6.
A Hajime no le gustaban las fotos.
No tenía nada contra las cámaras, exceptuando el flash que muchas veces cegaba su vista, pero no le gustaban por culpa de su madre. Akemi era aficionada a tomar fotografías, y sobre todo de su único hijo. Decía que sus ojos verdes y su piel morena podrían hacer de él un modelo de revista cuando fuera mayor, pero para él no había otra cosa más interesante que cazar escarabajos.
Akemi, sin embargo, no parecía entender que su hijo no necesitaba un álbum de cada día de su vida, y su casa estaba repleta de fotografías de Hajime durante sus cinco años de vida. Se podía distinguir con total claridad el paso de los años y el crecimiento del niño, y a Akemi le encantaba enseñar las fotos a los invitados, pero Hajime se moría de vergüenza y su padre no hacía mucho por negarle a su mujer la toma de fotografías.
Hajime no le culpaba, porque su mamá tenía un fuerte carácter y cuando se enfadaba era terrible. Tanto que el niño recordaba que, una vez, uno de sus compañeros se había colado en la fila que hacían apra entrar a clases y, aunque a Hajime le importaba más bien nada, Akemi se puso hecha una fiera y reclamando los derechos de su hijo por estar antes ahí. Hizo llorar incluso a la madre del otro niño. Hajime agradeció un mundo cuando le dijeron que su mamá trabajaría de noche y que por la mañana le iría a dejar su papá, porque así se libraba de posibles futuras situaciones similares.
Teniendo en cuenta todo eso, Hajime no se sorprendió cuando Oikawa le dijo que sus madres tenían un álbum de ellos dos. Era tan obvio que lo que preocupaba a Hajime en realidad era cuándo le había sacado fotos con Tooru sin que ninguno de los dos lo supiera. Aunque en esos dos meses era cierto que habían estado más juntos que la cabeza al cuello, Hajime se habría dado cuenta de si su madre hacía de las suyas.
Quizá era que Haruka estaba aliada con ella y por eso no se había dado cuenta.
Pero eso no quitaba lo raro que era que no se hubiese dado cuenta de ello. Es decir, no era demasiado fácil tomar fotografías sin que se dieran cuenta ninguno de los dos. Aunque también era verdad que Oikawa se las ingeniaba para mantenerle distraído.
—¡Iwa-chan! ¡Ven, ven! ¡Mira, somos nosotros durmiendo!
Oikawa señalaba emocionado una imagen del álbum que de alguna manera había arrebatado a su madre sin que se diese cuenta, y lo había traído a terreno seguro: la clase. Ahí sus madres no les verían curioseando el álbum.
—¿Cuándo han tomado esa foto?
—Ni idea. ¡Pero me veo super lindo!
—Estás babeando en mi brazo, qué asco.
—¡No es cierto! ¡Tú me estás poniendo la mano en la cara!
—Seguramente me estabas molestando mientras dormía.
—¡Mentira! —infló las mejillas y pasó de foto—. Oye, ¿por qué salgo aqui llorando? ¡Estoy muy feo!
—Asi te ves siempre —bufó—. Debe ser cuando casi te caes en el parque, so tonto.
—Oye, que fue tu culpa.
—¿Mía? —Iwaizumi arqueó una ceja.
—Sí, por distraerme.
—Qué dices si fuiste tú quien se giró. Yo te dije que parases.
—¡Pero porque querías hacerme daño!
Iwaizumi le dio un codazo por tantas réplicas, y Oikawa se quejó.
—No sé cómo somos mejores amigos —murmuró Tooru.
—¿Lo somos?
—¡Obvio! ¡Te he dejado entrar en mi nave! —se molestó—. Además de que me has ayudado a repararla.
—Solo porque tu mamá me da galletas de chocolate de esas con forma de dinosaurio.
—¡Están muy ricas!
Oikawa pasó de fotografía y vio que era una de ellos dos empapados de pintura mientras se concentraban en pintar su nave.
—¡Mira, mira, es cuando la ponías verde en vez de azul!
—Porque queda mejor el verde.
—Es mejor el azul y lo sabes.
—Pero al final le pintaste estrellas verdes.
Oikawa se puso rojo ante la afirmación.
—¡Porque quedaban bonitas! No te creas que fue para que te alegrases.
—Es porque sabes que el verde era mejor.
—¡No! ¡El azul le queda muy bien! —Iwaizumi le ignoró y pasó de hoja él mismo.
—Mira, aquí estamos comiendo la tarta que hizo tu mamá.
—Las tartas de mamá son las mejores, ¿me oyes? ¡Las mejores del universo!
—Mi mamá las hace mucho mejor.
—¡Nope! ¡La mía! Aunque algún día podríamos decirles que hagan una competencia de tartas.
Iwaizumi lo pensó mientras veía a dos compañeros jugando con una pelota. No estaría mal comprarar así la tarta de chocolate de su mamá con la tarta de queso de la de Oikawa. Y además ellos salían ganando, porque era doble ración de tarta.
—¡Vale! Hay que decírselo.
Oikawa asintió, contento con la afirmación, y siguieron pasando fotos y comentándolas.
★★★
Cuando Iwaizumi dijo que quería doble ración de tarta, y lo de que había que decirlo, no se imaginó que sería tan pronto. Bueno, en realidad no se imaginó nada de lo que su madre y la de Oikawa le tenían preparado.
Básicamente porque se había olvidado que era su cumpleaños. Por muy irreal que pareciese en un niño de, ahora, seis años. Habían preparado una gran fiesta en casa de Iwaizumi, y Oikawa quedó tan sorprendido como él.
—¿¡Por qué no me has dicho que era tu cumple?!
Sí, eso era lo primero que a Oikawa se le había ocurrido preguntar. Pero Iwaizumi nunca, jamás, reconocería que se había olvidado de su propio cumpleaños. Nunca. Porque Oikawa Tooru se encargaría de recordárselo todos los días y no.
—No preguntaste.
—A ver... tonto. ¡Se supone que estas cosas se dicen! ¡Si es tu cumple, pues lo dices!
—Pues si no preguntas...
—¡Pero...! —Oikawa suspiró y le miró mal—. Mira. Deja.
Pasó de largo sin siquiera mirar a los demás niños con los que Iwaizumi se llevaba bien y desapareció tras unos globos. Hajime estuvo preocupado cuando no volvió a verle durante toda la fiesta, ni siquiera en los juegos o en la piñata. Se negó a soplar las velas mientras Oikawa no apareciese, aunque sus padres lo buscaban por todos lados de la casa. Nadie le había visto salir, así que suponía que debía estar escondido en algún lugar, ofendido porque Hajime no le había recordado su cumpleaños.
Estuvieron haciendo más juegos debido a que Hajime también se negaba a abrir los regalos sin Oikawa, pero al final sus padres acabaron convenciéndole de que, si abría los regalos, la curiosidad de Tooru haría que saliera de su escondite.
En realidad, tuvieron parte de razón, porque cuando Tooru apareció, estaba desenvolviendo el último regalo, que era una manta de dinosaurios de parte de su mamá.
Lo que no encajaba era que Oikawa había aparecido por la puerta principal, con la noche levantándose detrás suyo y hecho, literalmente, un desastre. Su pelo estaba lleno de ramas, su piel blanca casi ni se distinguía entre el montón de tierra que tenía encima, y tenía varias heridas en rodillas y brazos, incluso raspones en la cara.
Sostenía una red que Iwaizumi reconoció como suya, y una jaula que también era suya. En esta, había un par de escarabajos dentro, revoloteando.
—¡Tooru! —Haruka se alarmó tremendamente de ver así a su hijo—. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has salido? ¿Cuándo...?
Oikawa no respondió a nada. Con la mirada fija en Iwaizumi, se acercó a este y le tendió la jaula con toda la dignidad que parecía haber perdido mostrándose tan desastroso.
—Tu regalo de cumpleaños, Iwa-chan. Espero que te guste.
Hajime cogió la jaula y la dejó a un lado, sin siquiera mirar los insectos. Se acercó a Oikawa y, cuando todos pensaban que le iba a dar un abrazo o algo similar, le dio un golpe en el estómago.
—¿¡Pero qué haces?! —se ofendió Tooru.
Seguidamente, Hajime le abrazó.
—¡Es que eres idiota! ¡No tenías que darme nada, tonto! ¡Estaba preocupado por ti! ¡Pensé que no querías verme más! ¡Y ahora tienes heridas y es por un tonto regalo!
Tooru abrió los ojos como platos, pero luego sonrió y le devolvió el abrazo.
—Feliz cumple, Iwa-chan.
Todos se enternecieron ante la escena, y Akemi sacó la cámara.
★★★
Hey-o!
Traigo cap porque HOY ES CUMPLE DE IWA-CHAN Y HAY QUE CELEBRARLO.
Es rapidito pero algo es algo :3
¿Review?
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