Capitulo 2
"Bajo las luces"
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–Horas antes–
El club se encontraba a unas pocas horas antes de abrir sus puertas nuevamente, mientras las demás empleadas limpiaban y preparaban todo, en una sala tras bambalinas del escenario se llevaba a cabo una pequeña reunión.
Ahí, en medio de la luz tenue y los sofás de terciopelo rojo. Se encontraban reunidas cinco animatronicas de aspectos y colores diferentes, todas sentadas en diferentes puntos de la sala. Lo ocurrido la noche anterior con Hudson todavía estaba fresco en el ambiente, a pesar de que se hizo la limpieza requerida y su cadaver ya no estaba en el local.
Frenni, la líder y la cara del lugar, cruzaba las piernas mientras recostaba su espalda en el pequeño sofá individual, con una sonrisa satisfecha adornando su rostro y los brazos cruzados. Su expresión no dejaba dudas de que disfrutaba recordar los eventos de la noche anterior.
—Bueno, chicas, debo admitirlo: anoche fue... bastante entretenido. —una sonrisa afilada apareció en su rostro— Hudson aprendió por las malas que aquí no toleramos a los de su clase.
Bonfie, que se encontraba sentada en el lado derecho del sofá de tres piezas, ajustándose los guantes con nerviosismo, gruñó en respuesta, incapaz de quedarse quieta.
— No sé si fue divertido, Frenni. Pero sí se que fue necesario. No podemos confiar en ellos, siempre intentan controlarnos, como si fuéramos... —apretó los puños con fuerza, sus ojos destellando furia.— Como si fuéramos sus malditos juguetes.
Sentada al lado de Bonfie, estaba Chiku, abrazando sus piernas contra su pecho mientras miraba al suelo con preocupación. De las cinco ella era la más insegura sobre las acciones del grupo.
— ¿Y si esta vez fue demasiado?— levantó la mirada tímidamente hacia las demás.— El no hizo nada malo. No era como los otros.
Fexa, la cual estaba sentada al lado izquierdo de Chiku, dejó escapar una risa burlona. Su ojo izquierdo brillaba mientras juegueteaba con su garfio, disfrutando claramente del tema.
— ¡Oh, vamos, Chiku! No seas tan ingenua. ¿No recuerdas lo que nos hicieron? Todos los hombres son iguales, tarde o temprano revelan lo peor de ellos. —soltó una carcajada seca— Hudson era solo otro más, nada personal.
En una silla cercana se encontraba Marie, la única cuyo aspecto se asemejaba a una marioneta y no a un animal, hasta ese momento había permanecido en silencio, para finalmente hablar. Su tono era calmado y suave, como el de una mujer madura.
— Hudson no era culpable, pero sí un recordatorio... para todos los demás y para nosotras. Si no nos defendemos, terminarán lastimándonos otra vez. —sus palabras hicieron que todas guardaran silencio por un momento.
El ruido de la puerta al fondo de la sala rompió la tensión. Sarah, la manager del lugar, entró con pasos firmes, su rostro mostrando una mezcla de cansancio y frustración. Tras ella, Laura la seguía con una expresión tensa, su uniforme de guardia perfectamente planchado, aunque el nerviosismo en sus ojos traicionaba su intento de mantener la calma.
— Bueno, parece que están muy cómodas después de lo de anoche, ¿no? —comentó Sarah mientras cerraba la puerta tras de sí y miraba a las animatronicas reunidas. Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, pero su tono era más de preocupación que uno acusatorio.
Laura, en cambio, permaneció cerca de la puerta, cruzando los brazos y evitando mirar directamente a Frenni.
Frenni se inclinó hacia adelante desde su sofá individual, apoyando un codo en el brazo del asiento y sonriendo con suficiencia.
— Ah, Sarah, no te pongas melodramática. Hudson ya no está y el pobre diablo no tenía a alguien que le importe su ausencia. Fue algo sencillo, ¿no crees?
Laura apretó los labios y miró de reojo a Sarah, quien suspiró profundamente antes de responder.
— Si, fue sencillo esta vez. Pero solo porque me aseguré precisamente de contratar a alguien que no tuviese amigos o familiares que pudieran notar su ausencia. Para evitar que pasara algo como lo de ese chico... Fritz. —Sarah se pasó una mano por su su cabellera rubia, visiblemente frustrada— No pueden seguir haciendo esto, ya van 4 guardias de seguridad, tres de ellos sin tener algún tipo de relación con lo que pasó en aquella ocasión.
Sarah cruzó los brazos y recorrió con la mirada a cada una de las animatronicas. Su tono, aunque severo, dejaba entrever un extraño matiz de compasión.
— Entiendan algo: yo hago esto porque las considero más que simples máquinas. No son solo un montón de cables y metal. Sienten, piensan y, sí, han sufrido. —su voz se quebró por un momento, pero rápidamente recuperó la compostura— Pero esto no puede continuar. Cada vez que se deshacen de alguien, me ponen en una posición imposible. No puedo protegerlas si llaman demasiado la atención.
Laura, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino desde su posición junto a la puerta.
— Sarah tiene razón. Yo también la he ayudado a cubrir esto porque... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas— porque entiendo lo que han pasado. Pero no todos los humanos somos iguales, los hombres no son todos iguales. Si siguen con esto, tarde o temprano alguien notará el patrón, y cuando eso pase... —dejó la frase inconclusa, pero el peso de sus palabras cayó como un martillo.
Frenni bufó con desdén, recostándose de nuevo en su asiento.
— Siempre es lo mismo, ¿no? 'Cuidado, Frenni, no pueden seguir así.' —dijo imitando la voz de Sarah con exageración antes de mirarla con una sonrisa burlona— Pero sigues aquí, ambas siguen aquí. Limpiando nuestro desastre, ocultando lo sucedido, porque en el fondo saben que se lo merecen. Todos ellos.
Las palabras de Frenni golpearon como una bofetada. Sarah frunció el ceño, pero no fue lo suficientemente rápida para ocultar el destello de incomodidad en su rostro. Su mirada se desvió hacia el suelo por un breve instante antes de volver a levantarla con firmeza. Laura, por su parte, apretó los brazos cruzados contra su pecho, como si tratara de contener una reacción más visceral. Evitó el contacto visual con las animatronicas y miró hacia un punto indefinido en la pared.
El silencio que siguió fue denso, lleno de tensiones no dichas. Frenni sonrió triunfalmente, disfrutando del efecto de sus palabras, pero Sarah se recuperó rápidamente. Endureció su postura, su rostro adquiriendo una expresión de severidad.
— Eso no lo justifica, Frenni. —Sarah alzó la voz, cortando cualquier comentario adicional— No puedo dejar de contratar guardias. Es una necesidad, y ustedes lo saben. Pero la próxima vez, si vuelven a matar a otro, no podré ayudarlas. Y tampoco salvarlas de las consecuencias, ni a Laura o a mí.
Las palabras de Sarah hicieron que el silencio llenara la sala nuevamente. Incluso Fexa, que normalmente se burlaba de las advertencias, se quedó callada, jugueteando con su garfio de manera distraída. Chiku parecía aún más incómoda, hundiéndose un poco más en su lugar.
Bonfie, por su parte, tensó los hombros y comenzó a ajustar innecesariamente los guantes en sus brazos, como si buscara algo que hacer con las manos. Sus orejas, normalmente erguidas, ahora estaban ligeramente caídas, reflejando su incomodidad. Evitó mirar directamente a Sarah, pero su pie comenzó a golpetear suavemente el suelo con un rito irregular, traicionando el nerviosismo que trataba de ocultar.
Marie fue la única que decidió romper el silencio. Su tono era sereno, pero cargado de un entendimiento inquietante.
— Lo que ocurrió anoche ya no puede deshacerse. Pero debemos aprender de esto... y ser más cuidadosas. —Marie se levantó, mirando directamente a Frenni, quien arqueó una ceja, sin borrar su sonrisa de suficiencia.— Esto no es un juego. Sarah y Laura nos han ayudado hasta ahora, pero no podemos seguir abusando de eso.
Frenni chasqueó la lengua, pero no dijo nada. En cambio, Sarah suspiró y se volvió hacia la puerta, indicándole a Laura que la siguiera.
— Abrimos en unas horas. Prepárense y actúen como siempre: perfectas, amables y encantadoras. Con suerte no será una noche tan ajetreada al ser domingo.
Con eso, Sarah salió de la sala, seguida de Laura, quien lanzó una mirada por última vez a las animatronicas antes de cerrar la puerta.
En el silencio que quedó, Frenni habló con una mezcla de sarcasmo y desdén.
— Perfectas y Encantadoras, ¿eh? Que divertido, considerando que ni siquiera podemos ser nosotras mismas frente a esa horda de babosos.
Fexa rio entre dientes, pero no añadió nada. La atmósfera seguía tensa, incluso cuando comenzaron a prepararse para la apertura del club.
En el vestuario, al lado de la sala de descanso tras el escenario, Frenni ajustaba su vestimenta frente a un espejo adornado con luces de neón. Su sonrisa forzada era un reflejo de lo que debía mostrar en las próximas horas. Soltó un suspiro largo y exasperado mientras se arreglaba un mechón de cabello.
—Una noche más de soportar a esos idiotas. —gruñó, sin ocultar el desdén en su voz. Se cruzó de brazos, mirando su reflejo con una mezcla de orgullo y repulsión—. Es irónico, ¿no? Nos ven como sus juguetes, pero somos nosotras las que jugamos a ser lo que ellos quieren.
Bonfie, que estaba ajustando los guantes largos de su atuendo, bufó con amargura.
—"Actúa linda, sonríe, sé accesible" —dijo, imitando sarcásticamente la voz de un cliente—. ¿Qué esperan? ¿Que disfrute que me vean como si fuera un onahole con piernas?
—A ellos no les importa lo que somos. —Chiku, quien estaba sentada en un banco ajustándose los zapatos, levantó la mirada con una expresión de tristeza—. Ni siquiera se molestan en vernos como algo más que... —vaciló, buscando las palabras adecuadas—. Como herramientas para sus fantasías.
Fexa, mientras colocaba su característico parche sobre su ojo izquierdo, soltó una carcajada seca.
—Ah, ¿y qué esperaban? Si no podemos romperles los huesos, al menos podemos romperles el corazón. —Hizo un ademán teatral, como si representara una obra—. "Oh, querido cliente, claro que me importas". —Su sonrisa burlona se transformó en una mueca de desprecio—. Al menos puedo fingir que me divierte, incluso si quiero vomitar.
Marie, siempre más reservada, estaba sentada al fondo, trazando patrones invisibles con un dedo en la mesa frente a ella. —No importa lo que sintamos, al final del día, somos lo que ellos quieren que seamos. —Sus palabras eran calmadas, pero cargadas de un peso emocional que las demás no podían ignorar—. Pero eso no significa que tengamos que perdernos a nosotras mismas en el proceso.
El comentario hizo que todas guardaran silencio por un momento. Era una verdad amarga, pero innegable. No podían atacar a los clientes, no podían rebelarse abiertamente, pero eso no significaba que estuvieran completamente sometidas. Cada sonrisa falsa, cada actuación forzada era su propia forma de resistencia.
Frenni, finalmente, rompió el silencio, su tono sarcástico dando paso a uno más decidido. —Muy bien, chicas. Ya conocen el plan: sonrisa puesta, movimientos perfectos, y cuando termine la noche... —una sonrisa más genuina asomó en su rostro—, nos aseguraremos de recordarles que no somos las simples máquinas que creen.
Chiku levantó la mirada hacia ella, todavía con algo de incertidumbre. —¿Y si... si algún día encontramos a alguien que realmente nos vea como somos?
Fexa soltó una risa seca, moviendo la cabeza de un lado a otro. —Buena suerte con eso, Chiku. No hay lugar para un trato así en un lugar como este.
Frenni se giró hacia Chiku, su expresión suavizándose por un momento.
— Si llega alguien así, lo sabremos. Pero hasta entonces... —su sonrisa volvió a ser la de una líder decidida.— Seguiremos jugando su juego y ganándoles como siempre.
Todas asintieron lentamente, cada una guardando sus pensamientos mientras se alistaban para enfrentarse al escenario. Cuando estaban juntas, lejos del público, eran algo completamente distinto: una familia disfuncional, sí, pero unida por una historia de sufrimiento y una voluntad compartida de no ser aplastadas nuevamente.
Cuando la música empezó a sonar y las luces principales se encendieron, el cambio fue casi instantáneo. Las animatrónicas salieron al escenario, sus movimientos perfectamente calculados, sus sonrisas deslumbrantes, y sus ojos ocultando la repulsión que sentían. Cada gesto era una actuación magistral, un disfraz que los clientes jamás podrían descifrar.
Detrás de escena, Laura observaba en silencio desde el área de seguridad. Sabía lo que pasaba realmente. Y aunque no podía evitar sentir empatía por ellas, también sabía que no podía detener lo inevitable. Para todos los demás, esas animatrónicas eran el alma del club. Pero para Laura, y para Sarah, eran mucho más que eso. Eran seres atrapados en un ciclo que parecía no tener fin.
Actualidad
Para Ryan esto sí que era un cambio de ambiente radical, al entrar al local fue recibido por más luces de neón, música fuerte y el olor a cigarrillos baratos y alcohol.
En la recepción del club una fila larga de personas que eran rápidamente atendidas y se les permitía el acceso, hasta que fue su turno. Ryan fue recibido por un hombre posiblemente en sus cuarentas, de mirada aburrida y cara amargada, quizás preguntándose cómo había terminado así.
El hombre lo registró usando un detector de metales, tomó sus datos personales con una tablet cubierta en una funda negra con el logo del local y con una voz completamente desganada le dio la bienvenida.
— Sea bienvenido a Frenni's Fazclaire Nightclub, "Donde la noche cobra vida y la diversión no tiene fin". — dijo en un tono de voz casi muerto y sin una expresión facial más allá de una clara apatía— Antes de permitirle la entrada debo recordarle que está estrictamente prohibido el tocar, apretar, mojar, rozar, manosear, nalguear, acosar, insultar, besar y por supuesto copular con alguna de las estrellas animatronicas.
— Las fotos y videos están igualmente prohibidas con excepción de la cabina de fotos, cuyo uso está estrictamente reservado para clientes con un pase especial para la cabina. No se permite la entrada con armas de fuego, cortantes, punzantes o contundentes y tendremos derecho a negarle el servicio en caso de presentarse: 1-Bajo efecto de sustancias, 2-Vestimenta inapropiada, 3- Usando una botarga furry de algún tipo.
Ryan quedó confundido y algo consternado, si bien la mayoría de las reglas le parecieron normales, había otras bastante específicas como las que involucraban a las animatronicas o el no usar una botarga furry, lo que le hizo preguntarse qué había pasado como para añadir esas reglas.
Ajeno a los pensamientos de Ryan el hombre de la entrada siguió hablando.
— ¿Entiende y acata todas las normas que le fueron comentadas?—preguntó con el mismo tono apático mientras veía a Ryan.
— ¿Eh?, ¡Oh! Si, entiendo perfectamente.
— Muy bien, solo firme esta responsiva donde acepta todas las normas y está de acuerdo en que se tomen las acciones legales pertinentes en caso del incumplimiento de alguna de estas, además de eximir a Fazclaire Entertainment y asociados de cualquier responsabilidad sobre lo que puede pasarle durante su estadía en nuestras instalaciones. —dijo mientras le pasaba a Ryan la hoja y una pluma.
Aunque la última parte le hizo alzar una ceja, decidió no decir nada. Después de todo no tenía pensado quedarse mucho tiempo así que no debería tener problemas ¿verdad?
Una vez firmó la responsiva, aquel hombre solo le dio un automático "Disfrute su visita" y le permitió el paso. Tras aquel filtro de seguridad, Ryan se encontró con un ambiente lleno de estímulos.
Las luces parpadeaban en sincronía con la música, mientras las voces de los clientes apenas se escuchaban bajo el estruendo de los altavoces. El lugar estaba decorado entre una mezcla de lujo y decadencia, con moho no tan visible en algunas paredes, mesas y bancos algo desgastados.
Para llevar solo tres años abierto, el lugar ya parecía estar entrando en las últimas, algo extraño considerando que la fachada y el vestíbulo aún se veían relucientes. Quizás se trataba de algo dentro del lugar o el hecho de que los clientes no cuidasen de las instalaciones... quizás eso explicaría porque el piso se sentía pegajoso bajo sus zapatos.
Esquivo a varios clientes, mientras el ambiente apestaba a una mezcla desagradable de sudor, cigarrillos y cerveza. Con un toque de humedad en ciertas áreas, quizás debido al moho que había visto antes.
Mientras pasaba frente al gran escenario, observó como una de las animatronicas estaba dando su show, era una coneja de color morado y atuendo rojo, bailaba sensualmente en un tubo de pole dance. Sus movimientos eran precisos y en cierto modo mágicos, como si una mujer de verdad los hiciera.
Ryan no pudo evitar mirar y quedar algo hipnotizado, era algo que no había visto jamás, o al menos no de esa forma. Ahora entendía porque el lugar estaba teniendo tanto éxito.
Sacudió su cabeza para seguir con su camino, quería explorar un poco más del club mientras él archivo de su padre venía a su mente por momentos, observó que el lugar era algo grande: tenía un Arcade, una especie de teatro que estaba actualmente cerrado, una tienda de recuerdos, habitaciones VIP y la barra del bar que estaba cerca del escenario.
Con cada paso no pudo evitar notar algunos detalles. Por ejemplo, que aunque el espectáculo principal estaba en el escenario y era lo que acaparaba toda la atención de la gran mayoría, había algo inquietante en cómo algunos clientes interactuaban con las animatronicas. Miradas intensas, gestos inapropiados, y empleados que estaban demasiado ocupados como para notarlo o simplemente pasaban de ello.
Alrededor del escenario habían pequeñas mesas y asientos para tener una mejor vista, en las partes más alejadas había mesas más grandes pero que igualmente daban una vista del escenario.
Mientras observaba a todos los demás beber, reír y simplemente disfrutando de la noche, Ryan no pudo evitar sentirse fuera de lugar. No era alguien muy fiestero, prefería ambientes de convivencia más tranquilos o no tan agotadores.
Su principal motivo para estar ahí originalmente era ver si lo que decía su padre sobre este lugar, más los rumores que le dijo Jeff, eran verdaderos o simples cosas inventadas.
Por ahora, el lugar no parecía más que un club nocturno algo costoso, con ciertos detalles en la infraestructura pero nada más. Estaba apunto de retirarse cuando notó algo a la distancia.
Era la misma animatronica con apariencia de conejo de hace un momento, ahora estaba atendiendo unas mesas mientras el escenario era ocupado por Frenni, la cara del lugar.
Todo parecía normal... hasta que uno de los clientes tuvo el atrevimiento de tomar del brazo a la coneja, mientas le decía algo. Con curiosidad Ryan se fue acercando hasta que pudo percibir que es lo que hablaban.
— Bonfie, primor.— dijo aquel hombre notablemente ebrio— Por favor, ¿una actuación privada para mí? Prometo que te va a gustar.
Bonfie no respondió de inmediato, aunque su expresión se mantuvo neutral, casi fría. Sin embargo, el ligero apretón en su mandíbula y la tensión en su postura delataban su incomodidad. Con calma y una voz tan controlada como su actitud, replicó:
— Disculpe, señor. No proporcionamos ese tipo de servicios aquí. Le agradeceré que retire su mano.
El hombre soltó una risa sarcástica, sin dejar de aferrarse a su brazo.
— Vamos, no seas tímida. Sé que puedes hacer excepciones. Todos aquí lo saben.
Bonfie parecía prepararse para lidiar con la situación, pero antes de que pudiera reaccionar, una sombra imponente apareció detrás del cliente. Ryan, con su altura y complexión intimidante, se colocó entre ambos. Su tono era firme, aunque no agresivo, y sus ojos fijos en el hombre.
— Creo que no escuchaste bien. Ella dijo que la soltaras.
El cliente levantó la vista, algo sorprendido por la presencia de Ryan. Trató de mantener su postura desafiante, pero la diferencia física era evidente.
— ¿Y tú quién eres para decirme qué hacer?
Ryan no cambió su expresión, manteniéndose calmado mientras inclinaba ligeramente la cabeza, haciendo que su presencia fuera aún más intimidante.
— Solo alguien que no tolera a los tipos que no saben respetar límites. Así que te lo diré una vez más: suéltala.
El hombre, después de unos segundos de duda, finalmente soltó el brazo de Bonfie con un gruñido de frustración, tambaleándose hacia atrás. Murmuró algo ininteligible mientras se alejaba, perdiéndose entre la multitud.
Bonfie observó al cliente irse antes de dirigir su mirada hacia Ryan. Su expresión seguía siendo neutral, pero había algo en su mirada, una mezcla de sorpresa y evaluación. Finalmente, habló con la misma calma controlada de antes.
— No necesitabas intervenir. Puedo manejar a tipos como él.
Ryan se encogió de hombros, relajando su postura.
— Estoy seguro de que puedes, pero no está de más tener algo de apoyo. En especial cuando son tipos que apestan a colillas de cigarro y cerveza rancia.
Por un momento, Bonfie pareció analizar sus palabras, como si intentara descifrar las intenciones detrás de ellas. Finalmente, asintió levemente, aunque su tono permaneció distante.
— Supongo que tengo que darte las gracias, aunque no hacía falta.
Ryan le ofreció una pequeña sonrisa.
— No necesitas agradecerme. Solo hice lo que cualquiera habría hecho.
Bonfie lo miró durante unos segundos más, como si intentara decidir si sus palabras eran sinceras o simplemente un gesto para hacerla bajar la guardia. Finalmente, desvió la mirada, volviendo a su postura profesional.
— Quizás. Pero en este lugar, "cualquiera" no suele involucrarse en este tipo de cosas... O que siquiera les importe.
Ryan notó un leve matiz en su voz, una mezcla de resignación, desdén e incluso algo de desprecio hacia el ambiente y las personas que los rodeaban. Se cruzó de brazos, inclinando la cabeza hacia ella con curiosidad.
— ¿Y qué hace alguien como tú en un lugar así? Parece que te toca lidiar con más de lo que te pagan.—Ryan pareció analizar sus palabras por unos segundos para darse cuenta de la estupidez que había dicho y preguntado.
Bonfie lo miró con una mezcla de incredulidad y diversión contenida. Por un breve instante, sus labios se curvaron en una sonrisa fugaz, y luego, algo que Ryan no esperaba, una risa baja y genuina escapó de ella. Era breve, casi como si no pudiera evitarlo, pero lo suficientemente real como para que Ryan la notara.
— ¿Pagarme? —repitió Bonfie, con un deje de sarcasmo en su tono mientras sacudía la cabeza, todavía con esa chispa de humor en su mirada—. Claro, porque los animatrónicos tenemos cuentas bancarias, ¿verdad?
Ryan parpadeó, dándose cuenta de su torpeza. Se llevó una mano a la nuca, incómodo.
— Tienes razón... Esa fue una pregunta estúpida.
Bonfie lo miró durante un segundo más, como si estuviera evaluando si debía seguir con la conversación. Su expresión, aunque todavía reservada, había perdido parte de su dureza inicial.
— Supongo que todos decimos cosas sin pensar a veces. —Le lanzó una última mirada, su tono ahora más neutral, casi como si tratara de reconstruir las barreras que por un segundo había dejado caer—. Pero no te acostumbres a escucharme reír.
Antes de que Ryan pudiera responder, Bonfie dio un paso atrás y se volvió hacia las mesas cercanas.
— Ahora, si me disculpas, tengo trabajo que hacer.
Ryan observó cómo se alejaba, recuperando su postura fría y profesional mientras atendía a otros clientes. Pero esa pequeña risa, ese destello de humanidad, quedó grabado en su mente.
Mientras ella se alejaba para continuar atendiendo las mesas, Ryan observó cómo interactuaba con los demás clientes. Su postura rígida, sus movimientos precisos y la forma en que mantenía la distancia con los demás decían más de lo que sus palabras jamás harían.
Algo en ella lo intrigaba. Había una dureza que claramente provenía de experiencias pasadas, pero también una sensación de que detrás de esa fachada había mucho más por descubrir.
Con ese pensamiento en mente, Ryan se dirigió hacia la barra, decidido a quedarse un poco más en el lugar y observar qué otras sorpresas podría ofrecer.
Ryan siguió con la mirada a Bonfie mientras se alejaba para atender otras mesas, pero su mente no podía dejar de analizar lo que acababa de presenciar. El tono en su voz, la expresión sutil pero tangible en sus ojos, incluso la manera en que mantenía la distancia física con los demás... no eran rasgos que uno esperaría de un robot. Había algo inquietantemente humano en su comportamiento.
Se cruzó de brazos, intentando procesar lo que acababa de suceder. ¿Cómo podía un animatrónico mostrar desconfianza? ¿Cómo podía hablar y actuar de una manera tan... natural? El archivo de su padre mencionaba lo avanzadas que eran estas "estrellas del club", pero verlo de primera mano era otra cosa.
Mientras se dirigía a la barra, no pudo evitar echar otra mirada hacia Bonfie. Estaba atendiendo a un grupo de clientes, manteniendo una distancia precisa, sus movimientos impecables pero carentes de la cercanía que podría sugerir confianza. Era como si estuviera constantemente calculando cada interacción, evaluando cada gesto.
Ryan sintió un leve escalofrío al pensar en lo cerca que había estado de olvidarse de que ella no era humana.
Al llegar a la barra, se sentó en uno de los taburetes desgastados y miró a su alrededor, intentando disimular la incomodidad que crecía en su pecho. Una parte de él quería levantarse e irse. La otra, más curiosa, quería seguir observando y entender cómo algo tan artificial podía parecer tan vivo.
— "Ella se rio..."—pensaba Ryan mientras bebía un vaso de agua— "No fue una risa programada o artificial... de verdad le pareció gracioso, sonó como si estuviera..."
— Viva...—dijo en voz alta sin pensar, aún asombrado por lo que había visto.
De pronto fue sacado de sus pensamientos cuando una mano se posó en su hombro, al voltear se encontró con una mujer hermosa de cabellera rubia, la placa en su camisa decía "Manager".
— ¿Disfrutas de tu agua?— preguntó con una voz amistosa pero profesional al mismo tiempo.
—Uh... si, está.. fresca, señorita...—Ryan dio otro vistazo a su placa, observando su nombre— Sarah... ¿estoy en problemas?
Ante la pregunta, Sarah soltó una pequeña risa.
— Tranquilo, no estás en problemas o algo parecido, pero me gustaría hablar contigo en mi oficina ¿tienes un minuto?
Aquello tomó por sorpresa a Ryan, ¿la manager del lugar quería hablar con él? Las preguntas y dudas comenzaron a brotar de su cabeza, ella ni siquiera lo conocía.
¿Es que acaso no sabía lo peligroso que era hablar en privado con un extraño?
Sarah pareció notar lo que pasaba por su cabeza por lo que volvió a hablar.
— Se que es poco ortodoxo, pero no te preocupes. Si lo que vi en las cámaras de seguridad fue cierto tú no eres como la mayoría de cerdos que visitan este lugar.—dijo con un tono calmado que rápidamente pasó a volverse frío— En cualquier caso tengo gas pimienta y un taser con el suficiente voltaje como para freír tus testículos en caso de que hagas algo estúpido, pero como dije, tú no eres como el resto de imbeciles que vienen aquí.
La mujer le dió una sonrisa amable.
— Entonces, ¿podrías venir a mi oficina un momento?
Sin decir una palabra, Ryan asintió con la cabeza, terminando su agua y siguiendo a la mujer más extraña que había conocido.
Esta noche sin duda se ponía cada vez más rara.
Con Bonfie
La coneja actualmente estaba limpiando una de las mesas que estaban en las esquinas del salón principal, su mente retornaba al rostro de aquel extraño que había intervenido cuando ese idiota la tomo del brazo.
" ¿Y qué hace alguien como tú en un lugar así? Parece que te toca lidiar con más de lo que te pagan."
Las palabras de aquel extraño volvieron momentáneamente, algo que era estúpido de preguntar pues ella y el resto eran máquinas, por mucho que pensaran y actuaran como personas.
Era su realidad.
Y aun así...
El le había hablado con tanta naturalidad, sin mostrar lujuria, perversión o deseo por su cuerpo... solo hablarle como si ella fuera una persona más. Incluso, aunque lo que había dicho era tonto lo dijo sin la intención de hacerla reir, y para Bonfie eso lo hacía aún más... especial.
— Idiota.— dijo con una sonrisa divertida mientras su mirada se suavizaba al recordar el rostro avergonzado de ese sujeto de cabellera rubia.
Continuó limpiando y haciendo su trabajo, sin darse cuenta de que una curiosa Fexa le observaba mientras recogía unas jarras de cerveza vacías de una mesa cercana. Ella había visto su interacción con aquel sujeto rubio, como había reído por algo que él había dicho... y el verla sonreír de ese modo le hacía entrecerrar los ojos.
Seguiría haciendo sus labores pero no le quitaría la mirada de encima...
Volviendo con Ryan
La oficina de Sarah se encontraba cerca de los "camerinos" de las chicas, la puerta era de roble oscuro con una placa dorada en forma de estrella que decía "Oficina del gerente", al entrar era una habitación algo grande con un escritorio de madera negro bien cuidado, sillas de color negro, una computadora, un reloj de pared y una planta artificial como decoración.
— Por favor, toma asiento. —dijo Sarah haciendo un gesto para que se sentara mientras ella hacía lo mismo en su propia silla—.
Ryan obedeció, sentándose frente al escritorio mientras Sarah se acomodaba en su asiento. Aunque su postura era relajada, su mirada tenía un aire inquisitivo que lo hizo sentirse observado, como si ella estuviera estudiando cada uno de sus movimientos.
— Bien, vayamos al grano —comenzó Sarah, entrelazando sus dedos sobre el escritorio—. Vi lo que hiciste allá afuera. No muchos tienen la decencia de intervenir cuando algo como eso ocurre. De hecho, la mayoría de los que vienen aquí prefieren mirar hacia otro lado... o unirse a la "diversión".
Ryan frunció el ceño ante su elección de palabras. Era evidente que Sarah no tenía una alta opinión de los clientes habituales del lugar.
— No podía simplemente quedarme de brazos cruzados —dijo Ryan, encogiéndose de hombros—. Ese tipo estaba cruzando una línea, y alguien tenía que hacer algo.
Sarah asintió, como si esperara esa respuesta, aunque sus ojos permanecían fijos en él, evaluándolo.
— Lo que me intriga no es tanto que intervinieras, sino por qué. Este no es precisamente el lugar donde las personas brillan por su altruismo.
Ryan inclinó ligeramente la cabeza, tratando de descifrar sus intenciones.
— No sé si hay un "por qué" exactamente. Es solo lo que creo que está bien. Nadie debería ser tratado como si no importara lo que siente, ya sea humano o... —Hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras— algo más.
Sarah dejó escapar una risa seca, pero su expresión permaneció seria.
— Interesante elección de palabras. —Se reclinó en su silla, cruzando los brazos—. ¿Sabes lo que son realmente Bonfie y las demás?
Ryan sostuvo su mirada, sopesando cómo responder. Finalmente, decidió optar por la verdad.
— Animatrónicos, ¿no? Robots diseñados para parecer humanos, pero mucho más avanzados que cualquier cosa que haya visto antes.
Sarah asintió lentamente, como si confirmara algo en su mente.
— Correcto. Pero dime algo, ¿qué pensaste cuando viste a Bonfie reírse? Porque vi tu expresión. No te esperabas eso, ¿verdad?
Ryan negó con la cabeza, recordando aquel momento.
— Fue... extraño. Por un segundo, casi olvidé que no era humana. Su reacción fue tan genuina que me hizo preguntarme si hay algo más en ella que solo programación.
Sarah sonrió levemente, inclinándose hacia adelante.
— Y eso, Ryan, es lo que hace a este lugar único... y peligroso. Las chicas aquí son más que simples máquinas. Han sido diseñadas para aprender, adaptarse, incluso sentir. Pero esa misma humanidad simulada puede ser un arma de doble filo. No todos los que vienen aquí lo entienden, y algunos lo aprovechan.
Ryan la miró con cautela, cada vez más consciente de que esta conversación era más profunda de lo que había anticipado.
— ¿Por qué me estás diciendo esto?
Sarah se recostó en su silla, como si considerara cuidadosamente su respuesta.
—Porque hay algo más que me interesa. He estado observando cómo te mueves, cómo analizas todo a tu alrededor. No pareces el típico cliente de este lugar.
Ryan se tensó ligeramente, sus ojos azules buscando los de Sarah.
— Solo vine por curiosidad. No suelo frecuentar lugares como este.
Sarah soltó una pequeña risa.
— Eso es evidente. Pero dime, ¿te interesaría trabajar aquí?
La pregunta lo tomó por sorpresa.
— ¿Trabajar aquí?
Sarah asintió, su tono profesional regresando.
— Tenemos un puesto disponible como guardia nocturno. El último dejó el trabajo hace poco... razones personales, ya sabes. Es un turno complicado, pero paga bien y podrías ser justo lo que necesitamos.
Ryan frunció el ceño, pensando en lo que acababa de escuchar. Un puesto como guardia nocturno... ¿en un lugar como este? Algo en su interior le decía que había más de lo que Sarah estaba revelando.
— ¿Qué implica el trabajo exactamente? —preguntó con cautela.
Sarah se recargó en su silla, su expresión neutral.
— Lo típico. Vigilar el local, asegurarte de que todo esté en orden, y mantener el control de las áreas clave. Las chicas tienen un sistema avanzado que las mantiene operativas, pero necesitamos a alguien que monitoree el lugar durante las noches. No es complicado, pero requiere atención.
Ryan consideró sus palabras, pero había algo que lo inquietaba.
— Si no es complicado, ¿por qué el último guardia renunció?
Sarah lo miró fijamente durante unos segundos, como si estuviera decidiendo cuánto revelar. Finalmente, habló.
— Digamos que... no todos están hechos para trabajar aquí de noche. Puede ser... intenso. Pero, con lo que vi hoy, creo que tienes lo necesario para manejarlo.
— ¿Enserio? —preguntó con cierto escepticismo pero sin mostrarse hostil—. No me mal entienda, me halaga que piense eso de mí, pero no tengo experiencia como guardia o un cargo parecido.
Ryan se tomó un momento para lamer sus labios resecos, pensando cuidadosamente sus palabras.
— Soy solo un extraño, sin preparación o referencias anteriores que simplemente hizo algo que cualquier persona con algo de decencia haría... ¿Eso es suficiente para cubrir un puesto como ese?
Sarah lo miró en silencio, sus ojos escudriñando cada palabra que acababa de pronunciar. Luego esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible, mientras apoyaba los codos sobre el escritorio y entrelazaba los dedos frente a su rostro.
— Tienes razón. No tienes experiencia, referencias, ni un historial que pueda garantizar que seas el candidato ideal. Pero, ¿sabes qué? —dijo, inclinándose hacia adelante—. Aparte de que enserio necesito cubrir esa vacante, este trabajo no se trata de experiencia. Se trata de instinto.
Ryan alzó una ceja, confundido, pero permaneció en silencio mientras Sarah continuaba.
— Aquí no necesitas saber cómo manejar una computadora compleja o patrullar como un guardia de seguridad tradicional. Necesitas tener buen juicio, ser rápido de mente y no ceder bajo presión. Y, según lo que vi allá afuera, tienes esas cualidades.
Ryan cruzó los brazos, pensativo. Las palabras de Sarah tenían sentido, pero seguía sintiendo que había algo más que ella no le estaba diciendo.
— Entonces, ¿qué pasa si decido tomar el trabajo? ¿Qué es lo que realmente tendría que enfrentar? —preguntó, fijando sus ojos en ella, buscando cualquier señal de duda en su respuesta.
Sarah mantuvo su expresión calmada, aunque su tono adquirió un matiz más serio.
— Desde que el lugar abrió hace tres años, muchos han intentado colarse durante las horas de cierre. No creo que tenga que explicar para que.
Ryan guardó silencio, lo que vio hoy con ese tipo ebrio le daba una idea... y era horrible. La mujer continuó explicando su punto.
— Las cosas escalaron cuando...—Sarah guardó silencio un momento, el tema parecía ser sensible—. Cuando un grupo de adultos irrumpieron aquí una noche, se lidió con ellos pero desde entonces se mejoró el sistema de seguridad para evitar futuros incidentes... aún así es necesario, que una persona se quede a vigilar.
Sarah respiró hondo y exhaló, su expresión parecía ser de cansancio. Como si la máscara de "manager alegre" se hubiera esfumado.
— Si decides tomar el trabajo, tendrás que vigilar el lugar desde las 12 hasta las 6 de la mañana. Las chicas son autosuficientes, tu trabajo sería solo vigilar que estén bien y que nadie entre al establecimiento. Y, si lo último pasara, necesito a alguien que pueda manejarlo sin perder la cabeza.
Ryan frunció el ceño, las dudas aún parecían presentes. Notando aquello Sarah decidió hablar una vez más.
—Se que es repentino, pero no veo a nadie más capacitado para esto que tú, muchacho.—la manager se tomó un momento antes de que su sonrisa volviera—. Además, la paga es muy buena si es lo que te interesa.
Ryan lo pensó, él no era alguien avaricioso pero él dinero es dinero. Así que con curiosidad respondió.
— ¿De cuánto estamos hablando?
Sarah sonrió, como si esperara esa reacción.
— El turno nocturno no es fácil, pero estamos dispuestos a compensarlo generosamente. Estamos hablando de $30 por hora, con bonificaciones adicionales si logras mantener incidentes al mínimo y todo el sistema funcionando sin problemas. Eso, además de beneficios como cobertura médica básica y un bono trimestral de rendimiento.
Los ojos de Ryan se entrecerraron mientras hacía cálculos mentales rápidos. Con un turno de 6 horas por noche, cinco noches a la semana, eso sumaba alrededor de $3,600 al mes antes de impuestos, sin contar las posibles bonificaciones.
— Suena... tentador. —admitió Ryan, aunque mantuvo su tono neutral.
Sarah asintió, consciente de que había captado su interés.
— No todos los días encuentras un trabajo con ese nivel de paga, especialmente para un puesto nocturno. Pero, como dije antes, no es para cualquiera.
Ryan permaneció en silencio, sopesando sus opciones. La paga era buena, mejor de lo que había visto en otros empleos de medio tiempo que había tenido, pero el trabajo también parecía estar cargado de secretos y posibles peligros.
— Lo pensaré seriamente —dijo finalmente, con un ligero asentimiento.
— Espero que lo hagas —respondió Sarah, volviendo a su tono profesional—. Porque aquí valoramos a las personas que saben enfrentar lo desconocido.
Mientras Ryan salía de la oficina, no podía evitar preguntarse si el dinero valdría los riesgos que el trabajo claramente implicaba. Una vez que salió de la oficina, Sarah tenía una sonrisa mientras en su computadora leía el nombre de aquel muchacho.
— Ryan Larson.—leyó ella en voz alta mientras su sonrisa seguía presente—. Tengo un buen presentimiento con este, tal vez con un poco de suerte... es lo que mis niñas necesitan.
Dijo esto último mientras veía con cariño una foto en su escritorio, era del día de la inauguración del lugar. En ella se encontraban las chicas, Laura y ella, sonrientes mientras estaban rodeadas de confeti... que buenos tiempos.
Sacudió su cabeza, podía sentirse melancólica después, por ahora tenía trabajo que hacer.
Mientras tanto
Ryan caminó hacia la salida, sus pasos continuos mientras se abría paso entre los ebrios y fumadores del lugar. Su estatura de 1.85 le hacía verse intimidante, sumado a su complexión musculosa.
Se detuvo al sentir la mano de alguien en su hombro. Al darse la vuelta, vio a Bonfie, con una sonrisa amable muy diferente a su expresión de hace unos minutos, pero había algo en su mirada que lo hizo sentir... ¿cálido?
— Oye, antes de que te vayas, solo quería decir algo —dijo Bonfie, con un tono más suave que antes, sus orejas ligeramente inclinadas hacia adelante, como si tratara de transmitir sinceridad.
Ryan arqueó una ceja, pero asintió, dándole el espacio para continuar.
Bonfie entrelazó sus manos por un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas, y luego soltó una pequeña risa nerviosa.
— Gracias por lo de antes. Ya sabes... por no ser un idiota. —Hizo una pausa, y luego añadió con una sonrisa más grande—. No me malentiendas, no estoy diciendo que seas mi héroe ni nada... pero, eh, bueno, si lo fueras, serías un héroe decente.
Ryan dejó escapar una leve risa, sorprendido por la inesperada mezcla de humor y sinceridad en sus palabras.
Bonfie dio un pequeño paso atrás, señalando hacia la salida con una mano.
— Cuídate ahí afuera, ¿sí? Y si decides volver, asegúrate de no dejar que este lugar te arruine... porque ya sabes, sería una pena que alguien decente como tú se convirtiera en otro idiota más. —Dijo esto último con un tono exagerado y una sonrisa juguetona.
Mientras Ryan abría la puerta, Bonfie levantó una mano en un gesto de despedida y añadió con una energía casi contagiosa:
— ¡Adiós, extraño alto y guapo! No olvides traer tus músculos y esa cara de confusión la próxima vez, me mantendrán entretenida.
Ryan giró la cabeza mientras salía, una pequeña sonrisa en sus labios.
— No prometo nada —respondió, antes de desaparecer en la noche.
Bonfie se quedó mirando la puerta cerrarse, suspirando suavemente mientras volvía al salón principal.
— Idiota... —murmuró para sí misma, con una sonrisa tonta en su rostro.
Bonfie continuó trabajando hasta la hora de cierre sin perder aquella sonrisa, añorando volver a ver a ese muchacho mañana y, sin que lo notara, Fexa la observaba atentamente con el ceño fruncido. Mirando hacia la puerta que Ryan había cruzado y soltando un gruñido de molestia.
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Continuará...
Finalmente nuevo capítulo, espero les guste y disculpen la demora.
Las semillas fueron plantadas.
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