Capítulo 15
Vega
—Los chicos están tardando mucho en bajar, ¿no creéis? —comenta Naike levantando la cabeza de su delicioso plato de espaguetis.
—Es verdad —asiente Urz con la boca llena; traga y me dirige una mirada interrogante—, ¿tú sabes dónde están?
—Ni idea.
En esos momentos, me parece divisar una melena pelirroja por él rabillo del ojo. Así que alzo la cabeza, y, confirmando mis sospechas, encuentro a Maica de pie junto al marco de la puerta del comedor y le hago señas con la mano para que se fije en mí. En cuanto me ve, corre hacia la mesa en la que estamos sentadas y se sitúa en la silla libre que hay a mi lado.
—¡Pero qué buena pinta! —exclama ante el plato que tiene delante mientras agarra su tenedor.
—¿Cómo estás, Maica? —le pregunta Natacha— ¿te encuentras mejor?
—Mucho mejor, gracias —responde la pelirroja con la boca llena de espaguetis—. Veréis —continúa, tragando antes él bocado de comida—, a mi la sangre me marea muchísimo, y en cuanto vi él corte de Dani... Uf, pensé que hasta iba a vomitar... —hace una pausa poniendo la misma mueca de asco que las demás al imaginarnos el aspecto que habría tenido aquella escena—. Cambiando de tema, ¿dónde están los chicos? No les he visto cuando he entrado.
—Ni nosotras —dice Naike negando con la cabeza—, no tenemos ni idea de donde están.
—¿Deberíamos ir a buscarlos? —propone entonces Urz.
—Me extraña que Eric se esté perdiendo una fabulosa oportunidad de comer gratis —responde Naike— creo que sí deberíamos —concluye, poniéndose en pie junto con las demás—. ¿Vienes Vega?
Entonces alzo la cabeza, y me doy cuenta de que soy la única que sigue sentada. Dudo durante unos instantes, pienso en mi discusión con Eric y en si sería una buena idea aparecer en su habitación tras aquello, pero finalmente asiento y acompaño a las chicas fuera del comedor.
Eric
De verdad que no podemos ser más estúpidos. ¿En qué momento se nos ha ocurrido meternos a seis personas en un ascensor en el que claramente pone que su máxima capacidad es de cuatro?
—¿Pilláis cobertura? —pregunto, levantando mi teléfono todo lo que puedo.
Llevamos más de veinte minutos como idiotas con los brazos levantados para intentar alcanzar al menos una o dos barritas de cobertura, pero no ha habido suerte todavía.
Agacho la cabeza y observo como Óliver y Alex siguen intentando que Lucas, que ahora está apoyado en la pared, vuelva en sí, ya que todavía sigue inconsciente tras haberse desmayado por claustrofobia. Así que, sin saber qué más hacer, me siento en el suelo y descanso la espalda contra las puertas del viejo ascensor; enciendo el móvil para mirar la hora y compruebo que ya llevamos encerrados casi media hora, por lo que ni de broma nos va a dar tiempo a llegar para la cena. De repente oigo sonar mi estómago, que al parecer ha comprendido tan bien como yo que aquella noche los seis la vamos a pasar muertos de hambre.
Vega
Llevamos como cinco minutos llamando al ascensor, pero está claro que no funciona.
—¿Y por qué no subimos a pie? —pregunta Naike, señalando las escaleras.
—Porque nos da pereza —responde Maica mirándola como si fuera obvio.
Las demás asentimos mostrando que estamos de acuerdo, y Natacha continúa pulsando él botón del ascensor.
—Está roto Natacha, ríndete —le digo a la morena negando con la cabeza.
—Agh —resopla ella levantando los brazos— está bien, quizá Naike tenga razón: subamos por las escaleras.
—Pero... —empieza a replicar Maica.
—Lo siento pelirroja, no tenemos otra opción —la interrumpe Urz antes de que pueda quejarse, y le agarra del brazo para arrastrarla escaleras arriba.
Cuando llegamos a la segunda planta, Maica se detiene a descansar apoyando las manos sobre sus piernas y resopla.
—Yo ya no puedo más chicas —se lamenta sentándose en él suelo—, seguid sin mí.
—Venga —tira de ella Urz, que todavía no le ha soltado el brazo— solo faltan dos pisos...
—Aaghh... —sigue quejándose Maica.
Y así es él panorama durante los siguientes cinco minutos, hasta que, de repente, me parece oír unas voces en eco provenientes de algún lugar cercano.
—Sshhh silencio —digo agitando la mano— creo que he oído algo.
—¿Qué...? —comienza a preguntar Naike, pero la interrumpo poniéndole un dedo en la boca.
—Ssshhh, calla.
Y las cinco nos quedamos quietas durante unos segundos, casi sin respirar.
—¡Ayuda! —escuchamos un casi inaudible y ahogado grito— ¿¡Hay alguien!? ¡Sacadnos de aquí!
—¡Viene de allí! —exclama entonces Urz corriendo hacia él ascensor.
—¡Hola! —la chica comienza a aporrear las puertas de metal— ¡Hola!
—¡Aquí! —nos contesta una voz masculina desesperada— ¡Estamos aquí, socorro!
Y empezamos a oír más voces provenientes del hueco del ascensor, acompañadas por un montón de golpes en la superficie de metal.
—¡Son ellos! —exclama Maica levantándose del suelo, para unirse a nosotras— ¿Chicos, estáis ahí?
—¡Maica! —oímos entonces la voz de Dani— Nena, ¿cómo te encuentras?
—Oh, pues bastante mejor, gracias —sonríe ella— ¿Y tú qué tal?
—Bien, mi corte ya no sangra tanto.
Entonces mi amiga vuelve a hacer un amago de desmayarse, pero Urz la sujeta antes de que toque el suelo y la ayuda a enderezarse de nuevo.
—¡Dejad eso para luego! —exclama alguien dentro del ascensor— Ahora tenemos otra cosa más importante de la que ocuparnos.
—Vega, podéis ir a buscar ayuda —escucho la voz de Eric dirigiéndose a mí en un tono dulce y tranquilo, pero, no sé por qué, no consigo reaccionar.
—Vamos a buscar ayuda, no os mováis —contesta entonces Naike al ver que me he quedado en blanco.
—¿Y a dónde íbamos a ir? —pregunta Oli de manera retórica— Daos prisa, por favor.
—Bien chicas —comienza a organizar Natacha girándose hacia nosotras— Vega, tu quédate aquí por si ocurre algo, nosotras iremos a buscar a alguien para que los saque de ahí, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza y me dejo caer al suelo con las piernas cruzadas y apoyando la espalda contra las puertas de metal.
—Yo creo que iré a vomitar —comenta Maica tapándose la boca y haciendo una mueca de asco, supongo, al recordar él profundo corte de Dani.
—Ya la acompaño yo —dice Urz, poniéndole una mano en la espalda —vosotras id a por ayuda—señala a Natacha y Naike y, acto seguido, desaparece escaleras arriba junto con Maica, mientras las otras dos lo hacen escaleras abajo; y me quedo sola.
Suspiro. Hay que ver con que facilidad se meten en líos estos chicos. ¿A quién se le ocurre meterse seis en un ascensor de cuatro personas? ¿Cómo demonios han entrado ahí?
—¿Vega? —escucho de nuevo la voz de Eric tras unos instantes de silencio— ¿Estás ahí?
—Aquí estoy —respondo, cerrando los ojos.
—Vega, yo... —titubea un momento, pero noto como inhala aire profundamente y continúa— lo siento —dice por fin.
Abro los ojos de golpe y me doy la vuelta quedándome sentada frente al censor, mirando pasmada las puertas de metal pintado.
—Tienes razón, no debería haberme comportado como lo hice en él vestíbulo. Llevamos solo una semana... y un día con esto, y ni siquiera somos novios de verdad. Soy un tonto, ¿vale?
Esto último hace que me ría, pero procuro que no se note y dejo que continúe:
—Bueno, solo quería decirte que si no te parece bien esto... Lo nuestro... Eh... —suspira de nuevo, pero esta vez permanece un rato más en silencio— No me extrañaría que ya quisieras dejarlo...
—Da igual —le interrumpo antes de que pueda acabar de disculparse.
—No, no da igual —contesta él firmemente—. Si vamos a hacer esto, lo hacemos bien. A partir de ahora prometo no agobiarte y dejarte en paz a menos que estemos en público, y también siento el beso que te di aquel día frente a todas esas personas.
Escucho risitas detrás de las puertas. Eric tiene que estar pasándolo fatal ahí dentro, disculpándose delante de todos sus amigos, dispuesto a pasar esa vergüenza para que le perdone. Debería hacerlo.
—Tranquilo, estás perdonado —digo, sonriendo porque esta situación también me hace mucha gracia— no hace falta que vuelvas a suplicarme.
—¡Eso es! —exclama de repente el que parece ser Dani— ¡Todavía tienes que contarme eso! ¿Qué pasó?
—¿Qué pasó con qué? —pregunta Lucas, medio adormilado.
Eric
Lucas parece estar recobrando el sentido. Vaya, justo a tiempo. Menuda mierda, ahora todos van a saberlo. En la vida le he suplicado nada a nadie, qué vergüenza.
—Es una larga historia, ya te la contaré— digo, intentando evitar tener esta conversación ahora.
—No es tan larga —interrumpe Vega—, yo te la cuento.
Y así, sin poder hacer nada para evitarlo, mi reputación se desmorona ante mis amigos mientras ella les relata el primer día de nuestra "relación" cuando me arrodillé para suplicarle que me ayudara con el plan, e incluso revive el momento en el que la besé y ella me dio una bofetada.
—Sí, sí, chicos muy divertido —digo, con la intención de que dejen de reirse— ¿podemos dejarlo ya?
—Tío, te recordaré esto toda tu vida —me dice Dani, poniendo una mano sobre mi hombro.
—Por cierto, ¿dónde están las demás? —pregunta Alex, que parece más centrado en salir de aquí que en la historia que Vega acaba de contar — ¡Nos estamos quedando sin oxígeno!
—¡Ya estamos aquí! —oímos exclamar a Naike que, al parecer, viene corriendo hacia nosotros junto con más personas.
Vega
Me giro y veo a las chicas subiendo las escaleras a toda prisa seguidas por Kevin, Paul y él señor Méndez, él cual trae una especie de palanca entre las manos.
—No os preocupéis, os sacaremos lo antes posible —dice él, apoyándose contra la pared para recuperar él aliento.
Kevin, por su parte, trae una enorme caja de herramientas que parece bastante pesada, y la deja en él suelo para abrirla y ponerse a rebuscar cualquier cosa que pueda servir de ayuda.
—¿Hay algún herido? —pregunta Paul acercándose al ascensor.
—Lucas se ha desmayado, pero ya está bien —informa uno de los chicos con tono de preocupación.
—Bien —asiente él Señor Méndez incorporándose—. ¡Apartaos! —grita a la vez que levanta los brazos poniendo la palanca en posición.
Inmediatamente Paul se aparta, y, con un rápido movimiento, el hombre de pelo gris encaja él trozo de hierro en la ranura que hay entre las dos puertas de metal y comienza a hacer fuerza para abrirlas. Tras unos instantes de esfuerzo en vano, Kevin saca otra palanca más pequeña de la caja de herramientas y, arrodillándose, la encaja en la ranura haciendo fuerza también para que así, por fin, las puertas comiencen a ceder y los chicos puedan ayudar empujando para conseguir abrir las puertas del todo.
—¿Estáis todos bien? —pregunta Kevin poniéndose de nuevo en pie.
Por suerte nadie ha sufrido ninguna lesión, a parte del leve mareo que todavía tiene Lucas, claro. Así que, inmediatamente, y seguido por los gemelos, Paul lleva al pelirrojo a la enfermería lo más rápido que puede.
—¿Dónde está Maica? —me interroga Dani en cuanto sale del ascensor.
—Creo que ha ido a la habitación a vomitar —le respondo señalando las escaleras—, la 323.
—Voy a ver cómo está —asiente y desaparece en la dirección que le he indicado.
Eric
—Ya pensaba que íbamos a morir ahí dentro —escucho dramatizar a Oliver mientras sale del ascensor y le da un abrazo a Vega.
—Tranquilo pequeño, ya pasó.
Cuando se separan le hago al moreno una gesto con la cabeza para que se marche, pero como al parecer no la comprende, es Naike él que tiene que llevárselo para dejarnos a solas a mi "novia" y a mí.
—¿No hay abrazo para mí? —pregunto acercándome a ella con los brazos extendidos.
—No —me responde secamente poniéndome una mano en él pecho para evitar que me acerque más.
No insisto más y me acerco a las escaleras para sentarme en el primer escalón, y Vega se sienta a mi lado.
—Por cierto, me interrumpiste antes de que pudiera acabar de hablar —digo girándome hacia ella.
—Bueno, pues habla ahora.
—Quería decirte que aquel beso... A parte de que me dejé llevar por la emoción del momento... me... eh...— comienzo a tartamudear, no es fácil para mí admitir esto.
—¿Si? — pregunta ella impaciente.
—Que... Me gustó, ¿vale?
—¿En... En serio?
—Sí... —suspiro.
—¿Te gusta besar a desconocidas? —pregunta extrañada, aunque después añade:— No contestes, menuda pregunta.
Me encojo de hombros ante toda respuesta.
—Bueno, he de admitir que a mi también— continúa— Un poco. Pero prometo no contárselo a nadie si tú tampoco lo haces.
—Hecho.
Nos estrechamos las manos para sellar el pacto, y la agradable sensación de tocarla hace que me recorra un escalofrío por todo el cuerpo.
—Bien— suelto torpemente su mano— Ahora bajemos al comedor a ver si todavía me dejan comer, porque me muero de hambre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top