AL#NE
La soledad será mi compañera
hasta que pueda encontrarme
contigo nuevamente...
TAPE A : Jungkook
1. Don't - eAeon ft. RM
2. Save ME - BTS
3. Perfect Places - Lorde
4. Softcore - The Neighbourhood
5. I'm Yours - Isabel LaRosa
6. Infinity - Jaymes Young
7. You - Regard, Troye Sivan & Tate McRae
8. DNA - BTS
TAPE B : Taehyung
1. Before Love Came To Kill Us - Jessie Reyez
2. Trampoline - SHAED & ZAYN
3. Alone, Pt. II - Alan Walker & Ava Max
4. 10:35 - Tiësto & Tate McRae
5. Cold Heart - Elton John & Dua Lipa
6. Inner Child - V
𝐖elcome
Otoño 2005.
Seúl, Corea del Sur.
La vida debajo de este piso pareciera ser tan simple. Y sin embargo, me pregunto cuantas personas de las que caminan por las veredas tienen alguna problemática aparentemente interminable deteniéndole la capacidad de razonar. Con cuántas otras personas distraídas se han chocado por permitir que sus propios dilemas les controlen. Cuántas caminan más desesperadas con tal de llegar rápido a sus hogares y desahogarse del día duro que han tenido... Y aún con estas cuestiones planteadas, sigo creyendo que la vida debajo de este piso parece más simple.
—Jungkookie, deja de soñar despierto —mi mejor amigo aparece por la espalda, animándome con una palmadita protectora en el hombro. Su sonrisa me reconforta y, sin querer, se me contagia—. Ya es la hora de salida.
—¿Oh? Ya voy.
Practico unos breves estiramientos frente al gran espejo del estudio, una vez que me alejo de la ventana, para destensar mis músculos de la espalda y piernas antes de continuar mi camino y encontrarme con Jung Hoseok en la salida, que espera paciente por mí. Como siempre, sonriendo como si él fuera un padre y yo un hijo del que cada día está más orgulloso. Ha sido nuevamente un día productivo, pero gracias al universo ya es el esperado fin de la semana laboral.
Nos despedimos del resto del personal de la academia en la entrada del edificio, aunque es mayormente Hoseok quien se encarga de despedir a los muchachos con una alegría excéntrica. Yo los observo a la distancia en espera de mi hyung, ofreciendo sonrisas cada que establezco contacto visual por accidente con alguno de ellos. Para escapar de la incomoda sensación dirigo mi atención al prominente edificio a mi espalda, cuya silueta simula chocarse con el cielo que ya está empezando a oscurecer. Ahí, en mitad de la estructura, es donde se ubica nuestra academia de baile, dirigida por el mejor bailarín de la ciudad: Jung Hoseok. El lugar que, sin lugar a dudas, me ayudó a encontrar una razón para seguir andando.
—Jungkookie-ah —canturrea mi mayor cerca de mi oído, abrazándome por los hombros para compensar que su voz cantarina interrumpió mi divague emocional.
—Hyung —respondo, apenas intrigado por su llamado. Trato de sonar indiferente, pero no puedo reprimir la sonrisa sincera que brota de mis labios. El humor de Jung Hoseok sin duda es contagioso.
Andamos hacia la entrada del estacionamiento del edificio, dificultándonos un poco la caminata porque el pelirrojo se rehúsa a alejarse de mi costado. A pesar de tenerlo siempre pegado a mí, no puedo negar que me divierto en la presencia de Hoseok; estoy consciente de lo afortunado que soy al tener su amistad siempre al pendiente de mí, a sabiendas que no habrá obstaculo alguno que él no luchará por derribar si se interpone en mi bienestar.
—¿Tu auto sigue descompuesto? —me pregunta una vez que estamos apunto de entrar al aparcamiento. Al escucharlo, no puedo retener el resoplido de fastidio al recordar la tediosa situación con mi vehículo.
—Sí, el mecánico que lo está revisando sigue trabajando en él —respondo, y me apresuro a continuar antes de que se ofrezca a llevarme, como sé que lo hace cada que puede—. Pero no te preocupes, hyung, hoy planeo caminar a mi apartamento. Me vendrá bien tomar un poco de aire fresco.
—¿Estás seguro, Jungkookie? Porque puedo llevarte sin problemas.
—Si, hyung. Pero gracias.
Me libero de su abrazo pegajoso para dividirnos en el estacionamiento, mas no espero que su expresión genuinamente preocupada impacte tanto en mí... Aunque estoy relativamente acostumbrado a sus constantes cuidados, todavía se me hace un poco discordante que alguien pueda preocuparse tanto por mí.
—Llega con cuidado a tu apartamento, Kook —me dice, con nada más que cariño de hyung en su tono de voz. Yo asiento, para que comprenda que no soy un niño que debe ser vigilado constantemente, y él a modo de una despedida ya no tan asfixiante para mí, me ofrece un saludo con la mano.
—Te veo el lunes, hyung.
No es mi intención responder tan cortante a sus actos de afecto, y Hoseok para mi fortuna es capaz de entenderlo. Tampoco pretendo usar mis trumas del pasado para defenderme, pero puedo decir que no soy una persona que aprecie el contacto físico en demasía. Por desgracia, parece ser que el love lenguaje de mi hyung es justamente a través de abrazos y cercanía exagerada, por lo que es más conmovedor saber que en el tiempo que llevamos de conocernos su cercanía ha disminuido constatemente.
Ya habiéndonos despedido, me apresuro a recorrer en calma las calles que me dividen de mi edificio. Esta hora del día, a pesar de ser la más ajetreada, resulta ser la más gratificante cuando debo ir a pie, así puedo presenciar y admirar el espectáculo digno de deidades que se forma en el cielo de esta bella ciudad que esconde chismes en cada esquina. Soy la persona más lenta de la vereda y ni siquiera me interesa.
No obstante, conforme más cuadras camino, más me percato de una inusual aglomeración tanto de personas como de vehículos que obstaculizan mi camino. Me voy abriendo paso con discreción, atravesando una ola de bisbiseos sin forma de las personas que están un poco más enfrente de mí. Pronto, las cabezas de la marea de gente impiden que pueda distinguir algo de la calle con claridad. Por eso, sólo puedo enterarme de lo que sucede una vez que alzo la mirada hacia los edificios, poco antes de que logre a maldecir al cielo...
La vista me descoloca, y por un momento incluso me hace dudar de mi propia realidad. ¿En algún momento del recorrido me habré quedado dormido? Porque de otra forma, creo imposible que pueda ver una gigantezca cicatriz abierta en el medio de la carretera, deteniendo una fila de autos a su alrededor. Es majestuosa, y tan irreal que me deja congelado en mi lugar antes de que pueda seguir esquivando gente para avanzar.
Una fisura en la realidad, idéntica a las que se muestran en las películas de ciencia ficción. Y tan alta que se extiende en vertical desde el asfalto hasta intercalar con el edificio más alto, abierta como una casual ventana que refleja un mundo casi idéntico al nuestro.
Y me atrevo a decir que eso ni siquiera es lo más impresionante, si no la generosa multitud del lado contrario situada al borde de la fisura que, tal como un espejo interactivo, nos observa con diferentes expresiones en sus rostros, algunos perplejos, otros temerosos y otros incluso entusiasmados. Algunos nos saludan en un juego cómplice, aclamando nuestra atención a gritos sin voz.
Mi curiosidad no puede con la ruptura del espacio-tiempo y pronto me vi obligado a hacerme paso entre la gente, hasta plantarme frente a frente con el portal otra realidad. Me doy cuenta de que así se siente estar en un concierto del grupo más reconocido de K-Pop, y la sensación me disguta, pero aún así sería capaz de dar la vuelta para salir de ahí. Necesito verlo de cerca. Algo me llama para acercarme.
Cuando llego al principio de la multitud, soy testigo en primer plano de la gente que salta de un lado a otro entre nuestra realidad y la suya, como si el borde de la fisura fuera una cuerda de saltar. Y visto que ninguno de ellos regresa sin alguno de sus miembros, con su apariencia deformada o sencillamente muertos, deduzco que es inocua.
Cumpliendo mi papel de curioso innato, no tardo en acoplarme al ritmo de la gente valiente acercándome a una esquina libre. Observo que justo en el centro de la abertura una mujer castaña se divierte dejando un pie en cada una de las realidades, con los brazos extendidos e incitando a su acompañante a imitarle, pero él, a mi lado, parece demasiado temeroso para acercarse. Les ignoro y vuelvo la atención a mi frente, temblando de expectación antes de atreverme a extender mi mano hacia la ventana y a travesar ese espejismo.
Y... no siento nada. Ningún cambio, no hay ninguna diferencia, contrario a lo que creía, es como si extendiera mi mano simplemente en el aire y no a través de un portal entre dos distintas realidades.
Y sin embargo, soy lo suficientemente sensato para dudar a dar una zancada que me lleve a otra vida. Aún así, lo hago. Y desde ese instante, ya no pertenezco a la mía.
Al principio, el oxígeno se vuelve denso en mi vía respiratoria, y la sensación que me golpea el pecho es similar a despertar después de una pesadilla. Resisto bien el impacto y una vez que me estabilizo sobre mis propios pies, me doy la vuelta para visualizar el cielo oscurecerse en ambas realidades; es un espectáculo digno de observar, imitando un espejo gigante en medio de la ciudad. Cierro los ojos un momento y me permito una bocanada de oxígeno foráneo a mis pulmones, sintiéndome repentinamente libre; sin pendientes para mañana, sin responsabilidades que cumplir más noche... Simplemente yo. Incluso siento brotar una leve sonrisa de mis labios. Una genuina, de las que desaparecieron de mi voluntad hace un largo tiempo.
Abro los párpados y al mismo tiempo que mis ojos vuelven a enfocar la enorme fisura, descubro con horror que así tan rápido como había surgido; así de rápido se cerró. De repente no más hay ventana, no hay más gente saltando ni rostros sorprendidos del otro lado. Y aquella mujer que estuvo de pie en medio de la grieta, cae de medio cuerpo al asfalto con un golpe mudo, salpicando de sangre a quienes quedaron atrapados igual que yo.
Si no fuera por esa mujer muerta, probablemente nadie hubiera creído nunca que éste no es mi mundo.
Ni siquiera tengo tiempo de procesar la gravedad de la situación, aún estando sin mis sentidos coordinados en su totalidad, cuando la gente aglomerada detrás de nosotros comienza a gritar y jadear asustados, más por la mitad del cuerpo de la mujer que por nosotros los invasores de su realidad. El completo caos no tarda en llegar desde todas partes, todos queriéndose alejar de la calle y del medio cadáver lo más posible. Y mientras tanto yo, en medio de tanta angustia, comienzo a digerir lo que está ocurriendo.
Soy prisionero en una realidad que no es mía.
No tengo tiempo de lamentarme cuando una horda de policías comienza a acercarse desde el otro lado de la carretera a la multitud pasmada, resaltados en sus uniformes oscuros. Descubro las miradas de pánico en las otras cuatro personas de mi realidad que tuvieron la desdicha de quedarse como yo. Así debe experimentarse el verdadero terror. Los uniformados se acercan cada vez más hacia nosotros, y algo en mi interior me impulsa a moverme; teniendo el presentimiento de que si llegasen a atraparme, ocurriría algo malo.
No puedo describirlo con precisión, sólo sé que no quiero estar aquí. Me invade un... instinto, que me exige huir.
Y cuando los policías llegan al borde, no espero ninguna señal antes de echarme a correr hacia el lado contrario por el que ellos aparecen, escabulliéndome con violencia entre las personas que permanecen perplejas y apenas advierten en mi presencia. Oigo más gritos aterrados y ecos de golpes a mi espalda conforme avanzo, mas no hago ni el amague de divisar y continúo mi recorrido sin dejar que mis pies procesen el cansancio. El oxígeno se me atasca en la garganta hasta endurecer los huesos detrás de mi piel y provocar un palpiteo insistente en mi cabeza, el malestar incrementando con cada paso.
No soy realmente consciente de adónde voy, ni porqué mi inconsciente insiste en sacarme cuanto antes de la avenida principal, simplemente permito que mi instinto me lleve adonde quiera que planee. De vez en cuando me choco con alguna persona tan desdichada con su vida que ni siquiera protesta por mi insolencia. Las comprendo totalmente. No es hasta luego de unos quince minutos que comienzo a reconocer la dirección de aquel lugar que, aún lleno de desesperenza, es lo más cercano a un lugar seguro para mí.
Y me arriesgo a que, ya que estoy en otra realidad, no esté en el mismo sitio. Quizá ni siquiera en este mismo camposanto. Pero decido probar si el destino finalmente se encuentra de mi lado, por lo menos una vez. Pues ahora mismo necesito un poco de cordura que sólo él puede concederme.
Deambulo por los caminos de grava y lápidas nombradas, casi sintiéndome pertenecer aquí. Pierdo fuerza conforme me voy acercando, mas consigo llegar a la tumba destinada. Me siento en el suelo empolvado y terroso sin importarme la suciedad que pueda adquirir mi ropa, sin atreverme a alzar la vista al epitafio que ya me sé de memoria, desde el primer día del funeral, grabando su eterna adoración a las estrellas:
Kim Taehyung
Dic 31 1979 - Oct 25 2003
"Las estrellas lucen preciosas desde aquí"
Taehyung, el amor de mi vida, se encuentra en otro plano desde hace casi dos años. En dos semanas más se cumpliría su segundo aniversario de fallecido. Y a pesar del tiempo transcurrido, la herida no parece dejar de doler alguna vez, lo sigo necesitando tanto como el primer día, y amando como nuestro último día juntos.
Fue complicado volver a retomar mi rutina luego de que él ya no estuviera más, pues de un día para otro la mitad del apartamento que compartíamos dejó funcionar. Su ropa, sus pinturas y sus fotografías seguían ahí, como fieles y eternos compañeros que esperarían a su regreso. Se volvió una tortura tenerlos ahí sabiendo que ya no regresaría, no pude hacer nada más que derrumbarme en la mitad funcional del cuarto, desconsolado y rogando al universo por al menos un segundo más de apreciación a sus preciosos ojos chocolates. Por eso no me supuso sorpresa alguna descubrir que caminaba la memorizada ruta al cementerio, a su lugar de descanso, donde, sin embargo, temo a doler que sus restos no estén aquí.
Estando de cuclillas frente a él, pienso en la situación tan sublime en la que acabo de meterme. Estoy en otro mundo, en otra línea del universo donde muy probablemente las personas que conozco ni siquiera hayan existido. Y, de hecho, podría ser que ni siquiera yo pertenecí nunca.
Oh, si Hoseok hyung me viera ahora, me maldeciría de mil formas por haber sido tan impulsivo.
Y Taehyung... Mi Taehyung simplemente me habría arropado entre sus brazos hasta lograr consolarme. Casi dos años desde entonces y continúo imaginando la calidez de sus acciones cuando me hallo desamparado.
Sin poder contener más la intriga de saberme su tumba, alzo la vista. Y descubro con terror que, efectivamente, no se encuentra su nombre. Sin embargo, lo reemplaza uno que igualmente conozco... Pues, en lugar de Kim Taehyung, se lee el mío.
Jeon Jungkook
09/01/1980 - 10/26/2003
¿Para qué buscar las estrellas en el cielo,
si aquí está la más preciosa de todas?
𝐇ere : Dream
La presencia de la noche, por algún motivo, siempre consigue conmoverme. Me resulta curioso ser testigo del flujo del tiempo a través de mi ventana, de los edificios contiguos comenzando a brillar con más intensidad, de los traunseútes camuflajeándose con sus abrigos neutros en la vereda oscura de la calle, de los automóviles haciéndose ver con el reflejo de sus luces en el asfalto... La ciudad se comienza a iluminar poco a poco, y el resultado es sublime.
Ni siquiera no es muy noche, son apenas las 7:35 de la tarde, pero la leve nublazón del cielo junto con el brillo de la luna menguante ya visible ocasionan una tarde-noche más oscura de lo normal.
Aunque, sin duda alguna, lo mejor que puedo presenciar desde aquí son los atardeceres que se esconden en el marco de mi ventana. Ese espectáculo que me acompaña durante mis horas de estudio es el que me convence de que ha sido una buena decisión la pequeña redecoración que he hecho en el apartamento. Así se siente un poco más hogareño. Pues a estas alturas ya acepté que el cielo es lo único que me proporciona un poco de paz a cualquier hora del día. Aún cuando sean pocas las estrellas las que permita ver el campo contaminado del cielo de Seúl.
Y qué decir de la ciudad, que luce preciosa con las luces centellando cual platillos voladores desde aquí, el séptimo piso del edificio.
Sin querer me distraigo demasiado viendo el cielo nublado. Para cuando vuelvo en mí, caigo en cuenta de que he perdido el hilo de lo que estaba leyendo, ahora tendré que volver a leer desde el principio...
Una melodía molesta comienza a reproducirse en mi celular, perdido en alguna parte del escritorio debajo de toda la papelería esparcida, lo que me interrumpe en volver a concentrarme. Refunfuño por lo bajo desordenando aún más el papeleo hasta encontrar el escarabajo blanco de teclas y pantalla diminuta. A decir verdad, no me gusta esto de los celulares, pero tres meses atrás me lo regaló la misma persona que ahora me está marcando con persistencia, y a él no puedo rechazarle nada.
Lo encuentro debajo de un bonche de papeles y acepto la llamada sin mucho dilema, recargando mi codo en la mesa y mi mejilla en la mano hecha puño.
—Hyung —le saludo, de forma inquisitoria.
Pero mi voz debió haber salido un poco más fastidiada de lo planeado, porque un bufido entrecortado se apropia de la pequeña bocina.
—¿No te alegras de hablar con tu mejor amigo? —protesta, aunque distingo un rastro de agobio inusual en él entre su pregunta.
—Claro que sí, Minnie, es sólo que —me masajeo el entrecejo, sintiendo un repentino dolor de cabeza, apenas perceptible. Decido que lo mejor es esperar a que él comparta lo que sea que le molesta— tengo tarea pendiente. Mucha. Me estoy mareando de sólo ver los cuadernos.
—Lo siento, TaeTae. Sé que estás ocupado, y no te llamaría a menos que se tratara de algo importante.
—Uhum, ¿vienes a llorar otra vez por Britney Spears? De hecho me sentaría bien escucharte un rato —me incorporo de manera más cómoda en la silla, recargando mi brazo en el respaldo—, acabo de decidir que voy a dejar todas mis tareas para mañana. Adelante.
—No, no, no es por Britney esta vez —hay un evidente tono malhumorado en su voz, demasiado para tratarse de una bruma. Me doy cuenta de que está comenzando a frustrarse. Frunzo las cejas, cuestionándole a pesar de que no pueda verme—. Me imagino que no has tenido tiempo de ver el noticiero, ¿cierto?
—No, estoy escuchando música en la radio.
—Taehyung-ah —bufa a modo de reclamo—, un día de estos se va a caer el cielo y ni siquiera te vas a enterar.
—¿Y para qué quiero saber que se está cayendo? Que se caiga y ya.
—Estoy tratando de ser serio —refunfuña, y se le escucha agitado, seguramente está dando vueltas por la habitación. Hace eso cada vez que está inquieto, lo que sea que le carcoma debe tenerlo —. Escucha, hace una media hora se abrió una grieta en el espacio-tiempo.
Ni siquiera puedo contener la risa ahogada que surge de mi garganta, pero intento disimularlo con un tosido al escuchar su voz seria.
—¿De qué hablas, Chim?
—Lo digo serio. Sé que suena irreal, pero yo mismo lo vi desde la ventana. Ni siquiera entiendo cómo es que tú no te enteraste, hubo todo un caos en las calles. ¡Era enorme, y tú vives en el séptimo piso! ¿No has escuchado nada de ello en la radio tampoco?
—Es una estación musical, sabes que odio los locutores.
—Creí que era el fin del mundo, Tae. Intenté ir hacia la avenida principal apenas lo vi, pero cuando llegué, duró apenas unos segundos más hasta que ¡puff, se desvaneció! Hay pruebas de que realmente ocurrió, no creo que tarden en transmitirlo por los noticieros... O en realidad, no lo sé. Pero tienes que creerme... Me siento mal todavía, no he podido asimilar lo que vi ahí abajo.
—Tranquilo, hyung, te creo. Es sólo que es extraño escuchar todo lo que estás diciendo y tomarlo tan banal. ¿Estás bien?
Hay silencio por un rato, aunque puedo escuchar su respiración estabilizarse poco a poco; eso me hace ver que se encuentra bien, necesitado de compañía, pero bien. Lo que sea que haya visto, debió ser algo muy malo para que realmente le afectara. No puedo evitar preocuparme más, aún cuando tengo música clasica sonando en la radio.
—¿Minnie? —insisto luego de unos segundos todavía sin respuesta.
—Intenté llamarte antes —responde en un susurro, casi sonando lejano—, pero apenas llegué a casa no pude dejar de temblar.
—¿Necesitas que vaya a tu apartamento? —pregunto, ahora levantándome de la silla, genuinamente preocupado por mi mejor amigo.
—No, no —sorbe por la nariz, sonando luego un poco más confiado—. De hecho, si no te molesta, quisiera ir al tuyo. ¿Puedo?
—Claro que sí, Minnie, sabes que siempre serás bienvenido aquí. Pero ¿estás seguro? Porque puedo ir yo si...
—Estoy bien, Tae. Me gustaría caminar un poco.
Busco la hora en la pantallita verduzca, visualizando las 7:44 P.M. encima de la llamada. —Es tarde Jimin-ssi, sería mejor que tomaras un taxi.
—Bien, tomaré un taxi entonces. Voy en camino, no tardo en llegar.
—Aquí te espero. Ven con cuidado, por favor.
—Lo tendré —exhala y, a pesar de que no lo tengo frente a frente, puedo verlo sonreír—. Te explicaré mejor cuando llegue, Tae, te quiero.
Antes de que logre contestar, un golpeteo en la puerta principal me interrumpe. Já, qué veloz eres, Park Jimin. Ya de pie junto al escritorio, me encamino hacia el pequeño recibidor a pasos cortos.
—También te quiero, adiós. Tengo que abrir, seguramente el señor Lee quiere ayuda con su puerta otra vez.
Escucho de nuevo su risilla y luego un "nos vemos", antes de que la llamada se corte y el zumbido característico del silencio vuelva a adueñarse de la habitación. Mismo que se vio suplantado apenas unos segundos después, por otro par de toques en la puerta.
Aún sigo conmocionado por la noticia de Jimin-ssi. ¿Una grieta en la realidad? Mientras reflexiono al respecto, atravieso el pasillo de la sala al recibidor, sin apartar la vista del pequeño celular preso en mi mano. Tomo la manija con la izquierda sin ver por la mirilla, pues realmente la única persona que toca a mi puerta, además de Park Jimin, es el señor Lee, mi vecino desde que me mudé al apartamento hace tres años, a mano de mi difunto novio.
Su pérdida me había ocasionado un revuelo y descontrol en mi estabilidad emocional, pues fue muy tarde cuando comprendí que dependía totalmente de él. Fue tanto el cariño que seguía sintiendo por él a pesar de su ausencia, que estuve a punto de mudarme a otro edificio. Aunque no pude hacerlo, me arrepentí a último momento. Después de todo, éste era nuestro hogar, la cueva de recuerdos que serían suficientes para limpiar mis lágrimas. No pude deshacerme tan fácilmente de él, y elegí quedarme viviendo en los recuerdos apreciados.
Quizá es por eso que la noche me conmueve; me recuerda al color de sus ojos cuando solían adorarme.
Ahora, a dos semanas del segundo aniversario de su fallecimiento, no he logrado recuperarme del todo. Por las noches, cuando la pesadumbre y el silencio me consumen, aún lloro desconsolado esperando en secreto sus hombros que me sostengan, que me concedan el permiso de llorar un instante en ellos. Y la angustia aumenta al reconocer lo solitario que me encuentro, con nada más que su lado de la cama tan frío como el primer día que se fue.
Gracias a Jimin, a mi trabajo y mis estudios en el arte, he ido sobrepasándolo poco a poco, agradecido de no tener tanto tiempo libre para no vivir sobrepensando. Aunque el proceso de sanación no es menos duro conforme pasa el tiempo, algunos días aún me siento en medio de la recámara imaginándolo bailar etéreo de un lado a otro, con el cabello húmedo y calzando nada más que calcetines. Sigo trabajando en ello.
Es tarde cuando me doy cuenta de que me he quedado plantado frente a la puerta, con otro par de golpes aclamando por mi atención. Esta vez un poco más desesperados que antes, por lo que consigo salir de mi ensimismamiento para ayudar cuanto antes al señor Lee con sus usuales problemas de vista que no le dejan insertar correctamente la llave en la cerradura. Entonces giro la manija y me hago a un lado, dejando pasar la puerta por delante de mí. Cabizbajo aún en el aparatito apretujado en mi mano, esperando encontrar del otro lado el rostro arrugado de mi vecino.
—Buenas noches —saludo sin verlo—, lamento la tardanza. ¿Necesita que le ayude?
—Taehyunguie.
Y el resto de mi voz se queda atorado en mi garganta al escuchar su voz. Esa inolvidable voz que continúa en mi mente cada día y que vivo con el temor constante a olvidar.
Levanto la vista sin planearlo, un acto reflejo deseando que no sea producto de mi desdichada mente. No lo es, lo sé porque esos ojos tan brillantes y vivaces no pueden ser creados por una alucinación; no cuando me transmiten lo mismo que yo siento en este momento.
Sorpresa de volverlo a ver, cuando se suponía que debería estar a diez metros bajo tierra. Y miedo, de que me esté volviendo un demente capaz de recrear a la perfección cada uno de sus rasgos, cada detalle de su expresión anonadada.
—Jungkook...
Me veo incapaz de moverme, de procesar su imagen tan real justo debajo de mi umbral... de articular una palabra coherente que no se trate de su nombre.
Él sí es capaz de moverse. Y cuando sus brazos me rodean la cintura y su cara se esconde en mi cuello, es entonces que comprendo que realmente estoy abrazando a mi novio fallecido. Porque mi mente no podría imitar su fragancia, sus lágrimas ni la vibración de su toque en mi piel con tanta exactitud. No me importa nada más, simplemente aprovechar éste momento por más efímero que sea. Si dura tres segundos, tres segundos deseo abrazarlo.
Pronto compartimos lágrimas, yo siendo incapaz de tolerar aspirar esa fragancia sueva que creía olvidada en el rincón más preciado de mi mente y corazón. Sus pestañas aletean en mi cuello y me siento frágil, tan frágil como el mismo día que desperté en el hospital con la noticia de que mi novio no tuvo tanta suerte como yo en el accidente.
—Estás aquí —murmura cerca de mi oído, moqueando.
—¿Cómo es que... ? ¿Por qué estás... ? ¿No deberías...?
—Shh, mi amor —vuelve a hablar, ésta vez desescondiéndose de mi cuello para verme a la cara, sin hacer el amague de intentar soltarme.
Luce igual que hace dos años, exactamente igual. Sus facciones siguen siendo las de mi Jungkookie, pero se le ve más maduro. Y un poco más desgastado, con ojeras grandes resaltando más que sus propios ojos negros y gesto cansado; como si la post vida le hubiera dejado mucho estrés. Mis dedos buscan delinear la textura de sus mejillas sin poder evitarlo; la de sus cejas, su nariz, sus labios y sus lunares, notando a sus párpados cerrarse ante mi sutil toque. Su piel es cálida, suave, y distingo incluso un par de granitos en uno de sus pómulos y debajo de la nariz.
Sonrío al confirmar la veracidad de su presencia, no pudiendo contenerme de besar la punta de su nariz con mis labios húmedos por las lágrimas. Ni siquiera me importa si parezco un atrevido. Apoyo su frente en la suya con los párpados cerrados, buscando en secreto su mano hasta entrecerrar nuestros dedos. Y la sensación de tenerlo entre mis brazos es tan mágica que lagrimeo más, consciente de su respiración acelerada en mi mentón.
𝐇ome
—¿Cómo es que estás aquí? —pregunto entonces, en un murmullo que temo pronunciar más alto.
—Te explicaré con calma —contesta de la misma forma, antes de lanzar una risita que agradece mi pesado corazón—, pero agradecería que me dejaras pasar primero.
—Oh, adelante.
Nos separamos un poco, sólo lo suficiente, para alejarnos del umbral de nuestra puerta y entrar al apartamento. Nuestros cuerpos siguen abrazados, sin intención de alejarse pronto, después de todo el espacio personal nunca existió entre nosotros. En el fondo, sigo temiendo que desaparezca si lo suelto.
Nos guio hasta quedar frente a frente en el sofá de terciopelo, nuestras rodillas juntas. Así como quedamos, no hay manera de que no pueda continuar apreciando toda la extensión de su rostro, deteniéndome en puntos inespecíficos, simplemente disfrutando del recuerdo vívido de su expresión. Sigue siendo tan precioso como en mis recuerdos.
—Estás más lindo que en mis fotografías —dice, y me sorprende la sincronización de nuestros pensamientos.
Sonrío de nuevo, besando tímidamente su mejilla y recargándome en su hombro con los ojos cerrados. Él me abraza por la cintura y una racha de besos en mi rostro no tarda en aparecer. Besa mi frente, el puente de mi nariz, mis párpados, mis mejillas y las comisuras de mis labios, y yo me encuentro a mí mismo contando cada uno de los besos que deposita con tanta delicadeza, como si estuviera tratando con una rosa enferma.
—¿Qué ocurrió? —insisto luego de un rato en silencio. No es como si me molestara que esté aquí, pero quiero entender cómo es que está aquí y asegurarme que no es un sueño. Aunque una alternativa más viable aparece en mi mente, me incorporo sobre el sofá para verlo con ojos grandes—. Jungkook, ¿acaso ya estoy muerto?
De inmediato él lanza una jovial carcajada que resuena hasta mi pecho, tomando mi mano con delicadeza para volver a halarme encima suyo. Me abraza en su pecho y me aprisiona con cariño entre la esquina del sofá, besándome el rostro una vez más.
—Te extrañé tantísimo, Taehyung —comenta entre beso y beso, riendo sobre mi frente. Luego se queda quieto, con la respiración ya más calmada. Siento sus párpados cerrados y el movimiento veloz de sus pupilas en la piel de mi mejilla izquierda—. Sé que esto es tan extraño para ti, porque también lo es para mí. Pero, básicamente, vengo de... otra realidad.
—¿Qué?
Me abraza, quizá queriéndose asegurar de que no vaya a irme. Pero después de lo que contó Minnie a medias, ya puedo empezar a entenderlo. O al menos, no tomarlo como una absoluta ocurrencia.
—¿Escuchaste algo sobre eso? —inquiere con precaución, mirándome con ojos suplicantes.
—Algo, sí....
Él acaricia mi cabeza y esconde la mitad de su rostro entre mi cabello. Yo jugueteo con su nuca, trazando figuritas indescifrables en su piel tibia como un vago intento de tranquilizarlo y animarlo a continuar su historia.
—Vengo de... una línea paralela distinta a la tuya. Y ahí, quien murió fuiste tú.
Apenas escucharlo mis dedos se detienen. Él percibe ese cambio en seguida, porque me abraza con más fuerza, sus brazos sujetando todo mi cuerpo, y esconde su cara entera entre el sofá y mi nuca. Con el cambio de su fuerza puedo notar que su fisionomía es diferente ahora, es probable que estado entrenando para crecer sus músculos desde que ya no estuve. A pesar de que no puedo verlo, las ligeras sacudidas de su cuerpo me indican que está llorando de nuevo.
—Shh, tranquilo, mi bebé —murmuro, no sé donde está su oído pero espero que me haya escuchado con claridad. Beso su cuero cabelludo y continuar mis caricias en su espalda—. ¿Cómo fue?
—En un accidente de carretera, el 25 de octubre del 2003. Veníamos de regreso de nuestro viaje a Busan, tú insististe en que debíamos regresar un domingo, pero no te hice caso y partimos el sábado en la noche —sorbe por la nariz y puedo imaginar sus ojitos y mejillas enrojecidas—. Un auto chocó con nosotros y... y luego, ya no existías más. Tuviste una muerte rápida.
Después el clásico silencio se adueña del ambiente, siendo interrumpido nada más por los sollozos entrecortados provenientes del azabache; pero este tipo de silencio, a diferencia del que me acompañó durante dos años, no se sentía tan crudo ahora. Quizá porque ésta vez no tenía que temerle.
—Es lo único que me consuela —masculla luego de un momento—, que no sufriste al morir.
Siento escalofríos, porque sigue pareciendo tan sublime hablar sobre mi muerte con alguien que también está muerto.
—Tú, aquí, moriste el veintiséis de octubre del mismo año —digo entonces, para rematar con lo subliminal de la noche—. El domingo. Chocamos contra un tráiler que transportaba un lote de leche a Busan. Y siempre me sentí culpable porque yo insistí en salir el domingo simplemente porque quería dormir cómodo.
Al escuchar mi voz temblorosa, Jungkook saca el rosto de mi cuello y me observa con los ojos rojos con un rastro de lágrimas por las mejillas. Pese a eso, me sonríe. Me siento mejor de volver a ver esa sonrisa suya que tanto me remordía entre sueños.
—Eso debió pasar. Tú debiste sobrevivir, no yo.
Me apresuro a negar, sintiendo mi cabeza marearse de tan rápido que es el movimiento.
—En eso te equivocas. Tú sí merecías seguir viviendo.
Él también niega, besándome la mejilla y respirando en la misma zona.
—Estos dos años viví con la culpa de no hacerte caso y salir de noche. No fue muy inteligente de mi parte. Y ni siquiera pudiste dormir cómodo esa noche.
—Ah, pero qué buen descanso tuve después, ¿cierto?
Lanza otra de esas carcajadas que había extrañado, haciendo entrecerrar sus ojitos brillantes y ensanchando su sonrisa lo más que sus mejillas se lo permitían. Estuve tan embelesado observándolo que no noté con exactitud el momento en que levantó la mitad de su cuerpo que había dejado sobre mí y se sentaba sobre sus rodillas en el sofá, halándome de un tirón nuevamente hacia él. Nuestros rostros quedaron tan cerca que no pude resistir el impulso de buscar sus labios rosados, tan lindos como cuando me visitaban en sueños. Él lo notó, por supuesto, porque no tardó en imitarme. Luego de un silencio insignificante y cómodo, murmuró tímido.
—Taehyung, ¿puedo besarte?
Ni siquiera hacía falta que me preguntara, así como tampoco lo hacía que respondiera. Aún así, me di el lujo de fingir que lo pensaba un instante antes de sonreír y colisionarme con él, sumiéndonos en el principio de la galaxia que habíamos dejado a medio crear antes de nuestras respectivas muertes.
Sus labios supieron a sal, a la emblemática cereza de su bálsamo favorito y a hogar.
Y volví a llorar sin darme cuenta, al recordar inconscientemente lo mucho que lo había extrañado y necesitado para mi bienestar. Se lo hago saber cuando profundizo el beso, entreabriendo la boca para él mientras mis manos se adueñan de en sus mejillas ardientes y sus fuertes brazos de mi cintura. Permanecemos besándonos un rato más, que parece eterno, antes de desahuciarnos de oxígeno en los pulmones. Nos sonreímos tímidos desde nuestros lugares, como el par de adolescentes enamorados que nunca dejamos de ser. Y luego se vuelve a refugiar en mi cuello, abrazándome más hacia él hasta obligarme a subirme encima suya.
—Jungkook, nunca dejé de amarte —confieso, sin poder contenerlo más.
—Yo tampoco lo he hecho —susurra, pero puedo escucharlo perfecto gracias al silencio imperdurable de la sala—. Te amé y te amaré cada segundo que siga respirando. Incluso cuando deje de hacerlo. Te aseguro que incluso ese Jungkook bajo tierra te sigue amando tan fuerte como el primer día.
Ya ni intento contener mi llanto, y lo lamento por su abrigo que quedará húmedo gracias a mis sales. Pero seguramente él lo apreciará.
Pasamos otro rato en silencio, simplemente inhalando al otro y meciéndonos en la misma posición, hasta que un nuevo golpeteo surge de la puerta y Jungkook gruñe. Sonrío, dejando un amoroso beso entre las hebras negras de su cabeza mientras hago el amague de levantarme, mas él evita que me mueva un centímetro.
—Koook —alargo ameno, intentando escapar fallidamente por segunda vez—. Tengo que abrir.
—Si me dices a quién esperas, podría considerarlo.
—Es Jimin. ¿Lo conoces?
Se incorpora apenas escucha el nombre de mi mejor amigo salir de mi boca, mirándome con el entrecejo fruncido. Me siento bendecido por tener el privilegio de volver a presenciar esos pequeñitos y preciosos detalles otra vez, tanto que tuve que usar mi fuerza de voluntar para no besar esas arrugitas en su frente.
—¿Park Jimin?
—Sí. ¿Qué pasa con él? —asiento con inquietud, temoroso por el significado de la amargura en su gesto.
—No he hablado con él desde tu... tu funeral.
—¿Por qué?
—Jimin... No quiso saber nada de mí después. Supongo que de alguna forma, me creía culpable de tu muerte. Se deprimió tanto que alejó a todos sus conocidos, incluyéndome. Y no he sabido nada de él desde entonces.
Mi garganta se cierra conforme va hablando. ¿Jiminie se pondría tan mal si yo ya no estuviera? De tan sólo pensar en ese Park Jimin de otra realidad completamente desamparado sin mí, me ardían los ojos de tristeza.
—Él no haría eso —murmuro cabizbajo, sin estar convencido.
—Lo hizo.
La misma melodía molesta interrumpe nuestra conversación. No había recordaba la existencia de mi celular, arrumbado en la alfombra junto al sofá, hasta ahora. Volteo a ver a Kookie, asegurándome de usar mi puchero más tierno, en el que decida dejarme un momento. No es que me guste, sigo temiendo que se vaya si cierro los ojos, pero tampoco puedo dejar a Minnie esperando afuera. Menos cuando hace unos minutos estaba tan angustiado.
Mi plan funciona, porque me libera de su abrazo y al fin puedo bajar de sus piernas, escurriéndome fuera del sofá antes de que se arrepienta. Me aseguro de dejar nuestras manos entrelazadas cuando atiendo la llamada.
—¿Minnie?
—Estoy afuera, Tae —canturrea, sonando indiscutiblemente más animado que hace un rato—. ¿Estás despierto?
Eso me alegra, así puede tomar un poco más calmado la noticia de que, bueno, su segundo mejor amigo cruzó esa misma fisura que presenció desde su ventana.
—Estoy despierto, sí —respondo, halando un poco el brazo de Kook para obligarle a seguirme hasta la puerta. No pienso perderle de vista ni un segundo. Me mira con gesto preocupado, pero finalmente accede—. Ya te abro. Pero... hay algo que debo decirte antes. Es sobre esa grieta que mencionaste antes.
—¿Qué es, mencionaron algo en televisión? ¿Y dónde estás? Sólo ven a abrirme la puerta, por favor, tengo frío aquí afuera.
Bufo, decidiendo que no hay una forma casual de decir esto a menos que lo vea con sus propios ojos. Cuelgo y guardo el escarabajo blanco en algún bolsillo de mi pijama, volteando a ver a mi... A Jungkook. Está nervioso, es fácil deducirlo por cómo se muerde el labio y evita mi mirada. Intento reconfortarlo dándole un fugaz beso en la pequeña y apenas perceptible herida que dejaron sus dientes.
—Este Jimin-ssi no te dejará de lado, Kook-ah. Él te ama tanto como yo —analizo mis palabras luego de decirlas, frunciendo el ceño—. Bueno, menos que yo, pero aún así es tu mejor amigo. Vamos a visitarte cada semana al cementerio, se pondrá feliz al verte.
No responde, pero no hace falta que lo haga, simplemente asiente y afianza el agarre entre nuestros dedos pegados. Me roba un rápido beso que me transmite confianza antes de quitar el seguro de la manija y abrir la puerta, donde al otro lado hay un Park Jimin pelinegro, cabizbajo, que luce aún más pequeño temblando dentro de ese abrigo verde militar.
Apenas escucha la puerta abrirse me dedica una sonrisa alegre.
—¡Taehyungie! —exclama, adentrándose en el apartamento y dirigiéndose al sofá rojizo sin ver atrás—. Brr... Hace más frío que en la tarde, te recomiendo no salir con un simple abrigo.
Deja su mochila en el sofá y finalmente se da la vuelta hacia nosotros, frotándose los brazos para mantenerse en calor. Pero se queda muy quieto al ver al muchacho azabache que le sonríe nervioso detrás de mí, ambos de pie delante de la puerta cerrada.
—E-es... Es Ju-Jungkook...
Oh Chim, luces como si estuvieras viendo un fantasma. Es lo que planeo decir para aligerar la situación, pero no puedo ni abrir mi boca cuando el cuerpo de mi amigo se desploma de espaldas directo al suelo.
Y corremos de inmediato a socorrerlo. Él no reacciona, su respiración sigue tan lenta como cuando duerme... Se ha desmayado.
𝐂haos
—¿Seguro que está bien? —pregunto por décima vez, preocupado por el pelinegro inconsciente recostado en el sofá.
—Lo está, bebé, ya estaba bastante alterado desde que vio la fisura. Simplemente no pudo con tanto.
Asiento, intentando disimular mis mejillas rojas por la forma en que me llamó. Bebé. Nadie me ha dicho así desde él. Tampoco es como si lo deseara, pues solamente él tenía esa forma de pronunciar cuatro letras con tanto cariño que nadie podría comparársele jamás. De igual manera, no necesitaba ser el bebé de alguien más.
Me siento en una silla del comedor, a dos metros del sofá donde recostamos a Jimin, queriendo resguardar esa calidez que se ha instalado en mi pecho. Pues, viendo a Taehyung merodear por la sala cerciorándose de que no haya desorden, no puedo evitar sentirlo como mi hogar. Aquel que ya me había resignado a no volver a tener de nuevo. Saber que estoy otra vez junto al amor de mi vida es una sensación extraña, pero tan placentera. Y sin duda, embriagante.
Taehyung parece sentir mi mirada indisimulada luego de un rato, ya que alza la vista del sofá y cuando nuestros ojos chocan me sonríe, reluciendo más que todas las estrellas juntas en el cielo. No comprendo su admiración a ellas cuando no se le comparan mínimamente a él mismo.
Me acompaña en la mesa, sentándose justo a mi lado, y vuelve a tomar nuestras manos en un confianzudo gesto que, en realidad, no me molesta en absoluto. Sus dientes sobresalen detrás de su sonrisa y sus ojos siguen brillando debajo de una lámpara que no está en mi realidad. Reparando apenas en ella, no puedo evitar comparar el resto del apartamento con el mío, pues a pesar de ser la misma ubicación, hay algunos detalles evidentes que destacan fácilmente en mi lista de cambios.
Para empezar, el color de las paredes es el que teníamos antes, no las ha retocado desde que su Jungkook se fue, pero yo las había tapizado de verde meses después de que mi Taehyung no estuvo. Esparcidos entre las tres paredes de su sala, están los mismos cuadros que yo también tengo colgados a medio pintar. Los suyos claramente debieron estar listos hace tiempo. Y no están aquellas tantas fotografías suyas que yo mismo tomé y que me aseguré de enmarcar en los cuadros más preciosos y coloridos. Yo conservé algunos muebles que aquí ya no están, y también al contrario. Es un cambio sin duda extraño, pero se siente exactamente la misma aura de hogar, de nuestro hogar, aún cuando hubo cambios no solicitados. Ahora sé que él hubiera deseado conservar ese horrible y viejo sofá rojo, y él hubiera sabido que yo habría pedido un cambio de pintura un tiempo después.
Cuando vuelvo la atención hacia el rubio, descubro la adoración desprendiendo de las pupilas acristaladas, y no me resisto a buscar su mano por debajo de la mesa para entrelazar nuevamente nuestros dedos. Un acto tan cotidiano para cualquiera, pero para ambos era mejor incluso que el paraíso que muchos anhelaban. Me reclino hacia él hasta dejar mi frente recargada en su hombro. Extrañaba esto, no puede dejar de repetir mi mente, ya descompuesta por su presencia tan vibrante.
—No me dijiste cómo llegaste aquí —masculla ahogado en mi cabello. Frunzo el ceño, aún sin querer levantarme.
—Si te dije, por la fisura...
—No, eso ya lo sé —ríe ahogado—. Me refiero a ¿cómo supiste en dónde buscarme? ¿y cómo sabías que tú aquí estabas muerto? Tengo esa duda, ¿acaso cuando cruzaste a esta línea te interfirieron los acontecimientos de esta nueva realidad?
—Nada de eso. Cuando crucé la fisura no sentí nada diferente, fue como si hubiera dado un simple paso común. Aunque sí debo admitir que cuando se cerró la grieta y supe que me había quedado encerrado aquí, tuve el instinto de correr.
—¿Correr? —repite, intrigado por mi historia. Suelto una risilla sin poder evitando, alzando al fin la cabeza para verlo y robarle un castro beso en los labios, asimismo robándole una tierna sonrisa tímida.
—Sí, correr —digo, acariciando su mejilla izquierda con mi pulgar—. Apenas vi a los policías acercarse, supe que tenía que irme. Y luego de varios minutos fue cuando me di cuenta de la ruta que seguí inconscientemente era al cementerio. No estaba seguro de que un Kim Taehyung estuviera ahí. De hecho ni siquiera sabía si nosotros existíamos aquí, pero tenía que intentar.
—Y te encontraste con tu propia tumba.
—Suena más espeluznante ahora que lo digo en voz alta.
Asiente leve, concordando conmigo. Luego cambia el curso de la conversación, demasiado entregado a mi versión para detener sus preguntas.
—En tu realidad, ¿también vivíamos en este mismo apartamento?
—Si, por eso supe adónde ir. Si no estabas aquí, hubiera recorrido la ciudad entera hasta encontrarte.
Me abraza, sin eliminar esa sonrisa satisfactoria de sus mejillas, rodeándome con sus fuertes brazos y besando mi frente, sin importarnos el espacio existente entre ambas sillas del comedor. Aunque la posición es algo incómoda, ni siquiera cruza por mi mente la posibilidad de quejarme por ello.
—¿Tú también conservaste el apartamento después del accidente?
Asiento en su pecho, con los ojos cerrados, disfrutando del latido de su corazón en mi mejilla.
—No podría deshacerme de él.
Una melodía irritante proveniente del algún lado de los bolsillos de mi abrigo nos sobresalta, cortando su respuesta antes de tener lugar en el mundo. Deslizo mi mano hasta el sitio que tanteo, refunfuñando por lo bajo, hasta extraer el aparatito negro, mi celular. Me sorprende descubrir que sigue funcionando. Sin soltar la mano de mi amor, me incorporo apenas un poco en la silla pidiéndole disculpas con la mirada, antes de responder la llamada de mi único contacto registrado.
—Hoseok hyung —digo en saludo, sonriendo para sus oídos.
—Jungkook-ah, ¿se puede saber dónde carajo estás? —Suena molesto, puedo imaginarlo frunciendo el ceño y con los labios en una línea—. Vine a tu apartamento de sorpresa, pero yo me llevo la sorpresa al ver que no estás aquí. ¿Adónde fuiste, por qué sales de tu casa ahora que es tan peligroso estar afuera?
—¡Hyung! ¡No vas a creer todo lo que he pasado! —exclamo, ignorando toda la parlotearía que ha salido de su boca—. Ni siquiera estoy seguro de cómo estoy hablando contigo ahora.
—¿Estás bien ahora?
—¡Más que bien! Yo... ¿Cómo te explico? —Me muerdo el labio inferior, volteando a ver al precioso chico rubio a mi lado. Aún tomando su mano, vuelvo a pedirle disculpas porque quiero explicarle todo a mi hyung sin que Taehyung crea que soy un intenso—. Voy a la azotea —le murmuro, pero él niega titubeante.
—No te quiero perder de vista, por favor.
Y si me mira con esos ojos pidiendo tan educado, no hay nada que no pueda hacer por él.
—Uhm, iré a la cocina. No me esconderé de ti ¿de acuerdo?
Él asiente, visiblemente un poco menos tenso, y suelta mi mano. El vacío de éstas me duele, aunque sea yo quien lo ha pedido. Cruzo el corto pasillo al comedor y finalmente regreso el celular cerca de mi oído, buscando a Taehyung a través del hueco de la cocina, quien me saluda con una mano, aunque todavía se le note ansioso. Decido terminar la llamada cuanto antes para volver lo más pronto con él.
—¿Hyung?
—¿Con quién estás? —inquiere con tanta confusión que me resulta cómico.
—Ahora te explico, pero dime, ¿te enteraste de la fisura que se abrió en la avenida principal?
—¡Cómo no me voy a enterar, Kook! Si todo el mundo está hablando de eso. Fue horrible, ¿no crees?
—Horrible, ¿qué exactamente?
—Yo estaba en casa, sabes que salgo más temprano que tú, así que no pude ver la fisura en presente. Pero me enteré que cuando cerró algunas personas quedaron atrapadas de ambas partes, ¿me explico? Los de nuestra realidad se quedaron allá y los de la otra se quedaron aquí —suspira, escuchándose preocupado—. Y dicen que una mujer que estaba en medio se partió a la mitad, pero eso no me lo creo. Como sea, ni siquiera tuvieron tiempo de procesar la situación cuando pasó lo otro. Pero estoy hablando de más, ¿qué me ibas a decir?
Sorprendido, yo sí que ni siquiera tuve tiempo de procesar nada de lo que me dijo. ¿Ocurrió algo peor que quedarse encerrado? Bueno, para mí realmente no fue nada malo, más bien fue como una bendición, pero no creo que los demás pensaran lo mismo. Sigo recordando sus expresiones aterradas y el cadáver de medio cuerpo de la chica cuando cierro los ojos.
—¿Qué fue lo que dices que pasó después de que cerrara la grieta? —continúo, escuchándole chasquear la lengua después.
—¿Al principio, me estabas preguntando si sabía para que te contara? —se burla, y logra sacarme otra risilla—. Los golpearon, Kook. Inmediatamente se cerrara, dicen que una horda de policías llegó; como si los hubieran estado esperando en silencio. Y los agarraron a golpes mientras intentaban alejar a toda la gente que seguía ahí. Pero aún así todos pudieron ver lo que les hacían. Los golpearon hasta hacerlos sangrar, algunos intentaron defenderlos pero la policía los estaban deteniendo como si fueran algo peligroso.
—¿Los golpearon?
—Uhum, y ni la policía ni el gobierno ha pronunciado nada desde entonces. No creo que lo hagan, la verdad. Todo lo que yo me enteré ha sido por secreto a voces de la ciudad.
—¿Y qué ocurrió con los atrapados?
—No lo sé, Kook. Nadie sabe nada hasta ahora.
—Crees que... ¿los mataron?
—No tengo idea. Pero si los golpearon tanto como dicen, no creo que haya sido una bienvenida.
Mierda. ¿Habrá ocurrido lo mismo aquí?, ¿por eso tuve el instinto de huir apenas tuve oportunidad?
—Pero ¿dónde estás, Kook? ¿Ya piensas decirme? —insiste.
—Crucé la fisura, hyung.
—¿Que tú qué?
De repente me siento más nervioso que antes. —Umh, si. Cuando venía del trabajo, vi a mucha gente aglomerada y ya sabes, tenía que ir a ver. Me encontré la enorme fisura y la salté.
—La saltaste... —repite, preocupado.
—Y se cerró.
—¡Jungkook-ah! ¿Estás atrapado allá?, ¿cómo es que estás bien, no los trataron así de mal como aquí?
—No lo sé, hyung. Escucha y deja de interrumpirme —cuando escucho su afirmación nasal, continúo—. Estoy con Taehyungie hyung.
—¡¿Qué?!
—¡La fisura era un portal a un universo paralelo, hyung! Y lo sé porque aquí quien murió en el accidente fui yo y no él. ¿Entiendes? Él está vivo, y estoy con él en nuestro apartamento. El mismo en el que estás tú, pero en otro espacio temporal.
Y por más que quiero escuchar su respuesta, una repentina interferencia me lo impide. Sólo alcanzo a escuchar murmullos a medias, entrecortados, sin formar una frase entendible. Hasta que se corta y luego ya no hay nada. Sin embargo, aún está su contacto registrado en mi lista.
Todavía un poco cohibido por la historia de mi hyung, regreso tenso a la mesa del comedor donde Taehyung espera por mí con una reconfortante sonrisa. Apenas me ve llegar, no tarda en halar mi brazo y arrastrarme de vuelta a la silla continua, envolviéndome en el castillo de sus brazos.
—¿Quién era? —pregunta, con un ápice de nerviosismo.
—Hobi hyung —sonrío—. Después de que Jimin se fue, conocí a Hoseok en mi nuevo trabajo. Y se quedó conmigo luego de saber lo del accidente, fue un gran consuelo.
Taehyung asiente, sonriendo triste. —¿Estás con él, en tu realidad?
—¿De qué hablas?
Se tarda un momento en contestar, pero siento su mano buscar la mía. No las entrelaza esta vez, se queda acariciando mi dedo anular derecho, ahí donde reside mi anillo de compromiso. Resurjo de su pecho a buscarlo, encontrándome con sus ojos y sonrisa tristes viendo fijamente el anillo de plata.
—Estás comprometido —murmura, más para él que para mí.
Frunciendo las cejas, es recién que reparo en el vacío de su dedo. Comprendo entonces sus palabras.
Vuelvo la atención al mío, encontrándolo más lindo y brillante que antes, y cuando me lo retiro siento el fantasma al instante. Luego de no quitármelo por dos años enteros, la sensación ausente es casi dolorosa. Observo esos detalles minuciosos en él, sintiendo la mirada aturdida de Taehyung sobre mí. Intercalo la vista entre el anillo y el muchacho rubio antes de entregárselo, pidiendo en silencio que lo vea de cerca; titubea, pero lo toma.
Al principio no parece entender nada, pero cuando se queda quieto y acerca el objeto a sus ojos, como queriendo cerciorarse de que no es una mala visión suya, entiendo que lo ha visto. "De aquí a las estrellas", transcrito en el interior de la alianza. La magnitud de nuestro amor proclamado. Cuando voltea a verme, me encuentro resistiéndome a besar esa boca entreabierta por la impresión.
—Estaba comprometido contigo —suelto.
Él, pasmado aún con el anillo entre sus dedos, balbucea apenas una pregunta. —¿Cuándo?
—En ese mismo viaje a Busan —cuento, ignorando su expresión aturdida—. Supongo que el Jungkook de esta realidad no fue tan rápido como yo.
Sonrío al verlo analizar el objeto con tanto cariño, pues no puedo evitar rememorar aquella vez en nuestra habitación en Busan, mientras yo salía de bañarme, cuando lo encontré embelesado por la simpleza del anillo, de la promesa que representaba y de su futuro.
—Es el tuyo —vuelvo a hablar, sintiendo la vista pesada—. En el funeral, antes de que bajaran el cajón bajo tierra, intercambié nuestros anillos. Así yo me quedaría con mi promesa intacta y tú te irías sabiendo que la cumpliría en otra vida.
—Junkook —solloza.
—No ha habido nadie más después de ti.
Y me besa, con la misma ternura y pasión que aquella tarde en la que nos comprometimos.
Permanecemos así un momento, ambos deseando volverlo eterno, meciéndonos suavemente en las sillas del comedor. Abrazados, no queriendo separarnos nunca más. Aún me sigue pareciendo una insania tenerlo de vuelta entre mis brazos, luego de haberme resignado tiempo atrás a la idea de reencontrarnos en nuestra próxima vida, donde nos buscaríamos hasta el fin del mundo para retomar nuestra historia de amor. Sin embargo, me resulta gratificante que no hizo falta un camino de tortuosas noches de vigilia para hacerlo. Para continuarnos.
Taehyung ha conservado el anillo, lo sigue aguardando en la palma de su mano como si fuera el más valioso tesoro del mundo, pero se vuelve extraño que para él no tenga el mismo significado que ha tenido para mí desde que lo recogí de la joyería, luego de esperar semanas por el resultado de mi personalización. Quizá, ahora, hacía falta deshacernos de él y conseguir otro que simbolice con exactitud lo mismo para ambos. Pedirle matrimonio por segunda vez.
Por supuesto que no ahora, que todavía seguimos un poco inquietos por las circunstancias.
Luego de unos minutos —o quizá horas, pues el tiempo no es nada a su lado— reconozco los quejidos adolecidos del pelinegro que no he visto desde hace dos años. Taehyung también lo escucha, porque se renueva su preocupación y tarda dos segundos en levantarse de golpe de la silla, halándome del brazo camino al sofá.
—¿Jiminie hyung? —habla mi chico, acuclillándose en el suelo sin soltar mi mano hasta quedar a la altura del nombrado, quien persiste con los párpados apretados y un gesto de cansancio.
—¿Tae? ¿Qué ocurrió? —cuestiona con voz ronca, masajeándose la frente.
—Te desmayaste, bobo.
—Tuve un sueño muy extraño —dice, incorporándose para quedar sentado. Veo su espalda frente a mí y no puedo evitar sentirme más nervioso al verlo consciente. Taehyung parece notarlo, porque apretuja mi mano en un gesto cariñoso—. Más bien, siento que todo el día de hoy ha sido un sueño bien cabrón.
—¡Minnie! —exclama el rubio, riendo. Y yo tampoco puedo contener esa risita que se escapa de mi garganta, pues al menos en mi realidad no era muy común escucharle un vocabulario soez. Menos frente a mi chico.
Jimin-ssi voltea de prisa al escuchar una tercera voz en la habitación. Y al encontrarse con mi rostro, su piel se vuelve a poner pálida, retrocediendo asustado lo más que puede en el sofá.
—¡Ta-Taehyung, un fantasma! —chilla señalándome, quizá ignorando la unión de nuestras manos.
—¡No es un fantasma, hyung! ¡Es Jungkookie!
—¡Es lo mismo!
Retrocedo un paso, inconscientemente, atrayendo la atención de un perturbado Taehyung.
—¡Lo estás asustado, Jiminie! —exclama él, apresurándose a volverme a abrazar. Él jadea indignado.
—¡¿Yo, asustarlo a él?!
Taehyung bufa, y yo no puedo contener otra risa ligera, contagiado por la cómica escena. Entonces camina hasta el pelinegro, que sigue refugiado en la esquina del sofá rojo, arrastrándome en el acto pues en ningún momento suelta mi mano. Ya de cerca, Jimin me inspecciona con ojos grandes, sorprendidos y ansiosos, con la pupilas café moviéndose veloces por todo mi rostro.
—Sé que es una locura, Jiminie —susurra Tae, ya más calmado. Jimin no despega su expresión pasmada de mí—, pero él es Jungkook.
Y el pelinegro por fin parece aceptarlo, pues se levanta del sofá y permanece de pie justo frente a mí, con los mismos centímetros más bajo que yo. Me resulta nostálgico el panorama, rememorando que la última vez que estuvimos así, él tenía lagrimas escurriéndole por las mejillas y un rostro tan enfadado como nunca antes lo había visto, acusándome sin escrúpulos de la muerte por la muerte del amor de mi vida. Me cuesta regresar al presente, luego de un rato en silencio.
—Pero, ¿cómo?
—Entró por la fisura que viste más temprano. Él... viene de una realidad alterna donde quien realmente murió en ese accidente, fui yo.
Jimin-ssi eleva una mano titubeante hasta mi rostro, hasta que su tacto cálido remplaza la palidez de mis mejillas. Por un momento temo que aquí, por algún motivo, también me odie y me rechace. Mis dientes castañean, pero cualquier miedo se vio disipada cuando me aprensa en un abrazo, tan hogareño como él mismo.
—Estás aquí, Kook —murmura, quizá siendo un resoplo de su mente—. Yo... creí que no volvería a verte. Te extrañé.
Es entonces que reparo en que no he pronunciado palabra alguna desde que ha despertado. Correspondiendo a su abrazo, aún con la mano de Taehyung entre la mía, también correspondo a sus palabras.
—También te extrañé, Jimin-ssi.
Me separa de golpe, con la confusión tiñéndole toda la cara, como un sonrojo apreciable.
—¿Por qué me extrañaste, acaso también morí?
Taehyung, riendo con suavidad, ignora la pregunta del chico y nos separa, con un ápice de celos en los ojos que me resulta tierno, guiándonos a los tres hasta el sofá. Me obliga a sentarme sobre sus piernas, obedezco en falsos refunfuños, pero mi mentira es vilmente descubierta cuando sonrío, sin poder evitarlo, al sentir sus fuertes brazos abrazarme por la cintura y apoyando su mentón en mi hombro. Jimin continúa con expresión consternada.
—¿Por que dices que me extrañas? —insiste.
—No moriste —respondo a su duda, riendo—. Más bien, yo morí para ti. Después del mentado accidente, me culpaste. Te deprimiste, te aislaste y me odiaste tanto, que me fue imposible acercarme a ti y terminé desistiendo con los meses.
—Yo no haría algo así —chasquea indignado.
—Lo hiciste.
Y supongo que no cree conveniente debatir conmigo, pues no dice más, a pesar de su ceño fruncido y la evidente molestia que se le pinta en el rostro. En cambio, parece tener en mente un mejor tema a discutir, porque no tarda en incorporarse en una posición que le hace ver más recatado, cruzando sus piernas, aunque todavía con ese gesto desconcertado.
—¿Pero cómo fue que llegaste aquí si los policías te... ? —y luego su expresión cambia a una más interesada, como si recién hubiera descubierto la respuesta a un gran acertijo luego de años intentando—. Tú eres el chico que están buscando.
—¿Que yo qué?
Y Jimin luce tan sorprendido como yo por mi respuesta. Taehyungie, a mi costado, mantiene su ceño fruncido con nerviosismo. Quiero besarle la nariz por lo confundido que se ve, pero no es un buen momento.
—¿No fue por eso que escapaste de los policías?
—No fue mi intención espacar de nadie —confieso tímido, bajando la mirada a los zapatos de Taehyung—. Recuerdo haber escuchado gritos detrás de mí cuando empecé a correr, pero no quise detenerme y seguí corriendo hasta que descrubrí que me dirigía al cementerio. Y luego, al ver mi propio nombre en la tumba con ese epitafio, deduje que Taehyunguie estaría vivo. Por eso vine a buscarlo.
—¿Qué fue lo que pasó allá, Minnie? —pregunta Tae, notando que el cuerpo tenso del pelinegro—. En la llamada, dijiste que aquello que viste te dejó aterrado, ¿qué ocurrió?
El pelinegro se mece en su sitio antes de responder, evitando a propósito el contacto visual.
—Llegó una horda de policías apenas se cerró la fisura, fue como si tuvieran una orden que actuar porque se dividieron al acercarse a la multitud, unos intentaron dispersar a la gente, entre ellos a mí, pero aún así pudimos ver perfectamente como la otra mitad partía directo a golpear a las personas de la otra realidad. Eran tres hombres y una mujer... y el cadáver partido en el suelo.
—¿Cadáver? —exclama Taehyung, volteando a verme horrorizado.
—Una mujer de la realidad estaba jugando en medio de la fisura cuando cerró.
ÉL asiente, perturbado, abrazando un poquito más mi cintura.
—Y los golpearon hasta hacerlos sangrar —continúa el pelinegro al ver que le veíamos expectantes—. Tenían los rostros desfigurados, llenos de sangre, no les tuvieron mínima piedad. Luego los subieron a una patrulla y se los llevaron...
Taehyung gime de sorpresa. —¿Por qué?
—¡No lo sabemos! Ellos ya estaban lo bastante aterrados al verse atrapados aquí...
—Logré hablar con mi mejor amigo de mi realidad —digo, algo temeroso por continuar—, y me contó que allá sucedió exactamente lo mismo... No sé cómo se enteraron de lo que estaba por pasar, pero su objetivo era no dejarnos disolvernos apenas se cerrara la fisura.
—¿Crees que haya sido planeado? —jadea Jimin-ssi.
—No lo sé... Pero, al menos la parte de la bienvenida, sí lo fue.
—¡¿Y dices que lo están buscando?! —exclama Taehyungie temoroso.
—Si. Es decir, ¡no a él! Sólo estaban seguros de haber visto que alguien más salió corriendo, alguien alto y de cabello negro, pero por más que intentaron seguirlo, no lo alcanzaron.
—¿Tan rápido soy?
—Basta, Kook, no es momento de bromas —refunfuña el rubio, con su puchero encima de mi hombro—. ¿Q-qué voy a hacer si te atrapan? Acabo de recuperarte, no quiero volver a perderte.
Volteo a verlo, clavando mis ojos en sus iris almendras, tan cerquita de mi cara, que no hacían más que transmitirme temor. Era tan lindo, dando por hecho que me quedaría aquí con él. Porque realmente, incluso aunque hubiera una manera de regresarme a mi realidad, prefiero quedarme en ésta que parece un sueño de nunca acabar.
Él, con su lado tan protector a flote que seguía apretujándome con fuerza entre sus brazos, era mi lugar seguro. No quería apartarme de él nunca más, aunque la condición sea renunciar a todo lo que conocía en mi vida pasada. Aunque tenga que, prácticamente, comenzar una nueva vida desde cero. Pero con Taehyung a mi lado, me conformaría con las mínimas cosas.
—Voy a protegerte —murmura mi chico, en un murmuro tan bajo que se asemeja al secreto que se cuenta entre lo oscuro del bosque—, aunque tenga que enfrentarme al mismo universo.
𝐏aradaise
Sujeto la cintura de Taehyung, sin querer alejarlo ni un milímetro de mi cuerpo, mientras continúo besándole la cara una y otra vez. Las risitas que suelta me causan cosquillas en el estómago. Me detengo un instante, uno muy pequeño, sólo para apreciar la imagen tan maravillosa que es con sus mejillas sonrojadas, las comisuras de sus labios sin dejar de sonreír y la nariz arrugada. Lo mezo cono un bebé, mi bebé.
—¿Hoy ya te dije que te amo? —susurro, cerca de sus labios. Él cierra sus párpados al sentir mi respiración tan cerca.
—Unas cincuenta veces.
—Pues te lo diré cincuenta y uno —Beso el lunar de su nariz, asegurándome de que sea tan delicado como besar un girasol.
—Ustedes siguen siendo exactamente los mismos empalagosos que eran hace dos años —reniega Jimin desde el otro lado de la mesa, sin despegar el tenedor de su pasta italiana. Pero, a pesar de la supuesta molestia, no distingo otra cosa en su voz que no sea alegría pura.
Aunque quiera verse como el chico indiferente, sé que está tan feliz como nosotros por habernos reencontrado. Si no, no se hubiera ofrecido a venir con nosotros. Ese papel de incómodo no le sienta en absoluto.
O, bueno, quizá se debe porque hemos empezado a besuquearnos y mimarnos en medio del comedor del tren, habiendo perdido la noción del espacio-tiempo por varios minutos. No puede culparnos, luego de creer que no volveríamos a estar juntos en esta vida, ya no queremos separarnos ni para ir al baño. Somos un par de chicles que se adhirieron a sí mismos desde que se encontraron.
Además, nunca fuimos tímidos para adorarnos frente a la presencia de Park Jimin. Literalmente, debería estar acostumbrado.
Permito que Taehyung baje de mi regazo y se plante en el asiento contrario, sin despegar mi brazo de su cadera y acercándolo tanto como puedo hasta que nuestros muslos chocan. El tono rojizo sigue decorando sus mejillas y labios, y no puedo evitar pensar lo bien que él combina con el color rojo, casi como si hubiese sido creado especialmente para su uso personal.
—Y tú sigues siendo la tercera rueda que nunca se calla, Jiminie.
Y estoy demasiado ocupado embelesado con su perfil para ver la reacción del pelinegro coliche, pero incluso así puedo imaginarlo golpeando la mesa con el tenedor, pues así me lo hace saber su jadeo de indignación, tan fuerte que creo que se ha robado el oxígeno de medio vagón.
—Kim Taehyung, aún estoy a tiempo de bajar del estúpido tren.
—Salte, Minnie, regresarías corriendo a mí a los dos días —acusa, plantando sus codos en la superficie de la mesa, junto a nuestros platos vacíos.
—¿Por qué esto suena como una pelea de pareja? —interrumpo, a lo que ambos lanzan una carcajada sincronizada.
—Tranquilo, tigre. No pienso robarme a tu Julieta.
—¿Julieta? —inquiere Taehyung, en un fingido tono ofendido.
—Sí, como Romeo y Julieta. Porque ya saben, ambos se amaban y ambos murieron. Como ustedes.
—¡Dios, Jimin! ¿Por qué mejor no te quedaste en Seúl?
Yo, contrario a Taehyung, me lanzo a reír. No llevábamos ni veinticuatro horas juntos, pero ya me había dado cuenta de lo mucho que había extrañado la compañía con Jiminie. Después de todo él era mi mejor amigo, la segunda persona más importante en mi vida, después de Taehyung. Haberme alejado de él rompió mi corazón tanto como haber perdido a mi novio.
Todo fue tan rápido que ni siquiera pude procesarlo, simplemente me acostumbré a la repentina soledad a la que me vi expuesto, luego de haber estado día y noche sujeto a sus usuales peleas sin sentido y apodos cariñosos. De no haber sido por Hoseok hyung, quien apareció en el peor momento de mi vida, no sé qué habría sido de mí ahora.
Y ahora, me sentía mal de saber que yo lo había dejado solo.
Aún escuchando su pelea de fondo, registro en el fondo de los bolsillos de mi abrigo hasta encontrar mi celular. El número de Hobi sigue registrado en la lista de contactos, siendo la única casilla en la agenda. Son las 9:48 A.M. cuando intento llamarle, llevando el aparatito a mi oído para intentar captar cualquier ruido que provenga de la otra línea.
Cuatro timbres. Cuando pienso que la llamada no entró al otro universo, o que quizá sigue roncando como oso, escucho su voz, tan cantarina como siempre.
—¡Jungkook-ah!
—¡Hobi hyung!
—¡Creí que no volvería a escucharte! —exclama, escuchándose agitado. Genuinamente emocionado—. Tu contacto desapareció de mi celular e intenté llamarte por el teléfono fijo, pero marcaba como un número inexistente. Sólo quería saber que estuvieras bien...
Sonrío, notando que ambos acompañantes han interrumpido su discusión para mirarme intrigado. Alejo el teléfono de mi rostro, en un ágil movimiento, y lo coloco en el centro de la mesa luego de activar el altavoz.
—Lo estoy, hyung. Estoy en casa ahora.
—Estás con Taehyung —dice, como si quisiera asegurarse en voz alta.
—No sólo con él, hyung, ¡también con Jiminie hyung! ¿Lo recuerdas? Aquí no se separó de Taehyung.
—¿De verdad? Es increíble, significa que Taehyung-ssi no pasó por el duelo solo —Sorbe por la nariz, escuchándose distraído—. Aunque me sigue cayendo mal por dejarte solo.
—¡Yo no dejaría solo a Jungkookie! —gruñe el pelinegro.
—¡Hyunf! —le reprende mi chico.
—Oh, ¿están ahí contigo, ahora?
—Están escuchando, hyung. ¡Di hola!
—Hola...
No puedo evitar reír. —Es la primera vez que te escucho nervioso.
—Bueno lo siento, en realidad lo estoy —le escucho sonreír, antes de volver a sorber aire por la nariz—. Pero estoy feliz de que estés feliz ahora, Kook. Es decir, te escuchas más de lo que alguna vez te escuché. Y, uhm, sólo espero que seas igual de feliz de ahora en adelante.
—Lo estaré —digo, buscando la mano de mi chico por debajo de la mesa. Él no tarda en volver a enrojecer. Tan tierno.
Jimin-ssi bufa, inclinándose al móvil con una expresión disgustada. —Okey, sé que no puedes verlos, pero justo ahora se están viendo con tanto amor que me deprimo de recordar que estoy más solo que una cucaracha.
Hobi hyung ríe. —Me encantaría verlos.
—Oh, créeme que no —insiste.
—¿Taehyung-ssi?
Él se sobresalta al escuchar su nombre de alguien que nunca conoció.
—¿Si?
—No tuve el placer de conocerte en ésta vida, pero espero que cuides bien de Jungkookie. Y que estés tan contento por verlo como seguramente él lo está. Porque él jamás dejó de pensarte.
Y, conmovido, Taehyung voltea a verme con los ojos repletos de un amor y ternura inmensurables, mientras yo intento encogerme avergonzado en el asiento. Se acurruca a mi costado, abrazándose a mi brazo.
—Lo haré. Lo protegeré con mi vida de ser necesario.
—Bien —Vuelve a sorber aire, y es entonces que me doy cuenta de que está llorando, como pocas veces sucede. Por no decir jamás—. Me alegra saber que tendrán el final feliz que se merecían.
—Hyung...
—Te extrañaré, Jungkookie. Pero confío que en la siguiente vida volveremos a ser amigos.
—También te extrañaré, hyung —exclamo, casi sintiendo las lágrimas en el fondo de la garganta.
Extrañarlo es poco, necesitaría una palabra nueva para explicar lo mucho que me hará falta tenerlo en mi día a día. Después de todo, él fue el único que estuvo dispuesto a sujetarme cuando estuve en el suelo.
—Y Jimin-ssi, ¡no vuelvas a dejar a nuestro Jungkookie cuando te enojes!
Antes de que pueda acompañarlo en sus risotadas, la misma interferencia del día anterior hizo acto de presencia, entrecortando su voz tal como la última vez, hasta que la llamada se deshizo como un suspiro forzado.
Me apresuro a tomar el celular y abrir la agenda, pero ésta vez se encontraba vacía. Sin rastro de Hoseok, y con él, sin rastro de mi visa pasada. Con un nudo en la garganta, comprendí que éste era verdaderamente la continuación de mi historia con Taehyung.
Y aún así, no podía evitar estar triste.
Nuestra mesa se mantiene en silencio, contrario al resto del comedor que continúa su rutina sin percatarse de que acabamos de cruzar una barrera temporal, pues seguramente ni Taehyung ni Jimin sabrían que decir para consolarme. No los culpo, yo tampoco sabría.
Sin decir nada, me pongo de pie arrastrando conmigo, con suavidad, a Taehyung. Él entrelaza nuestros dedos y sonríe triste en mi dirección.
—Ya venimos, Jimin-ssi.
Nos dirijo a pasos lentos hasta el final del tren, atravesando el barullo de cada vagón. Me sorprende que la gente continúe su día con tanta normalidad, como si apenas ayer no se hubiera abierto un portal entre realidades. Aunque pensándolo ahora, suena tan irreal que no me sorprendería si al final se termina convirtiendo en un simple rumor. Sólo quienes verdaderamente estuvieron en la avenida principal, ayer por la tarde, tendrán la dicha de jamás olvidar tan sublime suceso.
Anoche, mientras cenábamos comida china, llegamos a la conclusión de que el gobierno, o quien fuera que estuviera detrás de las ordenes de la policía, sabía el peligro que suponía que alguien de otro mundo paralelo entrara a irrumpir el suyo. Al final, lo único que querían era seguir manteniendo el balance del universo.
Taehyung y yo tuvimos suerte, pues mi llegada no implica un cambio tan abrupto como lo hubiera sido que me encontrara con otro Jungkook, en un mundo donde Taehyung también hubiera muerto. Quién sabe lo que pasaría si eso llegara a pasar.
Lo cual nunca lo sabremos, pues los noticieros no han mencionado nada sobre el altercado y paradero sobre los chicos, ni información sobre la fisura temporal. Y aunque ahora mismo es un secreto que corre a voces por Seúl, como ya dije, no dudo que en pocas semanas, o incluso días, ya sea un rumor más de las calles.
Aún así, la paranoia de Taehyung había aumentado a tal punto en que decidió que lo más seguro era salir de la ciudad por un tiempo, pues si de alguna forma se enteraban de que un Jeon Jungkook, quien ya había fallecido hace dos años, estuviera campante por las calles, casualmente coincidiendo con la apariencia física de que aquel individuo que escapó de la policía.
Yo no tenía nada que perder en ese departamento, y Taehyung parecía dispuesto a irse con tal de seguirme al fin del mundo. Así que, antes de que anocheciera demasiado, compramos los primeros boletos diurnos en la estación de tren. Y por supuesto, Jimin también había renunciado a su vida con tal de venir con nosotros. Siempre fuimos como una pequeña familia. Me sentía bien ahora que también podía volver a estar con Jimin.
Llegamos al último vagón, donde no hay más que otra pareja jugando con una niña no mayor de cuatro años. Es tierna. Y de reojo noto que Taehyung también lo piensa, pues sonríe con tanto cariño como cuando hablábamos de nuestro futuro.
Nos sentamos en una fila de asientos que apuntan a la ventana trasera, donde podemos ver el camino de rieles desapareciendo con la misma velocidad con la que avanza el tren. El paisaje de afuera es sanador, pero no tanto como sentir los deditos de Taehyung entrelazándose a los míos, donde puedo apreciar el acero del anillo de compromiso con la inscripción italiana.
Sonrío, anotando en un post-it mental pensar en una nueva pedida de mano. Y, claro, conseguir otro anillo.
Aún se siente extraño, seguir contemplando el camino de sueños y planes que dejé enterrado hace dos años. Es extraño, pero una bendición, sin duda. Pues ahora más que nunca rectifico esa espantosa sensación de vacío y culpabilidad que al fin puedo sacarme de la piel.
—¿Lo querías mucho? —pregunta Tae, en susurros, como si estuviera hablando con un niño pequeño.
En seguida, cualquier imagen del futuro se ve opacada por la nostalgia de no volver a ver a mi hyung. Pestañeo, sintiendo repentinamente mis ojos burbujeando.
—Si. Fue quien me cuidó luego de ti —respondo, tan bajo que por un momento creo que no ha sido capaz de escucharme.
Pero lo hace, porque no tarda en atraerme hasta su pecho, dejando besos en mis mejillas, antes de apoyar su mentón entre mi cabello.
Y es todo el confort que necesito, el que estuve anhelando por días que se convirtieron en meses, y esos meses en infinita tortura que jamás pude superar. Solamente necesitaba el latido de su corazón en mi oído, a sus manos sujetando mi rostro con delicadeza y protección. Como mi escudo antibalas. Simplemente, a él.
No puedo evitar lagrimear de nuevo, tan satisfecho con la vida que incluso me creo capaz de quedarme dormido. Taehyung me arrulla en sus brazos, murmurando ligeras palabras de amor en mi oído, como si fuera un bebé desamparado entre sus brazos que llora con impotencia. Aunque así es como me siento justo ahora. Pero no me importa nada más con tal de tener su calor corporal protegiéndome.
Probablemente comprende mi angustia, comparándola con cómo se sentiría si tuviese que despedirse de esa tercera rueda que dejamos abandonada en el comedor. Nos odiará cuando regresemos, ya puedo escucharlo en su berrinche por haberlo dejado solo. Lo siento, Park Jimin, pero necesito a Taehyung más que tú.
Riéndo de mis propios pensamientos, llega a mi mente una última cuestión.
—¿Taehyungie hyung? —hablo, sin moverme desde mi posición, acurrucado en su regazo.
—Dime, mi bebé.
—A pesar de que en cierta forma no eres tú con quien debo disculparme, siento la necesidad de hacerlo —digo, cerrando los ojos ante el miedo de mi mente. Siento un beso suyo en la coronilla de mi frente, después de despegar mis cabellos despeinados—. Lamento que por mi culpa hayas muerto en mi línea paralela.
—No fue tu culpa.
—Lo fue, si te hubiera hecho caso al menos tú habrías sobrevivido.
—Lo cual no fue buena idea —interrumpe, halándome con discreción para que pueda verlo al rostro. Así que, de paso, debo enfrentarme a abrir los ojos—, porque también viví atormentado de pensar que moriste por mi culpa.
Asiento. Claro que lo comprendo, pero eso no reduce el malestar en mi pecho. Sus ojos me sonríen, y luego sus labios también lo hacen.
—Hagamos algo, ¿bien? Te perdonaré, si tú me perdonas a mí.
—No tengo nada que perdonarte.
—Y yo tampoco a ti.
Sonrío. Suena un trato justo.
—Te perdono, hyungie.
—Y yo también, Kook-ah —Besa mis labios tan rápido que ni siquiera alcanzo a verlo—. Ahora ven aquí.
Estira sus brazos, invitándome a hundirme en la calidez de su amor eterno. Me siento libre, después de tanto tiempo, finalmente se ha liberado esa bestia de culpa que me carcomía la consciencia.
—¿Te das cuenta —murmura, de nuevo en mi oído. Y descubro, una vez más, que nuestros pensamientos están sincronizados en sí mismos— de que es como si no estuviéramos destinados a estar el uno con el otro?, que de una u otra forma hubimos de morir y, por tanto, separarnos.
—Sí, sí lo sé. Pero míranos aquí, juntos y amándonos tanto, o incluso más, que aquel día que nos perdimos. Eso significa que nuestro amor es más fuerte que el estúpido destino, porque de una u otra forma terminamos estando juntos.
Siento la sonrisa de Taehyung pegada a mi cuero cabelludo, igual que su nariz.
—Que se joda el destino. No lo necesitamos.
—Nuestro amor crea sus propias leyes.
Con un silencio cómplice, continuamos viendo el recorrido de las vías detrás de nosotros, tal como una ventana al pasado. De nuestro pasado, yendo directamente al futuro. Ya no temo más al silencio, ni a la oscuridad, porque ahora tengo su voz y su luz.
En otras tres horas estaríamos en algún lugar de Daejeon, dispuestos a empezar una continuación digna de un nosotros, buscando, tal como lo pidió Hobi; el final que merecíamos. Somos individuos sin pasado, aunque marcados de la misma forma por éste.
Sin embargo, con Taehyung junto a mí ya nada ha de aterrarme. Nada.
𝓔𝓷𝓭
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