14 | botes de opio

Polly finalmente se unió a ellos, caminando descalza por el patio de Charlie. Mientras se acercaba, Arthur y Mason intercambiaron una mirada al ver los pies descalzos de Polly. Antes de que pudieran custionarla, Tommy habló.

—Perdón por convocar la reunión aquí, pero la ubicación es parte del trato —explicó Tommy.

—¿Qué maldito trato? —preguntó Arthur.

—¿Qué se siente volver a estar descalza en el lodo, Pol? —preguntó Tommy.

—Me hace sentir joven —respondió Polly—. ¿Qué maldito trato?

—Cuatro barcos, cuatro días —dijo Tommy—, por el Grand Union desde Poplar hasta aquí. La mitad de la carga es carbón, y debajo del carbón... cristales de opio puro.

—¿Opio? —preguntó Polly con incredulidad—. Yo voto en contra.

—Yo también —dijo Tessa.

—No pueden usar camiones porque a los conductores chinos los detiene la policía —explicó Tommy—. Necesitan sacarlo de Londres porque la Aduana está registrando todos los almacenes. Las siete toneladas deben ir a San Francisco, pero el buque zarpará dentro de siete días desde Liverpool. Necesitan un lugar seguro para guardarlo. Todo lo que tenemos que hacer es usar el canal y guardarlo ahí una semana.

—No nos metemos con los chinos, Tom —dijo Arthur—. Papá siempre lo decía.

—Pregúntate si él rechazaría 250.000 para transportar cuatro barcos por el canal sin que los inspeccionen —dijo Tommy.

—Voto en contra, Tom —dijo Arthur, apretando los puños.

—Estoy con Arthur y mi hermana, Tom —añadió Mason—. No nos metemos con los chinos.

—Polly —dijo Tommy—. 250.000 libras. Eso es la mitad de lo que Michael perdió en Chicago. Le pediré que se haga cargo de este negocio.

—¿Le devolverás a Michael su lugar en la empresa? —preguntó Polly.

—Será el fin de su cuarentena —dijo Tommy, luego se dirigió a Arthur—. Piénsalo, hermano. Cuatro botes por el canal con olor a leña quemada y tocino.

—Tom, ¿a cuál de los amigos gitanos de Charlie le confiarás una carga de un millón de libras? —preguntó Arthur.

—Ya lo resolví —dijo Tommy—. Tengo que ir a una reunión. Votemos, ¿a favor?

Ni Tessa ni Arthur levantaron las manos, pero parecía que Polly y Mason habían sido persuadidos. Cuando levantaron las manos, Tommy asintió.

—Se llevará a cabo la moción. Arthur, pídele a Charlie cuatro botes y cuatro toneladas de carbón. Zarparán esta noche —Tommy se alejó gritando—. Y no olvides ir al Bull Ring a comprar esos jilgueros, Arthur.

—Vamos, Tess —dijo Mason—. Volveremos a mi casa o iremos a tomar algo.

Tessa asintió y siguió la figura que se alejaba de Tommy junto a su hermano. Los hermanos James salieron del patio de Charlie, recorrieron las conocidas calles de Birmingham, y, así, volvieron a ser adolescentes. Mason condujo a Tessa por el camino hacia el Garrison, y cuando cruzaron las puertas, todos se detuvieron.

Los murmullos los siguieron como sombras. Los hermanos James sabían que nunca podrían volver a ser personas normales en Birmingham. Todos sabían que estaban relacionados con los Shelby, y todos tenían algo que decir al respecto. Tessa también había tomado el apellido Shelby, haciéndola más un objetivo de las palabras de la gente que su hermano.

—Tendré un whisky —le dijo Mason al camarero—. ¿Y tú, Tess?

—Gin —respondió Tessa—. Y tónic.

—Una bebida adecuada para una dama, ¿eh, Tess? —bromeó Mason, agarrando su vaso—. Vamos.

Se trasladaron a la habitación, donde estaban sentado un grupo de hombres. La presencia de Mason hizo que se callaran, y la gorra en su cabeza los hizo ponerse de pie inmediatamente—. Sí, así es. Salgan de aquí.

—Mase —dijo Tessa—, el hecho de que tengas poder no significa que debas abusar de él.

Mason se sentó—. No, tener poder significa que debes abusar de él cuando los bastardos empiezan a mirar a tu hermana pequeña de arriba abajo. Ahora, Tess, vamos a emborracharnos y tengamos una... ¿cómo les gusta llamarlo a las chicas? ¿Una reunión de madres?

—Muy bien, Mase —dijo Tessa—. Pero no voy a emborracharme.

—Eso dices ahora —dijo Mason sonriendo—, pero hoy salió la vieja Tess, y planeo aprovechar eso para mi propio beneficio. Quiero saber todos tus secretos, Tessa Shelby.

Tessa tomó un sorbo de su bebida, con una mirada diabólica en sus ojos—. Adelante, si crees que puedes manejarlo.

Mason sonrió—. Ahí está la Tess que conozco y amo. Pero no más gin, tomemos whisky. Whisky es una buena prueba de agua. Ahora, regresaré con una botella, y tú y yo nos vamos a emborrachar y a olvidar nuestros malditos nombres.




Mason tenía razón. Una hora y media más tarde, Mason y Tessa estaban muy borrachos y fueron vistos tropezando por la carretera. Riéndose, llegaron a la casa de Mason y Tess miró a su alrededor.

—Mase, ¿por qué no compras una casa grande como el resto de nosotros? —preguntó Tessa.

—Porque me gusta esta casa, Tess —respondió Mason, señalando la foto familiar en la pared—. Porque mamá y papá todavía están aquí, y es el lugar donde crecimos. No estoy listo para dejarlo ir todavía. Además, Ada tiene una casa grande en Londres y ahí es donde estaré cuando nazca la bebé.

—Bueno, con suerte antes de que nazca la bebé puedes disfrutar un poco más —dijo Tessa sonriendo—. Por ejemplo, en mi fiesta de cumpleaños. Tommy está organizando algo, aunque no es nada especial.

—Son 39, Tess —dijo Mason—. A un año de los 40.

—No me lo recuerdes —dijo Tessa—. Estoy envejeciendo. Todavía me siento con 17 años.

—Sí, pero mira lo que hemos logrado —dijo Mason, mirando a su alrededor—. Mira la familia que hemos construido. Mírate a ti y a Tommy, a tu casa y tus hijos.

—Estamos intentando tener otro bebé —dijo Tessa, sonriéndole a Mason—. Un bebé más y luego pararemos. Además, siete parece un buen número.

—¿Siete? —preguntó Mason—. ¿Quiénes son los otros cuatro?

—Isaiah, Finn, Hetty y Michael —respondió Tessa—. Los Peaky juniors y también mis hijos adoptivos.

Mason suspiró aliviado—. Pensé que tú y Tommy habían sacado cuatro niños secretos que no conocíamos.

—No, Dios, no —dijo Tessa riendo—. Tener seis niños corriendo en círuclos a mi alrededor me volvería loca.

—¿Pero quieres un tercero? —preguntó Mason.

—Sí —dijo Tessa—. Estoy celosa, Ada y Hetty volverán a hacerlo. Quiero eso, al menos una vez más.

—Te entiendo, Tess —dijo Mason, notando como su hermana se veía cansada—. Duerme un poco. Llamaré y les haré saber a todos que no estás muerta en una zanja.

—Dile a Tommy que quiero ese ballet en mi fiesta de cumpleaños —dijo Tessa—. Pero nada de zafiros.

—Muy bien, Tess —dijo Mason—. Duerme un poco.

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