CUARENTA Y SIETE

El partido rebelde no se llamaba así en primer lugar y no tuvieron nombre hasta que los nobles ortodoxos los denominaron de esta forma. La mayoría de sus integrantes eran niños, porque solo podían llamarse niños y a lo sumo jóvenes, que pertenecían a familias aristócratas; en su mayoría, los segundos o terceros hijos que no heredarían el título.

Era asombroso pensar en cómo se educaba con diligencia a los primogénitos tratando de que entendieran bien el ambiente de la corte y se descuidaba a los demás hijos; incluso si se pusiera algo de esperanza en ellos o si en verdad los apreciaban, esos niños terminaban por convertirse en abogados o caballeros en el mejor de los casos. En el peor, se convertirían en simples hijos hedonistas que terminaban por fracasar.

Los que conformaban este partido eran el resultado del mejor de los casos y, contrario a las perspectivas de sus padres, estos hijos entendían mucho mejor las corrientes subterráneas de la corte, que aquellos a los que cuidaban con mimo para que lo entendieran.

La ventaja estaba en la exposición y este período, aunque muy próspero en la superficie, venía arrastrando las deficiencias de años anteriores. Había problemas sin solucionar. Si bien la capital y las fronteras solían ser prósperas, una por ser el centro y otra por el gran flujo comercial, las áreas intermedias se habían vuelto una zona arrojada a la suerte y Silvain no parecía particularmente interesado en ello.

Los jóvenes integrantes se mezclaron con algunos plebeyos y, como tal, entendían que lento, pero seguro, las cosas comenzaban a desmoronarse. Un rey cuya visión se centraba en el trono, en la capital y en las fronteras, pero que elegía ser ciego al interior era bastante inútil.

Había muchas esperanzas, muchos ideales en los corazones jóvenes que no vivían atados a los títulos de sus padres y de alguna forma, un sentimiento utópico se asentó en sus corazones. En muchos aspectos, sus perspectivas iban más allá de la realidad y antes de que sus asuntos se mezclaran con los de mi hermano, me burlé de ellos y su falta de visión, no, era probable que yo, que había sido educada para ser una mujer sensata que pudiera ver las cosas con los ojos de una reina, creía que su visión era tan amplia que se había vuelto ingenua.

Pero ahora, de alguna forma inimaginable, con una media máscara sobre la cara y una capa oscura, me vi sentada junto con estos jóvenes idealistas que habían sido la excusa de Clarice para cortarle la cabeza a Bastian. Yo los había odiado por eso.

Sin embargo, ahora me daba cuenta de que era casi un hecho, que todos habían sido usados y tirados al barro por aquella pareja desagradable.

Era incapaz de entender del todo el pensamiento de Clarice y Silvain, ¿estaban enamorados? Yo creía que sí, incluso ahora seguía pensando que lo estaban, pero a la vez, sentía que su amor estaba torcido, cada uno pensando en su beneficio y usándose tanto como pudieran.

Llevada por esos pensamientos, miré a la mujer a mi lado. Al igual que yo, una gruesa capa la cubría y la mitad de su rostro estaba oculto. ¿Cómo habría sobrevivido?

Mi insistente mirada hizo que volteara en mi dirección y sus mejillas se sonrojaron. Aunque ya habían pasado unos días, Mirella era incapaz de mirarme a la cara sin avergonzarse. Mirella se avergonzaba y Margot, negaba.

La escena se había vuelto un completo desastre en el mismo momento en que mi niñera abrió la puerta del baño, preocupada al no obtener una respuesta de mi parte y confieso que no la escuché. Después de abrir la puerta y ver la situación adentro, Margot se desmayó y el ruido atrajo a la princesa, que se había mantenido al margen, y finalmente, a Bastian.

Fue vergonzoso y caótico cuando mi hermano me aventó la bata y tomó a Dean por el cuello de la camisa. Lo peor de todo era que, el muchacho del que me estaba burlando hasta el momento, salió con una sonrisa del baño que hizo que Bastian se enojara aún más.

No obstante, las cosas no llegaron a mayores debido a que, cambiándome con rapidez, me interpuse entre ambos alegando que, mi vida era mi vida y si le gustaba bien, sino, también. La ironía de todo estaba puesta en que Dean y yo, que habíamos sido el foco del pequeño escándalo, estábamos relajados y desinteresados mientras que los demás estaban nerviosos y avergonzados.

Después de que todo el caos se calmara, Mirella me dijo, con toda sinceridad, que mi postura y comportamiento era similar al de esas nobles que decidían mantener un amante más joven e inexplicablemente, ahora su definición de mí era bastante dudosa.

Ese había sido el tema menos relevante, porque después de pasada la sorpresa inicial, reconocer quién era mi amante, había hecho que sus ojos se llenaran de dudas y fue difícil convencerla de que no había ninguna intención de nuestra parte por traicionar al reino.

Bueno... traicionar, no traicionar, era todo subjetivo.

Incentivar el descontento y "secuestrar" a dos príncipes se podía considerar como media traición, pero ella ya estaba involucrada. No le había quedado más remedio que aceptar y ahora mismo, estaba participando en una reunión con personas que se mostraban insatisfechas con el reinado actual.

—Esperamos que puedan colaborar en lo referido a los puntos de inspección en las diferentes provincias, sobre todo aquí en la capital. —Bastian, igual de cubierto que todos los demás presentes, hablaba de forma activa sobre lo que esperábamos de ellos.

—Incluso si estamos dispuestos a ayudar, los puntos débiles en sus planes no son pocos. ¿Qué pasará si los descubren? La distancia de aquí a Branan no es poca.

—No es un problema tan grave como creen. —Desde el otro lado de la habitación, la voz conocida de Dean se dejó escuchar con claridad. A diferencia de todos los demás, su rostro estaba cubierto por entero y la capucha tapaba sus ojos de forma deliberada. Era un personaje salido de una ópera trágica.

—¿Cómo no es un problema? Disfrazar a una mujer y un niño no es fácil. Aún si esperan tener alguna ventaja al sacarla junto con algunos soldados, es imposible mezclarla.

—Se puede si es con una caravana. —Di un paso adelante y hablé relajada. Desde un principio, Joyce Chevalier había presentado lo que él creía, eran los puntos flacos en nuestros planes, aún después de haber dicho que colaboraría—. Es de todos sabido que el estado de ánimo del prometido de la princesa decayó de forma miserable con su desaparición, no come, no duerme, es torpe en su trabajo. Tsk. Pobrecito.

Negué con ligereza y sabiendo que mi hermano me escuchaba, me burlé.

—No será difícil pedir una licencia y volver a la zona sur, incluso si no están de acuerdo, Sus Majestades no podrán negarse a una solicitud tan simple. Sus Altezas llevan desaparecidas más de un mes y el optimismo es bajo. Somos conscientes de que los primeros días fueron los más críticos y no hubo resultados, así que si consideramos esto, Sir Bastian es solo una pobre víctima que perdió a su prometida de la cual estaba profundamente enamorado, ser cruel con él solo provocaría descontento.

—¿Es...?

—¿Puede mantenerse en silencio mientras hablo? Seré rápida si tan aburrida me encuentra. —Miré en dirección a uno de los presentes e ignoré la risa medio enronquecida de cierto enmascarado—. No habrá problemas con la solicitud y en este último tiempo, los cargamentos provenientes del puerto con nuevos productos están listos para comercializarse, no será difícil camuflarlos entre los viajeros.

—¿Cuál es su seguridad para decir eso? Se sabe que los comerciantes son especialmente reacios a codearse con extraños y su seguridad es incluso más fuerte que la de varios nobles poderosos, decir que puedes ocultar a dos personas bajo sus narices es bastante increíble —otro joven habló con cierto escepticismo y pensé que, aunque eran jóvenes ingenuos y con poco poder, era probable que se hubiesen desarrollado bien si hubieran tenido más tiempo. Hasta ahora se habían limitado a exponer pequeños fraudes, esparcir comentarios entre los plebeyos y a mover las conexiones de los nobles menores.

Rebelión decían, pero todavía estaban verdes.

—No habrá problema con ello, no los ocultaremos del dueño de la caravana, él colaborará. Ustedes solo deben ocuparse de que las inspecciones no sean estrictas mientras que Sir Bastian se unirá como guardia voluntario, ya que el trayecto a recorrer será el mismo.

Después de que terminé de explicar los puntos a seguir, el silencio se extendió y me sentí entre complacida, nerviosa y emocionada. Podía entender en cierto sentido lo que los motivaba a actuar, porque hacerlo te daba un sentimiento inexplicable de realización y aventura.

—Está bien, podemos colaborar mientras sea dentro del reino, pero no en la frontera, ¿qué harán entonces?

—¿Es eso un problema? La guardia de la frontera sur está a cargo de la familia Roux. —Esta vez, quien lo dijo fue mi hermano. Si no lo conociera, su tono lleno de confianza y algo de fanfarronería, me hubiera convencido, pero supe reconocer en él una nota de nerviosismo emocionado.

Una vez lo culparon de ser un rebelde, de haber instigado un golpe de estado y de desear el trono. En resumidas cuentas, lo habían acusado de traición. Ahora, como una broma cínica, el crimen injustificado por el que había muerto, se estaba convirtiendo en realidad.

¿No lo habían tachado de traidor? Muy bien, se había convertido en uno, y para mi placer, también yo lo era.

Pero aún si lo éramos, ¿qué pasaba? Mientras fuéramos capaces de mover las piezas y ganar el juego, la opinión popular se inclinaría a nuestro favor. Después de todo, la historia la escriben los vencedores y un asesino podía ser un héroe depende de los ojos que lo mirasen.

—Ya veo, ¿y después? ¿Quién garantizará la seguridad de la princesa y el príncipe? —De forma sorpresiva, Mirella hizo esta pregunta. Estaba preguntando por sí misma y era gracioso.

—Sus Altezas serán recibidos como refugiados políticos en la corte de Branan.

—¿Refugiados políticos? ¿Con qué excusa?

—Es natural buscar la seguridad. La princesa buscará asilo en un país vecinos dado los repetidos intentos de asesinatos sufridos, pedirá ayuda para tomar el trono de su hermano quien es un rey inútil y sin visión que amenaza los tratados, a cambio de la ayuda, se proporcionará un matrimonio y la promesa de cooperación absoluta con Branan en el futuro, comercial y bélicamente. —Quien explicó, fue la única persona que había tapado por completo su rostro y tuve que taparme la boca para no reír.

—¡¿Qué?! ¿Un matrimonio? ¿Cooperación? —Los labios de mi futura cuñada temblaban y su rostro palideció. No era la única, los demás presentes a excepción de mí lo estaban; Bastian incluso, que ya era bastante blanco, pareció volverse del color de la leche.

—Esto es absurdo.

—Es demasiado.

—Se están aprovechando.

Las voces de descontento se alzaron y ante ello, me acerqué y me senté con gracia ante la mesa desocupada en uno de los rincones. Había té, pero ya estaba frío.

—Oh, dioses, qué ingenuos son todos, ¿tan bien piensan de este pequeño reino? —Riéndome, me expresé con desdén y los ojos ofendidos se clavaron sobre mí—. ¿Están ofendidos? Si fuera Branan, sería yo la ofendida por un trato tan... tan ridículo. ¿Ayuda bélica? ¿Cooperación? Deberían sentirse felices de tener una relación con ellos que tienen un reino firme y una corte estable y que además estén dispuestos a ayudarnos, y querida, no será la princesa la que se case.

Evité decirle que no fuera ilusa y lo pensara mejor, el matrimonio sería el mío y le estaba presentando mucha cara a Ársa, que en el último tiempo había decaído bastante; lo que nos mantenía en pie eran los soldados estacionados de mi familia y los recursos que, encima estaban siendo mal utilizados. En términos de debilidad, éramos el primer bocado que otros reinos querían llevarse a la boca.

—La verdad duele, ¿verdad? —Volví a hablar y me llevé té frío a la boca, si bien no era tan fragante y le faltaba leche, era refrescante—. Estamos recibiendo un buen trato.

Dicho esto, cerré la boca y me limité a seguir bebiendo té

—Entiendo. —Fue la princesa la primera en expresar su resignación— Pero hay algo que aún no llego a comprender: ¿Cómo es que la princesa tomará el trono del príncipe heredero? Los reyes están vivos y la corte está relativamente estable.

De nuevo se hizo un silencio en la habitación al que ya me estaba acostumbrando y esperé a que alguien hablara y contara ese rumor que se convertiría en verdad.

—Se dice que la reina está muy enferma y que el rey abdicará pronto a favor del príncipe.

—¡¿Cómo?! —El sobresalto de Mirella fue tan grande y sincero, que las cabezas se volvieron en su dirección.

—Señorita, de verdad, ¿es que ha estado viviendo en una tetera este último tiempo? —Otra voz femenina, que reconocí al instante como la de Loana, me hizo sonreír, esta chica obstinada se había unido a esto e incluso se atrevía ser arrogante—. Los rumores ya se saben por toda la capital, aunque se estima que el rey no abdicará demasiado pronto, y se espera que el príncipe se case y consolide su poder, es seguro que muy pronto será coronado.

—Dioses. —Mirella se tambaleó y buscó con la mirada a Bastian, que se acercó rápido, y la sacó del lugar.

Era cierto, todo era cierto y nosotros no podíamos ni queríamos hacer nada. Yo principalmente no tenía un buen concepto de los padres de Silvain y no me importaba mucho lo que les pasara. Era cierto que la reina había enfermado, quizá los eventos del último mes aceleraron el proceso, pero hacía ya años que lidiaba con un corazón débil y el rey... estaba segura de que en ese entonces no había abdicado por propia voluntad.

Los métodos utilizados estaban fuera de mi conocimiento.

Hice un gesto desinteresado mientras seguía tomando té frío y otros temas se discutían.

Dean caminaba junto a mí, habíamos tomado caminos alternos y una entrada trasera para acompañar el camuflaje natural de la noche. Bastian se había ido con Mirella antes que nosotros y no me dejó más opción que prescindir de él, que se veía angustiado por el aspecto de la princesa.

—Sabes, mi pequeño y lindo amante, pienso que la princesa es bastante endeble, ¿quizá esperaba obtener todo sin dar nada? —Dirigiéndome a mi acompañante, cuya mano se entrelazaba con la mía, lo llamé de la forma en que Mirella nos representó.

—Estoy recibiendo bastante poco como amante de una noble tan rica. —Se rio y me acercó a él poniendo una mano en mi cintura para caminar más cerca—. Y respecto a la princesa, creo que su problema es la falta de calle, todavía es ingenua. Por muy inteligente que sea, hay cosas que surgen del experimentar, pero fue una idea bastante buena el agregar la cooperación como parte del trato.

—Cooperación absoluta en la parte comercial y exportación de grano. Deberíamos aclararlo bien después.

—Es un buen trato. No estamos perdiendo nada y ganamos mucho.

—Por supuesto que sí, como tu patrocinadora, debo asegurarme de que, cuando nos vayamos, tengamos una óptima calidad de vida, también será bueno esparcir algunos buenos rumores sobre mí. —Sonreí de lado mientras lo miraba de reojo, todavía quedaba un tramo largo de camino hasta la mansión, ya que habíamos tomado la entrada al límite del jardín trasero.

—¿Es tan necesario? Puedo cerrarle la boca a cualquiera que hable tonterías.

—No seas ridículo, eso solo lo empeoraría, mejor dejemos que las impresiones se formen poco a poco; incluso si no eres un participante activo del círculo aristocrático, es importante que tu esposa no sea una cualquiera. No tengo bases familiares allí tampoco, por lo que es mejor ir forjando todo con lentitud.

—Ah, qué complicado. La corte es un lugar muy aburrido. —Hizo una mueca desdeñosa al tiempo que miraba brevemente al cielo—. La vida que teníamos antes era menos preocupante, y aparte, nuestra casa está casi en la frontera, bastante lejos de la capital, no necesitarás preocuparte tanto por esas cosas.

—Es un alivio, estoy esperando ver esa casa. ¿Sería bueno hacer una pequeña huerta y un invernadero?

—¿Lo quieres? —preguntó.

—¿Lo harás para mí?

—Lo que quieras.

—¡Muy bien! —Junté las manos frente a mi pecho y expresé mi alegría—. Puedo hacer de nuevo a Roni y ponerlo en la huerta.

—Estoy seguro de que con Roni ahí, no habrá pájaro que se acerque. —Sonreí al punto en que mis ojos se volvieron rendijas finas e imaginé esa pequeña huerta e incluso el invernadero. Aunque en un principio fue por necesidad, encontré gusto en el cultivo; pero no había tenido dinero para plantar flores, ahora que se me prometía tal cosa, estaba feliz.

—¡¿Y qué tal si-

—¡Señorita! —No alcancé a hacer una sugerencia más, cuando la voz de Margot se alzó de repente, acompañada de una lámpara; estaba esperando a mitad de camino y su rostro se veía aterrador. Sus ojos parecían apuñalar a Dean y, sin embargo, era yo la que estaba bastante impresionada con su visión.

—Ya es tarde, Nana, ¿qué haces aquí?

—Si no la espero, me temo que ni siquiera me daría cuenta si no vuelve, y usted joven, ¿dónde cree que pone las manos? Desvergonzado, atrevido. ¿Cómo osa tocar así a mi Señorita?

Dean abrió más los ojos en señal de sorpresa y se llevó la mano a la boca. En un principio pensé que se estaba riendo, pero al ver lo rojas que se habían puesto sus orejas a la tenue luz de la lámpara, me sentí sorprendida y divertida. Margot tenía una capacidad única para avergonzarte.

—Está bien, Nana, ya no lo reprendas más. ¿No te dije ya que será mi esposo?

—¿Sin propuesta? ¿Sin intercambio de regalos? Señorita, por favor...

—Ya, ya. —Chasqueé la lengua y la detuve, desde el momento en que se había enterado de mi "desvergonzada aventura", la mujer no dejó de reprenderme; ni a mí ni a Dean, cuya presencia ya no era ajena a la casa, aún si los sirvientes jamás lo veían—. Me despediré y entraré.

—Usted entra conmigo.

Otra cosa más, es que se había vuelto tan protectora, que no me quedó más opción que aceptar el casto beso sobre mi frente y dejarlo ir. Pese a todo, había un sabor de dulzura en mi boca y en mi pecho.

—Eres muy dura con él —acusé mientras tomaba su brazo y caminaba hacia adentro.

—Si no soy dura, usted lo dejará hacer lo que quiera. Después del matrimonio, hagan lo que deseen, mientras tanto, se queda quieta y se porta bien.

—Nana... —Hice un puchero y la miré penosa, pero no hubo efecto y terminé por rendirme. Ya debería darme por afortunada al ver que no había puesto demasiados peros al saber que me encontraba con alguien más, estando comprometida con el príncipe. Sabía que no lo aprobaba, pero todavía aceptaba cuál era mi decisión.

Al pasar por la puerta, me di cuenta que casi no había luces encendidas y que seguro era la última en llegar; por lo que no me opuse cuando me empujó escaleras arriba para ayudar a prepararme para dormir.

Mi sorpresa al entrar fue magnífica cuando descubrí una caja sobre la cama. Mi corazón comenzó a latir furioso y me acerqué a pasos largos; me temblaron las manos y casi no me atreví a mirar el contenido.

—¡Oh! Un mensajero la trajo cuando no estaba. —Miré a la mujer que sacaba mi ropa de cama del armario y tomé aire.

—¿Dijeron quién lo envía?

—Dijeron que era una entrega especial para la Señorita Blanchett y que lamentaban la demora. Supuse que los había comprado cuando salió.

—Ya veo. —Quise reírme, ¿quién no sabía que había abandonado ese apellido? ¿Con esa excusa se presentaría?

En mi cabeza había mil escenarios posibles sobre cómo vendría a recuperarlos, pero primero, aunque ya sabía, debía comprobarlo; así que, abrí la caja y me llené de admiración. Cierto, los había visto, incluso me los había probado, pero no dejaban de ser impresionantes.

Zapatos de cristal.

«Muy bien, muy bien, te voy a estar esperando, hermana».

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Los amo!

Flor

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