09 | hijo crucificado

Era el cumpleaños de Bella, y Tessa entró en la oficina de Tommy con la intención de que los acompañe—. Tommy.

—¿Sí?

—Es el cumpleaños de tu hija —dijo Tessa—, y vas a venir a comer pastel y cantar como el resto de nosotros.

—Tengo trabajo —dijo Tommy.

Tessa se cruzó de brazos—. ¿Estás demasiado ocupado para el cumpleaños de tu propia hija?

—Lo siento, Tess —dijo Tommy—. Pero este negocio es importante.

—Sí —dijo Tessa, con los brazos cayendo en derrota—. Los negocios siempre te mantienen alejado, Tom. No puedes seguir así, no durarás ni dos años más.

—¿Eso es lo que piensas? —preguntó Tommy—. ¿Has estado hablando con Linda? ¿Escribiendo cartas de mierda, hablando de dejarme?

Tessa arqueó una ceja—. ¿Qué?

—No jodas conmigo —espetó Tommy—. Linda le escribió a Arthur una maldita carta, y quiero saber si tienes algo que quieras decirme.

—Bueno, ahora que lo mencionas —dijo Tessa—, tengo algo que decirte. ¿Cómo te atreves a considerar la idea de que haría cualquier cosa que me sugiera Linda? Odio a esa mujer, así que ¿por qué diablos iba a escucharla hablar sobre lo que pasa por su maldita cabeza? No he hecho nada más que apoyarte, especialmente ahora, y todo lo que has hecho es acusarme de cosas que no hice. La paranoia te está afectando, Tommy.

Tessa salió de la habitación y escuchó a Tommy llamarla por su nombre. Cerró la puerta detrás de ella por si acaso, el sonido hizo eco en las paredes de la gran habitación en la que se encontraba. Con un suspiro, relajó sus hombros y se dirigió a la sala de estar, donde las criadas habían traído un pastel de cumpleaños para Bella.

—Mamá, ¿dónde está papá? —preguntó Bella cuando vio a su madre.

—Está terminando algunos negocios —dijo Tessa—. Vendrá más tarde.

Era difícil amar a Thomas Shelby. Era difícil luchar contra los sentimientos que Tessa estaba sintiendo. Amaba a Tommy, no había duda de eso, y sabía que Tommy la amaba. Todo el mundo sabía que Tommy Shelby amaba más a su familia que al dinero y el poder.

Y, sin embargo, Tessa todavía lo encontraba difícil cuando los negocios invadían sus vidas personales. Tommy no era el mismo, y ella lo había visto comenzar a desmoronarse desde el momento en que los italianos comenzaron una vendetta hace muchos años. Tommy Shelby nunca se había recuperado del todo de la guerra y había dejado parte de sí mismo en el lodo en esos campos de batalla.

Pero seguía siendo Tommy y ella seguía siendo Tessa. Sus hijos eran un recordatorio de que todavía había amor en el mundo y que Tommy era el hombre con el que quería estar. A pesar de todos sus defectos e imperfecciones, nada la hacía sentir tan viva como la presencia de Tommy Shelby. Aún así, Tessa odiaba las discusiones, los constantes desacuerdos debido al trabajo de Tommy, y siempre rezaba para que algún día el negocio terminara y pudieran dejar atrás la vida de Birmingham y convertirse en una familia normal.

Incluso cuando Tess encendió las velas del pastel de cumpleaños de su hija, sabía que nunca serían una familia normal, y por mucho que odiara la idea de que nunca tendría esa normalidad, tampoco cambiaría su vida por nada. Tenía a sus hijos, sus amigos, y sobre todo, tenía a Tommy. Tenía todo lo que necesitaba en la vida.

Cuando Bella y John comenzaron el coro del feliz cumpleaños, Tommy se unió a ellos, sentándose en uno de los sofás detrás de su hija—. Lo siento, tenía negocios.

—Está bien, papá —dijo Bella—. Ya estás aquí.

Sopló las velas y Tessa sonrió—. ¿Pediste un deseo?

Bella asintió—. Deseé que...

—¡Shh! —dijo Tessa apresuradamente, llevándose un dedo a los labios—. No me lo digas, puede que no se haga realidad.

Tommy sonrió—. Eso es lo que pasa con los deseos, Bella. Tienes que guardártelos para ti.

Bella miró a su padre—. ¿Quieres pastel, papá?

—Creo que tengo espacio para una porción —respondió Tommy con una pequeña sonrisa en su rostro.

Bella esperó a que Tessa le cortara un trozo de pastel a su padre antes de sentarse en su regazo—. Te extraño, papá. ¿Cuándo vas a quedarte en casa?

—Muy pronto, Bella —dijo Tommy, sosteniendo un pedazo del pastel para que ella lo probara—. ¿Está bueno?

Ella asintió con la cabeza mientras John, que siempre fue un niño de mamá, se subió al regazo de Tessa. Tessa agarró a su hijo y comenzó a hacerle cosquillas, escuchándolo reír mientras Tomy seguía hablando con Bella.

—¡Mamá! —gritó John con lágrimas de risa en los ojos—. ¡Déjame!

Tessa sonrió—. Bien, bien.

Soltó a John y el rodó fuera del sofá, aterrizando en el suelo a los pies de Tessa. Ella se echó a reír, inclinándose para ayudarlo a levantarse.

—¿Estás bien?

—Sí —dijo John—. Hice una voltereta.

—Sí, lo hiciste —dijo Tommy riendo mientras miraba a su esposa e hijo con una mirada en sus ojos que solo podría describirse como felicidad.





Una hora más tarde, después de que Tommy se excusara para ocuparse de otro asunto del negocio, Tessa escuchó que un auto se acercaba a la casa—. Mierda.

—¡Mala palabra! —exclamó John—. ¡Mamá dijo una mala palabra!

Tessa apenas esbozó una sonrisa—. Vamos a la cama.

—¿Quién viene, mamá? —preguntó Bella, mientras Tessa agarraba a sus dos hijos de las manos y salía de la habitación.

—No lo sé, Bella —respondió Tessa—. Nunca lo sé.

Ella y la criada llevaron a los niños arriba, y mientras la criada llevaba a Bella a su habitación, Tessa llevó a John a la suya. Ayudándolo a ponerse el pijama, lo metió en la cama.

—¿Son malos, mamá? —preguntó John.

Tessa miró hacia la ventana, el sonido de los gritos resonaba por la casa—. Espero que no, John. Pero no te preocupes, mamá lo solucionará. Quédate en tu habitación hasta mañana, ¿sí?

John asintió—. Sí. Buenas noches, mamá.

Una vez que John estuvo a salvo en la cama, Tessa salió de su habitación y vio a la cirada esperando en lo alto de las escaleras. Tessa señaló las habitaciones de sus hijos—. No dejes que salgan de ahí hasta que yo lo diga.

La criada asintió y Tessa se dirigió hacia las escaleras. Sabía que Tommy guardaba una pistola en uno de los jarrones del pasillo, y cuando alcanzó el arma, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. No sabía si la necesitaría, pero mientras corría hacia el frente de su casa, vio a Tommy peleando con dos hombres.

La ira la consumió y levantó el arma, disparó dos tiros al cielo y vio a los hombres separarse. Uno era Tommy, el otro era Johnny Dogs, y el último era...

—¿Aberama? —preguntó Tessa—. ¡¿Qué diablos está pasando?!

—Tess, vuelve adentro —dijo Tommy.

—No hasta que alguien me dé respuestas —respondió Tessa.

Tommy estaba de pie junto a Johnny Dogs y no pudo moverse lo suficientemente rápido cuando Aberama dejó caer su arma y se tambaleó hacia Tess. El instinto entró en acción y Tessa lo agarró del brazo mientras caía hacia ella.

—Lo crucificaron —le susurró Aberama al oído—. Lo pusieron en una cruz y le dispararon. Mataron a mi hijo, ¡por tu esposo!

Tessa palideció—. ¿Mataron a Bonnie? ¿Quién?

Tommy empujó a Aberama lejos de su esposa—. Ni se te ocurra tocarla.

—¿De quién diablos está hablando, Tom? —preguntó Tessa con la voz temblorosa—. ¿Qué diablos está pasando?

—Mi hijo —lloró Aberama—. Mataron a mi muchacho.

—Tess, entra y llama una ambulancia o perderá el brazo —dijo Tommy.

Tessa dio un paso atrás y sintió que un papel se arrubaja bajo su zapato. Mirando hacia abajo, tomó un pedazo de papel ensangrentado y lo miró, leyendo lo que estaba escrito antes de mirar a Tommy.

—¿"Por orden de los Billy Boys"? —leyó Tessa—. Tommy, dijiste que...

—Ambulancia, Tess —dijo Tommy—. Te lo explicaré cuando hayas llamado a una maldita ambulancia.

Tessa apretó los dientes, mirando a Aberama—. Sé que no es un consuelo, pero lamento lo de Bonnie. Era un buen chico —Aberama sollozó y Tessa le lanzó una última mirada a Tommy—. Trajiste esto aquí, Tommy. Será mejor que tengas un buen plan para arreglarlo.

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