Five Minutes

⚠️Adaptado con permiso de: kooromi_⚠️



*Pov. NamJoon*

A veces las cosas pasan muy rápido, como si de una película se tratara.
En un momento estás riendo, disfrutando de un día hermoso, sin preocupaciones aparentes. Y al otro, todo se torna gris, la luz de esperanza se apaga y tus ojos comienzan a inundarse en tristeza.

Es lo que pasó aquel diez de diciembre, porque realmente, todo parecía ser perfecto al igual que siempre.
Hasta que vi el fin del mundo cerca, pero no me refiero al planeta, sino más bien... vi a la persona que representa todo mi mundo, es decir tú, caer a pedazos, y no sabes cuánto me dolió, y me duele aún, no haber podido hacer nada para evitarlo.

*Flashback*

Recuerdo que estaba contigo, era casi de noche, y nos encontrábamos en nuestra habitación como todos los días. Especialmente en ésta época, diciembre, con el frío y el aroma a Navidad impregnado en el aire.

Salíamos únicamente a comprar mucha comida y decoraciones para la casa, pues nos gustaba aprovechar nuestro mes de descanso para estar metidos en nuestro rincón de amor. Ambos amábamos eso, pasar todos nuestros tiempos libres juntos.

- ¿Por qué la sábana hasta arriba? - pregunté divertido al verte en la cama, con dicha tela hasta el cuello

- Felices fiestas. - te descubriste sonriendo, dejando ver un suéter rojo con decoración exagerada de un reno con luces que por poco brillaban de verdad

- Que suéter tan horrible. - bromeé y reí - Aunque a ti te queda bien. - subí gateando a tu lado

- Tengo una para ti, así que más te vale que te guste como luce. - sonreíste, y yo no pude evitar imitarte

- Bien. - dejé un beso en tu mejilla

- De hecho, voy por él. - te levantaste tan emocionado como un niño pequeño

Te vi caminar hasta nuestro armario, o más bien, dar saltitos hasta el mueble, viéndote tan adorable como siempre.

Sabes que tengo una costumbre, y es que cuando mis ojos encuentran tu silueta, no puedo quitarlos de ella a menos que llames mi atención con tu hermosa voz, es la única cosa que me saca del trance.

Así que, por enésima vez, me quedé detallándote de pies a cabeza, observando la forma tan linda de tus piernas, las cuevas pronunciadas de tu cadera, tu bonita cintura que tanto amo abrazar, lo delicada que es tu espalda, finalizando con tu rostro.
Aquel que me hace soñar despierto, ese que es más bello que todo el universo junto.

Siempre te miro como si fuera la primera vez que lo hago, a veces incluso como si fuera la última ocasión en que te tendré cerca.
Aunque, de un momento a otro, ese pensamiento exagerado cobró un poco más de sentido, y juro que jamás había sentido que mi corazón se frenaba por un segundo, como en ese instante.

- ¿Jin-nie? - hablé confundido, pues habías frenado tu caminar de pronto, y tu mirada se volvió desubicada

- NamJoon... - fue lo último que salió de tus labios, antes de caer de lleno al suelo, inconsciente

- ¡SeokJin! - bajé de la cama torpemente, cayendo de rodillas junto a ti y separándote del piso, tomando tu delicado cuerpo en mis brazos

¿Lo ves? Las cosas siempre cambian de color rápidamente, como en una película.
Pero... ¿por qué debía ser un tono negro el que invadiera nuestra vida? No lo merecíamos, definitivamente no.

Después de cargarte en mis brazos, salí desesperado del departamento pidiendo ayuda. Alguien llamó a una ambulancia, la cual demoró al menos quince minutos en llegar, tiempo en el que tú aún no abrías los ojos.
Me dejaron subir a tu lado, sujetando tus manos con las mías en todo momento, mientras mi cuerpo no paraba de temblar por el miedo.

Estaba aterrado, a decir verdad, porque no sabía el porqué de tu colapso, no tenía idea de qué te ocurría. Bien podría ser una baja de azúcar, un nivel alto de presión, o algo mucho más grave.
En cualquier caso, era horrible para mi pensar que tú no estabas bien, y que yo no me había percatado a tiempo.

Tardamos cerca de diez minutos en llegar al hospital más cercano, y para mi mayor desgracia, en el trayecto apenas y habías reaccionado un poco. Seguías con los ojos cerrados, pero al menos según los paramédicos, ya se notaban nuevamente los reflejos de tus párpados ante la luz.

Bajaron la camilla, y corrí con ellos por todo el pasillo de urgencias hasta dar con una habitación vacía. Por suerte, pasé sin firmar papeles en ese momento, y me permitieron quedarme a tu revisión, dada la situación en la que te encontrabas.

Un médico verificó tus signos vitales, diciéndome que estabas estable, dentro de lo posible.
Acomodaron el cuarto para ti y conectaron un tanque de oxígeno para poder ayudarte a respirar correctamente, ya que debido a tu colapso tenías un ritmo pulmonar bajo.
No abriste tus ojos hasta varios minutos después, cuando yo había regresado ya de firmar los papeles de tu ingreso.

- ¿NamJoon? - dijiste en un hilo de voz, parpadeando varias veces por la luz blanca del lugar que pegó en tu rostro. A mí me regresó el alma cuando te vi despertar

- ¡Jin-nie! Gracias a Dios, Estás bien. - me acerqué rápidamente a tu lado - Me asusté demasiado.

- ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? - me miraste confundido, yo tomé tu mano para intentar darte tranquilidad

- Al parecer te desmayaste, estamos en un hospital, mi amor. - expliqué sin saber más respecto a tu estado - ¿Por qué no me dijiste que te sentías mal?

- Es que... no me sentía mal cuando estábamos... hablando de los suéteres. - admitiste un tanto asustado - De haber tenido malestar, sabes que te lo hubiera dicho...

- Sí... Pero entonces no entiendo qué te sucedió. - me senté en la orilla de la camilla, sin soltar tu mano, y con la preocupación creciendo en mi cabeza

- Quizá no sea nada malo, ya verás que nos iremos de aquí pronto. - sonreíste levemente, intentando transmitirme tu calma

Pero, te habías equivocado, porque sí era algo malo lo que sucedía contigo.

*Fin del flashback*

Desde ese mismo día comenzaron a hacerte estudio tras estudio, buscando la respuesta para tu repentino episodio de inconsciencia.
Pensé que en unas cuantas horas nos dirían que estabas bien, que sólo había sido un susto, y que podíamos volver a casa.

Sin embargo, al pasar algunas horas, el médico que te había revisado antes regresó al cuarto, con una tablilla de papeles y una expresión seria.
Aquella frase que dijo, es una que permanece tatuada en mi cabeza hasta ahora, simples palabras que me hicieron sentir el final cerca.

*Flashback*

- Señores Kim, tengo malas noticias. - habló cerrando la puerta detrás suyo

- ¿Qué sucede? - preguntamos al unísono, con un tono evidentemente angustiado

- Los estudios de sangre hechos al paciente revelaron un problema grave. - alargó un suspiro - El señor SeokJin tiene una fase terminal de cáncer.

- ¿Q-qué? - mi voz tembló, y tus ojos se llenaron de lágrimas

- Es pulmonar. - siguió - ¿No tuvo síntomas antes, señor SeokJin?

- Yo... No... n-no creo haberlos tenido... - vi un par de gotas deslizarse por tus mejillas - Pero, supongo que tiene sentido... Mi familia es propensa a eso...

- Eso lo explica. - suspiró nuevamente - Debió acudir al médico antes.

- ¿Dijo terminal? - yo aún no avanzaba en la conversación debido al shock - Tiene que haber algo por hacer, alguna medicina experimental, quimioterapia, no sé...

- Señor, en esa etapa, ya no hay más por intentar, cualquier cosa que le hagamos al paciente será en vano. - explicó con un aire de lástima

- ¿Cuánto... tiempo me queda? - preguntaste con la mirada baja, mientras yo te veía aterrado

- Dos semanas, por lo que sería mejor que se quedara internado mientras pasa ese lapso. - dijo de último, antes de abrir la puerta - Lo lamento.

Salió de la habitación, y yo acabé por romper en un llanto errático, arrodillado junto a ti sujetando tus manos, temblando, y susurrando repetidas veces una disculpa, porque, aunque no tuviera coherencia, me sentía terriblemente culpable.

- Mi amor, está bien. - te escuché sollozar - Todo tiene un final, y no podemos hacer nada.

- Pero... Tú aún no puedes irte... - levanté con dificultad la mirada - Debemos pelear contra esto, no puedo dejarte así, yo...

- NamJoon, lo oíste. No hay más por intentar, en quince días se acabará. - pasaste tus dedos entre mi cabello - Tal vez no debí fumar tanto ¿cierto? - soltaste una pequeña risa

- No... no debiste amor. - una leve curva se formó en mis labios, con el afán de intentar corresponder tu gesto

- Escucha, no quiero pasar éstos días llorando ni viendo como tú lo haces, sería mejor verte a mi lado sonriendo, hazlo por mí, ¿si Nam? - limpiaste mis lágrimas con tus manos

- Yo... Lo intentaré mi amor. - sollocé, y me puse de pie para poder abrazarte; me correspondiste sollozando ligeramente

En algún momento de nuestra relación me habías contado de ésta enfermedad, que la habían padecido varios familiares tuyos, y que por eso te daba miedo tenerla también.
Sin embargo, siempre te vi fumar un cigarro antes de ir a dormir, cada noche sin falta, y decías que era para despejar el estrés del día.

Nunca me detuve a pensar en lo dañino que podría resultar especialmente para ti, y ahora me arrepentía de no haber sacado ese pedazo de tabaco de tu boca.
Tú sabías lo que te provocaría. ¿Por qué te hiciste tanto daño? O quizá, lo hacías inconscientemente, sin el afán de enfermar.

De cualquier modo, ahora estábamos en un hospital, llorando silenciosamente, y con sólo dos semanas de tiempo juntos, viendo como nuestros planes de vida se reducían drásticamente.

Y aún después de todo, me seguía sorprendiendo el cómo había cambiado nuestro escenario de una habitación cálida decorada para Navidad, a un cuarto completamente blanco con el eco de tu pulso siendo emitido a través de una máquina.

Definitivamente, la vida es horriblemente injusta.

*Fin del flashback*

Y así, día tras día, noche tras noche, te vi caer más.
Me quedé en el hospital contigo, en ningún momento volví a nuestro departamento, pues me negaba a dejarte solo.
Por esto, me permitieron usar los baños del hospital para asearme y sólo en una ocasión salí por ropa nueva.
Ayudé a las enfermeras en todo lo que podía, como a cargarte o ayudarte cuando necesitabas ir al sanitario.
Te cuidé tanto que pasé varias noches sin dormir, pues tenía miedo de cerrar los ojos y que al abrirlos algo te hubiera pasado.

La primera semana se fue lentamente, tú aún sonreías, platicabas todo el tiempo conmigo, veíamos televisión juntos. Aún te veía brillar igual que siempre, y de alguna forma, eso me hacía sentir ligeramente mejor.

Pero, la segunda semana entró con un aire más frío, cambiando nuevamente mi panorama.

Cada mañana reducía tu apetito de forma alarmante, provocando que tus pómulos y ciertos huesos de tu cuerpo se marcaran demasiado en cuestión de tres días.
A duras penas tomabas líquidos, pero sólo me aceptabas el agua, rechazando por primera vez en tu vida los jugos.
Dormías igual o incluso menos que yo, porque cada cinco minutos empezabas a toser sin control.

Tu garganta estaba muy irritada, tus ojos se mantenían derramando pequeñas lágrimas debido al dolor que decías sentir al respirar, se escuchaba una especie de crujido proveniente de tus pulmones sin necesidad de acercarme demasiado. Y era lógico, se estaban deteriorando rápidamente debido a la ya invasiva enfermedad.

Al cabo de cinco días, tu semblante había cambiado radicalmente.
Pues de tener unas bellas mejillas rosadas y abultadas, ojitos brillosos, sonrisa abierta y labios naturalmente rojos, habías pasado a tener un tono pálido en tu rostro, labios secos, pómulos más marcados, un par de profundas ojeras, y tus ojos se habían apagado casi por completo.

Realmente no sabía qué me dolía más, si verte así de enfermo, o el saber que sólo me quedaban dos días contigo.
Quizá, la segunda opción me rompía más profundamente.

Yo sólo le rogaba al cielo que me dejara quedarme a tu lado, de cualquier forma posible. Que me hiciera despertar de ésta cruel pesadilla, para amanecer en nuestro hogar y ver tu sonrisa iluminando más que el sol.
O que al menos, me diera cinco minutos más.

Cinco minutos para poder estar contigo por un poco más de tiempo.
Que aumentara aunque sea sólo esa cantidad de números en el reloj, cada día, cada noche, para así no tener que dejarte ir nunca.

Porqu ejusto eso me había faltado en el pasado, cinco malditos minutos, para darme cuenta de tu estado antes de que fuera demasiado tarde, para besarte hasta cansarme, para abrazarte fuerte, para quedarme en la cama contigo por la mañana.
Cinco minutos... Que por más que llore, jamás volverán.

*Flashback*

Faltaban unas horas para Navidad, yo permanecía a tu lado, con un vaso de café caliente en una mano y acariciando tu cabello con la otra, mientras tú me mirabas dulcemente.

Durante todo ese día me la había pasado consintiéndote, llevándote un par de dulces a escondidas, poniendo tus programas favoritos, te leí tus poemas preferidos, incluso intenté cantar nuestras canciones especiales, aunque creo que desafiné bastante.
Hice de todo con tal de verte sonreír, lastimosamente, por última vez.

Porque al menos quería hacer que tu despedida fuera tranquila, negándome a dejarte ir con la tristeza marcada en tu rostro.

Conté todos los chistes que me sabía, hice caras raras, saqué mi lado más infantil ya que a ti siempre te gustó verme haciendo pucheros, inflando mis mejillas y sacando a relucir mis hoyuelos que te volvían loco, te compré varias pulseras de colores -tus favoritas, hechas solamente con cuentas brillantes-, te llevé un ramo de flores al amanecer, le rogué a las enfermeras que me dejaran prepararte un desayuno especial, en fin.

Y a pesar de que me mostraste tu sonrisa una y otra vez, mi pecho dolía horriblemente.
Porque a cada minuto que pasaba, sentía como mi mundo se acercaba más a su final, podía percibir como tu corazón latía más lento cada hora, y tus ojos perdían un poco más de su brillo conforme el tiempo pasaba.

No podía aceptar que ese fuera nuestro último día juntos.
No quería dejar que eso sucediera.
Pero... Tú habías decidido no pelear por cambiar el destino, y yo... debía respetar tu decisión ¿verdad?... Después de todo, ya era demasiado tarde como para intentar contradecirte...

- Nam, dime algo. - llamaste mi atención, mientras el atardecer se veía por la ventana - ¿En dónde estaríamos ahora?

- Mmm... Bueno, había preparado una sorpresa para ésta fecha. - suspiré - Pensaba llevarte al centro de la ciudad, sé que siempre has querido ver las decoraciones que colocan allí.

- ¡Cierto! Nunca lo hice debido al trabajo. - asentí en acuerdo - Que lindo detalle que hayas pensado en eso, amor.

- Hubiera sido hermoso. - respondí con una sonrisa triste

- Y... ¿A dónde iríamos de vacaciones en verano? El año pasado fuimos con tus padres. - seguiste la plática, supuse que para intentar despejar un poco mi mente

- Sí, lo recuerdo, casi perdemos a Gureum en un parque. - comenté, y reíste levemente - Y... Realmente no lo sé, creo que pudimos haber viajado a la playa.

- Es una idea bonita, siempre he querido ver el mar junto a ti. - mientras tú hablabas sobre aquellos planes que ya no podrían cumplirse con una calma sorprendente, yo luchaba conmigo mismo por no romper en llanto

- Yo veo en tus ojos el océano entero. - te miré reteniendo mis lágrimas - Imagino que debe ser así de hermoso y lleno de paz.

- Siempre he amado lo romántico que eres conmigo. - tus mejillas ya no se pintaban de rojo como antes, ahora sólo reflejaban un opaco tono rosado ante mis halagos

- Yo siempre he amado decirte esas cosas, sólo para verte feliz. - finalmente, una lágrima se escapó, mientras continuaba esbozando una débil sonrisa

- Gracias por haber pasado tantos años conmigo, no sabes lo afortunado que me siento de ser tu pareja. - entrelacé mis manos con las tuyas

- Yo soy quien tuvo una gran fortuna al encontrar a alguien como tú, a mi alma gemela. - me quedé mirándote por varios segundos

Como era mi costumbre, detallé cada facción de tu rostro, dirigiéndote todo mi amor a través de mis ojos.
Me quedé hipnotizado, como la primera vez que te vi, y me di cuenta por enésima ocasión, que jamás dejaré de estar enamorado de ti.

Porque a pesar de todo, serás mi universo por toda la eternidad, aunque sólo pueda verte en mis sueños.

- ¿Te he dicho que ese abrigo es mi favorito? - dijiste para sacarme del trance

- En realidad no. - suspiré un poco avergonzado

- Pues lo es, combina con tus ojos. - pasaste tu mano por el cuello del abrigo, uno muy gastado y color negro casi puro - Y tiene un significado lindo.

- Bueno, eso es cierto. - puse mi mano libre sobre la tuya - Es el abrigo que llevaba puesto cuando te conocí, Jin-nie.

- Sí, lo recuerdo bien. - respiraste hondo en medio de un quejido - Esa noche... Fue la mejor de mi vida.

- También la mía. - admití acariciando tu mano suavemente

Pasó más tiempo, y las once de la noche amenazaban con llegar pronto. No quería eso, pues el médico a tu cuidado había dicho que tu... hora estaba estimada entre las once y la una de la madrugada.
¿Sabes lo que sentía cada que las manecillas avanzaban más?, era como si cada segundo fuera un cuchillo enterrándose en mi pecho, recordándome que estaba a punto de perderte.

Yo realmente no tenía idea de que haría para despedirme de ti, porque jamás había pensado en algo como eso, y cada opción que llegaba a mi cabeza me parecía sumamente insuficiente.

¿Quién puede planear como decirle adiós a la persona que ama? O aún peor, cómo expresar correctamente sus sentimientos... en el último momento de su vida.

Creí que terminaría arruinándolo, pero... si tienes una costumbre, es arreglar muchas de mis crisis con un gesto fácil.
Aunque ésta vez, no me atrevería a considerarlo como algo simple, más bien, esa acción significaba todo para mí, pues sería aquella acción que se quedaría en mi alma como la última que hiciste por mí...

El reloj marcaba las once cincuenta y cinco, las personas del hospital estaban haciendo una fiesta para el personal en la última planta del edificio, y por la ventana se podía ver caer la nieve sobre la ciudad.

Me pediste apagar la televisión y la música que había colocado para mantenernos tranquilos, también me dijiste que me acercara a ti nuevamente, yo obedecí todas tus peticiones.
Estaba nervioso, aterrado, y demasiado triste, mientras te veía desde pocos centímetros de distancia.

- Quiero decirte algo importante, así que por favor... Escucha en silencio ¿sí? - asentí conteniendo otra vez mis lágrimas - NamJoon... Lo lamento.

Tus palabras, esas últimas frases que salieron de tu boca, nunca lograré olvidarlas. Fue algo hermoso, y al mismo tiempo, tan destructivo para mí... que ni siquiera supe cómo reaccionar.

- Lamento no haber cuidado de mí, ni de ti, como debía. Pero ahora te pido... Que respires el aire fresco de nuevo, que disfrutes los hermosos días nevados y más tarde los soleados, que sigas adelante sin mí. Te amo, siempre lo hice y lo haré sin importar nada... Pero, mi cielo, es hora de irme...

Tomaste mi rostro entre tus manos temblorosas, mientras yo no podía dejar de llorar sintiendo como mi corazón se oprimía cada vez más.

- Estaré contigo, aunque tú ya no puedas verme; sé que me sentirás cerca de ti... Te abrazaré todas las noches, y te prometo que no me enojaré cuando te olvides de mí. - comenzaste a llorar - De hecho... Es lo que quiero que hagas, que me olvides y sonrías de nuevo... Por favor NamJoonie.

- No me pidas algo como eso... Nunca podría olvidarme de ti SeokJin. - tuve que interrumpir

- Tienes qué, es lo mejor para que puedas sanar, y para que yo pueda irme. - pasaste tus manos por mi cabello, regresando a mis mejillas al instante - Hazlo por mí, ¿sí?

- Yo... - intenté hablar, pero tú continuaste, con tu voz siendo cada vez más rota y baja

- Mi amor... - acercaste tus labios a los míos, mirándome a los ojos - Nunca dudes que fui el chico más feliz estando a tu lado, me hiciste sonreír incluso en mis últimos momentos de aire... Y te agradezco por haberme amado durante tanto tiempo.

- Eres mi felicidad entera, siempre fue y será así... - respondí llorando sin control

- Te amo NamJoon. - callaste mis sollozos con un beso

Me besaste dulcemente, tal como nuestro primer beso hace años. Yo me mantuve de pie, ligeramente encorvado hacia ti, con una mano en tu cintura y otra sosteniendo una de tus manos. Me sujetaste del abrigo, uniéndonos más aún, sin detener en ningún momento nuestras lágrimas.

Y justo a las doce de la noche, con el eco de un "Feliz Navidad" proveniente del pasillo, apretaste tu agarre fuertemente por algunos segundos.
Sentí incluso una punzada en mi mano por tu acción, pero poco me importó, pues no me separé de nuestro contacto... O al menos no hasta que dejó de ser mutuo.

Mi ropa dejó de ser apretada por tu mano, y ésta cayó de lleno a la camilla. No sentía más tu agarre, y tus labios ya no se movían contra los míos.
Fue cuando me alejé unos escasos centímetros... Sólo para darme cuenta de que el monitor marcaba la ausencia de pulso.

Te habías ido, te había perdido para siempre, y ni siquiera había podido despedirme correctamente de ti...

- ¿Jin-nie? - susurré con más lágrimas acumulándose en mis ojos - ¿SeokJin?... No Dios, por favor... - miré tu boca entreabierta, y algo se quebró dentro de mí al no sentir tu respiración rozando mi piel - Jin... ¡Mi amor, despierta! Te lo ruego...

Me aferré a tu cuerpo, abrazándote fuerte mientras derramaba gotas de tristeza accidentalmente sobre tu cabello y rostro.
Te habías despedido de la forma más bella que imaginaste, y yo estaba ahí, culpándome por no haber pronunciado mejores palabras para ti.

- Te amo, te amo demasiado. Por favor no me dejes solo... - decía con la voz entrecortada - Dame cinco minutos más... Sólo quiero cinco minutos para poder hacerte un poco feliz... Por favor...

Lloré por al menos un par de horas, ninguna persona entró a la habitación a pesar del ruido que estaba haciendo.
Nadie me ayudó, ni se interesó por lo que había pasado.
Así que me quedé ahí, abrazando tu cuerpo frío, acariciando tus pálidas mejillas, e implorando al cielo que me regresara al amor de mi vida.

*Fin del flashback*

¿Sabes una cosa? No pude cumplir la promesa que te hice aquel día. Porque aún después de tantos meses, no he podido siquiera pensar seriamente en olvidarte, y créeme que no lo haré nunca. Nadie sería realmente capaz de olvidar al amor de su vida, aunque esa persona se lo pidiera antes de irse.

SeokJin, yo todavía sigo rogándole a cualquier poder celestial que me escuche, que me lleve contigo.
O que te regrese a la tierra, conmigo.
O al menos... Que me dé esos cinco minutos para poder verte otra vez, para darte un beso más, y decirte todo aquello que en dos semanas no pude.

Porque si algún día me concediera mi deseo... Te diría que te amo más que a nada ni nadie en el mundo, que me haces demasiada falta, y que lamento mucho que nuestra película de amor terminara en tragedia.

Que sin ti aquí, me cuesta encontrar un propósito para seguir adelante.
Es doloroso despertar y no verte a mi lado, igual que solía ser.
Me rompe el hacerme la idea todos los días de que, aunque lo deseé con todas mis fuerzas, nunca volveré a besarte o abrazarte. Incluso respirar se ha vuelto una tortura para mí, tanto, que muchas ya ni siquiera quisiera hacerlo.

Sólo estás en mis sueños, y cada mañana amanezco llorando porque nuevamente te has ido. Por eso... comienzo a querer cada vez más el dormir para siempre, así al menos... podría verte.

Y así aprendí, que cuando alguien dice "el fin del mundo", puede que no siempre sea en un sentido literal.
Pues yo vi ese fin, yo me quedé sin aire para respirar, sin una luz que guíe mi camino, sin mi lugar seguro.

El día en que tú te fuiste, mi mundo entero se acabó. Y no sabes cuánto me duele el alma por quererte aquí conmigo, sabiendo que eso jamás pasará, al menos no hasta que yo me vaya de aquí también, ¿cierto?

SeokJin...Lo lamento... Pero sé que, aunque quisiera, no podría cumplir la promesa que tehice. Así que, espérame, porque quizá decida irme contigo pronto.

❝Si tuviéramos cinco minutos más de aire, ¿yo podría hacerte feliz?❞

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