TREINTA
*Pieza que toca Fleur, arriba en galería*
Las puertas del palacio se abrieron para la celebración de la noche; todas las jóvenes hijas de la nobleza entre quince y dieciséis años serían presentadas en sociedad, anunciando que estaban disponibles para el cortejo.
Aún de lejos podía ver el resplandor exuberante que emitía la gran construcción. Desde el carruaje en movimiento, a calles de distancia, era capaz de ver la luz, como un gran faro que guiaba a la multitud. Las calles se habían llenado de aquellos que, imposibilitados por su estado, deseaban echarle un vistazo a alguna de aquellas doncellas bien cuidadas de la nobleza.
Sonreí y miré a mi lado en donde Bastian permanecía sentado de forma incómoda. Quise burlarme de él desde el momento en que puso un pie dentro del carruaje; pero cómo me habría atrevido a hacerlo, cuando había hecho el esfuerzo no solo de vestirse, sino de acompañarme pese a que las reuniones sociales no eran de su agrado.
Agarré su mano con la mía enguantada y lo miré con atención antes de hablar.
—Una mujer hermosa necesita un compañero de igual nivel —dije satisfecha.
Mi hermano volteó a verme y una sonrisa burlona se asentó sobre sus facciones.
—Cada vez te vuelves más y más arrogante.
—¿Qué hay de malo en ello? Si la arrogancia se asienta sobre bases sólidas, ¿de qué hay que avergonzarse?
Me reí y me incliné para apoyar todo mi peso sobre su hombro. Pronto llegaríamos a palacio y sabía que no tendría demasiadas oportunidades de sentarme. También, de alguna forma, sabía que tendría que dar una imagen impecable de mí misma. Lo de la otra noche no podía volver a repetirse.
Me estremecí ante el recuerdo y sostuve mi muñeca. La marca de un fuerte agarre se había dibujado sobre ella y ahora, los guantes la escondían.
—Yo...
Di un paso atrás y miré a la persona frente a mí, la sombra había dibujado un gesto aterrador sobre su cara y el reflejo del recuerdo me ablandó las piernas. Sentí que me caía ante la sorpresa y la sangre me abandonó el rostro.
Silvain adelantó unos pasos y me tomó con fuerza por la muñeca sacudiéndome en el proceso. Quise soltarme, pero mi cuerpo había comenzado a temblar terriblemente y me vi incapaz de hacer cualquier movimiento.
Pensé que lo había superado, sin embargo, ver esa expresión me recordó a la persona que vi en la celda: la expresión de enojo y desprecio que me había calado los huesos y me había arrebatado cualquier esperanza.
—¿Con quién estabas? —Gemí de forma dolorosa cuando mi brazo fue presionado con más fuerza; no obstante, la pregunta me devolvió algo de conciencia.
—Nadie. —Agité mi brazo en busca de liberarme de la presión y recuperé algo de ferocidad. ¿Cómo podría dejar que supiera sobre Dean?
—No me mientas, te vi.
Fruncí el ceño y lo miré bajo una capa de resentimiento al tiempo que intentaba zafarme, estaba tentada a empujarlo con magia; ¿pero no sería eso considerado como atentar contra la familia real?
—¿No dijiste que nunca me lastimarías? —Contra mi voluntad, una humedad molesta se acumuló a los costados de mis ojos. Sentía que, en cualquier momento, los huesos de mi muñeca se romperían.
Sus ojos se ampliaron y presionó los labios en una línea antes de liberarme. La fuerza con que lo había hecho me envió al suelo dando un gritito agudo que me desgarró la garganta. La sorpresa y el dolor me sobrevinieron a parte iguales cuando caí sobre mis manos.
Levanté la mirada y supe que el odio se filtraba por mis irises en cuanto la sorpresa lo asaltó. Ese fuego, que pensé que se había apaciguado frente a su cuidadoso actuar, volvió a encenderse y levanté la mano sana, dispuesta a cobrarme el dolor actual y pasado.
¿Qué importaba ya?
Empero, el sonido de varias personas caminando en nuestra dirección interrumpió el flujo apresurado de mis pensamientos y respiré para controlar el sentimiento amargo mezclado con decepción. Después de todo, aún me sentía dolida.
Silvain se apresuró hacia delante y me levantó del suelo. Cualquier signo de enojo había sido reemplazado por una mirada preocupada y su vista se enfocó en el grupo de sirvientes que se apresuraban con lámparas en la mano.
—¿Cómo cuidas a tu señora? —La voz del príncipe se elevó con autoridad haciendo que las personas temblaran—. ¿No ven que aún se encuentra débil?
—Es un honor que Su Alteza se preocupe tanto por mi hermana, pero no es adecuado que hombres y mujeres sin lazos formales se encuentren en soledad. —Mi hermano se hizo lugar entre los aterrorizados sirvientes. Hizo una renuente reverencia antes de acercarse y quitarme del abrazo del joven príncipe.
—Es natural que me preocupe por mi prometida luego de lo sucedido.
—Es demasiado considerado de su parte el regresar directo a verla, que honor tan grande... pero me temo que estos humildes no pueden permitírselo.
En un acto deliberado, me escondí detrás de la espalda de Bastian y hablé:
—Su Alteza no necesita preocuparse por mí y debería enfocarse en cuidar de sí mismo. El viaje ha de haber sido cansado, su mente y cuerpo deben estar fatigados.
Apreté los dientes y envié a volar cualquier propiedad; esperaba que hubiera entendido el significado oculto detrás de mis palabras.
—¿Aún te duele? —La mano grande de mi hermano agarró con cuidado mi brazo antes de frotar la muñeca lo más suave que pudo.
—No demasiado.
—No te preocupes, llegará un día en que puedas vengarte, pero espera un poco —susurró y yo le di la razón; no servía de nada comportarse de forma arrebata cuando, bajo la superficie, ya se estaba gestando el comienzo del desastre.
—Lo entiendo, aguantaré lo que sea.
Era una promesa, estaba dispuesta a aguantar en pro de obtener la retribución merecida.
Cuando volví a mirar afuera me di cuenta que las puertas del palacio estaban casi junto a mí y que los sirvientes ya estaban esperando a que el carruaje se detuviera. No éramos los únicos que recién llegaban y varias doncellas bajaban ayudadas por ellos.
En mi caso, su ayuda no fue necesaria ya que Bastian me ofreció su mano para escoltarme él mismo. Subimos por las escaleras y nos dirigimos a las puertas del salón en donde un grupo de parejas más se encontraba a la espera de que fuera el momento de pasar.
Eran todas aquellas jóvenes que una vez me habían mirado lastimosas, cuando fui la única que se presentó sola. Entre ellas, estaba Clarice.
Sus ojos claros se fijaron sobre nosotros; aunque la línea de su visión me esquivó y miró directo a mi acompañante. Era otra vez esa mirada imbuida de anhelo y de un sentimiento que se me antojaba tan aterrador como repugnante.
Abracé con más fuerza el brazo del hombre a mi lado y miré hacia adelante; pronto las puertas se abrirían y tendría que caminar hacia el piano. Esta vez, esperaba dar un concierto memorable, algo que nadie, ni noble ni plebeyo pudiera ignorar; algo que fuera tan deslumbrante que la sola idea de olvidar mi silueta resultara un acto profano.
Mientras yo tuve que retirarme apresurada luego de que varios invitados colapsaran bajo el peso de la melodía que había tocado entonces, mi hermana deslumbró, al punto en que luego de ello, no hubo boca por la cual su nombre no pasara.
Entonces, ahora que tenía la oportunidad, cómo me permitiría desperdiciarla.
Bajo la guía de una doncella, las parejas nos dispusimos una detrás de otra y, ¡oh casualidad! Clarice estaba detrás de mí junto con mi padre. Nuestras faldas se rozaban y el blanco puro con el azul profundo de nuestros vestidos hicieron un marcado contraste. En comparación, mi vestido parecía simple al lado del suyo cosido en hilo de oro, formando rosas alrededor del pecho y los puños.
—¿Viste cómo te mira? —susurré a un lado y a cambio recibí la mirada atenuada de Bastian. Me encogí de hombros y torcí la cabeza para mirarlo bien—. No preguntaré nada si no deseas decirlo, aunque espero que puedas confiar en mí.
Cuando terminé de hablar, las puertas se abrieron y la luz deslumbrante del salón nos recibió; el aroma de los arreglos florales impactó en mi nariz mezclado con el de la comida, incomodándome. Entre la masa luminosa de las velas, la luz de la luna entrando por las ventanas fue opacada, pero pronto sería visible.
Cada uno de nosotros fue anunciado al momento de dar un pie dentro y en ese instante, mis ojos repasaron a los invitados antes de encontrar lo que buscaba.
A nuestro alrededor, los murmullos se callaron acompañados de la directa atención de los invitados, después de todo, este era uno de los bailes más importantes del año. El día en que las hijas alcanzaban la madurez social.
Cada uno de nosotros se acercó e hizo una reverencia a la pareja real y al primer príncipe, los cuales se encontraban sentados observando, desde una posición privilegiada, el escenario que se desplegaba frente a sus ojos. La princesa y el menor de los príncipes no parecían estar presentes.
Evité la mirada fija de los irises malva y me di la vuelta en cuanto mis respetos fueron dados, eligiendo mirar la figura elegante del piano al cual Bastian me acompañó. En el momento en que me senté y levanté la tapa que cubría la blanca apariencia de las teclas, se alejó y se ubicó a unos pasos de distancia antes de acomodarse en el círculo de personas que se habían agrupado alrededor.
Respiré hondo antes de posar mis dedos sobre la suave superficie. Un dedo a la vez, un sentido a la vez.
Sabía que estaba allí.
Viéndome.
El corazón me saltaba en el pecho de manera frenética. ¿Seríamos capaces de compartir un baile?
Una vez, sentada en este mismo lugar, este latido frenético había vibrado doloroso al son del rechazo y el resentimiento; ahora, mi mente repetía la dulzura de los recuerdos, de la música vibrante que sonaba chispeante alrededor de las fogatas. Eran pasos como el fuego: llenos de energía, desprovistos de la propiedad del salón, libre del estigma de la mirada ajena.
Bajo el techo estrellado Dean y yo habíamos disfrutado de la música y del baile junto a las fogatas, en la libertad que los festejos a los dioses nos habían entregado. Incluso había bailado descalza, en donde los zapatos no producían sonidos persistentes sobre el mármol duro.
Esperaba que la melodía proveniente del constante impacto contra las escondidas cuerdas del piano, pudiera expresar el anhelo palpitante por compartir de nuevo el calor de la tierra bajo los pies desnudos.
El ritmo en que mis manos se movían se intensificó y sentí formarse una leve capa de sudor sobre mi frente, al tiempo que martirizaba mi labio inferior en un intento por retener la energía agitada; como una exclamación proveniente desde lo más profundo, del deseo más puro que podría haber encontrado.
Y cuando la melodía cesó, el silencio pareció extrañar la interrupción de las notas.
Las caras conocidas y desconocidas parecían sonrojadas, como sumergidas en un frenesí inexplicable para encenderse al final en un aplauso resonante. Me levanté y levé una mano al pecho antes de hacer una reverencia a la multitud.
Sonreí cuando creí ver a mi profesor llorar un poco. Esta desafortunada alumna suya había violado con rebeldía la melodía que habíamos acordado, pero a cambio le ofrecí cada sentimiento que pude reunir.
Elevé la mirada y me permití mirarlo por un breve instante a los ojos antes de desviarme y aceptar la mano que Bastian me extendía. Ya abierto el baile, lo único que seguía, era la primera pieza que las jóvenes compartían con su acompañante.
Todavía podía oír las voces comentar sobre la rareza de mi elección, seguida de la abierta alabanza a mi habilidad, cuando nos dispusimos unos frente a los otros y la música comenzó.
—Esa fue una extraña elección —Bastian comentó al tiempo en que dábamos una vuelta y nuestros rostros quedaron suficiente cerca, como para que sus palabras me llegaran sin que los otros escucharan—. ¿Para quién tocaste?
—¿Tenía que tocar para alguien?
La expresión en su rostro me dijo que solo preguntaba como una forma de darme algo de cara, por lo cual me reí y volví a girar sobre la punta de mis zapatos, vislumbrando el par de ojos dorados por los cuales mi hermano preguntaba.
La melodía llegó a su final e hicimos una reverencia a nuestra pareja. En ese momento, cuando el puro y acromático brillo blanco de nuestras cabezas se rozó, susurré:
—¿Cuál es el problema si toco para tu cuñado?
De inmediato, la cabeza de Bastian se levantó como un resorte y su cara de expresiones limitadas se vio inundada por el asombro y la incomprensión.
Nos incorporamos y la burla se asomó en mi gesto antes de que la música bajara de intensidad, dando paso libre a un pequeño descanso entre esta pieza acabada y la siguiente por empezar. Fue en ese momento cuando el impecable traje del príncipe hizo aparición y tuve que retenerme para no torcer el gesto.
—¿Puedo pedir tu segundo baile?
Lo miré por primera vez en la noche y observé la sonrisa perfecta sobre su par de labios; me sentí impotente al saber que un desaire sería una completa locura.
—Me temo que la señorita ya me lo tenía reservado.
Estaba por aceptar sin ninguna opción, cuando una oración inesperada cortó mi renuente beneplácito. Miré hacia mi costado y me regocijé en su oportuna aparición; sin embargo, no me atreví a mirarlo demasiado frente a Silvain.
—Su Alteza, lo que el caballero dice es cierto. Fue este amable joven quien me salvó y no me atrevo a ser desagradecida con mi benefactor. —Cuando no dijo nada incluso después de mis palabras, continué—: Es propio mostrar la gratitud adecuada.
—Qué forma tan peculiar que tiene mi prometida de expresar sus gracias.
—Por favor, si hay alguien a quien culpar, solo puedo ser yo; no sabía que la dama contaba ya con un prometido.
—¿Es así? —Los opacos ojos del príncipe indicaban su incredulidad—. Dado que usted es la persona que pudo salvar la vida de mi amada, sería egoísta de mi parte no ceder un baile. Después de todo, cómo podría hacerla incumplir su palabra.
Para mi sorpresa, se inclinó y besó mi mejilla.
—Ah. —Un jadeo de sorpresa se escapó de la garganta al tiempo que mis ojos se abrieron más de la cuenta al expresar mi conmoción. Sentí ganas de esconderme en cuanto las voces se alzaron para comentar el gesto íntimo entre "el príncipe y su amada prometida".
Sonrió mientras se alejaba y acariciaba mi mejilla antes de darse la vuelta y volver a sentarse.
A mi lado, Dean apretó sus manos en un puño; no obstante, la educada sonrisa persistía en besarle la boca.
Gracias por leer y recuerden que pueden encontrar la versión editada del libro, con más contenido, nuevos personajes, ilustraciones y corrección editorial en Amazon como "Fleur, memorias del tiempo".
Si les gustó, no se olviden que pueden apoyar mi trabajo adquiriendo el libro en cualquiera de sus formatos y/o compartiéndolo, ya sea en capturas, citas, redes sociales o con amigos para que llegue a más personas y la historia tenga oportunidad de crecer y ser más reconocida.
Los amo!
Flor
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top