Menta y chocolates.
Amy Rose se encontraba camino a su hogar luego de realizar las compras semanales.
Era una tarde realmente preciosa afuera; la vista otorgaba un bello paisaje color anaranjado, con los débiles rayos del sol y la brisa chocando contra el rostro de la erizo.
—Nada como un pequeño paseo al aire libre.— Dijo para sí misma, cayendo en cuenta de que había llegado a su casa.
Giró la perilla e ingresó, no esperando encontrar tal desastre en su sala.
—¿Pero, qué...?— Pronunció, observando el lugar con confusión. Había manchas por todo el lugar; se trataban de ingredientes de cocina, lo supo ya que algunos aspectos (y sobre todo, olores) eran fáciles de reconocer, como la harina, la levadura o la escencia de vainilla —Qué extraño, no recuerdo haber estado cocinando antes de sali-
El inesperado sonido de una licuadora en funcionamiento sobresaltó a la dama, interrumpiendo sus palabras.
A modo de reacción rápida, buscó con la mirada al Piko Piko Hammer, lo tomó entre sus manos en cuanto lo encontró y continuó por el pasillo hasta llegar a la cocina, lugar proveniente del ruido.
Esperaba encontrarse con algún animal salvaje o algo parecido, pero en su más mínima pérdida del juicio imaginó que se tratara de...
—¡¿Sonic?!
—¡¿Amy?!— El aludido se giró al oír la voz de su amiga, ahora compartiendo la misma expresión de sorpresa —¡A-Amy! ¡Ahm, qué gusto verte!— Saludó, dedicándole una sonrisa cargada de nervios.
Había sido atrapado usando su cocina, sin algún tipo de permiso o supervisión, estaba condenado en todo el sentido de la palabra.
Producto del nerviosismo, llevó una de sus manos detrás de su nuca, sin saber que aquel pequeño e insignificante movimiento provocaría que la estabilidad de la licuadora se disparara y la mezcla que se batía dentro comenzara a salpicar por todos lados.
—¡La licuadora, Sonic!
—¡Ah!— El erizo corrió en rescate de la mezcla, la cual, le había tomado bastantes horas preparar.
Tan pronto apagó el aparato y el ruido cesó, dejó salir un suspiro aliviado de sus labios al darse cuenta de que no había perdido demasiado.
La pelirrosada eligió ese momento para hablar.
—Sonic, ¿se puede saber qué haces en mi cocina?— Cuestionó con un notorio tono de molestia en su voz.
¿Cómo no estarlo? ¡Si había de esa mezcla por toda la casa, en sus ropas, en su rostro y en sus muy bien cuidadas púas!
—Uhm... Verás, yo-
Sonic se vió interrumpido debido al sonido de algo sólido cayendo contra el suelo. Ambos voltearon en esa dirección: se trataba del libro de cocina de Amy.
La erizo, al estar más cerca, se inclinó para recogerlo, contemplando la página abierta por unos momentos en el proceso.
Lo que vió le sacó una pequeña sonrisa.
Ahora todo cobraba sentido.
—Pastel de menta y chocolate.— Leyó en voz alta.
—¡P-Puedo explicarlo, lo juro!
—Es para Tails, ¿no es así?— Se adelantó a preguntar.
Sonic pareció dudar por un instante si confirmar o refutar aquella deducción por la parte de su amiga.
—...Sí.— Confesó por fin luego de unos segundos en silencio, desviando la mirada con un sonrojo aflorándose en sus mejillas lo suficientemente visible para Amy.
—Aww... Sonic, ese es un muy lindo detalle de tu parte.— Lo dicho por la dama provocó que su contrario se sonrojara aún más —Pudiste haberme pedido ayuda, ¿sabes?
—Quería que fuese especial.
—Y lo es. Es muy especial... Déjame ayudarte.— Ofreció, cerrando el libro y acercándose hasta el cobalto.
—Gracias, Ames.— Agradeció el cobalto con una sonrisa.
Ambos erizos pasaron el resto de aquella tarde juntos.
Cocinar fue definitivamente mucho más sencillo ahora que Sonic tenía a la mejor chef de Villa Erizo supervisando y enseñándole.
¡Daría todo de sí por darle a Tails el mejor pastel de cumpleaños que haya recibido en toda su vida!
16 de Octubre, 9:47 a. m.
Nuestro pequeño zorro de dos colas se encontraba camino a su taller, listo para comenzar a trabajar en sus inventos como todos los días.
Sin embargo, al abrir la puerta que permitía la entrada al taller y encender el interruptor, lo que encontró lo dejó pasmado en su lugar.
Sus amigos se encontraban allí, portando unos gorros de cumpleaños en sus cabezas.
—¡Sorpresa!
—¡Queso!— Todos dirigieron su vista hacia el único equidna del grupo, quien tardó unos segundos en comprender qué había hecho mal esta vez —...No estábamos tomándonos una foto, ¿cierto?
Sonic se palmeó la cara.
—No, Knuckles.— Contestó Sticks cruzándose de brazos.
El pequeño de colas gemelas aprovechó esa corta instancia para echar un mejor vistazo a su alrededor.
El techo de su taller se encontraba decorado con globos de diversos colores y un cartel pintado a mano que decía “Feliz cumpleaños Tails” y su mesa de trabajo se encontraba repleta de diferentes aperitivos de sus favoritos y algunos regalos.
Finalmente, sus cerúleos ojos se vieron interesados por aquel pastel de menta y chocolates. Se veía (y olía) muy delicioso.
Es cierto... Hoy era su cumpleaños. Había olvidado ese hecho por completo.
—¿Para mí...?— Refiriéndose al suculento postre, un inseguro Tails preguntó con un brillo especial en sus ojos.
—¡Así es, yo lo hice! Completamente solo y sin ayud- ¡Auch!— El codazo por parte de Amy le impidió al cobalto terminar con su (ególatra) oración —¡Bueno! Tal vez sí necesité algo de ayuda.— Admitió acariciando la zona golpeada y mirando mal a la dama, quien se limitó a sonreír triunfante.
Tails, conmovido por toda la situación, no tardó en correr en busca de un abrazo. Sonic se lo otorgó con mucho gusto.
—Feliz cumpleaños mi zorrito.— Susurró acariciando su rubio pelaje con cariño.
—¡¡Abrazo grupal!!— Exclamó Knuckles sumándose sin permiso alguno.
Sticks y Amy observaron la escena, se encogieron de hombros y atinaron a hacer lo mismo.
Sin saber cómo reaccionar ante el afecto que sus amigos le estaban otorgando en ese momento, el pequeño zorro simplemente les correspondió en silencio.
En cuanto se separaron, el de pelaje rubí despojó al de colas gemelas de aquellos googles que siempre llevaba sobre su cabeza, cambiándolo por un gorrito de fiesta, igual al que portaban los demás.
—Bueno, ¿qué estamos esperando? ¡Que comience la fiesta!— Exclamó Sonic, encendiendo una pequeña radio situada a su lado, la cual comenzó a reproducir una canción animada.
Tails atinó a reír en respuesta a sus divertidos pasos de baile.
Podía notársele la felicidad en sus colas, las cuales se meneaban de un lado a otro a la par que una gran sonrisa rebosante de alegría adornaba su bonito rostro.
Sonic atesoraría aquella imagen en su memoria por y para siempre.
¡Hola, hola! ✨
Cuéntenme, ¿cómo están?
Hoy cumple años nuestro amado zorrito de dos colas, es por eso que traje este especial. Espero que les haya gustado. 🌻💕
Nos vemos en la próxima actu, bye. <3
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