Tú también me importas (Parte III)

Fiorella quería abrir un portal hacia otra dimensión para escapar de la inquisidora mirada de Mauricio. Cada vez que los ojos de ella se encontraban con los de él, la chica veía decenas de preguntas formuladas en silencio a través de las pupilas masculinas. Era como si el muchacho intentara leer la mente de la jovencita en un incontrolable afán por entender su peculiar comportamiento.

El mayor problema estribaba en que ni siquiera ella misma había descifrado por completo sus verdaderos sentimientos. Cuando estaba por desatar los torrentes de pasión que el varón despertaba en su interior, las heridas del pasado volvían a abrirse para torturarla. Una batalla campal entre la razón y el corazón estaba en curso y ella aún no sabía cuál de las dos fuerzas resultaría ser la vencedora.

"¿Y si todo lo que hace es parte de una gran mentira? ¿Y si él es como Elías?" No podía olvidar cuán perfecto solía pensar que era ese muchacho cuando en realidad se trataba de un auténtico monstruo. El terrible engaño del que había sido víctima tuvo consecuencias nefastas tanto para sí misma como para su familia. ¿En verdad podía confiar en su propio juicio?

No quería volver a caer en las garras de una bestia oculta bajo un velo de sonrisas y lindos detalles. Por otro lado, ¿qué pasaría si dejaba ir a una persona que sí valía la pena por causa del miedo? A la chica la mortificaba no saber qué hacer. Por momentos, quería huir despavorida sin mirar atrás, pero después experimentaba intensos deseos de envolver a Mauricio entre sus brazos para no soltarlo nunca más. Su alma estaba dividida. ¿Qué rumbo debería tomar? Esperaba encontrar los primeros indicios de una respuesta clara esa misma tarde.

♪ ♫ ♩ ♬

El anfitrión charlaba animadamente con ambas chicas entre pequeños bocados de ñoquis. Tatiana hacía contribuciones significativas a la conversación, pero Fiorella apenas aportaba una que otra frase corta de vez en cuando. Su mente estaba muy ocupada en otros asuntos en ese preciso momento. La abrumadora fuerza de atracción que el joven Escalante ejercía sobre ella alimentaba su imaginación de mil maneras distintas. Sin siquiera proponérselo, la artista comenzó a soñar despierta con que sus manos se enredaban entre los cabellos lisos del muchacho mientras sus bocas se encontraban. Casi podía escuchar el sonido ronco de la voz varonil pronunciando su nombre entre profundos suspiros.

—Si yo fuera un pibe tímido, creo que ya me habrías obligado a esconderme debajo de la mesa. —Un gesto de diversión decoró el rostro del chico—. ¿No vas a contarme por qué estás mirándome así?

—¿Eh? ¿Qué decís? ¿Mirarte cómo? —Enseguida tomó la jarra de chocolate para tomar un largo sorbo que disimulara la repentina vacilación en el tono de su voz—. Yo solo estaba prestándole atención a lo que decías...

Sin previo aviso, la joven Morales acercó una servilleta de papel a la barbilla de su compañera. Empezó a deslizarla de un lado al otro por debajo de las comisuras de los labios, como si intentara eliminar una gruesa capa de inmundicia.

—¿¡Qué hacés, boluda!? —protestó la chica, descolocada—. ¿Me podés decir qué te pasa?

—Es que se te estaba cayendo —contestó la aludida, risueña.

—¿Qué cosa? —interpeló ella, al tiempo que apartaba la mano de su compañera.

—¡La baba, mujer! No vaya a ser que salpiques toda la mesa. —Le dirigió una breve mirada cómplice al varón—. Por suerte tus ojos no babean, ¡pero bien que ya comieron un chingo ese par de golosos!

La boca de Fiorella se abrió al máximo. Le dio un empujón a su amiga e hizo amago de insultarla, pero la voz se le quedó atorada en mitad de la garganta. Infló las mejillas por un instante, para después cruzarse de brazos y bajar la vista hacia el plato. Si miraba a Mauricio, estaba segura de que moriría sofocada cual si fuese la versión humana de un tomate. Mientras Tatiana se desternillaba como si estuviera bajo los efectos del óxido de nitrógeno, la joven Portela parecía una pequeña niña enfadada y avergonzada al mismo tiempo.

De pronto, el muchacho comenzó a toser de forma violenta. Tuvo que golpearse el pecho y luego ingerir un poco de líquido para poder tragarse la comida atascada. Sus ojos empezaron a lagrimear a causa del esfuerzo que hacía por respirar. Había estado a punto de escupir el bocado que estaba masticando en cuanto escuchó el comentario de Tatiana. La risa que intentó detener desencadenó que aspirara la porción de alimento antes de haberla triturado bien.

—¡Oh, por Dios! ¿¡Estás bien!? —exclamó la chica argentina, asustada.

La sincera preocupación por la salud del varón borró la vergüenza de Fiorella como por arte de magia. De inmediato se levantó de la silla para luego situarse en cuclillas al lado de él. La piel de la cara del joven se había puesto ligeramente roja y seguía resollando. En vista de eso, la chica comenzó a darle palmaditas en la espalda, al tiempo que le abanicaba el rostro con la otra mano. Poco a poco, la respiración de Mauricio fue ralentizándose hasta recuperar el ritmo normal.

—¿Ya te sentís un poquito mejor? —preguntó ella, en tono dulce.

El chico asintió con la cabeza dos veces. Inhaló profundo antes de pronunciar las palabras que tenía en mente.

—No quise preocuparte. Soy un gil —afirmó él, apenado.

—Vos no tuviste la culpa de esto, algo así le puede pasar a cualquiera. —Su mano se posó sobre el hombro derecho de él—. No tenés por qué disculparte.

—En realidad sí fue mi culpa. —Le dedicó una mirada que mezclaba el remordimiento con la diversión—. Tuve ese ataque de tos por tratar de reírme con la boca llena...

Mauricio apretó los labios a fin de controlar los deseos de carcajearse otra vez, pero la cómica expresión facial de Fiorella al recordar lo sucedido hizo añicos su débil intento de autocontrol. Las aniñadas risotadas masculinas comenzaron a brotar en cascada. "¡Maldita Tati! ¿Por qué me hacés esto? ¡Te voy a matar!" Un tsunami de vergüenza envolvió a la muchacha. "¡Estoy quedando como una perfecta tarada frente a él! ¿Qué va a pensar de mí ahora?"

La joven Portela se puso de pie como si tuviera resortes en las piernas y le dio la espalda al chico. Luego miró de reojo hacia el asiento de la joven Morales, pero no había nadie allí en ese momento. "¿¡Adónde se metió esta pelotuda!?" Aunque la puerta del baño estaba cerrada, el sonido amortiguado de las carcajadas de la chica podía oírse a través de la madera. "¿Y ahora qué hago? ¡Tragame ya, tierra! ¡Escupime en la loma del orto!" A causa del azoramiento, ni siquiera se percató del instante en que el ruido de las risas cesó del todo.

De forma inesperada, la mano izquierda de Mauricio cubrió la derecha de ella. La agradable sensación de calidez sobre su piel la tomó por sorpresa. El muchacho le prodigó un cariñoso apretón, para luego tirar con suavidad de sus dedos. La dirección del sutil movimiento la invitaba a voltearse. El simple hecho de imaginar lo que podría suceder de ahí en adelante hizo que su corazón empezara a latir a toda marcha. Lentamente fue deslizando los pies sobre el suelo hasta quedar cara a cara con el varón.

—En primer lugar, quiero aclararte que no me estaba riendo de vos, sino del chiste de Tatiana. Me pareció muy gracioso, no pude evitarlo. —El anfitrión liberó un largo suspiro con la cabeza gacha—. Fue por mi comentario desubicado que pasó todo esto. No era mi intención avergonzarte ni hacerte sentir mal, en serio. Perdoname...

—No hay lío, quedate tranquilo.

La jovencita tuvo que parpadear varias veces para que el repentino picor en sus globos oculares no se convirtiera en lágrimas. "Entonces, ¿él no me ve como a una nena tonta?" Las sinceras palabras del chico la habían conmovido.

—Y por favor te lo pido, seguí mirándome como lo estabas haciendo. —Sus ojos ahora estaban fijos en los de ella—. ¿Acaso no te das cuenta de que yo he estado mirándote de la misma manera?

Mauricio avanzó dos pasos y se inclinó hacia delante. Apoyó su frente sobre la de Fiorella mientras sus manos se extendían para sujetar las de la muchacha.

—Lo que te escribí en esa estrella de papel es verdad. Vos me importás... y mucho... —declaró él, sin apartar la vista ni un solo segundo—. Dejame demostrártelo, por favor.

Tras escuchar aquella confesión, Fiorella se mordió el labio inferior. "¡Ay, Diosito, me muero bien muerta!" Percibía la aceleración en el pulso hasta en las sienes. "Si nos quedamos así, le voy a partir la boca a besos... ¡Tengo que hacer algo!" Poco a poco, la chica comenzó a deshacer el entrelazamiento de los dedos. Luego de ello, puso algo de distancia entre los rostros de ambos.

Una vez que sus manos quedaron libres, ella levantó las palmas abiertas y las colocó sobre las mejillas masculinas. Las pequeñas caricias que le prodigó provocaron un escalofrío de placer en el joven Escalante, quien cerró los ojos por un momento para concentrarse en esa sensación. Unos instantes después, la muchacha bajó los brazos y exhaló con delicadeza.

—Bendito sea Salem que me ayudó a conocerte. —La artista sonrió de oreja a oreja—. Y ahora somos vecinos, ¡qué loco!

—Todavía tenemos pendiente una conversación acerca de eso, ¿te acordás? —preguntó él, arqueando las cejas.

—Sí. —La chica tragó saliva con dificultad, pero le sostuvo la mirada—. Prometí que me lo pensaría...

—Esperaré hasta que estés lista para contarme esa interesantísima historia. —Una sonrisa dulce le iluminó el semblante—. Por ahora, andá y ponete cómoda en el sillón. Tengo un pote gigante de helado para acompañar la película. Y decile a tu amiga que ya puede salir del escondite.

—Dale, yo me encargo...

Fiorella dio varios pasos rápidos en dirección al cuarto de baño. Golpeó la plancha de madera un par de veces y luego acercó su oído a esta.

—¿A qué hora pensás salir de ahí, boluda? ¿Te secuestró el váter?

La contestación de Tatiana llegó de inmediato, pero Mauricio no pudo entender nada de lo que ella decía, dado que decidió susurrar contra el canto de la puerta. Poco después, la joven Portela se echó a reír. Un gesto de complacencia apareció en el rostro masculino, pues aquello constataba que las muchachas no se encontraban en malos términos a raíz de la broma de la chica mexicana. Con ese alegre panorama en mente, el varón se fue caminando hacia la cocina para preparar los platos en donde colocaría el postre y los diversos tentempiés.

♪ ♫ ♩ ♬

Aunque la película elegida llevaba pocos minutos de haber comenzado, al cerebro de la joven argentina ya le costaba trabajo comprender los detalles de la trama. El brazo izquierdo de Mauricio la rodeaba, mientras con la mano le acariciaba el hombro. El suave roce de los dedos del chico, aunado al calor que manaba de su cuerpo, provocaba cortocircuitos en las neuronas de Fiorella.

En ciertos momentos, sentía fuertes deseos de sentarse sobre el regazo del muchacho para poder probar ese par de labios sonrosados que observaba de reojo. De haber estado a solas con él, probablemente no habría resistido aquel poderoso impulso. Era torturante sentirlo tan cerca sin haber reunido todavía el valor necesario para dar el siguiente paso.

Por otro lado, agradecía de todo corazón tener a su amiga sentada al lado opuesto del sofá que los tres compartían. La presencia de Tatiana evitaba que los sentidos trastornados le jugaran en contra hasta llevarla a hacer cosas de las que luego pudiera arrepentirse. A pesar de que le gastase bromas un tanto pesadas apenas tenía oportunidad, nunca lo hacía con malas intenciones. Ella era su ancla para mantenerse en el puerto seguro de la sensatez.

Alternando entre bocadillos dulces y salados, el trío de jóvenes se mantuvo al borde del asiento. Algunos de los momentos más tensos de la trama provocaron sobresaltos en Fiorella y risas en Tatiana al escucharla gritar por asuntos que a ella le parecían inofensivos. Mauricio, por su parte, aprovechaba esos momentos para abrazarla más fuerte y acariciarle los cabellos.

Al término del filme, los tres espectadores comenzaron una amena discusión acerca del argumento. Cada uno tenía su propia interpretación en relación con la seguidilla de eventos extraños que experimentaron los protagonistas de Mother! A medida que presentaban distintas teorías e interpretaciones de las múltiples metáforas detrás de cada escena, los minutos fueron convirtiéndose en horas sin que se percataran de ello.

—¡Ya son las seis! ¡Qué rápido se nos fue la tarde! —afirmó Tatiana tras revisar el reloj en su móvil.

—¿¡En serio!? ¡Ay, no puede ser! Voy a tener que irme ya o no me va a dar tiempo de terminar el proyecto que entregamos mañana —declaró la joven Portela, apesadumbrada.

—¿No lo has acabado todavía? ¡Es súper fácil!

—¡Ay, ya lo sé! Es que lo dejé para última hora, como de costumbre...

—Ya tendremos muchas tardes más para reunirnos y charlar. Ahora andate tranquila —aseveró Mauricio, regalándole uno de sus cautivadores guiños—. No quiero que tengás malas notas después por quedarte a boludear conmigo hoy.

—Muchas gracias por entenderme, de verdad. —Fiorella esbozó una sonrisa tierna mientras alternaba miradas entre sus dos interlocutores—. Prometo que la próxima vez voy a ser yo la que los invite a mi apartamento, ¿les parece?

—¡Simón! Así de paso me prestas a Salem para apapacharlo —manifestó la chica mexicana, entusiasmada.

—Ahora que ella me lo recuerda, todavía tengo las cosas de tu gato —dijo el varón—. Dame un momento para traértelas...

Acto seguido, Mauricio se puso de pie para encaminarse hacia su habitación. Entretanto, Tatiana se acercó para susurrarle a su compañera.

—Si dejas ir a ese cuerazo, te doy un buen madrazo...

—¡Callate! ¡Te va a oír! —La artista negó con la cabeza mientras una risilla se le escapaba—. ¿Qué voy a hacer con vos, loca? ¡Sos la muerte!

Cuando el muchacho regresó a la estancia, las chicas aún estaban cuchicheando. Para su buena suerte, no le resultó nada difícil averiguar que hablaban sobre él. Mientras Fiorella estaba distraída mirando las pertenencias de Salem, la joven Morales buscó los ojos del anfitrión. Apuntó hacia su amiga con la lengua sin abrir la boca, al tiempo que juntaba las manos para simular un corazón palpitante. Lo divertido del gesto y el significado que tenía provocaron una enorme sonrisa en Mauricio. Tatiana levantó el pulgar en señal de aprobación.

Unos instantes después, las muchachas ya se habían repartido los objetos para llevárselos con mayor facilidad. Antes de marcharse, se despidieron de Mauricio en el mismo orden en que lo saludaron al llegar. La colega de Fiorella se adelantó un poco para así darles privacidad a los enamorados.

—La puerta de mi casa siempre va a estar abierta para vos —dijo él, contento.

Entonces, el varón se inclinó para besar la mejilla femenina tal como lo había hecho unas horas atrás. Antes de que él se apartara, la chica movió la cabeza para corresponderle la caricia que acababa de darle. El leve giro provocó que su boca besara la comisura de los labios de Mauricio. La mirada embobada que él le dedicó hizo brotar un nuevo sonrojo en el rostro de ella.

—Nos vemos mañana al amanecer —aseveró la muchacha, temblorosa.

—Estaré encantado de escucharte cantar otra vez —respondió el joven, en voz baja.

Ambos sonrieron poco antes de que ella se girara para abandonar el lugar. El suave clic de la puerta al cerrarse fue la señal para que comenzara a caminar. Al pie de los escalones para descender la esperaba Tatiana, quien de inmediato empezó a acribillarla con preguntas y afirmaciones de toda clase, desde las más inocentes hasta las más indecorosas.

—¡Tú y yo tenemos demasiadas cosas que hablar, mujer! Te voy a ayudar a terminar el proyecto, pero de mí no te vas a escapar, ¿eh?

—No es como si tuviera opción de todas maneras. ¡Sos una hincha pelotas de nacimiento!

—Pos, ¿pa' qué te digo que no si sí? Pero aun así me amas, yo lo sé.

La muchacha parpadeó varias veces de manera rápida, al tiempo que le lanzaba besos con la mano a su amiga.

—Más bien, te merecías mi odio. Tuve muchas ganas de matarte hace un rato... ¡Hoy fue el día del papelón para mí!

—Puedes pensar lo que se te pegue la gana, pero yo opino que Mauricio Escalante se veía muy feliz con tus pendejadas. —Tatiana frunció el entrecejo con perplejidad—. Y ahora que lo pienso, ¿no es cierto que tu amigo, el señor que vive en Francia, tiene ese mismo apellido?

—¿Te referís a Matías? Pues sí, tenés razón. No había detallado en eso. —Fiorella soltó una risilla de incredulidad—. ¡Qué coincidencia tan interesante!

—¿Y si esos dos fueran familia? A lo mejor le puedes preguntar a alguno de ellos si se conocen. No pierdes nada.

—Quizás lo haga, pero no sé. Igual, no creo que tengan nada que ver.

—Al menos nos quitaríamos la curiosidad, ¿no crees? ¡Ándale! ¡No seas malita!

—No me gusta meterme adonde no me llaman. ¡Qué chismosa sos, por Dios!

—¡Eso no te lo voy a negar!

Entre la cháchara, las bromas y las carcajadas de ambas, las horas de la noche transcurrieron tan rápido como las de la tarde. Al llegar el momento de irse a dormir, ninguna de las dos chicas recordaba ya lo que habían hablado en relación con el apellido de Mauricio. A pesar de ello, el tema no sería olvidado. Faltaba poco tiempo para que Fiorella se encontrara de frente con la respuesta a dicha incógnita. La hallaría de forma inesperada, sin necesidad alguna de ir a buscarla. La tapa de la caja de Pandora estaba a punto de ser levantada y la joven Portela ni siquiera se lo imaginaba...

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