Sombras revestidas de dulzura
La fecha de la presentación de Flashdance se acercaba a pasos agigantados. Aunque todas las coreografías estaban grabadas a fuego en la mente de Fiorella, ella no había dejado de practicarlas día tras día como si las desconociera. Sus compañeros de trabajo se divertían de lo lindo cuando la sorprendían bailando en medio de la oficina durante los ratos muertos. A ella no le importaba transpirar de más o parecer una loca por andar dando saltos de un lado a otro sin zapatos. Incluso llevaba unos leggins cortos bajo la falda o los pantalones de trabajo para aprovechar cualquier oportunidad de practicar los ejercicios.
Para buena suerte de la muchacha, Nina Portman, su jefa, no se oponía a que ella tuviera esos despliegues artísticos en horas laborales. La joven Portela solía terminar con las tareas asignadas mucho antes de lo esperado, así que la señora recompensaba tal eficiencia dejándola practicar la danza. Además, la dirigente admiraba la dedicación y el amor que Fiorella demostraba hacia las artes. Por lo tanto, no tenía ningún problema en que la oficina se convirtiera en pista de baile de vez en cuando. Y por si eso no fuera suficiente motivo, la energía positiva de la chica era contagiosa. Resultaba imposible no simpatizar con ella y consentirla.
Al llegar el final del turno laboral, la muchacha se despidió efusivamente de todos sus compañeros, como de costumbre. En cuanto abandonó el edificio, se colocó unos grandes auriculares de color rojo. Deslizó el dedo sobre la pantalla del teléfono y eligió una de sus canciones favoritas para acompañar la caminata que haría hasta un pequeño parque cercano. Aunque creía haberla elegido solo porque sí, aquella balada ahora tenía un significado distinto para ella.
—It can be born anywhere, in the last place you'd expect, in a way you'd never dream. It can grow from nothing and lost within a second, a single glance is all it takes to get inside you...
El canto de Fiorella comenzó a hacerle eco a la poderosa voz de Amy Lee en la versión inglesa del tema L'amore esiste. A medida que ella pronunciaba las poéticas palabras contenidas en cada estrofa, su cerebro iba estableciendo conexiones con las experiencias vividas durante las últimas semanas. Las numerosas imágenes en donde Mauricio era el coprotagonista anegaron sus pensamientos con la rapidez de un relámpago.
—Take my hand, erase the past forever. My love is you, my love you are...
¿Acaso podría el muchacho ayudarla a borrar el dolor de su pasado? ¿Llegaría ella a sentir verdadero amor por él? Sin pretenderlo, la letra de la canción la había puesto a reflexionar acerca de sí misma, de esos sentimientos que tanto miedo le producía volver a experimentar. ¿Estaba lista para bajar la guardia y permitir que en su corazón brotaran nuevas esperanzas? Sacudió la cabeza de manera dramática, como si un simple movimiento del cuerpo pudiera apartar el revoloteo de los malos recuerdos en el cerebro.
La jovencita se acomodó en una solitaria banca y levantó la vista hacia el cielo. Respiró profundo varias veces, no se detuvo hasta que el apretado nudo en su garganta decidió darle una tregua momentánea. Entre ligeros temblores de las manos, levantó el teléfono móvil para detener la reproducción de la pista musical. Permaneció ensimismada por largo rato, con los ojos fijos en el aparato. Tras liberar un suspiro, desbloqueó la pantalla para acceder a las fotografías. No tardó en hallar el retrato familiar al que sus pupilas necesitaban contemplar.
El ensortijado cabello castaño de Lucas, su hermano mayor, enmarcaba el alegre semblante que lo caracterizaba. El chico la sujetaba a ella en volandas, como si de una niñita flacucha se tratase, gracias a sus fuertes y cariñosos brazos. Las carcajadas de Fiorella casi podían escucharse a través de la festiva captura. El lazo que los unía trascendía el parentesco de consanguinidad. Cada uno de ellos era el mejor amigo del otro. Copiosas lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas femeninas al revivir el terrible dolor que aquella imagen le evocaba. A causa de ella, la bonita sonrisa de ese muchacho había estado a punto de desaparecer para siempre...
♪ ♫ ♩ ♬
Fiorella pensaba que Micaela, su mejor amiga de la secundaria, exageraba cuando le hablaba acerca de Elías Martínez. El primo de la muchacha se había mudado recientemente a la ciudad en donde ellas vivían y estudiaban. La chica se lo describía como el hombre modelo por quien todas las mujeres babearían. La joven Portela desconocía el motivo por el cual su compañera sacaba el tema a colación cada vez que se veían. ¿Estaría intentando concertarle una cita con él? La sola idea le resultaba odiosa, pues detestaba que otras personas intentaran decidir por ella en asuntos tan personales como el tener o no una pareja.
A pesar de que era muy joven, Fiorella siempre había querido establecer una relación seria. Después de haberlo intentado con algunos chicos de su edad, estaba segura de que ninguno de ellos compartía su visión de la vida ni sus objetivos a largo plazo. No había conocido a uno solo que pudiera ofrecerle lo que ella buscaba: estabilidad. Por consiguiente, ya no estaba interesada en tener un novio hasta mucho tiempo después de graduarse de la secundaria.
En vista de todo eso, cuando sus sospechas acerca de Micaela finalmente fueron confirmadas, la primera reacción de Fiorella fue negarse de manera rotunda a la petición que esta le hizo. Ella no estaba dispuesta a salir con Elías solo por tontear un poco y así complacer a Mica. Casi se atrevía a apostar que el primo de la chica no sería diferente de los otros ya conocidos y que solo le traería dolores de cabeza innecesarios. Sin embargo, su amiga no se dio por vencida. Gracias a un elaborado plan en conjunto con el varón, el encuentro entre Elías y Fiorella se produjo en circunstancias aparentemente fortuitas.
Cuando ella lo vio por primera vez, no hubo una sola parte de su cuerpo que no se estremeciera. La desmesurada atracción que el muchacho ejercía sobre ella destrozó sus argumentos en un instante. La sonrisa ganadora del primo de Micaela fue la primera bomba que allanó el terreno para el resto de la artillería pesada. Desde el minuto uno, el chico hizo todos los méritos para ganarse el corazón de la joven Portela.
Fiorella no podía creer que existiera un chico tan perfecto como Elías. Le parecía hermoso por donde quiera que lo mirase y le encantaba su estilo sofisticado para vestir. Cada vez que lo escuchaba hablar, el chico la dejaba embelesada. Su forma de expresarse denotaba educación e inteligencia, además de mucha gracia. Tenían numerosas áreas de interés en común, casi como si fuesen dos versiones de la misma persona. En menos de un mes, la muchacha ya había caído rendida a sus pies sin remedio alguno.
Para coronar la lista de puntos a favor de Elías, casi todos los parientes de Fiorella lo adoraban. Tanto los padres como las hermanas menores de ella simpatizaron con el muchacho desde la primera vez que los visitó, lo cual era de esperarse. Le resultaba fácil dejar una buena impresión en la mayoría de las personas que interactuaban con él. Al joven Martínez no se le escapaba ni un solo gesto o palabra que fuese dirigido a él. Gracias a ello, había desarrollado un gran talento para decir exactamente lo que cada quien deseaba escuchar.
Lucas era la única persona que percibía ciertos detalles sutiles que estaban fuera de lugar con Elías. Le parecía que fingía ser alguien que no era, tal como lo haría un actor muy metido en su papel, pero no tenía pruebas de ello. Se trataba de una extraña corazonada imposible de sustentar, así que prefirió mantener la boca cerrada durante un tiempo. No pretendía arruinar la felicidad de su hermana por un simple disparate intuitivo.
Sin embargo, el chico estaba resuelto a mantenerse alerta en todo momento. El enamoramiento anulaba el raciocinio de cualquiera, eso lo sabía de sobra. Fiorella no era un ser especial inmune a los potentes efectos de la pasión. Sin importar si acertaba o si se equivocaba con respecto a ese muchacho, cumpliría con sus deberes de hermano y de amigo sin titubear.
Una tarde soleada como tantas otras, mientras Fiorella se daba una ducha fría, su teléfono comenzó a sonar. Lo había dejado en el escritorio de su habitación, así que no podía escuchar el timbre de llamada, pero Lucas sí. El chico decidió entrar al recinto para tomar el aparato y entregárselo a su hermana. No tenía intención alguna de husmear en el móvil, pero sus ojos no pudieron ignorar la tirilla de texto entrante. El resplandor que la anunciaba apareció unos pocos segundos después de que la llamada se perdiera.
—Estoy deseando verte mañana, mi amor —murmuró él, contrariado.
El escueto mensaje de Elías encendió las alarmas internas del joven Portela. ¿No le había dicho Fiorella que se quedaría en casa para estudiar? La familia entera estaría presente al día siguiente en una fiesta para celebrar el aniversario nupcial de unos amigos cercanos, excepto la muchacha. Ella se había excusado diciéndoles que necesitaba quedarse a repasar para un examen de Matemáticas.
¿Acaso les había mentido? La breve nota electrónica sugería justamente eso, pero ¿por qué inventaría ella algo así? Contaba con la aprobación y la confianza de todos, no había razón para ocultarles que saldría con su novio. Además, sus padres le habían dicho que podía llevarlo al festejo si lo deseaba. En definitiva, algo extraño estaba sucediendo y él no permanecería con los brazos cruzados.
Durante la tarde posterior al hallazgo del mensaje, el muchacho se acercó para besar la frente de Fiorella justo antes de marcharse hacia la fiesta. En voz baja, le indicó que no dudara en llamarlo de inmediato si lo necesitaba para cualquier cosa, por pequeña que le pareciera. La chica frunció el ceño mientras lo miraba directo a los ojos, un tanto descolocada, pero terminó por asentir con la cabeza.
Además de eso, Lucas se puso de acuerdo con un vecino suyo para que este se mantuviera observando la casa. Necesitaba confirmar si Elías se presentaría allí y en qué condiciones lo haría. Tal vez lo que estaba haciendo se considerase excesivo, un arranque sobreprotector que rayaba en acoso, pero él no podía verlo así. Si se trataba de cuidar a su hermana más amada, haría lo que fuera por ella. No podría estar tranquilo de ninguna otra manera.
Poco menos de una hora después, el timbre del móvil del joven Portela comenzó a sonar. Sin un momento que perder, el chico se disculpó con algunos conocidos, se levantó de la silla y salió al patio de la casa para contestar. El fuerte ruido de la música bailable le dificultaba escuchar bien, pero eso no impidió que le prestara el máximo de su atención a la voz del señor Ramos.
En cuanto Lucas oyó la descripción que su vecino le hizo con respecto al comportamiento de Elías, de inmediato abandonó la vivienda sin detenerse a darle explicaciones o avisos a ningún amigo o familiar allí presente. Si el hombre le había dicho la verdad, Fiorella estaba sola a merced de un tipo borracho y quizás drogado. No quería ni pensar en lo que él pretendía hacer con ella, pero no le costaba imaginarlo.
Unos instantes más tarde, el muchacho se subió a un taxi y, con el semblante pálido, casi escupió las sílabas al darle la dirección de su casa al chofer. No fue necesario aclararle al conductor que iba con prisa, pues la respiración acelerada y la mueca de susto estampada en su rostro lo dejaban muy claro. Quizás estuviera a punto de cometer un gran error que se ganara el odio de su hermana, o tal vez se tratara del mayor acierto de su vida. Sin importar cuál fuera el resultado de su decisión, el chico no quería pasar ni un solo segundo más con la incertidumbre de lo que podría estar pasándole a ella.
Casi quince minutos después, Lucas se encontraba de pie frente a la puerta principal de la vivienda familiar. No se escuchaba ningún sonido anormal ni había señales que sugirieran problemas adentro. Lejos de brindarle tranquilidad, tanto silencio hizo que se le revolviera el estómago. Tras haber visto y leído tantos reportajes inquietantes sobre chicas violentadas y asesinadas a manos de sus propias parejas, le resultaba imposible dejar de asociar aquello con Elías.
Antes de entrar, le envió un importante mensaje de texto al señor Ramos. "Si en cinco minutos no salgo ni le escribo algo más, llame a la policía". Acto seguido, el muchacho introdujo la llave en la cerradura de manera lenta y cuidadosa. Justo después de que abrió la puerta, un chillido femenino ahogado alcanzó sus oídos. El ruido provenía de la habitación de Fiorella. Al escuchar aquello, una inmensa descarga de terror mezclado con ira invadió el torrente sanguíneo del chico. Sin pensárselo dos veces, se echó a correr en dirección al cuarto.
La espantosa escena que apareció frente a sus ojos al ingresar a la estancia le robó el aliento. El joven Martínez estaba acostado sobre el cuerpo semidesnudo de su hermana. Mientras con una mano le cubría toda la boca, con la otra iba destrozando la ropa interior de la chica. El pestilente olor a licor que manaba desde Elías, aunado a sus bruscos movimientos y al gesto agresivo del rostro, servía como prueba contundente de que estaba intoxicado.
—¡Soltala ya, maldito hijo de puta! ¡Vení, metete conmigo si te sentís tan machito! —exclamó Lucas, al tiempo que se abalanzaba hacia el sujeto.
Una vez que Fiorella fue liberada del férreo agarre del abusador, enseguida liberó el grito que venía acumulándosele en la garganta. Ver a su hermano dándose de golpes con Elías resultaba desgarrador. Desde el instante mismo en que su novio había cruzado el umbral de la puerta principal, la chica entendió la magnitud del problema. Toda la bondad y el respeto que ella creía inspirar en él habían desaparecido tras un par de ojos enrojecidos y dos fuertes brazos más que dispuestos a lastimarla.
—¡Lucas, dejalo! ¡Está armado! —clamó ella, a voz en cuello.
Antes de que el muchacho pudiera procesar el significado de la advertencia de su hermana, el sujeto alcoholizado sacó el puñal que traía oculto en el bolsillo del pantalón. Sin miramiento alguno, clavó la hoja metálica en el vientre del joven Portela. El potente alarido de la muchacha al contemplar la caída del cuerpo ensangrentado de Lucas aturdió al atacante durante unos segundos.
Cuando el agresor finalmente se volteó para mirarla, la chica se paralizó de pies a cabeza. En aquellos fríos orbes contempló a quien de seguro se convertiría en su asesino. Sin embargo, el navajazo mortal que esperaba recibir nunca llegó. Un ruido sordo se produjo de forma repentina. Unos instantes después, Fiorella comprendió lo que sucedía. El señor Ramos había asestado un golpe sobre la cabeza de Elías para detener el inminente ataque contra ella. Con un bate de béisbol, su vecino había dejado inconsciente al varón drogado.
Las imágenes de los eventos subsiguientes lucían como una confusa maraña de angustia y culpa en la memoria de la apesadumbrada muchacha. Nunca supo cuánto tiempo transcurrió entre la llegada de la policía junto con los paramédicos y la del resto de su familia. Tampoco recordaba las preguntas que le hicieron ni las cosas que ella respondió. En su mente se repetía una y otra vez la escena del apuñalamiento. Ni siquiera su propio dolor al haber estado a punto de ser violada se comparaba con el horroroso sufrimiento de ver a Lucas agonizando.
Mientras el muchacho se debatía entre la vida y la muerte en la sala de cuidados intensivos, la chica deseaba ser quien estuviera en su lugar. Si él no despertaba, Fiorella jamás podría perdonarse. No paraba de repetir que nada de aquello habría sucedido si ella no se hubiera enredado con Elías. Se arrepentía de haberle dado cabida en su alma y en su hogar sin siquiera conocerlo de verdad. Se trataba de un monstruo camuflado bajo la piel de una mansa oveja y ella no pudo darse cuenta a tiempo. Obedecer los designios de su traicionero corazón la había llevado a dañar a quienes más amaba...
♪ ♫ ♩ ♬
"No fue tu culpa, ¡entendelo! El tipo parecía re buena onda, ¿cómo podías adivinar lo que tenía planeado? ¡Dejá de atormentarte con eso, Fiore! Vos fuiste tan víctima suya como lo fui yo. No me pidás perdón, no hiciste nada malo". Las dulces palabras de Lucas todavía resonaban en la privacidad de su mente. Pero, sin importar cuántas veces las repitiera, Fiorella seguía sin convencerse de su veracidad. La chica estaba segura de que las supurantes heridas del pasado la perseguirían por el resto de sus días.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top