuniremos a las dos de la tarde en... ¿dónde vives? —le cambió el tema, él no iba dejarse convencer con miradas lánguidas.
—Trabajo para la mansión Bourgeois—expresó con algo de vergüenza, siendo consiente de su condición de sirvienta. Una chica pobre—vivo ahí, mientras tenga el empleo.
—La conozco, es esa casona enorme que bien podía ser un hotel—Félix dirigió su vista a la ventana, cerciorándose que los secuaces de Nadja ya le pisaban los talones—Nos veremos a las dos de la tarde en el Campo Marte—Indicó, revisando la hora en su reloj de bolsillo.
Marinette asintió, fue lo único que pudo hacer. Un extraño nudo se alojó en su garganta. Al ver a Félix avanzar a la puerta, abrir esta e indicarle que saliera primero. Ella avanzo e hizo lo que el fotógrafo le pidió.
Chat Blanc era más atento y se preocupaba por su bienestar, Marinette no comprendía porque de ratos, Félix, siendo el mismo, se mostraba indiferente a su angustia.
Ella bajo en silencio las gradas, caminando al lado de fotógrafo que no dijo nada en todo el recorrido hasta la puerta de entrada.
—Guarda la copia de la llave—solicitó Félix, al ponerse al frente de la apesadumbrada sirvienta—para que uses la habitación cuando te plazca. Si un día las Bourgeois te corren de su casa, ven a refugiarte aquí. El posadero puede ponerme al tanto—los ojos de Marinette iban cristalizándose conforme escuchaba las indicaciones del joven rubio de ojos verdes—de igual forma, si quieres venir sin razón, puedes hacerlo. Te prepararan comida y tienes muchos vesti...
Él no pudo terminar de explicar, cuando sintió los brazos de Marinette rodear su torso, sollozando con fuerza.
—Gracias, gracias—repitió ella entre hipeos, estaba feliz, su príncipe después de todo si estaba consiente de su pena y le había conseguido un lugar donde ella pudiera estar, ya no tendría miedo a quedarse en la calle si la echaban.
Félix debía agradecer su falta de interés hacia los sentimientos ajenos, pues le permitía observar las reacciones de las personas. Marinette no fue la excepción, vio su actitud cambiar cuando el no ahondo en su situación con las Bourgeois, percibió su miedo y vergüenza en la forma en como describió donde residía.
—Ma coccinelle, no llores. Quiero que te sientas cómoda conmigo y voy a esforzarme para lograrlo—ganar la confianza de ella sería el siguiente paso—por ello, considero que no es prudente conocer a tu kwami, hasta que llegue el momento indicado.
No tenía idea de que era un kwami, pero no iba arriesgarse a que "eso", truncara sus planes. Necesitaba conocer más de lo que ella y Adrien se tenían entre manos.
—De acuerdo, gracias—respondió sin romper el abrazó.
—Bien—Félix la apartó con cuidado, para denotar que su trato era de cariño y amor a ella, sin dejar de ver las reacciones que provocaba en la humilde sirvienta—ahora escucha bien, ma coccinelle—Marinette le prestó toda la atención del mundo, más aún, cuando el limpio con sus pulgares las lágrimas en sus ojos—tú, saldrás primero, luego lo haré yo minutos después. Tengo la impresión de que nos están siguiendo—al ver las facciones preocupadas de ella, Félix supo que la tenía donde quería—tengo unos amigos que están en la posada, les pediré ayuda y me cercioraré que, si son suposiciones mías o...
—Si hay que pelar, yo puedo ayudar si hace falta—el fotógrafo, quiso reír ante la descabellada sugerencia. Semejante debilucha no podría hacer nada.
—No hace falta, quiero saber si son ideas mías, a lo mejor no es así. Pero entre menos seamos mejor. Sal de aquí y vete a tomar el tranvía, te espiaré desde la ventana—dio un casto beso a los labios de ella, para hacer más creíble su dramática mentira.
—Promete que estarás bien—pidió inocente.
—Solo para verte esta tarde, puedo hasta jurarte que estaré bien—Marinette lo vio con ternura, besando sus labios de nuevo.
Félix confirmó, que ella mordió el señuelo.
—Nos veremos, mi amor.
—Así será, ma coccinelle.
Dicho esto, Marinette salió de la posada a toda prisa rumbo a la estación del tranvía. Confiando y pidiendo al cielo,que Félix estuviera a salvo en todo momento.
El fotógrafo, la observó desde la ventana. Al confirmar que ella se había marchado, fue a buscar al posadero. Una vez ubicó al hombre del día anterior fue hacia él.
—Necesito le digas algo a Aurore—habló autoritario.
—¡Señor Graham! El susto que me ha dado—el hombre llevó la mano al pecho, sintiendo su agitado corazón—desde la guerra quede muy asustadizo. Más cuidado por favor.
—Dile a Aurore que necesito clases de modales para una chica con cero conocimientos de la etiqueta—dictó la orden, ignorando la petición del posadero, que limpiaba su sudor con un trapo viejo.
—Lo que usted diga Monsieur Graham.
—Le avisaré cuando pase a verla junto a la joven un día de estos.
El mayor asintió, no podía objetar ante el maleducado.
El fotógrafo se marchó en dirección, al bar de Nadja.
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El respaldo metálico de la cama de la flapper golpeaba la pared con cada estocada profunda que Félix le daba a la informante. Sus cuerpos cubiertos por el sudor provocado por la intensa sesión de sexo.
Ni bien el fotógrafo había cruzado la puerta de la habitación, Nadja se le fue encima. Besando sus labios con posesión y retirando sus ropas casi rompiéndolas.
Sus espías le habían comentado que el joven se había reunido con una jovencita de procedencia humilde, pero dueña de una singular belleza, cosa que avivó los celos la flapper. Su Félix no podía fijar sus ojos en una completa doña nadie, él le pertenecía a ella, aunque estuviera con todas las mujeres de París, él siempre debía volver a ella.
—Más, muévete más...oh si, así garçon—gemía la flapper sobre el cuerpo de Félix, que elevaba su pelvis para penetrarla de lleno.
—Estas empapando mi polla con los fluidos de tu coño. ¿Tan necesitada estas de que te folle un hombre joven? —el fotógrafo amasaba los suaves montes de Nadja, desquitando así su frustración sexual de la noche anterior—esos vejetes se siguen quedando dormidos encima de ti.
—¡Cállate y continua! —la informante daba profundos sentones sobre la hombría de Félix, regodeándose que ella era la única que podía llevar al limite al fotógrafo.
Ambos estaban entregados a la pasión, por sus propios intereses. Nadja se inclinó al frente, para besar los labios de Félix, pero esté la sostuvo por el cuello, frenando su objetivo. Los dos se desafiaron con la mirada, entre fuertes jadeos. La informante sonrió con malicia, moviendo con frenesí sus caderas para alcanzar el clímax, aunque no consiguió besar al fotógrafo, nadie le quitaba el gusto que ella era la ganadora absoluta, por sobre todas las amantes de él. Ella podía tenerlo donde sea y cuando quisiera, con solo pedirlo.
En cambio, Félix tenía su mente en otro lado. No podía obviar que Adrien era un problema en su investigación. No sabía que tipo de interacción tenía con la dama de la creación. Los indicios indicaban que físicamente no se conocían, tal cual su apariencia diaria. Marinette era una chica ordinaría, no tenía nada que fuera en el más mínimo parecido a la grácil mujer de la foto.
¿Adrien cómo se veía? Esa pregunta le carcomía la cabeza, pues la extraña forma en que Marinette lo observaba al estar cerca y lo que mencionó sobre lucir distinto, le tenía con un quebradero de cabeza.
El jadeo de Nadja lo saco de sus cavilaciones, ella estaba sonriendo, abandonada en el placer del orgasmo. Él procedió a acelerar sus embestidas para eyacular en el preservativo. Sintió su cuerpo relajarse, pero su mente aún tenía mucho por procesar.
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Nadja se retocaba el labial frente al espejo, observando por este a Félix que terminaba de vestirse.
—Me comentan que te reuniste con una sirvienta—atenta a la reacción de Félix, que estaba inalterable—. Para alguien como tú, eso es muy bajo—pronunció con cierta burla.
—Quieres decir, la tierna azabache de ojos azules—Félix no se andaría con rodeos con Nadja. Si iba a cortejar a la supuesta dama de la creación para tenerla comiendo de su mano. Necesitaba más libertades para llevarlo acabo.
—¿Qué pretendes con ella? —inquirió la mayor, con sus ojos vueltos brazas por los celos.
—El otro día estuve conversando con mi madre—comenzó a relatar, paseándose por la habitación, siendo seguido por los afilados ojos de la informante— Le preocupa que a mi edad, no tenga una buena mujer a mi lado.
—Quelle bêtise!¡Que estupidez!
—Justo pensé eso. No soy hombre de hogar —explicaba, mientras Nadja tomaba una pitillera y daba una profunda calada al cigarrillo que había dejado sobre un cenicero—sin embargo, he de admitir, que no quiero preocupar a mi madre. Así que me conseguí a esta ingenua sirvienta—Nadja partió la pitillera entre sus dedos por el coraje—si llegó a desposarla, no me estará molestando con mi paradero o porque llegó hasta el día siguiente a casa.
—Qué casualidad que esto surge cuando cambiaste de parecer sobre la investigación de la mujer de la mujer milagrosa de tu primo.
—En cuanto a eso. Resulta que era solo una amante con la que jugaban a interpretar roles—explicó desinteresado, para acrecentar la molestia en la flapper—. Entiende Nadja, van dos fracasos al hilo con investigaciones que decido hacer. El negocio de la fotografía post mortem no va bien. Necesito enfocarme en ganar dinero y no preocupar a mi madre.
Nadja solo tenía una cosa en mente, mandar a matar a la susodicha sirvienta. No era la primera vez que, hacía que otros se ensuciaran las manos para desaparecer a alguien que le estorbaba.
La histriónica carcajada de Félix, le dejó patidifusa unos segundos.
—¿De qué te ríes? —cuestionó con rabia.
—Tú cara en estos momentos—pronunció entre risas—te crees que yo, voy a sentar cabeza con una sirvienta china.
La reportera sonrió con sorna, ese era su Félix, su chico con altos estándares.
—Di la verdad entonces—demandó.
—Marinette, es una tonta sirvienta que salvé en un callejón—relataba relajado avanzando hasta donde ella estaba sentada—la iban a violar y lo evité, porque tenía ganas de golpear a alguien. La pobre estaba tan agradecida que me dijo que me devolvería el favor y que nos viéramos detrás de la iglesia—Félix vio de reojo como Nadja atenta y con el ceño fruncido le escuchaba—ayer no tenía nada que hacer y acudí a su cita. La sirvienta me ofreció su virginidad en pago.
—Por eso la llevaste a la posada de Aurore. Por favor, por quién me tomas. La iban a violar y te ofrece su virginidad. Suena estúpido hasta para una sirvienta.
—No soy ajeno a lo que mi apariencia despierta en las mujeres—presumió el engreído fotógrafo—. Para no alargar más la historía, todo fue un fiasco. En pleno acto se puso a llorar cuando le quite su virginidad. Ante mi decepción, ella imploró que le diera una oportunidad, que podía mejorar.
—Vaya que ilusa, piensa que siendo una primeriza te dará placer del bueno—le siguió la plática, aunque no dando todo por sentado—¿Que paso con la investigación de la dama milagrosa? —inquirió—dejaste de frecuentarme en aquella ocasión que fuiste a acostarte con Kagami.
—No mentí cuando dije que Adrien se enamoró de la chica de la fotografía, que resultó ser tan ordinaria, como mi primo—aborreció—¿tiene algo de malo que quiera distraerme con la sirvienta?
—No te creo, no dejarías una oportunidad de vengarte de tu primo así tan fácil.
—El está en brazos de Kagami, que otro castigo podrías ser peor—se burló el fotógrafo. Esperando en verdad que todo saliera de acuerdo con el plan. Félix detuvo sus pasos frente a la flapper, dando media vuelta y yendo a la salida.
—¿Te marchas? —la informante se puso de pie, en cuanto Félix tomó tu boina.
—Si, voy a matar el tiempo con está sirvienta, quizás me sirva de algo.
—Que te sepas que no me he tragado tu burda historia—le advirtió Nadja.
—Descuida, si me terminó aburriendo de esa chica, te avisaré para que te deshagas de ella.
La flapper sonrió, en cuanto Félix se fue de la habitación. A ella nadie le daba ordenes, si se le daba la gana, podía borrar a la sirvienta del mapa.
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Marinette llegó a la mansión Brugeois, escabulléndose por entre los pasillos designados a la servidumbre. Esto porque en ocasiones, las otras sirvientas le designaban tareas los domingos, a pesar de ser su día libre.
Con cuidado abrió la puerta de su alcoba, de un rápido vistazo se cercioró que su compañera de habitación; una amagada mujer de mediana edad no se encontrase dentro.
—Tikki—llamó a su kwami, al no ver moros en la costa.
—¿Marinette?—la pequeña mariquita emergió de su escondite, bajo la cama, dónde ella le había construido una pequeña casa de muñecas, para que la kwami estuviera a gusto oculta—me quede muy preocupada al no ver que regresabas, quise ir a buscarte pero no sabía cómo y...—la pequeña mariquita amorfa, se quedó sin palabras al ver el bonito vestido y sombrero cloche que su portadora traía puesto—¡Marinette luces hermosa!—Tikki voló alrededor de la ojiazul—¿es el vestido que estabas cosiendo con Marianne?
—Gracias Tikki—la azabache abrazó a la pequeña mariquita, depositando un beso en su frente—No, tuve un contratiempo y no pude ir por el vestido a casa de Marianne, pero esta prenda me la regalo Félix, es él, mi príncipe del invierno ¡No sabes lo feliz que me hace poder estar con él en este mundo! —la joven daba vueltas sobre su eje, con la pequeña kwami alzada al aire—espera que le conozcas, seguro su kwami también se hará tu amigo.
—No es prudente que te acompañe cuando estes junto a él—advirtió la catarina.
—¿Por qué?
—Si alguien nos ve, los guardianes del tiempo actuaran. ¿No querrás que ellos cambien todo?
—De ninguna forma—negó categóricamente la joven—entonces, nunca conocerás al kwami de Chat Blanc. Con lo que quería que tuvieras un nuevo amigo.
—Lo conozco, recuerda que el guardián de los Miraculous cuida de nosotros, así que no te preocupes, tengo suficiente estando contigo en este mundo—Tikki se esforzaba por ocultar su preocupación, era consciente que dos portadores de prodigios eran esposos y conocían sus identidades.
Pero Chat Blanc y Ladybug eran otra historia. No sabía si verdaderamente debía confiar en este. Así que era mejor mantenerse lejos para poder actuar si su portadora se encontraba en peligro.
Marinette se sentó sobre el viejo colchón de su cama, con sus facciones preocupadas.
—¿Ocurre algo? —inquirió Tikki.
—¿Es normal que me sienta rara cuando estoy con Félix? es extraño besarlo y verlo sin el traje...es como si fuese otra persona ¿piensas que él se sienta igual? Que al verme se haya desilusionado. Que no soy la hermosa Ladybug que esperaba.
—Marinette, es normal que con tú traje luzcas diferente, pero la esencia de tú persona sigue siendo la misma; con tu aura cálida y tu bondad—La joven sonrió, al escuchar a Tikki— .Es mejor que lo trates un tiempo y así puedas asimilar que es la misma persona de quién estas enamorada.
—Quizás tengas razón—Marinette recordó lo de esa mañana en la posada. Félix dijo que alguien los estaba siguiendo.
¿Qué clase de vida llevaba su príncipe en el mundo humano?
—Marinette, no sobre pienses, date el tiempo de disfrutar esta etapa, entre más pasen juntos, te será más fácil tomar decisiones con respeto al rumbo que quieres tomar con tu príncipe.
—Gracias por tus palabras Tikki—musitó aún no muy convencida, pero tal como su kwami lo sugería. Lo mejor era hacer las cosas con calma.
Una vez aclarados los por menores, la joven buscó el dinero en el escondite que Tikki le ayudaba a resguardar. Estaba orgullosa de haber recolectado lo suficiente para pagar el pasaje de su madre, cumpliendo con su oficio de guardiana de la primavera. También ubico la cajita de terciopelo rojo, que celosamente guardó, a petición de su amado e iba a devolverle.
Aprovechando que saldría con Félix, también saco la pulsera que él le entrego en La Tierra de los Miraculous, era muy hermosa y por eso la mantenía oculta, temerosa que las demás sirvientas se la robaran, como habían hecho con algunas de sus pertenencias.
Una vez se aseguró de tener todo listo, se despidió de Tikki y marchó al lugar acordado para su cita.
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Félix esperaba impaciente por la joven sirvienta. El fotógrafo prefería pasar su tarde de domingo descansando o leyendo en la biblioteca de su casa, cualquier cosa era mejor que estar perdiendo su tiempo tratando de engatusar a una romántica sirvienta.
Todo por obtener fama y fortuna en el tema paranormal. Esa era la mejor recompensa; un puesto importante en la sociedad teosófica, destronando el lugar de Nadja, que se creía más lista que él.
—¡Félix! —el rubio se tensó al grito de su nombre, girando en dirección a la sirvienta que lo llamaba. La vio venir a él, para su confort, aun portando el vestido de la mañana y no un atuendo de servidumbre.
—Ma coccinelle, me alegra verte—extendió sus brazos para recibir a Marinette.
Con Nadja enterada de su aventura con la pobre sirvienta, podía ahora actuar más natural. Aunque sabía que Prime Queen no era de fiar. De alguna manera tenía que avanzar con la investigación.
—Te extrañe —ella lo abrazó sintiéndose dichosa, parecía que su príncipe actuaba distinto, más como Chat Blanc. Por ello se abrazó mimosa a él. Aunque su corazón no reaccionaba del mismo modo—estaba muy preocupada por lo de está mañana.
—Ya estoy aquí, ma coccinelle, eso es lo único que importa. Por lo demás no pasa nada, así que puedes estar tranquila—acunó sus mejillas depositando un beso en los suaves labios de la joven. Aún le era complicado actuar como su primo, siempre con buena cara para todo—¿trajiste lo que te pedí? —cuestionó, apartando con disimulo a la sirvienta.
—Si, lo traje conmigo—Ella sacó la cajita de terciopelo rojo, donde yacía la joya de imitación que él mando hacer, del anillo de compromiso original que Adrien entregaría.
—Perfecto—enunció Félix, complacido de lo bien que iban las cosas—es un recuerdo de mi difunta abuela. Lamentó esta prueba, pero, temía que no fueras tú, quien se presentará— Inventó aquella historia para justificar la devolución. Porque Adrien en la carta original, mencionaba otra condición para dicha joya.
—No hace falta que des explicaciones, soy yo quién debe agradecer que me esperaras, aún cuando llegué unos minutos tarde.
Sin esperarlo Félix atrajo a Marinette por la cintura y le plantó un profundo beso, dejando fuera de sí a la sirvienta.
Al mostrase más cariñoso pesé a su acostumbrada y fría actitud, aseguraba la lealtad de la dama de la creación para que ella le obedeciera en todo. Eso es lo que él pensaba.
Marinette intentaba seguirle el ritmo al beso, sintiéndose incomoda, culpable y avergonzada de experimentar esos sentimientos tan contrarios.
—Puedo pedirte un favor—la joven se liberó de aquel vehemente beso, bastante incomoda.
—Si está en mis posibilidades—condicionó, acariciando el rostro de ella. Obligándose a mostrar una actitud serena, luego de ese fiasco de beso por parte de ella.
—Primero podemos entregar el dinero a la persona que ayudará a traer a mi madre. Me pone de nervios cargar con una cantidad tan grande de francos.
—Prometí que lo haría, ma coccinelle. ¿En que lugar quedaste de reunirte?
—Dijo que frente a NotreDame.
—Entonces andando, ma coccinelle—le extendió el brazo para que ella caminara agarrada de él—hermosa pulsera—aduló Félix, sin embargo ese pedazo de baratija le parecía tan vulgar.
—¿No la recuerdas? Fue un regalo que me diste, cuando nos vimos en ya sabes...donde.
Félix maldijo su imprudencia, estaba tan confiado que había descuidado su cautelosa forma de actuar, así que se aclaró la garganta e hizo uso de la ya conocida frase de todo casanova.
—Perdona, es que tú belleza me distrajo—para su suerte, las mejillas sonrojadas de Marinette, le confirmaban que aquella frase tan boba, surtió efecto.
Félix no se equivocó, al analizar a Marinette, ella estaba necesitada de afecto y cualquier muestra de interés hacia su persona, por muy mínima que fuera, funcionaba para poder manipularla.
Fue así como ella le explicaba ingenuamente del proceder de la pulsera. Dándole indicios que ella no mencionaba el lugar o sitio donde Adrien se la entregó, solo usaba palabras claves para referirse a este. Cosa que no paso desapercibida para el fotógrafo.
Ambos tomaron un carruaje para llegar pronto al lugar pactado.
Félix tuvo que ocultar la sonrisa que amenazaba brotar de sus labios al ver de quien se trataba el tratante de inmigrantes.
Kim quería salir huyendo de ahí mismo, maldecía su suerte, porque Félix estaba relacionada con la franco-china a la cual planeaba pedirle una cantidad de dinero extra más adelante, por traer a su familiar. Suficiente había tenido con el primo de este, que era un colérico que casi se iba a los golpes contra él.
Marinette se acercó a él, para entregar el dinero y la dirección de su madre. Kim sonreía y se mostraba más amable que la primera vez que la joven fue a buscarlo en compañía de Alya y la hermana mayor de está Nora.
El castaño trago grueso cuando vio a Félix llevar el dedo índice a sus labios, aquella advertencia fue captada por el aterrado joven.
Marinette ausente de todo lo que pasaba entre los varones, solo se concentraba en contar los días en los que su madre tardaría en llegar a Francia y pronto, estaría a su lado, para mostrarle a sus amigas y a su príncipe.
Eso, es lo que ella esperaba...
Nota de la autora:
Hola invocadores e invocadoras. *Comienza a barrer por tener el fic abandonado.
Bueno, se merecen una explicación, este fanfic se actualiza al mismo tiempo que EHDC, mientras ambos capítulos no están listos, no publico ninguno. No es que ambos vayan a tener igual cantidad de capítulos, es solo que decidí llevar este orden.
Marinette esta cayendo en la red de Félix. Este se esta jugando el todo por el todo para tenerla bajo su poder, mientras avanza en su investigación.
Ahora que sabe que Kim es quién ira por la madre de Marinette.
¿Qué planeará?
Antes que nada, quiero agradecerles su infinita paciencia. Son lo mejor que una escritora puede desear♥
Sin más que decir, nos leemos pronto.
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