Capítulo 9: No es para mí
Trish
Una vez que Jackson se marchó de mi departamento, me fui a la cama con mis gatos y me quedé pensando.
Jackson era la clase de hombre que veías en las películas..., pero el que no elegia la protagonista. Sí, era increíble, pero no sabía si eso me gustaba del todo.
«Quizás simplemente no eres para estar en pareja, deberías adoptar más gatos».
Dios, no, no podía llenar mis vacíos emocionales con gatos.
Decidí que le daría una oportunidad más a Jackson, después de todo, en la tercera cita ya no sonaba extraño ir a la cama. Eso lo definiría todo.
Si era que nada cambiaba, pues debería olvidarme de mi plan y poner todas mis fuerzas para resistir a las ganas que tenía de correr a los brazos de Oliver. Porque Oliver no era para mí y yo no era para él... ambos lo sabíamos.
[...]
—Oye, te estoy hablando —oí decir a Grecia.
Levanté la mirada para verla.
—Perdón... ¿qué decías?
—Que creo que París es un poco trillado como destino para luna de miel, ¿no? Además, ya fuimos una vez con Carter... hay lugares mejores.
Me encogí de hombros.
—Las lunas de miel son para coger, ¿no? —dije—. Mientras haya una cama, no veo la diferencia entre Paris y Sudáfrica.
—Dios, Trish, la luna de miel no es solo para eso... quiero salir y tomar fotos bonitas para ponerlas en un álbum que le mostraré a nuestros hijos —me dijo Grecia—. También recuerdos hermosos que atesoraré para el resto de mi vida.
Cuando creí que Grecia Smith no podía ponerse más cursi, se ponía más cursi.
—Bueno, pues ve a París, es la ciudad del amor después de todo. ¿Qué mejor ciudad para hacer cursis recuerdos románticos?
—Sí, bueno..., pero hay un detalle.
—¿Cuál? —dije, algo fastidiada.
—Que mi hermano se llama Paris.
Si bueno, si lo pensaba así, era un tanto matapasiones.
—¿Y qué otra opción hay?
—Hawái, Costa Rica, Fiji, Islandia... —dije—. Todas son buenas opciones... no sé qué elegir.
—¿Carter no tiene voto en esto? —pregunté.
—Nos casaremos en Italia y toda su familia estará allá. Eso ya es suficiente —me respondió.
Si bueno, en parte tenía sentido. Grecia debería llevar a todos sus hermanos y padres a Italia porque la nonna de Carter quería que se casaran en su país. No dudaba que a Grecia le gustara la idea de casarse allá, pero definitivamente se producía un gasto extra.
—Sí, bueno... Fiji suena bien. Conocerías otro continente.
—Sí, también me gusta la idea —concordó.
Ya que era sábado, había ido a ayudar a Grecia con algunas cosas de la boda y ella, a cambio, me invitó el almuerzo. Carter no estaba por ahí en ese momento, ya que había ido de compras.
Me quedé pensando un momento, con la vista pegada en la mesa de centro.
—¿Qué te pasa?
Miré a Grecia, confundida.
—¿Ah?
—Algo te pasa —dijo—. Estás muy distraída y no estás fumando nada.
—Quizás son los efectos de ayer. Fume un poco.
No era mentira que había fumado un cigarrillo de marihuana para ayudarme a dormir, ya que con todo lo que tenía en la cabeza no me estaba siendo fácil quedarme dormida, pero los efectos no podían haber llegado hasta esa hora del día.
—Ayer... eso fue hace mucho, Trish —me dijo—. Además, te conozco hace una eternidad, sé perfectamente que puedes fumar y beber hasta caer como muerta y al día siguiente despiertas como si nada hubiera pasado.
No había considerado esa parte.
—No es nada, en serio.
Grecia me miró con algo de preocupación.
—Trish, soy tu amiga, puedes decirme lo que sea —aseguró—. ¿Tiene que ver con Oliver?
Abrí los ojos sorprendida.
—¿Cómo...?
—Bueno, supe que habían discutido, me lo dijo Carter —contestó—. Yo sé que no es fácil discutir con alguien que amas.
Solté una risa nerviosa.
—¿Amar a Oliver? ¿No te parece un sentimiento un poco fuerte? —cuestioné—. Yo lo quiero mucho, pero amarlo...
Grecia alzó una ceja levemente y luego soltó una risita.
—No se te ocurra decirme que no te pasa nada romántico con él —me dijo—. Te enojaste mucho cuando decidió terminar su relación extraña de amigos con derecho, luego pareciste muy molesta con su matrimonio y ahora que está soltero otra vez, estás actuando muy raro.
—No, yo no... bueno, quizás, pero no tiene que ver con él —mentí—. Solo, no sé...
Ni siquiera sabía que mentira decirle. Yo no solía verme afecta por cualquier tontería. Me había tomado con calma la vez que me habían arrestado en una fiesta a los quince, también cuando había tenido mi primera entrevista de trabajo, también cuando uno de mis novios me había robado algo de marihuana (después de eso me vi en la obligación de terminar con él, no sin antes llenar su auto de kétchup).
—Ya dime que es lo que te complica.
Miré a Grecia un momento, evaluando si era una buena idea revelarle mis conflictos internos.
Solté un suspiro y aparte la mirada de ella, un tanto avergonzada.
—Oliver, como todos los hombres que conozco, no me toma en serio y no lo hará —sentencié—. No puedo dejar de seguir perdiendo el tiempo creyendo que podría ser un día.
Hubo un silencio un tanto largo para mi gusto, por lo que decidí ver a Grecia nuevamente para saber que pasaba.
De inmediato noté su expresión de pena.
—Ay, Grecia, no te preocupes.
—No puedo no hacerlo —se excusó—. No me gusta verte sufrir.
Debía admitir que eso me pareció bastante tierno.
—No estoy sufriendo como tal y con el tiempo se pasará —aseguré.
—¿Estás segura?
Yo asentí, intentando convencerme a mí también.
—Cada uno hará su vida y seremos felices. Tan tan.
Lo único que tenía que hacer era poner una distancia con Oliver para evitar caer en la tentación. Me costaba creer que un abogado desabrido de una familia ultra religiosa podía ser tan atractivo... ni siquiera podía decir por qué razón me gustaba, después de todo, era un hombre algo aburrido, amargado, adicto al trabajo, irónico y otras muchas cosas más. Los traficantes y matones tenían más gracia que Oliver.
[...]
Como odiaba los lunes, pero bueno, era lo que hacía una persona normal. No conocía ni una sola persona que dijera algo como "ay, gracias a Dios que es lunes".
Ese día teníamos que hacer una prueba de calidad de uno de los labiales que estábamos fabricando, por lo que estábamos preparando la piel de los sujetos de prueba.
De vez en cuando, miraba a Jackson mientras trabajaba. Era un tipo muy guapo, incluso sus manos me parecían bonitas, estaba segura de que las tenía más suaves que yo... y eran lo suficientemente grandes para rodear todo mi cuello con una. Sí, eso era importante para mí.
Una vez que aplicamos el maquillaje sobre los sujetos de prueba, ellos debían ir a hacer sus vidas como siempre, intentando no mojar las áreas en las que se aplicó el maquillaje y también, evitando sudar en exceso. Esto era así para poder ver como reaccionaba el maquillaje en situaciones cotidianas, lo hacía mucho más realista.
Cuando estábamos terminado el día, Jackson se me acercó.
—Hola, Trish, ¿qué tienes que hacer el viernes en la tarde?
—No tengo planes, por ahora, ¿por qué?
—Quizás podríamos salir.
Yo hice como que pensaba un momento. Realmente no tenía mucho que pensar, pues estaba segura de que no tendría más planes para el viernes que fumar hierba y ver alguna película con mis gatos.
—Sí, supongo que sí —le dije después de un rato.
Jackson me dio una sonrisa y nos despedimos.
[...]
Había quedado de juntarme con Jackson en un restaurante bastante elegante que él había elegido. De inmediato había buscado en internet algunas reseñas y los precios de platos para saber a lo que me enfrentaba y si estaba dispuesta a pagarlo, ya que, normalmente a mí me gustaba pagar mi parte de la cuenta o la cuenta entera.
En mi trabajo ganaba bastante dinero y solía salir con personas que no tenían tanto éxito económico. No podía pedirle a un musico que no conocían fuera de su familia que me invitara a cenar todo el tiempo. En esos casos, consideraba completamente lógico que fuera yo quién invitara.
En ese caso, en el que Jackson y yo estábamos más o menos equiparados, tenía la intención de pagar mi parte de todas maneras. Debía decir que no me sentía cómoda con que alguien que aún no era nada serio, me pagara una comida tan cara.
Llegué al restaurante con unos minutos de retraso, por lo que supuse que Jackson estaría ahí.
—Buenas noches, ¿tiene una reserva? —me preguntó la mujer que recibía a las personas en la entrada.
—Vengo con alguien, Jackson Lee —dije.
Ella revisó una agenda que tenía sobre un soporte.
—Ah, sí, pase, por favor.
La muchacha me llevó con ella hacía una mesa, en la que pude ver a Jackson sentado.
Se había puesto un traje bastante elegante, aunque no llevaba corbata, lo que le daba un toque de informalidad. Yo también me había puesto ropa un poco más elegante, aunque no fuera lo mío.
Por situaciones formales debía mantener algunas prendas más elegantes en mi armario, tales como ese vestido de seda color crema y ese abrigo largo un poco más oscuro. También me había puesto unos zapatos negros con algo de taco y me había atado el cabello en un moño, el que dejaba algunos de mis rizos sueltos.
Me senté frente él con una sonrisa y comenzamos a conversar. Mientras tanto, aprovechaba de analizar un poco mi alrededor.
El restaurante era elegante, sí, pero no era como cualquier restaurante elegante. Tenía un toque bastante artístico, ya que había dibujos en las paredes de distintas cosas, un grupo de espejos colgados en una pared de ladrillos que era distinta a las demás y también tenía una fila de asientos como sofás, con un diseño de rayas verticales. Aunque parecía un tanto rustico, tenía otras cosas típicas de un restorán fino, como los infaltables candelabros de lagrima, velas y manteles.
La comida había sido muy buena y cuando llegó la hora de pagar por ella, Jackson no dudo en pasar su tarjeta. Me reprendí a mí misma por no haber sacado el tema de la cuenta antes, pero decidí que le diría algo una vez afuera.
Cuando salimos, Jackson habló:
—¿Quieres que te lleve a tu casa?
—Eh... no sé, aun es un poco temprano... —dije, intentando ser lo más sutil posible.
Ya que no lo conocía tan bien, no consideraba que fuera tan buena idea ir y soltarle mis intenciones de terminar en algo sexual.
—¿Quieres ir a mi departamento?
Pues no era tan lento como otros hombres que me había topado... y este si tenía un departamento al que me podía llevar.
—Bueno...
Una vez que subimos a su auto, mientras me estaba poniendo el cinturón, decidí sacar el tema de la cuenta:
—Oye, creo que sería buena idea que pagara mi parte de la comida, ¿qué tal si me das tu número de cuenta y...?
—No, claro que no, yo te invité y yo elegí el restaurante.
—Entiendo eso, pero tú y yo no somos... nada más que compañeros de trabajo —le dije.
Debía decir que me asustó un poco el que se molestara por dar a entender que aun yo no lo veía como algo más que un compañero, pero no pasó. Siguió con la misma pequeña sonrisa en el rostro.
—No, pero yo te invité, los invitados no pagan, Trish.
Decidí aceptar su invitación después de todo, ya que podía ver que no lo convencería de aceptar mi propuesta.
[...]
Desde el principio comencé a sentir un problema y era que, si bien me gustaba Jackson como persona, no me parecía atractivo y esos besos no se sentían más que como... pues besos desabridos. Era como fumar marihuana sin que te causara algún efecto, ¿cuál era la gracia?
Cuando Jackson comenzó a meter su mano por debajo de mi vestido, un maldito pensamiento intrusivo llegó a mi cabeza y Oliver se hizo presente.
«No, no, no... olvídate de él. Reprímelo, reprímelo...».
Funcionó. Saqué a Oliver de mi cabeza, pero eso no mejoró demasiado la situación. Jackson seguía siendo demasiado dulce y tierno para mí, tocaba mi cuerpo con demasiada delicadeza, casi no podía sentirlas y sus besos se sentían demasiado suaves, lo que no ayudaba a que me sintiera muy emocionada.
Tal como sospeché, no había sentido la gran cosa, ni siquiera había podido tener un orgasmo, lo que fue bastante decepcionante.
Con eso confirmaba que Jackson no era para mí.
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