03 | dueños de la cuerda

A la mañana siguiente, Tessa asistió a la reunión que Arthur le había informado que tendría lugar en una de las salas de juntas. Mientras cruzaba las puertas con Mason a su lado, vio que el resto de su familia ya estaba sentada. Arthur estaba en la cabecera de la mesa, Linda a su lado, Ada, Polly y un hombre que Tessa no reconoció al otro.

—Lamento la tardanza —dijo Mason, sacando una silla para su hermana junto al asiento que sería el de Tommy—. La niñera no aparecía y que Tess entró en pánico al pensar que tendría que traer a los niños.

—Estarías igual si tuvieras hijos —dijo Tessa, fingiendo no darse cuenta de la forma en que Mason y Ada intercambiaban una mirada rápida—. Pero ya estamos aquí. Lamento la tardanza, Arthur.

—Está bien, Tess —dijo Arthur mientras la secretaria cerraba la puerta—. Muy bien —señaló las galletas frente a él—, están muy ricas.

—Sí —dijo Mason, riendo—. Pero hay asuntos más urgentes que las galletas, Arthur.

—Lo sé, Mason —dijo Arthur, abriendo un archivo frente a él—. Como todos saben, lo de ayer fue una maldita... una catástrofe. No solo para nosotros, sino para todo el mundo. Pasó en Nueva York, y lentamente llegó a Londres, y luego al maldito Hong Kong. Todo escaló. Bueno, en realidad todo se hundió y se fue a la mierda, pero... no fuimos los únicos afectados. Todo el mundo salió lastimado, mucha gente. Está en todas las noticias. Todos hablan de eso.

—Arthur —dijo Polly, notando cómo Arthur estaba luchando de la misma manera que siempre luchaba en esas reuniones—. ¿No deberíamos esperar a Thomas?

—Polly —dijo Linda, haciendo un gesto hacia su esposo—. Arthur es el presidente del directorio ahora.

Polly levantó una mano con una expresión en blanco, claramente incapaz de tolerar la actitud de Linda. Sin embargo, Tessa saltó en defensa de Polly—. Linda, cariño —habló con sarcasmo, inclinándose hacia delante y juntando las manos—. Cuando tenemos reuniones del directorio, generalmente esperamos a que todos estén presentes y contabilizados.

Linda rió nerviosamente—. Solo quise decir...

—No me importa lo que quisiste decir —dijo Tessa, interrumpiendo a Linda y viendo su expresión cambiar a una de horror—. Vamos a esperar a Tommy.

Linda abrió la boca para hablar, pero el hombre desconocido la interrumpió—. Ah, señor presidente, mientras esperamos a Thomas, podría aliviar la tristeza y expresar, como miembro relativamente nuevo de la empresa, qué placer es estar en un directorio con tantas mujeres. Todas son mujeres ingeniosas y decorativas.

—Bueno, somos una compañía muy moderna, Sr. Green —dijo Arthur.

—Desde luego —dijo el Sr. Green.

—Decorativas —repitió Tessa secamente.

—Aunque aún hay algunos entre nosotros que se aferran a sus valores anticuados —dijo Polly, lanzándole una mirada de reojo a Linda.

Se abrió la puerta y entró Tommy, acercándose a la mesa y arrojando su maletín sobre ella—. ¿Cuánto avanzamos?

Se inclinó para besar a Tessa brevemente, un acto de afecto al que Tommy se había acostumbrado en los últimos meses. Había comenzado en una fiesta a la que habían asistido con otro miembro del Parlamento, una ocasión elegante en la que uno de los asociados de Tommy no se había dado cuenta de que Tessa estaba casada cuando intentó coquetear con ella. Tommy estuvo rápidamente al lado de su esposa, besándola para demostrarle al hombre que estaba fuera de límites. Desde entonces, había continuado con la tradición.

—Ya establecimos que las mujeres son decorativas —dijo Polly, con los ojos fijos en el papel en sus manos.

Tommy se quitó el abrigo mientras Tessa murmuraba—: Y que Linda sigue siendo una perra.

—Acabamos de sentarnos, Tom —dijo Arthur.

—De hecho, Arthur tiene unos documentos que le gustaría repartir —dijo Linda.

—¿Sí? —preguntó Tommy—. ¿Qué documentos?

Arthur arrojó los papeles sobre la mesa—. Les explicaba a todos, Tom, que estamos jodidos. ¿No es así?

—Sí y no —dijo Tommy, encendiendo un cigarrilo—. Es cierto que gran parte de los fondos de la empresa se invirtieron en acciones estadounidenses.

—¿Se invirtieron o se ocultaron? —dijo Linda, con los brazos cruzados sobre el pecho.

La mano de Tommy se posó en el hombro de Tessa, de pie junto a su silla—. Todas las inversiones fueron aprobadas por el directorio, Linda.

—Solo las que se ingresaron a los libros, Thomas —respondió Linda, con la mirada tan fría como el hielo.

—Linda, después de esta reunión, habrá otra solo para la familia —dijo Tommy.

—¿Votamos eso? —preguntó Linda, mirando a la familia Shelby.

—Podemos votar para expulsarte de esta reunión —dijo Tessa—. ¿Todos los que estén a favor?

—Arthur —dijo Tommy.

—"Arthur, ¿no puedes controlar a tu esposa?" —dijo Linda burándose—. Somos una empresa muy moderna, Sr. Green.

Mason miró a Tessa—. Cielos, Tess, afloja los puños. Te rasgarás el vestido.

—¿Qué? —preguntó Tessa, mirando hacia su regazo para encontrar sus manos apretadas alrededor de la tela de su vestido. Parecía que, en su ira, había agarrado la falda con tanta fuerza que casi se había roto—. Oh.

La ira de Tessa hacia Linda no había cedido en los últimos años. De hecho, parecía haberte vuelto más fuerte. No podía soportar estar en la misma habitación con ella durante más tiempo del necesario, y limitaba su interacción en las reuniones del directorio. Linda era insoportable, y el hecho de que acabara de burlarse abiertamente de su esposo no le sentó bien a Tessa Shelby.

—Para ser exactos, todo lo que canalizamos a través de la bolsa de valores de Nueva York ahora nos ofrece un retorno de diez centavos por dólar —dijo Tommy, mientras el grupo se reía con incredulidad—. Y el Banco Nolan de América, donde invertimos nuerstra liquidez, ofrece cinco centavos por dólar sobre todos los depósitos. Pero hay esperanzas.

—¿Por qué? ¿Qué tienes ahí? ¿Una varita mágica? —preguntó Polly mientras Tommy empezaba a rebuscar en su maletín.

—Como director no ejecutivo de la empresa, necesito el permiso del presidente para presentar mi estrategia.

—Permiso concedido, Tom —dijo Arthur.

Linda se puso de pie y se marchó furiosa, y la reunión continuó como si nunca se hubiera ido, aunque la ira de Tessa se había agotado considerablemtene desde que Linda se retiró de la reunión. Cuando terminó, Tessa, Mason y la familia Shelby se dirigieron al Garrison, caminando por las calles de Small Heath hacia el lugar familiar.

Cuando entraron, los clientes aplaudieron y Tessa se dirigió hacia el bar y se pidió una bebida mientras Tommy se dirigía al frente de la multitud.

—Damas y caballeros —gritó Tommy—, pasen al bar interior donde les servirán una pinta gratis de Stingo. Todo el que haya peleado en Francia recibirá un brandy —más aplausos estallaron entre la multitud—. A pesar de lo que lean en los periódicos, quiero escuchar cantos y risas. ¡Al diablo la bolsa de valores! Respaldaron a los caballos equivocados. ¿Y qué?

Tessa puso los ojos en blanco mientras la gente se retiraba—. ¿Deberíamos ir a sentarnos?

—Vamos, Tess —dijo Mason.

—Bien —dijo Ada una vez que todos estuvieron solos—. Reunión familiar. Primer tema —arrojó una bala sobre la mesa—, esto. Ayer, Aberama Gold se la quitó a Finn del brazo con tu gin y una cuchilla de afeitar.

—¿Finn? —preguntó Tessa.

—Dice que lo enviaron a Limehouse, al barrio chino —dijo Ada.

—¿Quién diablos lo envió? —preguntó Tessa.

—Yo —respondió Tommy—. Le dije a Finn que no se metiera. Obviamente, no me escuchó.

—Oh, Tommy, ¿alguna vez has intentado decirle a un adolescente que no haga algo? Es más probable que lo hagan igualmente —dijo Tessa—. ¿Qué hay en el barrio chino, Tommy? ¿Qué diablos está pasando?

—Cincuenta mil libras en efectivo —respondió Tommy.

—Dijo que los enviaron a matar a alguien —agregó Ada.

—Ese chico necesita educación, Tommy, en serio —murmuró Arthur, pellizcándose el puente de la nariz con los dedos.

—Por Dios, Tommy —dijo Tessa, antes de suspirar.

—Fue una oportunidad particular —dijo Polly.

—Particular y confidencial. Y la resolví con confidencialidad —dijo Tommy.

—Pero le contaste a Polly —dijo Tessa, incapaz de ocultar el dolor en su voz.

—Tommy me dijo que había un proxeneta al este de Londres que vendía niños —dijo Polly.

—Niños, Tess —repitió Arthur.

—Lo entendí, Arthur —murmuró Tessa.

—El proxeneta chantajeaba a un miembro muy importante de la Cámara de los Lores —explicó Tommy.

—Sí, y ese proxeneta está en un zanjón —dijo Mason—. Cubierto de moscas. El mundo es un lugar mejor.

—Maldición —dijo Ada—. Entonces ahora se dedican a mejorar el mundo.

—Ada, a veces matar es un acto de bondad —respondió Arthur, compartiendo una mirada con su hermano.

—El hombre para el que hicimos el trabajo es un juez de la corte superior —continuó Tommy—. Un agente de Scotland Yard nos pasó información. Hice muchos amigos nuevos en Londres, hombres influyentes. La policía opinaba lo mismo que nosotros de este proxeneta. No merecía ir a juicio. Los policías nos liberaron la zona. El trabajo fue encomendado por un juez del Tribunal Superior, Scotland Yard y la Cámara de los Lores.

—Fue una oportunidad particular —agregó Polly—. No se repetirá.

—Y fue lo correcto —dijo Tommy.

—Claro que sí —dijo Arthur.

—Tessa —dijo Tommy, mirando a su esposa—. Debes entender...

—¿Que Polly sabía y yo no? —preguntó Tessa—. Creo que lo entiendo perfectamente.

—Tienes que entender que los pasillos de Westminster son oscuros —dijo Tommy—, y que las reglas no existen para aquellos que las crean. Somos los dueños de la cuerda. ¿Quién nos ahorcará ahora?

—¿"Somos"? —repitió Ada—. ¿Nosotros somos los dueños de la cuerda?

—Tess —continuó Tommy, ignorando a su hermana—. Si Finn me hubiera escuchado, no te habrías enterado. Cuando vayamos a casa, te lo explicaré.

—No te molestes —dijo Tessa—. Me cansé de esto.

Tessa marchó hacia la puerta, cerrándola detrás de ella con un golpe. Tommy la vio irse; sabía que Tessa no estaba molesta por no haberle contado sobre Finn, sino que estaba molesta porque este asunto todavía estaba sucediendo, y en cualquier momento, Tommy podría ser la próxima víctima.

Thomas Shelby podría ser dueño de la cuerda, pero ¿y si se ahorcaba con sus propias tendencias, demasiado ambiciosas?

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