Capítulo 14
Vega
Él ascensor se detiene bruscamente con un golpe seco, haciendo así que tenga que agarrarme a una de las barras ancladas en la pared para no caerme. Las puertas se abren, y procuro relajarme, tratando de no pensar en mi discusión con Eric, antes de salir, para no levantar sospechas por si hay alguna chica en él pasillo, pero cuando me asomo no veo a nadie, con lo que, a paso ligero, camino hasta mi habitación y entro. Dejo las cosas sobre la cama que hay más cerca del baño, en la que seguramente quiera dormir Maica, y me doy cuenta de que me falta mi camiseta azul.
Mierda.
Pero no importa, no estoy de humor para volver a salir de la habitación, así que me tumbo en la otra cama y cierro los ojos. Pero, tras unos segundos, me levanto, abro la ventana y me asomo. Fuera ya está comenzando a refrescar, y él cielo sigue sin una sola nube, tal vez porque ya es casi de noche. El autobús parecería estar abandonado a un lado de la carretera de no ser por el conductor que está apoyado en él hablando con el Señor Méndez.
Inhalo el aire, que huele a rueda quemada y a campo, llenando mis pulmones y después lo exhalo lentamente y sonrío, hasta que escucho un grito proveniente de arriba, y alzo la cabeza para mirar, pero solo veo a alguien meterse rápidamente en la habitación, aunque no llego a distinguir de quién se trata. Será algún chico haciendo el imbécil.
Entonces llaman a la puerta, acabando así con mi momento de tranquilidad. Supongo que sea Eric, así que prefiero ignorarlo y esperar a que se marche. Sin embargo, la persona que está al otro lado sigue insistiendo y vuelve a llamar.
—¿Vega? ¿Estás ahí? Soy Naike.
Me resulta extraño que la hermana de Kevin haya venido a verme; aún así, cierro la ventana y voy a abrir la puerta. Me la encuentro con la ropa para dormir ya puesta: una camiseta de tirantes rosa y unos pantalones cortos a jugo; además, puestas en los pies lleva unas zapatillas que parecen muy cómodas.
—¿Puedo pasar?
Le hago un gesto con la mano para que entre, y vuelvo a cerrar la puerta. Ella se tumba en la cama de Maica y suspira profundamente.
—¿Qué tal? —me pregunta con una agradable sonrisa.
—¿Qué quieres Naike?
Camino hasta la cama y me siento junto a ella.
—Está bien —se incorpora y apoya la espalda contra él cabecero—, he oído tu conversación con Eric.
—¿Qué? ¿Lo... Lo has oído todo?
—Sí... Bueno, todo, todo no. Solo lo necesario para saber que Eric y tú estáis pasando por un mal momento en vuestra relación.
Suspiro aliviada, al parecer no sabe nada de nuestro plan, menos mal. Sino tanto Eric como yo estaríamos perdidos.
—Aunque tan solo lleváis... ¿cuánto? ¿una semana?
—Si... Bueno, una semana y un día. Pero es que...
—Eric es idiota, lo se.
Asiento, agradecida porque alguien me comprenda.
—Todos los chicos lo son —me dice cogiéndome de la mano.
—Y que lo digas...
—Bueno, tú no te preocupes. Estoy segura de que él va a intentar arreglarlo, ya verás —sonríe y se pone de pie.
Yo asiento y sonrío también.
—Venga —me dice sin soltarme la mano, haciendo que me levante de la cama—, ponte él pijama y vamos a mi habitación. Hay fiesta de chicas y estás invitada.
Entonces me doy cuenta de que antes, cuando he bajado para ir al autobús, solo he traído los neceseres y ropa de cambio para mañana, pero no los pijamas.
—¿Hay algún problema? —me pregunta Naike al ver que me he quedado pensativa.
—Eh... Se me ha olvidado coger él pijama.
—Tranquila, yo he subido mi maleta a la habitación, te dejaré uno, vamos.
Tira de mí hacia la puerta y salimos, dejando que coja antes la llave, y después me dirige a través del pasillo hasta su habitación. Cuando entramos, sus tres amigas están allí, tumbadas en las dos camas, y me saludan con una sonrisa al verme entrar. Dunia, Natacha y Urz; junto a Naike, son las chicas que mejor soporto del instituto.
—¡Vega! ¿Vas a pasar aquí la noche también? —me pregunta Urz, la castaña cuyos ojos color miel siempre me han fascinado— ¡Estupendo!
Naike se acerca hasta su maleta negra y la abre. No sé por qué no se me ha ocurrido a mí también coger la mía. De ella saca un pijama corto con la camiseta verde y él pantalón gris. Me lo lanza y me indica él baño con la cabeza para que me cambie dentro.
Lo cierto es que él pijama me queda bastante bien, con lo que sonrío y salgo de nuevo a la habitación.
—Vega, ven siéntate aquí —me dice Dunia, rubia de ojos verdes, haciéndome un hueco en la cama a su lado.
—¿A qué hora hay que bajar a cenar? —pregunto colocándome junto a la chica cruzando las piernas.
—Pues... —balbucea Naike alcanzando él móvil de la mesilla de noche para comprobarlo —dentro de treinta minutos.
—Por cierto, ¿dónde está Maica? —me pregunta Natacha, morena de ojos marrones— Antes he visto que Kevin la sacaba en brazos del autobús, ¿se encuentra bien?
—Espero que sí —me encojo de hombros—, el enfermero ha dicho que se despertaría en un par de horas, así que supongo que bajará a cenar un poco tarde.
—Me alegro —sonríe ella.
—Bueno, y mientras tanto... ¿Queréis jugar a algo? —Propone Naike, cogiendo una baraja de cartas que había sobre la mesilla de noche.
Eric
Llevo como media hora tumbado en la cama boca arriba, pensativo.
Esto no debería de ser tan difícil, ¿pero qué me pasa? ¡Es solo una chica!
Suspiro y me incorporo quedándome sentado. Observo a mi alrededor durante unos segundos, hasta que al final me pongo en pie y camino hasta la ventana. La abro, y observo él autobús con la rueda pinchada estacionado a un lado de la carretera, pero ni eso consigue distraerme. Me siento frustrado, y me cabrea sentirme así. ¿Sabéis cuántas veces he tenido este problema con una chica? Solo una vez, y no salió bien.
—¡Venga ya!
Miro un poco más abajo y veo a una chica asomada a la ventana también. Es Vega. Que alza la cabeza para mirarme por el grito que acabo de dar, así que rápidamente entro de nuevo en la habitación y me alejo de la ventana.
—¿Tío, estás bien? —me pregunta la voz de Dani, que acaba de entrar.
—Sí, sí, estoy bien —se me da fatal mentir, lo sé, cambia de tema Eric— ¿Dónde estabas?
—He... Ido a la cocina para ver qué hay de cenar, pero me han echado.
—Humm... Mientes.
—¿Qué dices? No miento.
—Si, mientes. Hueles a coco. Has ido a la habitación de alguna chica.
—Joder tío, que olfato tienes... —me dice incorporándose— Vale, si. He ido... he ido a la habitación de Naike.
—¿Y qué hacías tú en la habitación de Naike?
—Pues intentaba volver a nuestra planta, pero en el ascensor me equivoqué de botón y aparecí en el de las chicas. Entonces oí música que provenía de la habitación de Naike y entré a ver que tenían ahí montado.
—¿Y bien?
—Bueno, al parecer hay fiesta de chicas —dice agitando las manos—, se lo estaban pasando bastante bien... ¿Qué narices crees que tendrán esas fiestas para ser tan divertidas?
Me encojo de hombros como única respuesta, ya que, sinceramente, eso es algo que también me he preguntado varias veces. De repente, mientras yo seguía pensando en él tema, un cojín salido de la nada aterriza en mi cara.
—¡Pelea de almohadas! —exclama entonces Dani con voz chillona.
—¿Qué pasa? ¿Es que ahora somos chicas? —le tiro él cojín de nuevo.
El me lo vuelve a lanzar, comenzando así dicha pelea. Agarro mi almohada y me subo a su cama, y empezamos a darnos mutuamente mientras saltamos como si estuviéramos en una de esas fiestas de pijamas. Pero aquella escenita no dura demasiado, ya que Dani se tropieza y se cae de espaldas al suelo.
—Joder tío, ¿estás bien? —pregunto riéndome mientras le ayudo a levantarse.
—Aún me sigo preguntando cómo harán esto las chicas sin romperse nada—se queja frotándose la zona donde se ha hecho daño.
—Si, yo también —digo tumbándome de nuevo en mi cama—, supongo que siempre será un misterio para nosotros.
Extiendo los brazos y las piernas en forma de cruz, y de repente rozo sin querer la camiseta que se le ha caído a Vega en él ascensor. La cojo y me quedo mirándola inconscientemente hasta que Dani se da cuenta y me la quita de las manos.
—Ey, ¿qué es esto?
—Una camiseta —intento que me la devuelva, pero consigue esquivarme con un ágil movimiento.
—¿De quién es? —me pregunta analizándola mejor cerca de su nariz— ¡Es de Vega!
—¿Cómo lo sabes?
—Huele a su perfume —me asegura lanzándomela a la cara.
—Joder... Y luego hablas de mi olfato...
Pero esas palabras no creo que haya llegado a oírlas, ya que acabo de escuchar la puerta del baño cerrarse.
Guardo la camiseta de Vega bajo la almohada, y entonces, como si la inspiración me llegase de repente, se me ocurre un buen discurso para disculparme con ella. Así que rápidamente me siento en él escritorio que hay en la habitación y alcanzo la libreta y él boli con él logotipo del hotel que hay encima. Escribo rápidamente el pequeño discurso de disculpa que acabo de pensar para que no se me olvide y lo releo varias veces.
—¿Qué haces? —me pregunta Dani cuando sale del baño.
—Nada —respondo levantándome de golpe y escondiendo la libreta a mi espalda.
—¿En serio? ¿Y qué es eso que tienes ahí?
—Ya te he dicho que nada.
—Trae, déjame ver —insiste él, y con un rápido movimiento intenta quitarme la libreta de las manos.
Pero yo soy más rápido y consigo esquivarlo, arrancar la hoja, hacerla pedazos y tirarla por la ventana que había dejado abierta.
—Tío soy tu amigo, creí que nos lo contábamos todo —me dice, dramatizando.
—Y yo te vuelvo a repetir, ¿es que acaso somos chicas?
—No, pero al menos esperaba que confiases un poco en mí para que te ayudara —camina hasta él escritorio y de un salto se sienta en la mesa de madera— ¿Qué le has hecho a la pobre ahora?
—¿De qué hablas?
Pero vamos a ver, ¿cuántas personas había escondidas mientras Vega y yo discutíamos?
—Naike me lo ha contado.
Suspiro y saco medio cuerpo de nuevo por la ventana.
—Tranquilo —me dice Dani abriendo el otro cristal y asomándose también—, tú solo ve ahí y pídele perdón por lo que sea que le hayas hecho. Puedes usar su camiseta como excusa para acercarte.
—Sí, eso ya lo había pensado yo, ¿por qué te crees sino que la he cogido?
Mi amigo se encoge de hombros y entra de nuevo a la habitación. Agarra él mando a distancia y enciende la pequeña televisión que hay situada encima de un mueble con muchos cajones; después comienza a pasar los canales hasta que al final se decide por uno de dibujos. Y, como yo no tengo nada mejor que hacer, puesto que no creo que un simple discurso ensayado me ayude con Vega, me tumbo en mi cama y la veo también.
—Por cierto Eric, sabes lo que le has hecho, ¿no?
—Sí, creo que sí.
—Entonces disculparte te será fácil, no te preocupes.
—¡A cenar! —oímos de repente la voz de Alex al otro lado de la puerta.
Dani apaga la tele y yo cojo la camiseta de Vega de debajo de la almohada, después salimos de la habitación, cerrándola con llave, y nos reunimos con él resto de nuestros amigos que ya nos están esperando en él ascensor. Cuando las puertas de éste se abren, los cinco entramos, y pulsamos él cero.
—¡Esperad! —escuchamos gritar a Óliver desde él pasillo.
Como si de un reflejo se tratase, Alex y yo sujetamos las puertas del ascensor para impedir que se cierren y así nuestro amigo pueda entrar. Las puertas del ascensor se vuelven a cerrar y comenzamos el descenso.
—Gracias chicos.
—No hay de... —pero antes de que Alex pueda acabar la frase, él ascensor se detiene con un fuerte golpe que hace que todos nos caigamos al suelo.
—¿Se ha... Parado? —pregunta Lucas al borde de un ataque de pánico.
—Creo que sí —responde Hector poniéndose de pie.
Entonces él pelirrojo comienza a hiperventilar, mientras Dani y Óliver intentan calmarlo. Yo, por mi parte, pulso el botón de ayuda una y otra vez, pero al parecer todo el mundo está ya en el comedor,y allí hay demasiado ruido como para que nadie pueda oírnos. Así que me siento en el suelo y apoyo la espalda sobre la pared.
—¿Ocurre algo, Eric? —me pregunta Hector sentándose a mi lado.
—Me parece que estamos encerrados.
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