Capítulo 24
Viernes, 7 de abril
Vega
Estos días han transcurrido un poco raros. Eric apenas me ha dirigido la palabra en el instituto, y tampoco me responde a los mensajes como antes. Me esquiva en los pasillos, y en clase tampoco se sienta ya cerca de mí. Cuando entro en la clase de matemáticas, le veo ahí, en su nuevo sitio habitual: al fondo de la clase, junto a la ventana. Qué típico de chico que pretende hacerse el interesante, o el distante, sentarse junto a la ventana para mirar por ella con, no sé, melancolía.
—Ey —me acerco a él, esperando que al menos se gire para mirarme.
Eric me sonríe cuando me ve, y me hace un gesto con la cabeza antes de volver a mirar por la ventana. Lo mismo que ha estado haciendo estos días cada vez que he intentado hablar con él: ignorarme. Así que hoy decido sentarme a su lado, a ver si así por lo menos consigo algo.
Suspiro. No sé qué hacer. ¿Qué narices le ha pasado?
La clase de hoy transcurre más lenta de lo habitual, y yo no puedo dejar de mirar a Eric de reojo, que se encuentra distraído jugando con un bolígrafo entre sus dedos. En un momento dado, dejó caer mi lápiz, que aterriza junto a su zapatilla; hago el amago de agacharme a recogerlo, pero rápidamente él reacciona y me lo da. Se lo agradezco con una sonrisa, que él me devuelve, y continúa jugando con el bolígrafo. Bueno, al menos sé que no está enfadado conmigo.
Unos minutos después un papelito aterriza sobre mí mesa. Lo abro y descifro la letra de Eric, que ha escrito: "Nos vemos a la salida, donde nos dimos nuestro primer beso".
¿Primer beso? Supongo que se refiere al primer beso de mentira, porque el primer beso de verdad fue el pasado fin de semana, en la villa.
Nuestro primer beso «de verdad».
Sonrío al pensar en ello, aunque parezca haber acabado... ¿mal?
Doblo el papelito de nuevo y lo guardo en el estuche. Durante lo que queda de clase no paro de mirar a Eric de reojo, y una de esas veces él me devuelve la mirada. Gracias, al fin ha dejado de fingir que no existo. Cuando por fin termina la clase, Eric recoge sus cosas y se levanta, me sonríe, me acaricia la cabeza y se va. Parece que ya está de mejor humor, o al menos eso espero.
El resto del día ha resultado igual de aburrido. He decidido saltarme la última hora junto con mis amigos e ir a Queen's, porque no sé si puedo soportar que Eric se comporte de esa manera conmigo por más tiempo. Oliver y Maica me han hecho algunas preguntas sobre la sorpresa de Eric, de la que al parecer también estaban enterados, pero yo simplemente me he resignado a contestar que ha ido bien, obviando algunos detalles como el del beso o que, por alguna extraña razón, Eric me ha estado ignorando durante toda la semana.
—Bueno, ¿y no os besasteis? —me pregunta Maica de repente, tan cotilla como siempre.
Casi me atraganto con el zumo de piña que me he pedido. Porque tampoco habría podido tomarme un Mil Maravillas sin pensar en Eric.
¿Qué se supone que debo responder? ¿Les habrá contado Eric a sus amigos la verdad? Y si ha sido así, seguramente Oliver también lo sabe, así que, si miento, ¿me descubrirá mí amigo? Me doy cuenta de que estoy tardando demasiado en responder, lo que para Maica ya está siendo una respuesta más que obvia, teniendo en cuenta la sonrisa que se le está empezando a formar en la cara.
—No —contesto al fin, haciendo que a mi amiga se le borre la sonrisa de golpe.
Miro de reojo a Oliver, que no parece sorprendido por aquella mentira, por lo que supongo que Eric también les habrá mentido a los demás.
—¿No? —repite mí amiga, extrañada— ¡Si la idea era perfecta para que surgiera!
En verdad tiene razón, la idea que tuvo Eric de llevarme a aquellas termas creó el momento perfecto para que surgiera el beso. Entonces, si esa era su intención, ¿por qué de repente se comporta tan extraño? Espero que me lo aclare todo cuando terminen las clases.
—Lo pasamos bien e hicimos unas cuantas fotos, pero eso es todo —me encojo de hombros ante las miradas atentas de mis dos amigos, sin darle mucha más importancia al asunto.
Ellos intercambian una mirada, y Maica parece que abre la boca para decir algo más, pero en el último momento se calla y sorbe un trago de su batido.
—Y bueno... —habla entonces Oliver para romper el silencio— ¿Al final vais a participar en el concurso de talentos del mes que viene? —Pregunta, cambiando de tema.
Mierda. Se me había olvidado por completo ese estúpido concurso de talentos. Casi todos los profesores te regalan un punto en su asignatura si participas en ese concurso con un talento que tenga que ver con ellas; por ejemplo, si haces algo que tenga que ver con la educación física, como gimnasia artística o intentar batir tu propio récord de patear un balón sin que se caiga al suelo; o si tocas algún instrumento para la asignatura de música. También puedes recitar una poesía o un escrito, lo que al profesor de literatura le parecería suficiente para aprobarte, o recitar el número pi con todos sus decimales o resolver una ecuación en un tiempo récord para el de matemáticas.
—¡Claro que sí! —responde Maica entusiasmada— Voy a demostrar mis dotes de papiroflexia, seguro que a la señorita Swan le encantará.
La señorita Swan es la profesora de dibujo y plástica, y, aunque es bastante difícil suspender su asignatura, a Maica no es que se le de especialmente bien, por lo que todos los años participa en el concurso con un número diferente de arte manual para conseguir el punto que siempre la ayuda a conseguir el aprobado raspado.
—No creo que la papiroflexia sea tu punto fuerte, amiga —me río, al imaginarme a mi amiga doblando un montón de papelitos.
—Qué sabrás tú —me replica, cruzándose de brazos— ¡yo sé hacer muchas cosas con papel!
—¿Ah sí?— responde Oliver, mostrándose cada vez más interesado por la conversación—¿Cómo qué?
—Pues se hacer un barquito, y una mariposa, y... un... una... eh...—Maica comienza a titubear, dejando claras sus pocas dotes con el papel.
—¿Ves? No sabes hacer nada, la señorita Swan no te aprobará este año.
—¡Solo tengo que practicar! —exclama mi amiga, fingiendo enfadarse con él.— Además, para eso existen los vídeo tutoriales.
—¿Y qué pasa si de repente te cortas con el papel en mitad de tu función? —pregunto yo de repente— a ti te da mucha fobia la sangre.
—Pues... no había pensado en eso —Maica cambia su expresión de entusiasmo por una de decepción, temiendo tener que buscar rápidamente otro número para el concurso que pueda ayudarla a aprobar esa asignatura.
—Podrías hacer un cuadro —la propongo, pensando que tal vez pueda colar si lo hace con la excusa de que es arte abstracto.
—¡Es una gran idea! —comienza a dar palmaditas, entusiasmada otra vez— Y creo que ya sé cómo voy a hacerlo.
Oliver se deja caer sobre la mesa, temiéndose lo peor.
—Al menos será divertido —murmura, para que Maica no pueda oírle.
Sin embargo, la pelirroja ha parecido escucharlo perfectamente, ya que le da un codazo, molesta.
—Y tú Vega, ¿vas a participar? —me pregunta mi amigo, frotándose el brazo por el codazo.
Todos los años tengo el mismo conflicto. Cada año mis amigos me animan a que participe en el dichoso concurso, y cada año me toca estar aguantando sus insistencias hasta que se cierra el plazo. Odio estar sobre un escenario.
—Podrías bailar —dice Maica como si nada.
Exacto. Bailar.
Suspiro.
—Maica... ya sabes que yo no..,
—Lo sé —me interrumpe ella— lo sé, Vega. Pero en algún momento tendrás que volver a intentarlo.
Todavía dudo un instante. Antes me encantaba bailar, me apasionaba. Hasta que un día dejé de hacerlo, así sin más. Pero tal vez haya llegado el momento de volver a intentarlo... Aunque la mísera idea de hacerlo hace que se me revuelva el estómago.
—Es que no puedo, lo siento —respondo finalmente, dándole vueltas a mi batido con la pajita.
—Eras la mejor de la clase —continúa hablando ella— yo lo dejé porqué parecía un pato mareado, pero tú, Vega, tú parecías un cisne, no sé cómo no te dieron el papel principal en la actuación de final de curso.
Es cierto que me dio mucha rabia que no me diesen aquel papel.
—¿No continuaste bailando después? —pregunta Oliver, al que no le habíamos contado demasiado sobre aquella historia, porque yo prefiero no hablar de ello.
—No —respondo yo simplemente— no pude.
—¿Y por qué dejaste de hacerlo? —me pregunta Oliver, llegando a la parte de la historia de la que precisamente no quiero hablar.
No digo nada. El chico mira a Maica, que acaba de cambiar su expresión a una de tristeza, y me vuelve a mirar a mí.
—¿Qué? —se extraña, mirándonos una y otra vez— ¿He dicho algo malo?
Miro el reloj, y me doy cuenta de que ya casi es la hora de que Eric termine su última clase, con lo que, sin decir nada más sobre el tema, recojo mis cosas y me pongo en pie.
—Chicos, tengo que irme, Eric me está esperando.
—Uuuuhh— dice Maica, de nuevo con su sonrisa de siempre.
Yo la ignoro y me encamino hacia el banco en el que Eric me besó sin querer el día que lo conocí, justo en el momento en el que acepté ese estúpido plan de fingir ser su novia hace ya dos semanas.
«Allá vamos». Camino con decisión hacia el banco, donde veo a mi —supongo que todavía— falso novio ya esperándome, y entonces una sensación de hormigueo recorre todo mi cuerpo. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Si ni siquiera somos novios de verdad. Y los del beso está claro que no significó nada para él, aunque en aquel momento no lo parecía... En fin. Inspiro hondo, procurando relajarme, pero según me voy acercando mis piernas comienzan a temblar, y por alguna razón tengo muchas ganas de llorar o de gritar o de salir corriendo; pero debo enfrentarme a esto, por muy nerviosa que me ponga esta situación. Si me ha estado ignorando durante cuatro días, espero que tenga una buena excusa.
Cuando Eric me ve, se levanta del banco y me espera, paciente, con una sonrisa. Ese gesto hace que me relaje un poco.
Porque, si sonríe, al menos lo que viene ahora no puede ser tan malo.
Eric
Estoy siendo un capullo, lo sé. Por no seguir llamándome imbécil, más que nada.
Cuando Vega y yo nos dimos ese beso en las aguas termales fue como si un sentimiento que ha estado oculto en mi interior durante mucho tiempo saliera de nuevo a la luz, exponiéndome. Y ahora me siento vulnerable, y odio sentirme así. No supe muy bien cómo reaccionar en ese momento así que simplemente me marché, y ahora llevo toda la semana evitándola. Definitivamente estoy siendo un capullo.
Estos últimos días he decidido sentarme en un sitio diferente al habitual en clase, uno junto a la ventana, más alejado de ella. Tengo miedo de que me pregunte qué me pasa o de que quiera hablar sobre el beso. No es que piense que fue un error, pero no creo que fuera lo más adecuado, porque, para una amiga que tengo, voy yo y la fastidio besándola.
Me distraigo mirando por la ventana, comienza a hacer buen tiempo, y un par de pájaros están construyendo un pequeño nido en uno de los árboles del patio.
—Ey— me saluda de repente una voz. Sé que es la de Vega.
Me giro y la veo mirándome, con una pequeña sonrisa. Mierda, me ha pillado desprevenido, pero, ya que estoy siendo un auténtico idiota con ella, qué menos que saludarla al menos, aunque simplemente le devuelvo la sonrisa y hago un gesto con la cabeza antes de volver la vista de nuevo a ese nido. No creo que sea muy capaz de mirarla a los ojos ahora mismo o de mantener una conversación, sobretodo porque sé qué conversación sería, y no me apetece nada tenerla. No estoy preparado.
Se sienta a mi lado. La verdad es que no me extraña. Ni siquiera le he dado una explicación razonable de por qué la estoy ignorando. Ella no se merece esto, pero es que no sé qué hacer. Suspiro, y dejo que la clase transcurra tan lenta como siempre. Noto que Vega no para de mirarme de reojo, ¿espera que le diga algo? ¿Algún gesto? ¿debería sonreírle otra vez para que sepa que no estoy enfadado con ella? Porque tal vez sea eso lo que piensa: que estoy enfadado con ella.
No puedo evitar ocultar lo nervioso que me pone esta situación. Intento calmarme jugando con el bolígrafo, deslizándolo entre mis dedos, sin prestar mucha atención a las explicaciones del profesor. De repente, algo aterriza junto a mi zapatilla: es el lápiz de Vega, lo sé porque yo le dejé ese lápiz una vez, y no me lo ha devuelto desde entonces, pero no importa, ahora es suyo. Antes de que ella pueda agacharse, yo lo recojo y se lo devuelvo, y ella me agradece el gesto con una sonrisa, momento que aprovecho para hacer lo mismo. Espero que con esto haya entendido que no estoy enfadado.
Sigo dándole vueltas al asunto en mí cabeza. Tal vez debería comportarme de una vez y hablar con ella, darle una explicación, al menos. Decidido, voy a decírselo. Pero, ¿decirle qué? ¿Que tengo miedo? ¿que soy idiota? ¿Que no estoy preparado para esto? Sea lo sea. Bueno, ya lo pensaré; de momento lo que más me importa ahora es hacerle saber que siento haber estado ignorándola, y que no pienso hacerlo por más tiempo. Abro mi cuaderno por una hoja en blanco y arranco una esquina, donde escribo: "Nos vemos a la salida". Tal vez debería especificar el lugar. Pienso por un instante, ¿cuál sería un buen lugar para hablar? La primera vez que quedamos fuimos a tomar unos batidos, puede que sea una buena idea; aunque, pensándolo mejor, no creo que sea un buen sitio, porque no tendríamos mucha privacidad, al menos no la suficiente para decirle lo que quiero... ¡Ya está! Sé el lugar perfecto, y estoy seguro de que se sentirá lo suficientemente cómoda como para hablar este tema con tranquilidad. Decidido, termino de escribir en el papel: "Nos vemos a la salida, en el lugar donde nos dimos nuestro primer beso". No sé si poner eso de "primer beso" sea lo más idóneo, dado que precisamente es eso, un beso, lo que nos ha llevado a esta situación; pero estoy seguro de que ella sabrá a lo que me refiero. Una vez escrito, doblo el pequeño papel y lo lanzo disimuladamente a la mesa de Vega. De reojo, veo como ella lo desdobla y lo lee, y se queda observando el papelito unos segundos antes de volver a doblarlo y guardarlo en el estuche, sin ni siquiera mirarme o hacer algún gesto; no se muy bien si aquello significa que sí va a ir, pero no me queda más opción que confiar en que vaya.
Durante el resto de la clase procuro no darle muchas más vueltas al asunto. En algún momento noto que ella me está mirando, y yo me giro para devolverle la mirada acompañada de una sonrisa; quiero que sepa que está todo bien entre nosotros.
Pero, ¿realmente lo está?
Sacudo la cabeza procurando apartar esos pensamientos y dirijo de nuevo la vista hacia el exterior a través de la ventana; veo que en el patio están montando una especie de escenario, ¿un escenario para qué? Entonces, un par de personas llegan con una pancarta enorme en la que pone "Concurso de talentos" y me doy cuenta de que lo había olvidado por completo. Otros años mis amigos y yo solemos fastidiar el concurso de alguna forma divertida que siempre nos supone un castigo, pero este año no lo tengo muy claro, y tampoco estoy de humor para hacerlo, aunque tal vez necesite hacer algo así con los chicos para animarme un poco. Dirijo la vista al reloj, y, en ese instante, el timbre suena por fin. Recojotodas mis cosas, con prisa pero sin parecer muy ansioso por querer irme, para que Vega no pueda pensar que lo hago por querer perderla de vista, y, por si eso no es suficiente, le dedico otra sonrisa más y le acaricio levemente la cabeza antes de marcharme.
Mientras voy camino a mi taquilla, alguien me toca la espalda de repente, y yo apenas reacciono, ensimismado en mis pensamientos.
—Tío, ¿estás bien? —Me pregunta entonces la conocida voz de mi mejor amigo.
Dani aparece a mi lado y me mira con cara de confusión, como si no entendiera qué me pasa o por qué.
—Sí, perdona —respondo, procurando quitarle importancia al asunto —a primera hora siempre estoy dormido, ya sabes —y me paso una mano por la cara para que la excusa sea creíble.
—Te entiendo —asiente él, soltando un suspiro— Por cierto, los gemelos y yo iremos a casa de Lucas a última hora, ¿te vienes?
Instintivamente comienzo a asentir con la cabeza, entonces recuerdo que, tras la última clase, he quedado con Vega, y al final tengo que rechazar la oferta. Dani vuelve a mirarme con aquella cara de confusión una vez más, pero se encoge de hombros y acaba marchándose sin insistir mucho más.
—Tú te lo pierdes —me dice antes de irse.
Suspiro. «Sí que me lo pierdo, pero tengo algo más importante que hacer», pienso. Y me parece increíble que haya rechazado saltarme las clases para irme con los chicos por quedarme hasta el final y así poder hablar con una chica con la que quiero arreglar las cosas.
«Arreglar las cosas».
Vaya. Hace mucho que esa expresión no pasaba por mí cabeza. La última vez que quise arreglar las cosas con una chica...
Es igual, prefiero no recordarlo. Solo digamos que no salió muy bien.
El resto del día transcurre aburrido, y la clase de biología a última hora se me hace eterna e infernal. ¿Por qué se molestarán los profesores en fastidiar tanto a los alumnos poniendo las clases más tediosas a última hora? De lo cansado que salgo de esta última, casi se me olvida que debo ver a Vega, y sin querer me encamino hacia mi casa automáticamente.
—¡Eric! —La voz de una chica me detiene antes de que pueda doblar la esquina que da a la parada donde a veces cojo el autobús para volver a casa.
Me doy la vuelta, y veo una melena castaña viniendo hacia mí.
—Quina —digo simplemente.
Aunque algo en ella parece diferente esta vez... Pero no sabría decir el qué.
—¿Podemos hablar un momento? —me pregunta cuando llega hasta mí.
—Pues la verdad es que no puedo, tengo que... —comienzo a inventarme una excusa, pero entonces recuerdo que realmente tengo una razón para no poder hablar, y casi se me olvida —lo siento, Quina, pero es que de verdad que no puedo hablar ahora —termino diciendo, antes de comenzar a caminar hacia el lugar en el que he quedado.
Mientras me regaño mentalmente por casi olvidar mi cita con Vega, la chica me agarra de la camiseta (y no del brazo) para que me detenga. Me giro, sobresaltado, y la miro esperando lo que me tenga que decir. Aunque me sorprende bastante lo que me pregunta a continuación:
—¿La besaste?
¿Qué?
No sé cómo reaccionar. ¿Qué si he besado a quién?
—¿Que si he besado a quién? —repito en voz alta.
—A Vega, a quién sino.
Vaya, la verdad es que no me esperaba tener esta conversación con Quina. Aunque, por otro lado, ella siempre ha sido la única chica con la que he podido hablar, al menos hasta ahora. ¿Le digo la verdad?
—Sí, la besé.
Ella no dice nada, y por un momento pienso que me va a soltar una bofetada o se va a enfadar o algo por estilo. Pero no lo hace.
—No te la mereces —dice en cambio—, más te vale no hacerle el daño que me has hecho a mí.
Menudo golpe.
—Lo sé —respondo, con un nudo en la garganta— y lo siento.
Sé que ya me disculpé con ella la semana pasada, pero aún sigo sintiendo que le debo muchas más disculpas. Aunque lo último que me ha dicho supongo que ya es inevitable, porque, como era de esperar en mí, creo que ya le he hecho daño a Vega.
—Creo que le voy a dar una oportunidad a Oliver —dice entonces, pillándome por sorpresa— No sé si lo sabes, pero estuve con él el último día del viaje en la villa y... me gusta —me explica, como si ella tuviera que darme explicaciones a mí—. Entonces, ¿podemos ser amigos? —pregunta, al ver que no hay reacción alguna por mí parte.
—Claro —asiento rápidamente con la cabeza, aún sin creerme lo que acabo de escuchar— y espero que te vaya muy bien con Oli, es un buen chico, creéme.
—Lo sé —sonríe, más para sí misma que para mí.
Nos despedimos con un breve abrazo y se va, dejándome ahí, de pie, sin poder moverme y con aquella bomba aún por asimilar. Tengo la extraña sensación de que me he perdido muchas cosas. Pero no hay tiempo para digerir aquella noticia, saco el móvil del bolsillo para mirar qué hora es, porque he quedado con Vega en... ¡cinco minutos! A correr.
Corro lo más rápido que puedo, con el móvil en la mano para que no se me caiga del bolsillo durante la carrera, como ya me ha pasado más de una vez, hasta que al fin diviso el banco en el que he citado a la que supongo que todavía es mi "novia" que, para mi sorpresa, todavía no ha llegado.
Y para esto hago que casi se me salga un pulmón por la boca.
Me detengo un momento y me apoyo sobre mis rodillas para recuperar el aliento, y, con una mano en el pecho, me dejo caer sobre el banco de madera a la espera de Vega.
Unos minutos después la veo venir desde la cafetería Queen's, con una pequeña sonrisa y agarrando con ambas manos las asas de su mochila. Se nota que está nerviosa, y, sin poder evitarlo, es algo que me hace sonreír a mí también, porque eso significa que esto es igual de importante para ella.
Aunque pensar eso hace que yo también me ponga algo nervioso de repente, pero ya es tarde para arrepentirse. Sé lo que le voy a decir, y quiero hacerlo. Así que me pongo de pie, y espero, paciente y con una sonrisa, a que llegue hasta mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top