Capítulo 13
Eric
Todo él mundo está preguntándose qué ha pasado. Algunos se están colocando de nuevo en sus asientos porque se han caído debido al frenazo, entre ellos Dani y Maica, que se han caído la una encima del otro.
—Vaya, sabía que te gustaba, pero no pensé que tanto —se ríe él moreno, que está debajo.
—¡Ugh!—Maica pone cara de asco y se levanta rápidamente para sentarse de nuevo.
Sin embargo, Dani se queda tumbado en el suelo sonriendo.
Entonces recuerdo a Vega, que estaba dormida a mi lado, y me giro para comprobar si está bien. Pero lo que veo, por alguna razón, hace que automáticamente me olvidé de todo a mi alrededor y me centre solo en ella. Está despierta, pero no está bien. Se sujeta la muñeca derecha con fuerza mientras se encoge con una expresión de dolor en la cara.
—Vega, ¿qué te pasa? —pregunto apartándole él pelo de la cara.
—La... la muñeca —me responde cerrando fuertemente los ojos—, creo que me la he torcido.
—Déjame ver.
Vega extiende el brazo y me muestra su muñeca. Lo cierto es que tiene una pinta bastante fea, un moratón morado le rodea la muñeca, y sí que parece estar torcida, o incluso rota.
—Vaya, que golpe mas feo.
Ella simplemente asiente intentando olvidarse del dolor.
—Espera un segundo —me agacho para coger mi mochila— creo que tengo algo que puede ayudarte.
La abro y busco en él bolsillo interior, con la esperanza de que la muñequera ortopédica que guardé él mes pasado cuando me rompí la muñeca siga ahí. Y, por suerte, así es.
—Ten, ponte esto —vuelvo a agarrar su muñeca con cuidado, y le coloco la muñequera procurando no hacerle daño.
—¡Ay!
—Lo siento, ¿estás bien?
—Si tranquilo, gracias.
Sonrío aún sujetando su mano entre las mías.
—Oye, ¿cómo es que tienes una muñequera en tu mochila?
—Pues... Digamos que el mes pasado descubrí que no se me da muy bien él skate.
—Eso es mentira —interrumpe Dani, asomándose por detrás— es torpe y se tropezó volviendo a casa con una baldosa salida del camino y ahora siempre la lleva en la mochila por si acaso.
—¿Y a ti quién te manda meter las narices donde no te llaman? —respondo, empujándole para que se vuelva a sentar.
Pero lo bueno es que eso la ha hecho reír olvidándose así del dolor.
Vega
Miro una vez más mi mano con la muñequera ortopédica de Eric,que me queda un poco grande, y ahora veo que no ha sido una buena idea usar el brazo como almohada.
De repente el grito de mi amiga pelirroja me saca de mis pensamientos. Me giro y la veo medio desmayada en los brazos de Dani.
—¿Qué le ha pasado? —pregunto, abriendo mucho los ojos.
—No lo sé... Solo... Se ha desmayado sin más cuando ha visto mi herida... —me responde Dani algo confuso y asustado.
—Ten, ponle esto en la frente —le pide Eric pasándole una toalla pequeña que ha mojado con el agua de su botella.
—Joder chico, ¿es qué tienes todo un botiquín ahí dentro o qué? —le digo señalando su mochila.
Él solo se encoge de hombros y sonríe. Mientras, Dani hace lo que se le ha dicho y le acaricia la mejilla a mí amiga.
—Bueno, ¿y qué herida es esa? —me giro de nuevo hacia él moreno.
—Esta —contesta extendiendo su brazo izquierdo y mostrándome la palma de la mano—, me la hice la semana pasada cuando me corté con un cristal. Y, al parecer, se me ha vuelto a abrir con él frenazo.
Entonces veo un corte bastante profundo y lleno de sangre.
—¡No me extraña que se haya desmayado! —grito desviando la mirada— ¿Y tu no tienes nada ahí dentro para eso? —me dirijo esta vez a Eric refiriéndome a su mochila.
—Pues... —comienza a rebuscar en él bolsillo pequeño— ¿Qué tal esto? —propone sacando una tirita.
—¿Y ya está? —pregunto extrañada de que no saque unas vendas o algo así.
—Bueno, también tengo esto —me dice sacando otra botella, esta vez de color blanco.
—¿Qué es? ¿Agua oxigenada? Porque la verdad es que no me sorprendería.
—¿Pero qué dices? Es sólo agua normal, para limpiar la herida.
—Espera, ¿me estás diciendo que no sólo te has traído una, sino dos botellas de agua?
—¿Y tanto te extraña? ¡Si pensabas que era agua oxigenada!
—¡Es que se parece a una botella de agua oxigenada! ¿Por qué narices se parece a una botella de agua oxigenada?
—¡Y yo que sé!
—¡Chicos ya basta! — exclama Dani desde él asiento de atrás— Por si no os habéis dado cuenta, ¡me estoy desangrando! Y creo que yo también me voy a desmayar...
Ambos nos miramos y negamos con la cabeza; después, Eric se levanta y se coloca junto a él para limpiarle toda la sangre mientras yo intento no mirar. Pero, tras unos minutos de haber desperdiciado casi toda el agua y todos los pañuelos de los que disponíamos, me levanto del asiento y aparto a Eric de un empujón.
—¿Pero qué haces? ¿Estás loca?
—¿Acaso lo dudas? —digo en tono de burla— Trae, dame eso —le quito la botella de la mano, ignorando sus quejidos.
Saco otro paquete de pañuelos del bolsillo derecho de mi chaqueta, cojo uno y lo empapo con el poco agua que queda. Así, en cuestión de segundos, aunque con algo de dificultad, limpio completamente la herida de Dani y le pongo la tirita.
—Ya está, ¿ves como no era tan difícil? —digo devolviéndole la botella vacía.
Vuelvo a mi sitio y tiro él pañuelo lleno de sangre a la mini papelera que hay en él respaldo del asiento de delante. Después me apoyo de nuevo sobre él cristal y me miro la mano con la muñequera, la cual, sorprendentemente, no me duele tanto como antes.
Observo él paisaje del exterior y no veo más que un campo lleno de tierra, paja y algún que otro trozo de césped, y también un cielo azul despejado, sin una sola nube. Bajo la mirada, y me fijo en que el conductor está junto a dos hombres más: un señor mayor de unos cincuenta años, con el pelo gris, y vestido con unos pantalones vaqueros anchos, una camiseta desgastada, zapatillas y una vieja gorra de béisbol y, a su lado, se encuentra Kevin. Los tres están inspeccionando la rueda trasera del autobús, pero, tras unos minutos, suben de nuevo al vehículo y piden silencio.
—Bueno chicos— comienza a hablar Kevin cuando ya nos hemos callado todos —, tenemos un pequeño problemilla: Hemos pinchado una rueda, pero no os preocupéis, porque ya hemos llamado al centro y nos han dicho que mañana por la mañana podrán traernos otra. Aunque me temo que tendremos que pasar aquí la noche, en ese hostal que veis a vuestra derecha, que pertenece al amable y servicial Señor Méndez —anuncia poniéndole una mano en él hombro al hombre de pelo gris, que está a su lado; mientras, los demás miramos hacia donde nos ha indicado y vemos un pequeño edificio de ladrillo rojo con un cartel en él pone "Hostal Méndez"—. Podemos cubrir los gastos con parte del dinero del viaje, así que coged todo lo que necesitéis para pasar la noche y parte de la mañana —concluye.
E inmediatamente un montón de quejas e insultos saltan de un lado a otro del autobús haciendo que este se balanceé, hasta que Kevin vuelve a pedir silencio y consigue calmar él revuelo. Después, comienza a caminar por él pasillo para comprobar que no ha habido ningún herido por él frenazo; sin embargo, varias personas parecen haberse dado en la cabeza con él asiento de delante, entre ellas su hermana que tiene una herida en la frente, y otras tan solo se han raspado las rodillas o se han hecho unos pequeños cortes, pero a todas ellas las envía a la enfermería del hostal junto al Señor Méndez. Entonces llega hasta él final del autobús, donde estamos nosotros, y, tras ver que Quina y Uxía están bien, se da cuenta de la muñequera que tengo en la mano derecha, de la tirita de Dani que no cubre del todo su herida y de que Maica se ha desmayado, por lo que él coge en brazos a mi amiga y la baja del autobús para llevarla a la enfermería también, y nos hace un gesto a Dani y a mí para que lo sigamos. En la enfermería nos encontramos con un chico que resulta ser el hijo del Señor Méndez, un joven de unos 20 años llamado Paul, que se asegura de limpiar mejor el corte de Dani para evitar que se infecte y después le venda la mano. He de recalcar que también menciona que es una suerte tener una amiga como yo que le he sabido limpiar muy bien la herida, aunque solo haya sido superficialmente. Después, se acerca a mí y me asegura que tan solo me he torcido la muñeca, a pesar del dolor, y que también es una suerte que mi compañera llevase esa muñequera en la mochila, que tan solo debo llevarla puesta unos días y se me curará.
Una media hora más tarde ya estamos los dos en la pequeña recepción del hostal junto al resto de nuestros compañeros.
—Bueno, las habitaciones son de dos personas. Así que escojan la pareja con la que van a dormir, y acérquense al mostrador para coger vuestra llave —nos explica el dueño del lugar— ¡Ah! Y las parejas tienen que ser de dos chicos o dos chicas, no mixtas. No quiero ningún tipo de fiesta ésta noche —añade comenzando a sacar las llaves de las habitaciones.
Algunas chicas que han venido con sus novios, como la misma Naike, comienzan a decir que no es justo y a quejarse al Señor Méndez, él cual nos dice que le da igual, haciendo que ellas se den por vencidas y escojan a otras amigas como compañeras.
—¿Cómo va esa muñeca?
Eric
Veo a Dani venir de la enfermería junto a Vega, pero no puedo alcanzarles debido al tumulto de gente que hay en este espacio tan pequeño. Así que tengo que esperar a que el dueño del hostal termine de dar explicaciones para acercarme hasta ellos y preguntarle a Vega que tal está.
—¿Cómo va esa muñeca?
Ella se gira y me sonríe. Yo le agarro la mano y veo que, bajo la muñequera, hay una venda, dándome a entender que el golpe ha sido un poco más grave de lo que pensaba.
—No te preocupes, no es nada —me dice zafándose de mí agarre, restándole importancia— ha habido suerte, no está rota, solo un poco torcida.
—¿Solo un poco? —pregunto arqueando las cejas.
—Bueno, bastante torcida —sonríe— pero se curará, tranquilo.
—Me alegro.
Y nos quedamos mirándonos durante unos segundos, hasta que Dani nos interrumpe.
—Yo también estoy bien, gracias por preguntar.
Vega empieza a reírse, y yo le pido disculpas a Dani, pero él se indigna y se va. Niego con la cabeza, resoplo, y me dirijo de nuevo a la chica.
—Y... ¿Dónde está Maica?
—Está aún en la enfermería. Paul, el enfermero, ha dicho que tal vez se despierte en un par de horas, así que me pondré con ella en la habitación.
—Si... Y yo creo que me voy a poner con Dani... eso si se le pasa él enfado, claro —añado, buscando a mi amigo con la mirada—. Bueno, voy a buscarle antes de que decida ponerse con Lucas o con Oli.
—Vale, y yo iré a por la llave de la habitación —me dice antes de darse la vuelta para ir hacia él mostrador.
Cuando le encuentro, pongo una mano en su hombro para captar su atención, ya que está de espaldas.
—¡Oh, mira quien ha decidido preocuparse por mí al fin!
—Venga tío lo siento, no te enfades.
Pero él se cruza de brazos y me vuelve a dar la espalda, sobreactuando como siempre.
—Vamos... No me hagas suplicarte como hice con Vega...
Entonces se gira de nuevo, pero esta vez con una sonrisa en la cara.
—Espera, ¿qué hiciste qué? —me pregunta ya riéndose.
—Nada... Nada... olvídalo.
—No, mira, hacemos una cosa: te perdono y me pongo contigo en la habitación si me lo cuentas —propone arqueando las cejas— ¿Hecho? —me extiende la mano.
—Agh —suspiro—. Está bien, hecho —y le doy la mano también.
Vega
Tras estar casi cinco minutos haciendo cola para coger la llave, subo por fin a la habitación, la 323, dispuesta a hacer tiempo hasta que pasen un par de horas, entonces bajaré de nuevo a la enfermería para ver cómo está Maica.
Cuando entro, el cuarto me parece más grande de lo que me había imaginado y también bastante luminoso. Aunque las paredes y las mantas de las dos camas que hay sean de un color marrón verdoso horrible, en realidad los colchones son bastante cómodos y el baño, compuesto, además del váter y una ducha, por dos lavabos y un espejo que ocupa casi toda la pared, está lo suficientemente limpio como para que a Maica no le de asco entrar ahí.
Dejo escapar un suspiro y me dejo caer sobre la cama, pero entonces recuerdo que, al salir tan rápido del autobús, no me ha dado tiempo a coger mi neceser ni ropa nueva para ponerme mañana; así que salgo de la habitación, cerrando antes la puerta con llave, y avanzo por él pasillo saludando a unas cuantas chicas que me encuentro por él camino.
—¿Qué tal tu frente? —le pregunto a Naike cuando me topo con ella en él ascensor.
—Bien, bueno, aún duele, pero podría haber sido peor —responde llevándose la mano al parche con puntos que la han puesto— ¿Y qué tal tu muñeca?
—Bien, bueno, podría haber sido peor.
—En fin —suspiro— ¿Tu hermano sigue en él vestíbulo?
—Uh... ¿y para qué lo quieres saber? —me pregunta arqueando las cejas repetidamente.
—¡Tía! —le doy un golpe en él brazo con la mano que tengo sana— ¡No es para nada de eso!
—Ah claro, que tú estás con Eric, ¿no? —me dice dándome un pequeño codazo.
—Bueno —me río—, supongo que sí...
Naike sonríe y me dice que su hermano se ha quedado en él vestíbulo hablando con él Señor Méndez, con lo que, antes de que se cierren las puertas del ascensor, me meto dentro y pulso él cero; un minuto después las puertas se abren y lo primero que veo son las escaleras y, a la izquierda, él mostrador del vestíbulo, pero ahí no hay nadie. Salgo al exterior del edificio y, a pesar de que ya casi son las nueve de la noche, todavía no se ha puesto él sol del todo y éste me cega de frente, pero consigo vislumbrar él enorme autobús con la rueda pinchada y al hermano de Naike hablando con él conductor. Me acerco hasta ellos y le toco el hombro a Kevin, que se da la vuelta con una mano en la barbilla.
—Ey, hola ¿qué tal tu muñeca?
—Podría haber sido peor —digo, mostrándosela—. Quería pedirte una cosa, bueno en realidad quería pedírsela al conductor.
—Si, ¿qué ocurre? —me dice él hombre que nos ha traído hasta aquí.
—Verá, no me ha dado tiempo a coger él neceser ni la ropa para mañana porque he tenido que ir a la enfermería —explico procurando no hablar demasiado rápido—, y también me gustaría llevarle ropa a una amiga que ahora mismo... Bueno, no puede venir a por sus cosas.
—Claro, adelante —me da permiso el conductor subiéndose al autocar para abrirme la puerta del maletero.
—Oye, ¿y cómo está esa amiga tuya? —me pregunta Kevin una vez que nos quedamos a solas— Ya sabes, la pelirroja.
La puerta del maletero se abre, y yo me pongo a buscar mi maleta y la de Maica mientras sigo hablando con él hermano de Naike.
—Sigue inconsciente en una camilla, pero él enfermero ha dicho que se despertará en un par de horas.
—Bien, al menos no ha sido nada grave.
Kevin se coloca a mi lado y comienza a apartar maletas dejándolas en él suelo para ayudarme a encontrar la mía y la de Maica.
—Si, simplemente se desmayó al ver la sangre de la cicatriz de Dani. Es muy drámatica.
—Ah sí, ¿y cómo está ese tal Dani?
—Bien también, nada serio.
Al fin encuentro mi maleta azul y la bajo del autobús.
—¿De qué color es la de tu amiga? —me pregunta él cuando ya está metido casi del todo en el maletero.
—Es blanca, y bastante grande además, debería de estar por ahí al fondo, ¿la ves?
—Sí, creo... creo que la tengo —me dice tirando de una enorme maleta hacia el exterior.
Sí, sin duda, esa es la de Maica.
Ambos la sacamos con dificultad, y al fin conseguimos tumbarla en él suelo junto a la mía. Después, él mete de nuevo todas las que había sacado antes en el maletero.
—Gracias —le digo poniéndome de rodillas, dispuesta a abrir primero la cremallera de la maleta de mi amiga.
De ella saco su neceser, blanco también, y un conjunto compuesto por unos pantalones cortos vaqueros y un top de manga corta, lo más básico que encuentra para que no me eche la bronca por no coger algo que le guste; después cierro la maleta y la vuelvo meter en el maletero con la ayuda de Kevin.
—Oye, tengo que ir a mi habitación a hacer una llamada, ¿podrás tú sola? —me pregunta él, señalando el hostal.
Yo asiento, y él sonríe y se va. Vuelvo a ponerme de rodillas y abro mi maleta, saco el neceser gris, unos pantalones cortos y la primera camiseta que pillo, una de color azul; servirá para él viaje de mañana. Después, coloco la maleta junto a la de Maica, le doy las gracias al conductor y cojo la ropa con una mano y los neceseres con la otra, y me encamino de nuevo hacia el hostal para subirlo todo a la habitación.
—¿Qué se te ha perdido a ti con ese? —me encuentro a Eric sentado en uno de los sofás marrones que hay al lado de las cristaleras del vestíbulo.
Estaba "leyendo" un periódico seguramente muy antiguo, porque, seamos sinceros, ¿quién lee todavía él periódico hoy en día? Se levanta con una expresión muy seria en la cara y cierra el trozo de papel dejándolo sobre la mesa de nuevo, después camina hasta mí y cruza los brazos sobre el pecho esperando una respuesta.
—¿Y bien? —me dice entrecerrando los ojos al ver que simplemente me he quedado mirándole.
—He ido a por... Un momento, ¿y a ti qué más te da lo que yo haya estado haciendo con Kevin?
—Oh... así que se llama Kevin, ¿eh?
¿Es una broma?
—Eh... ¿hola? Es él hermano de Naike, ¡tú también le conoces!
—Humm... —Eric se queda pensativo unos segundos— Ya, vale, tienes razón, pero eso no explica qué hacías con él.
—Te repito, ¿y a ti qué más te da? —dejo escapar una risa nerviosa, temiendo que no esté de broma
—Bueno, como novio tuyo que soy tengo derecho a...
—¿Novio? —arqueo las cejas, en serio tiene que estar de broma— Eric, te recuerdo que estamos fingiendo —digo, enfatizando esta última palabra— eso es solo cuando estamos en público. Y además, es simplemente un estúpido favor que te estoy haciendo para que esas chicas te dejen en paz, y gracias al cual casi todas del instituto me odian. Y lo último que me hace falta en estos momentos es que empieces a controlar todo lo que hago a cada instante durante las veinticuatro horas del día, ¿pero qué te pasa? —hago una pausa para que Eric diga algo, pero se queda completamente callado. O bien porque no sabe qué decir, o bien porque le da miedo hablar. La verdad es que no me importa, lo que me enfurece todavía más y decido continuar—. Así que ahora hazme un favor tú a mí, y déjame en paz, ¿vale?
Sin darle tiempo a darme una respuesta, me doy la vuelta y camino hacia él ascensor, el cual, para mi suerte, está abierto; entro y pulso él botón para subir a la tercera planta. Cuando las puerta se cierran, apoyo la espalda contra la pared, y cierro los ojos. Resoplo. Creo que me he pasado un poco con Eric, pero joder es que es verdad: ni si quiera soy realmente su novia y el no tiene ninguna derecho a nada. ¿Qué le ha pasado?, y, por otra parte, ¿qué le costará dejarme tranquila cuando no estamos rodeados de gente? Aunque, ahora que lo pienso, tal vez... no, no creo, le conocí hace una semana, siete días, y es imposible que ya le esté empezando a gustar como algo más que una amiga o algo parecido, no creo que esté celoso, ¿o si?. Bueno, es un chico, la verdad es que son tan simples como para sentirse atraídos por una chica en muy poco tiempo. Hay que ver lo idiotas que son, en serio, son tan, tan idiotas... Y sobre todo Eric, cada vez que hablo con él le soporto menos; espero que se le pase pronto la tontería de querer ser "un chico normal" y vuelva a comportarse como él estúpido Playboy que era antes. Aunque está claro que la faceta de chulo y prepotente no la ha cambiado para nada, lo que demuestra, una vez más, que eso de estar "harto" de que todas las chicas vayan detrás de él no es más que una fase por la que está pasando, o simplemente un descanso para el cual yo le he venido muy bien como excusa. Algunas veces se me olvida que solamente me está utilizando, y que, cuando se canse de estar sólo conmigo, volverá a ser como antes. Por le amor de Dios, si el segundo día se besó con Quina.
Si ya no me caía demasiado bien cuando no le conocía, ahora, tras haber tenido esta ridícula conversación con él, me cae peor.
Suspiro.
Recuerdo que aquel día tenía un poco de fiebre, debería de haberle hecho caso a mi hermano y haberme quedado en casa, así no habría pasado por su lado en ese momento y ahora mismo probablemente estaría en mi precioso cuarto estudiando para los exámenes de fin de semestre que serán dentro de poco, en lugar de estar aquí, metida en este lío y aguantando estas mierdas.
De verdad que no me cae nada bien.
Eric
Sigo paralizado por lo que acaba de decirme Vega. Continúo en silencio sin saber cómo reaccionar a pesar de que ella ya se ha ido, hasta que una chica rubia vestida con un pijama de color verde y unas zaparillas blancas aparece por él hueco de la escalera que hay frente al ascensor.
—Eres idiota, ¿lo sabías? —es lo primero que me dice Naike cuando se detiene frente a mí y se cruza de brazos.
—¿Qué? —pregunto atónito— Es decir... ¿Lo has oído todo?
Como haya escuchado lo de nuestro plan de fingir ser novios, estoy completamente perdido.
—Solo lo suficiente como para saber que si sigues así la vas a acabar perdiendo.
—¿Perdona?
—A tu novia, Vega, ¿recuerdas?
—Oh, eh... Si, claro.
Asiento aliviado porque no haya escuchado nada importante, o al menos no parece haberlo hecho.
—Mira, como chica te puedo asegurar que no nos gusta que nuestros novios sean tan celosos, o se "preocupen" tanto por nosotras —dice haciendo las comillas con los dedos—. Deberías de darle más espacio. Además, ¿mi hermano? ¿En serio estás celoso de él?
No me lo puedo creer, ¿Naike, la misma Naike que hace un par de meses estaba tan coladita por mí que hasta casi le pone los cuernos a su novio conmigo, (a lo que yo me negué, obviamente), me está dando un consejo para mejorar mi relación con Vega? De verdad que estoy alucinando. Y ella parece haberlo notado porque se ha empezado a reír, aunque tal vez sea por la cara de estúpido que se me ha quedado.
—Mira, Eric... Se que en el pasado hemos tenido lo nuestro, pero... Yo ahora estoy de maravilla con Jonathan, y Vega parece buena chica, aunque, en mi opinión, no te la mereces...
Aclaración: no hemos tenido nada.
—Vaya, gracias —la interrumpo algo molesto, pero sabiendo que en él fondo tiene razón.
—Dejarme acabar...
Le hago un gesto con la mano para que continúe.
—Iba a decir que, aún así, me gustaría que fuerais igual de felices que Jonathan y yo, porque, sinceramente Eric, no tienes ni idea de lo torpe que te vuelves cuando ella está delante, y eso solo puede significar una cosa —se permite hacer una pausa para reírse—. En serio, deberías de intentar arreglarlo con ella, más que nada porque yo se que a ti este tipo de discusiones con una chica no suelen afectarte, pero la cara con la que te has quedado cuando Vega se ha ido no te la había visto nunca.
Eso me preocupa. Me preocupa bastante. Una semana, Eric, una mísera semana.
—Yo... —solo consigo tartamudear— No puedo.
—Está bien —suspira— iré a hablar yo con ella, pero prométeme que luego en la cena lo harás tú, o al menos inténtalo... ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza y sonrió en forma de agradecimiento.
Naike se aleja, desapareciendo de nuevo por él hueco de las escaleras. Y yo me quedo en la misma posición que antes, pensando en sí será cierto todo lo que me ha dicho la rubia. ¿De verdad me vuelvo un torpe cuando veo a Vega? ¿Y de verdad se me ha quedado cara de idiota cuando se ha ido? Supongo que eso es lo que soy: un idiota. De todos modos, el que me lo hayan llamado ya varias veces debería haberme dado una pista.
Por fin mis músculos deciden reaccionar y me siento en él sofá. Apoyo los codos en las piernas y la cabeza sobre las manos. «¡Idiota!» me digo a mí mismo, al igual que hace mi padre cada día, «¡Idiota! ¡Estúpido! ¡Idiota!». ¿Por qué estoy permitiendo que pase esto?. Prometí una y mil veces que no volvería a dejar que ocurriera nada como lo que sucedió con mi primera y única novia. Tengo que detener toda esta estupidez ya, bloquear la parte sentimental de mi maldita mente adolescente como he estado haciendo hasta ahora y ceñirme al plan de la novia falsa.
Pero no puedo, yo se que no voy a ser capaz. Aunque al menos debo intentarlo. Esta noche, en la cena, hablaré con Vega tal y como le he prometido a Naike, pero tan solo con el fin de arreglar las cosas para que el plan funcione. Sí, eso haré. Así que, decidido, me dirijo al ascensor para llamarlo y subir a mi habitación; pero, cuando las puertas se abren, veo algo de color azul dentro. Lo cojo y me doy cuenta de que es una camiseta. Se que es de Vega porque, además de habérsela visto antes en la mano, huele a ella, e inconscientemente la acerco a mi nariz e inhalo su perfume, pero enseguida me doy cuenta de lo que estoy haciendo y la aparto de mí.. Esto no puede continuar así. Por un momento pienso en volver a dejar la camiseta en el suelo, pero luego se me ocurre que podría ser una excusa perfecta para acercarme a hablar con ella esta noche, así que pulso él botón del cuarto piso y aprieto la prenda dentro de mi puño mientras se cierran las puertas.
«Cíñete al plan» repito una y otra vez en mi cabeza, «cíñete al plan».
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¡Buenas! Sé que este capítulo es un poco más largo que los demás, pero también tiene mucho más salseo 😏
Espero que os guste mucho y os intrigue saber qué ocurrirá a continuación 🙈
Os recuerdo que vustros votos y comentarios me ayudan mucho a mejorar est historia y me animan a seguir escribiéndola, así que ¡agradezco mucho vuestro apoyo! ❤️
Un saludo y nos vemos en el siguiente capítulo 👋🏻
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