Capítulo 20

Vega

Tras los juegos y la entrega del premio a los ganadores, Maica y yo regresamos a nuestra habitación que, para nuestra sorpresa, está vacía.

—¿A qué tienda irías primero si hubieras ganado el premio? —me pregunta ella dejándose caer sobre la cama.

—Supongo que a esa que tiene cien sabores de helados diferentes, ¡quiero probarlos todos! ¿Y a cuál irías tú?

—Es obvio, ¿no? —me réplica incorporándose— Yo iría a Pettal & Metal a por esa chaqueta de cuero rosa —me dice con un brillo en los ojos, ese brillo especial que le aparece cuando piensa en ir de compras.

No puedo evitar sonreir; esta situación me recuerda al día en que la conocí. Creo que era un sábado por la mañana un día de verano, ese día me tocaba trabajar en el ChopChop, una de las cafeterías del centro comercial, porque mi compañero se había puesto enfermo y debía sustituirle. Tras servir un capuchino a una señora, me tocó tomarle nota a Maica; recuerdo que me llamó la atención porque en ese momento llevaba un montón de mechas de colores de quita y pon sobre su melena rojiza. Me pidió una bebida que no estaba en la carta, un smoothie de chocolate, y, cuando le dije que no podía darle eso, me pidió un batido de chocolate y un vaso lleno de hielos para hacer el smoothie por sí misma; después de eso vino día tras día pidiendo lo mismo, hasta que un día la sorprendí con el smoothie hecho. Y desde entonces somos amigas.

—¡AAAHHH! —Un grito proveniente del cuarto de baño me devuelve a la realidad.

Maica y yo nos sobresaltamos y yo me caigo de la cama agarrándome el pecho para que no se me salga el corazón del susto. La puerta del baño se abre y de ella sale Minerva corriendo y gritando por toda la habitación, envuelta en una toalla y con el pelo mojado.

—¡ES QUE QUIERES QUE ME DE UN INFARTO! —exclamo todavía asustada y de rodillas en el suelo.

—Mi... Mi... — tartamudea ella dándose la vuelta —¡Mi cara!

—Uuhh... — digo al darme cuenta del grano tan enorme que tiene en la frente— ¿Cuando te ha salido eso?

—No lo sé —comienza a llorar— ayudadme, por favor, no sé qué hacer.

—Pues... Podrías maquillártelo— sugiero señalando uno de los tocadores llenos de maquillaje— Maica podría hacerlo, sabe de estas cosas.

—¿De verdad? —pregunta ella algo esperanzada— ¿Crees que podrás arreglarlo?

Mi amiga pelirroja se acerca a ella para examinar el grano más de cerca.

—Es peor de lo que creía, pero tranquila, creo que podré arreglarlo— afirma poniéndose en pié—, voy a por las cosas.

—Bien, gracias, gracias —dice Minerva regresando al baño— me voy a secar el pelo.

—Vale, yo ahora entro a ducharme —la aviso antes de que cierre la puerta.

Me desnudo en la habitación dejando la ropa y la muñequera sobre la cama y entro en el baño en ropa interior, porque, después de los juegos, ya hay confianza. Después, ante la atenta mirada de Minerva, me quito la parte de abajo y la meto en una bolsa de ropa sucia.

—Uuhh nena —me dice Minerva mirándome las partes íntimas depiladas... completamente— ¿Es que esperas hacer algo este fin de semana? —me insinúa subiendo y bajando las cejas.

—Cállate —sonrío y le tiro mi sujetador.

—Con Eric... ¿Quizás? —continúa subiendo y bajando las cejas.

Saco mi tanga de la bolsa y amenazo con lanzárselo también.

—Vale, vale, ya me callo —me dice entre risas cubriéndose con los brazos.

Me meto en la ducha y abro la llave de agua, compruebo que todavía está caliente por la ducha de Minerva, y meto mi cabeza bajo el agua. Y, por culpa de Minerva, ahora pienso en lo que podría hacer con Eric esta noche.

19:00 p.m.

Eric

Tras los juegos nos dieron unos bocadillos para comer y estuvimos todos juntos en el jardín conociéndonos un poco mejor, como se suele hacer en los campamentos. Después, los chicos y yo subimos a la habitación y nos dimos una ducha para quitarnos el sudor de encima, y decidimos relajarnos hasta la hora de cenar. Izan y Boris han bajado a la piscina y Dani y yo nos hemos quedado en la habitación jugando a las cartas para matar el tiempo. De repente oigo el sonido de notificación del móvil, y lo desbloqueo para averiguar quién me ha escrito:

Princesa: Me han dejado sola en la habitación y me aburro, ven a entretenerme.

Sonrío al ver de quién es el mensaje. "Princesa", se que no le gusta que la llame así, pero es gracioso como se le arruga la nariz cuando se enfada conmigo por eso. Madre mía, no me puedo creer que me hable como última opción. Bueno, en realidad sí, porque creo que me odia un poco o mucho por haberla metido en todo este embrollo de la novia falsa.

Eric: Estoy jugando a las cartas con Dani.

Princesa: Me da igual.

—Tío, te toca—escucho la voz de Dani frente a mí.

Tiro una carta cualquiera.

—¡Toma!— exclamo entusiasmado por estar a punto de ganarle otra vez.

Observo la reacción de fastidio de mi amigo al tener que robar dos cartas más, riéndome de él como buen amigo que soy. Y, mientras decide su próxima jugada, prosigo con la conversación:

Eric: No puedo ir ahora, lo siento princesa.

Princesa: Pues me enfado.

Humm... No sé si lo dirá en serio o en plan niña pequeña como suelen hacer las chicas.

Eric: Pues enfádate

Princesa: ok.

Creo que va en serio.

Eric: Qué borde eres. ✓✓

Que fuerte, me ha dejado en leído.

Eric: No me dejes en leído ✓✓

¿Te has enfadado en serio? ✓✓

¡perdón!✓✓

—Da igual, me rindo— dice mi amigo tirando sus cartas, dándome así la victoria—, me voy a la piscina— se levanta del suelo y agarra su toalla— ¿Vienes?

—No, iré a ver a Vega, se aburre.

—Menudo pringado eres —se ríe de mí—, eso te pasa por tener novia.

—Dímelo a mí...

—Nos vemos en la cena— me dice el moreno antes de salir de la habitación.

Yo miro de nuevo el móvil y contesto con la esperanza de que no se enfade más:

Eric: Está bien, ya voy...

Princesa: Perdona, me había quedado dormida por unos segundos con la conversación abierta jeje

¡Genial! Aquí te espero :)

No me lo creo, no se como no lo he visto venir.

Diez minutos después, tras confundirme varias veces de habitación, pues no me atrevía a decirle que había olvidado cual era la suya, llamo a la puerta y al otro lado escucho su voz al fin.

—¡Adelante!

Entro y cierro la puerta. La veo tumbada en la cama boca arriba, con el pelo mojado y los brazos en cruz.

—A ver —digo acercándome a la cama— ¿Qué te pasa? —la miro poniendo los brazos en jarras.

—Me a—bu—rroooo —se queja ella alargando la última sílaba y cogiendo una almohada para ponérsela sobre la cabeza.

—¿Y qué quieres hacer?

—Hummm... —se queda pensativa durante unos segundos—. Ya sé, podríamos perfeccionar la maravillosa idea de nuestra relación falsa —propone incorporándose.

—¿A qué te refieres?

—Quiero decir que deberíamos inventar una historia sobre cómo empezamos a salir —cruza los brazos—, tarde o temprano alguien va a acabar interesándose por eso, y entonces, ¿qué vamos a decir?

—Tienes razón —admito mientras me quito las zapatillas para sentarme a su lado—, ¿Tienes alguna idea?

—Bueno, al que se le ocurrió este plan fue a ti, así que venga, piensa en algo.

Mierda. Yo no tengo imaginación para estas cosas, ¿Qué se supone que tengo que decir ahora? Bueno, optaré por lo típico:

—Pues... Podemos decir que nos conocimos en una fiesta y...

—¡No! —exclama ella antes de que pueda acabar.

—Vaaayaa... ¿Y por qué no? Así es como las conozco a todas.

—Sí, a todos tus líos, pero yo soy tu novia, a mí me tienes que haber conocido de una forma más especial, yo no quiero ser una de esas—cruza los brazos y frunce el ceño—, además, yo no suelo ir a fiestas, ni siquiera Maica u Oli se lo creerían si no supieran que es mentira.

—Bueno, ¿Y qué sugieres tú?

—Pues... Podríamos decir que nos conocimos en la playa durante las últimas dos semanas que tuvimos de vacaciones el semestre pasado.

—¿En la playa? —arqueo las cejas.

—Sí, en la playa, ¿no fuiste socorrista durante esas vacaciones?

—Sí pero... Un momento —la miro entrecerrando los ojos— ¿Cómo sabes tú que he sido socorrista allí?

—Porque fui a la playa un par de días y te vi, nada más —me dice arrugando la nariz, molesta—, no te lo tengas tan creído, no soy de esas que tienen un horario de todas tus actividades en mi carpeta.

—¿Qué? —pregunto más asustado que otra cosa.

—Lo que oyes, la mitad de las chicas del instituto tienen un horario de toda tu semana pegado en sus carpetas o incluso en su móvil, ¿cómo crees sino que saben dónde estás a cada momento?

—Normalmente me sentiría halagado, pero ahora tengo miedo.

Ahora la que se está riendo de mí es ella.

—Cállate —le digo frunciendo el ceño también— te odio.

—Ya era hora —sonríe—. Bueno, volvamos al tema principal: nos conocimos en la playa.

—Vale, ¿y cómo? ¿Te estabas ahogando y te rescaté? —suelto una carcajada.

—Si nado mejor que tú, pringado.

—¿Por qué a todo el mundo le ha dado por llamarme así hoy? —exclamo ya fastidiado.

—Porque lo eres.

—Estás muy graciosa tu hoy eh...

—En fin, nos conocimos en la fiesta del último día. Yo estaba...

—¿No has dicho que nos conocimos estando yo de socorrista? Además, has dicho que tú no ibas a fiestas —la miro con picardía.

—A esa sí que fui, y la historia resultaría más creíble que la del socorrista sabiendo cómo eres —se cruza de brazos otra vez.

—Pues no te vi allí.

—Igual no te fijaste, estarías ocupado con otras cosas.

—Sinceramente, no me acuerdo. Solo recuerdo que estuve con una chica... Pero no recuerdo nada más.

—Vaya, eso sí que es una novedad —Vega se levanta de la cama y se acerca al espejo para peinarse.

—Lo que sí recuerdo es que llevaba una trenza atada con una goma de colores —entonces me doy cuenta de que es la misma goma con la que Vega se está recogiendo el pelo— ¡cómo esa!— digo, señalando la coleta que se acaba de hacer.

—Impresionante, ¿lo único que recuerdas es la goma de pelo que llevaba?

—Espera, ¿tú lo sabías? —pregunto sorprendido.

—No bebí tanto como tú, esperaba que no te acordases. Por eso me extrañó cuando dijiste que yo era tu novia el otro día en el instituto, mientras intentaba ignorarte.

—Espera, ¿intentabas ignorarme? —repito, algo confundido— ¿a propósito?

—Bueno, me daba vergüenza verte después de lo que pasó en aquella fiesta, así que cuando salí de clase aquel día y vi ese montón de chicas a tu alrededor, quise atravesar el tumulto lo más rápido posible sin ser vista... Pero al parecer no me fue muy bien.

—Ibas con unos cascos enormes, probablemente escuchando música hípster, y leyendo un libro cual protagonista de novela juvenil —la recuerdo— ¿cómo ibas a pasar desapercibida así?

—Para empezar —pone los brazos sobre las caderas— los cascos ni siquiera estaban conectados al móvil, solo pretendía ignorar la escena; y en cuanto al libro, era el de matemáticas, el que tenía en las manos porque lo acababa de coger mi taquilla, solo lo quería usar para taparme la cara, ¿es que no te diste cuenta? Mi intención era pasar rápido y encontrarme con Oliver y Maica más adelante para volver juntos a casa. Pero, como ya he dicho, no me salió muy bien el plan.

—Vaya, pues te pega mucho eso de leer y escuchar música, ya sabes, beber café en un día lluvioso... esas cosas.

—Y a ti te pega liarte con la primera chica con la que te encuentras en una fiesta y ese día no lo hiciste —se encoge de hombros, volviendo a sentarse en la cama— supongo que ambos somos una caja de sorpresas.

—Entonces... ¿Qué pasó esa noche? —pregunto con curiosidad.

—Bueno, yo me aparté de la fiesta y me senté en las rocas mirando al mar, muy típico de protagonista de novela juvenil, como has dicho, y entonces llegaste tú con un vaso en la mano. Ni siquiera entendía lo que me decías, me ofreciste bebida y la rechacé —se rió recordándolo—. Después, me cogiste la trenza y me dijiste que te gustaba la goma y que si te la podía regalar. Te me acercaste un par de veces al cuello, pero te empujé, y entonces apoyaste la cabeza en mi hombro y dijiste que la luna era bonita, y casi te quedas dormido, hasta que vino tu amigo Dani y te llevó con él.

—Vaya, pues siento no acordarme de eso —digo algo avergonzado.

—Pero tenías razón —prosigue ella— la luna era bonita. Había eclipse, ¿lo sabías? Pero nadie fue a verlo, solo tú y yo.

—Y ahí nos enamoramos y empezamos a salir desde entonces... ¡Es perfecto! —exclamo sin poder reprimir el impulso de abrazarla.

—Bueno, creo que ya tenemos nuestra historia —dice ella, devolviéndome le abrazo.

—Me alegra que al menos haya algo cierto en toda esta mentira.

—Casi cierto— continúa con el abrazo— eres muy calentito, ¿lo sabías?

—Sí, lo sé, me lo dicen mucho.

—Como un peluche.

De repente la puerta de la habitación se abre y Vega y yo nos separamos justo cuando Maica la atraviesa.

—¡Perdón! ¡Perdón! ¡No he visto nada, lo juro!— comienza a gritar tapándose los ojos—. Volveré más tarde...

—Está bien, pasa —dice Vega, invitándola a entrar.

—¿Seguro? —pregunta, aún con la mano en los ojos— ¿Ya habéis acabado?

—No estamos haciendo nada, no seas tonta.

—Más os vale, porque en la porra he apostado para dentro de un mes, más te vale que no me hagas perder.

—¿Porra? —pregunto extrañado— ¿Qué porra?

—Nada, nada...

—¿Dani ha tenido algo que ver?

—Noooo... sí, ha sido idea suya.

—Le voy a matar —niego con la cabeza—. Bueno princesa, tengo que irme, luego nos vemos —le doy un beso en la mejilla sin pensarlo y salgo de la habitación.

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