¡Qué sentimiento! (Parte III)

Aunque solo permanecieron durante un par de horas en la fiesta universitaria, Fiorella se la pasó de maravilla. Si bien la presentación había consumido una buena parte de sus fuerzas, aprovechó el resto de sus energías para bailar con Mauricio. Sin importar cuál fuera el género, el ritmo o la letra de las canciones que el disc jockey eligiera, ella disfrutaba de todas como si fuesen sus preferidas. Solo hacía pausas breves para hidratarse, pues no quería alejarse del chico.

Cada segundo compartido con el joven Escalante era un valioso tesoro. Los cinco sentidos de la muchacha estaban concentrados en su compañero de danza, quien correspondía todas sus atenciones de manera explícita. Si sus curiosos compañeros querían saber qué pasaba entre ella y aquel elegante hombre, muy pronto se enteraron. Las intensas miradas, las recurrentes sonrisas y los tiernos besos que ambos se prodigaban eran bastante elocuentes.

En cuanto los párpados de la jovencita comenzaron a hacerse pesados, le pidió a Mauricio que por favor la llevara de vuelta a casa. Debía levantarse temprano al día siguiente y no le convenía para nada trasnochar. Por mucho que la idea de quedarse más tiempo en la fiesta la entusiasmara, prefería retirarse antes para dormir bien. Mantenerse saludable era primordial para ella, pues eso le permitía sacar el máximo provecho de sus habilidades físicas y mentales.

En cuanto llegaron al edificio, Fiorella se quedó con el muchacho por primera vez mientras este aparcaba en el estacionamiento bajo techo. Al bajar los dos del vehículo, el corazón de la chica dio un vuelco. Algo tan sencillo como ingresar al complejo residencial junto a él le parecía hermoso. Se permitió fantasear, durante apenas unos segundos, con que era la señora Escalante. Sin que pudiera evitarlo, su rostro se tiñó de carmesí en un instante. Aquel furioso sonrojo no le pasó desapercibido a Mauricio. Sonrió con dulzura al imaginar la reacción de ella ante lo que tenía pensado decirle en breve.

En cuanto las puertas del elevador se cerraron tras ellos, el varón se encargó de elegir el piso diez como destino. Después de colocar el cuadro enmarcado junto a una de las paredes, sus ojos de inmediato fueron al encuentro de los de la joven Portela. El mensaje que manaba de las pupilas masculinas era muy claro. La mezcla entre deseo, alegría y admiración contenida en aquella penetrante mirada desató un fuerte huracán de adrenalina que aceleró el pulso de la chica. Sin apartar la vista ni un segundo, el varón empezó a acercársele. El calor corporal y el agradable aroma que desprendían las prendas masculinas pronto la embriagaron.

—Muchas gracias por esta noche tan perfecta. —Los dedos de él sostenían los de ella con delicadeza—. Me alegra que me invitaras.

—¿Cómo no iba a hacerlo, eh? —Guio las manos de él hacia su boca y las besó varias veces—. Sos muy importante para mí.

En ese momento, el discreto pitido del ascensor anunció el final del breve trayecto. Sin soltar la mano derecha de Fiorella, Mauricio recogió otra vez el cuadro usando el brazo izquierdo. Juntos se encaminaron hacia la puerta del apartamento de ella. Mientras la chica rebuscaba las llaves en el pequeño caos de su bolso, él se dedicó a apaciguar la creciente sensación de ansiedad en la boca del estómago. Quienes lo conocían más de cerca pensaban que él era inmune a los nervios, pero se equivocaban.

—Fiore, antes de irme, quisiera preguntarte algo. Pero por favor no te sintás presionada a responderme rápido. Podés pensártelo con calma. Tomate todo el tiempo que necesités.

La respiración de la muchacha se detuvo en seco mientras el músculo cardíaco bombeaba a toda velocidad. "¡Ay, mi madre, me voy a descomponer! ¿Será posible que él...?" Comenzó a darse la vuelta despacio, a fin de mirarlo a los ojos. El cúmulo de emociones que encontró alojado en los claros iris de él la hizo estremecerse. El chico tomó una larga bocanada de aire antes de continuar.

—Tal vez es muy pronto para decírtelo, pero es que yo ya no me puedo aguantar por más tiempo... —La tarea de tragar su propia saliva le resultó dificultosa—. Con cada día que pasa, todo esto tan fuerte que siento por vos sigue creciendo... Fiore, ¿querés ser mi novia?

Fiorella de pronto se sintió como si fuera una marioneta a la que le habían arrancado los hilos de golpe. Su boca y sus ojos se abrieron de par en par. Las piernas a duras penas la sostuvieron en pie, estaba algo mareada y tenía la impresión de que su pecho explotaría en cientos de partículas incandescentes. Vista desde el punto de vista más emocional, aquella pregunta era justamente la que ella más estaba deseando escuchar.

Desde hacía mucho tiempo que anhelaba encontrar a alguien que compartiera su deseo de tener una relación formal y estable. ¿Sería Mauricio esa persona especial? "¡Sí quiero, por Dios, obvio que quiero!" La joven Portela se cubrió el rostro con ambas manos. "Pero ¿y si de verdad es demasiado pronto? Él mismo me lo dijo... ¿Y si me meto en un quilombo monumental por aceptar? Podría estar jugando conmigo... ¿Y si la estoy cagando horrible otra vez?" Inhaló y exhaló profundo en repetidas ocasiones para apaciguar el ritmo frenético de sus latidos, pero no le sirvió de nada.

Por un instante, su mente consideró la posibilidad de rechazar la propuesta, pero la descartó con la rapidez de un relámpago. "¡No quiero dejarlo ir! De solo pensarlo, se me estruja el corazón". Las manos temblorosas poco a poco descendieron hasta que su cara volvió a estar descubierta. "Que pase lo que tenga que pasar, la verdad es que yo tampoco puedo aguantar más". En medio de un poderoso arrebato de pasión, la chica se colgó del cuello del varón y comenzó a besarlo en los labios como si él fuese la única fuente de oxígeno en todo el planeta.

No hubo ni el más pequeño rastro de vacilación en Mauricio. Su boca respondió de inmediato a la impetuosa invitación. Con las manos se aventuró a levantar ligeramente la blusa de ella, para así poder acariciar la piel de su cintura. El fuerte suspiro que oyó tras unos cuantos segundos, seguido de la suave risa femenina, le confirmó el total agrado de la receptora. Poco después, ella desvió la boca para plantar un beso en la mejilla izquierda del joven.

—Sí, sí quiero ser tu novia —susurró ella al oído de él.

—No sabés lo feliz que estoy de escucharte decir eso —respondió el varón, rebosante de alegría.

Encontrar la calma luego del torbellino de emociones que habían experimentado no fue una tarea sencilla. El momento de la despedida vino hasta que Fiorella reunió las fuerzas necesarias para entrar al apartamento sin el chico. De haber permitido que entrara junto a ella, probablemente él no habría vuelto a salir de allí hasta el día siguiente. Tras ducharse una vez más, la jovencita se dejó caer sobre la cama como un plomo. Una agradable sensación de calor recorrió su anatomía entera mientras rememoraba todo lo que le había sucedido esa noche.

Cuando tomó el teléfono móvil para enviarle un mensaje de voz a Tatiana, notó que le había llegado un correo electrónico de parte de su papá. Una tierna sonrisa decoró su semblante al pensar en aquel maravilloso hombre a quien tanto amaba. De no haber sido por la oportuna intervención de él, quizás ella nunca hubiera tenido la oportunidad de llegar a tierras estadounidenses y de seguro no habría podido conocer a Mauricio. "Pa, no te imaginás el montón de cosas que tengo para contarte". Sin proponérselo, los pensamientos de la chica retrocedieron en el tiempo...

♪ ♫ ♩ ♬

La expresión en el rostro de Danilo Portela traía consigo el sello de las malas noticias. El pobre señor aún no hallaba la manera adecuada de contarles a sus familiares lo que había sucedido sin cargarlos de preocupación y de tristeza. Lo más doloroso sería ver las esperanzas de Fiorella haciéndose añicos. ¿Cómo le diría a su hija que él ya no podría ayudarla a costear los estudios universitarios?

Desde el punto de vista del hombre, los múltiples talentos artísticos de su niña merecían todo el apoyo del mundo. Él sabía que su florecita, como solía decirle de forma cariñosa, podría llegar tan lejos como se lo propusiera, pero para eso necesitaba el empujón de los estudios superiores. El hecho de que él hubiera perdido el trabajo bloqueaba muchas posibilidades para la muchacha, puesto que la familia entera dependía en gran medida del salario que él recibía.

Con el corazón hecho un puño, el señor Portela giró la llave para abrir la puerta principal de la casa. Un suspiro de abatimiento abandonó sus pulmones cuando escuchó el característico sonido de los pasos de Fiorella. "¿Por qué no vino primero Marta, Mónica, Paula o Lucas? Tenía que salir primero justamente mi florecita... ¡Dios, no quiero romperle el corazón!" Cuando los amorosos brazos de la chica le rodearon el cuello, al padre se le hizo un nudo en la garganta.

—Pa, ¿te pasa algo? Te siento muy raro —dijo ella, en voz baja.

—Hay algo importante que necesito decirles... Que vengan todos a la sala, por favor —contestó él, apesadumbrado.

Luego de ello, el hombre se dirigió hacia su sillón favorito, en donde se sentó a esperar a que la familia estuviese reunida para comunicarles lo sucedido. Tan pronto como su esposa e hijos ingresaron a la estancia, don Danilo respiró hondo y se aclaró la garganta varias veces antes de hablarles. Tras unos instantes de incómodo silencio, comenzó a describir el reciente proceso de reestructuración que se había dado en la empresa para la cual laboraba.

Por alguna razón desconocida para él, Matías Escalante, quien era el dueño de la compañía, había firmado un acuerdo para devolverles el mando de la empresa a sus antiguos propietarios. Dicha medida implicaba que los nuevos dueños podían hacer cambios en el personal según su conveniencia. Para su mala suerte, él era uno de los pocos empleados que habían sido despedidos. Si bien le habían pagado una buena suma de dinero como indemnización por dicho despido, seis personas dependían de ella, así que no les duraría mucho tiempo.

Los suspiros de intranquilidad no tardaron en llegar. Lucas y las muchachas se miraron en silencio, pues no tenían idea de cómo confortar a su padre. Todos representaban gastos considerables para el señor Portela y ninguno de ellos tenía un empleo fijo aún. Fue entonces cuando Marta, la madre, intervino en los asuntos para ofrecer una posible solución al problema.

—¿Y si hablás con don Matías? Siempre has dicho que es un excelente jefe. Estoy segura de que podría ayudarte a encontrar otro trabajo muy pronto —sugirió ella, en tono calmado.

—No me gusta comprometer a la gente a hacer cosas que tal vez no quieren hacer —respondió él, cabizbajo.

—Nada perdés con intentarlo, mi amor.

—Te prometo que al menos lo voy a pensar.

El hombre levantó la vista para escrutar los rostros de sus hijos. Las frentes arrugadas y las miradas esquivas enseguida le confirmaron que los cuatro jóvenes estaban tan preocupados como él mismo. Aunque esperaba ver lágrimas en los ojos de Fiorella, lo que encontró fue una sonrisa dulce. Observó con extrañeza el momento en que la chica se puso de pie y caminó despacio hasta el sillón en donde él reposaba, para luego ponerse en cuclillas.

—Hoy mismo voy a comenzar a buscarme un trabajo. Estate tranquilo, pa. Saldremos adelante.

—Ay, florecita, ¿qué estás diciendo? Eso no es necesario.

—¡Claro que sí lo es! Quiero ayudarte, no tenés que hacerlo todo solo. Siempre te has esforzado mucho para que nosotros estemos bien. Ya es hora de colaborar.

—Mi niña, sos un sol...

Don Danilo la abrazó con gran fuerza mientras cedía a las lágrimas. De la persona que más descorazonamiento esperaba era de quien primero había recibido apoyo directo. Sin importar si su hija conseguía un empleo o no, la generosa actitud al anteponer las necesidades de la familia lo había conmovido. "Fiorella se merece lo mejor. Ojalá que las cosas se arreglen. Quiero verla brillando en Broadway en un futuro no muy lejano, como ella lo sueña". La propuesta de su esposa pasó de ser una posibilidad a convertirse en una certeza. La conversación con su ex jefe se produjo unos cuantos días más tarde...

♪ ♫ ♩ ♬

Fiorella liberó un suspiro nostálgico. Todavía le sorprendía mucho la manera en que los asuntos se habían acomodado en favor de ella y de sus seres queridos. Aquel episodio que al principio parecía ser tan oscuro al final se había convertido en una increíble oportunidad de crecimiento académico y profesional. La vida ahora le estaba sonriendo de todas las maneras posibles.

"Matías, ¿vos tenés una idea de lo mucho que hiciste y seguís haciendo por mí?" El rostro jovial de su benefactor fue una de las últimas imágenes que visualizó poco antes de sumergirse en el plano onírico. Tras terminar de redactar los mensajes pendientes, sus grandes ojos se cerraron. El subconsciente de la muchacha comenzó a disfrutar de placenteros sueños poco después.

♪ ♫ ♩ ♬

Los preparativos del nuevo viaje de negocios habían llegado a la etapa final. Faltaban pocos días para que el señor Escalante viajara a los Estados Unidos. Allí asistiría a un buen número de charlas sobre economía, se reuniría con algunos ejecutivos y revisaría el progreso de los proyectos en curso. Además de ello, el hombre había apartado varios días para visitar a Alejandro, el menor de sus hijos. Él era el único que había decidido perdonarlo tras la disolución de su matrimonio con Rocío Peñaranda más de un año atrás. Después de pasar un tiempo con él, el hombre también iría a visitar a Fiorella.

Si bien no estaba emparentado con la joven artista, la veía como a una integrante más de su familia desde hacía ya un buen tiempo. De seguro la chica tendría mil cosas para compartir con él y con Matilde, pues ella llegaría al continente americano dos semanas después de que él lo hiciera. La señora estaba deseosa de conocer a la encantadora chica a quien su marido tanto apreciaba. No les cabía duda de que la muchacha recibiría con mucho agrado la noticia de su visita. Ninguno de ellos imaginaba que algo pudiera salir mal. Sin embargo, los negros nubarrones de una tormenta estaban comenzando a formarse en el horizonte...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top