Capítulo 29: Noche

Trish

La cena había sido un éxito. Nunca en mi vida había comido tantas pastas, pude sentir que mi estomago iba a explotar.

Después de la cena estuvimos hablando como pudimos, ya que Oliver y yo no entendíamos muy bien el italiano y la familia de Carter apenas hablaba inglés, pero al menos había sido divertido intentar comunicarnos.

Casi a las diez de la noche, Oliver y yo decidimos marcharnos. Por suerte, familiares de Carter que vivían en otra casa y solo habían ido de visita, nos pasaron a dejar al hotel.

En el momento en que puse un pie en la recepción del hotel, recordé que esa noche debería dormir en la misma habitación que Oliver. No sabía que haría, no sabía si poner un fuerte de almohadas entremedio o dormir en el piso con unas almohadas y unas sabanas; lo único que sabia era que yo no dormiría en la misma cama que Oliver sin una separación.

Una vez que entramos a la habitación, los dos nos quedamos mirando la cama, como pensando en lo que haríamos esa noche.

—Pongamos una pared de almohadas —dijo Oliver—. No quiero sonar infantil, pero creo que será más cómodo para los dos... ¿no?

—Concuerdo —acepté.

Entonces los dos pusimos en marcha nuestro plan. Primero quitamos las sabanas de la cama, tirándolas hacia atrás y con unas de las almohadas, armamos una pared justo a la mitad de la cama. Luego, volvimos a poner las sabanas y quedó todo listo.

—Así no nos tocamos por debajo de las sábanas —dijo Oliver.

Por alguna razón, cada vez que hablaba parecía más nervioso. No sabía que le pasaba, pero no estaba loca, algo le pasaba cuando estaba solo conmigo.

—Sí, por mí está bien.

Entonces cada uno comenzó a hacer su rutina antes de dormir.

Yo acaparé el baño primero, por lo que me pude acostar antes que Oliver. Por alguna razón, también me sentía algo nerviosa, quizás era porque no estaba acostumbrada a dormir con Oliver y no hacer nada... de ustedes saben qué.

«No puede pasar más eso... tienes que tener fuerza de voluntad», me dijo mi conciencia.

Me quedé en la cama, cubierta con las sabanas hasta el pecho y los brazos afuera, mientras miraba el techo y a veces, de reojo, miraba la puerta del baño.

No podía tenerle miedo a alguien tan patético como Oliver, aunque quizás no le tenía miedo a él como tal, sino más bien le temía a lo que yo era capaz de hacer cuando él estaba cerca de mí.

Pero bueno, lo que pasara esa noche solo dependía de mí y de mi autocontrol. Yo no era una salvaje sin conciencia y cero control de los instintos, yo podía reprimir mi libido y no por tener a un hombre cerca me tenía que acostar con él...

Entonces Oliver salió del baño y, si bien dentro de la habitación no había más luz que la que se colaba por la ventana, pude ver que venía con el pelo mojado.

—Me di una ducha, hace un poco de calor.

Sí, y parecía que cada vez hacía más.

No, Trish, no eras una adolescente de catorce años, podías controlar tus deseos impuros. Solo necesitaba oír a la parte racional de mi cabeza, la cual algunos dudaban que existiera, pero yo sabía que estaba, solo que sabía acallarla bien.

Oliver se acostó en su lado de la cama en unos segundos y de reojo podía ver una luz que imaginaba que era de su celular.

—¿Trish? —oí que me llamó.

—¿Qué pasa? —pregunté, mirando el techo aún.

—¿Crees que a Ely le importe realmente verme con alguien más?

En realidad, no sabía la respuesta. Yo no conocía muy bien a Ely, nunca me había importado formar una relación de amistad con ella porque podía sentir que yo no le agradaba (fuera por la razón que fuera). Si bien, mi percepción de ella era que era una manipuladora, controladora y sociópata; no podía estar segura de que Oliver le fuera indiferente.

—Bueno, al menos no le va a gustar que ese alguien sea yo —dije.

—Pero omitamos eso... Si yo realmente estuviera con alguien, ¿crees que a ella le importaría?

Yo me quedé en silencio unos segundos.

—¿Por qué te importa lo que ella piense?

Esta vez fue Oliver el que se mantuvo en silencio, de hecho, pensé que daría el tema por finalizado y que no volvería a hablar, pero entonces dijo:

—Porque ella es la única persona que me amado de verdad, Trish, y ahora comienzo a dudar de que eso sea cierto —dijo con una voz bastante débil—. Si ella nunca me amo de verdad, significa que, en toda mi vida, nunca nadie me amado de verdad.

¿Qué acaso yo estaba pintada? «Él no sabe nada porque tú eres una cobarde insegura, ¿qué esperas?»

Realmente en ese momento sentí algo en mi garganta que me estaba incitando a decirle a Oliver que Ely daba igual porque si estaba segura de algo, era que ella no lo amaba ni la mitad de lo que yo lo hacía. Sí, me había dolido admitir eso, pero hasta que no lo dijera públicamente, no sería tan humillante.

—Oliver, Ely ya no importa, deja de carcomerte la cabeza pensando en ella. Lo importante aquí fue que tú la amaste y se lo demostraste... quizás debió ser de otra manera, pero ella tampoco te lo expreso y ya no hay nada que hacer —le dije—. Estoy segura de que alguien te va a amar más que ella. Te lo juro.

Eso se sintió casi como una confesión, de hecho, sentí un pequeño alivio en mi interior.

—Gracias, Trish... quizás estoy loco por confiar en ti, pero lo haré —me dijo—, como siempre lo he hecho.

Sí, confiar en mí era algo arriesgado, pero saber que Oliver confiaba en mí me sacó una sonrisa.

—Yo también confío en ti, aunque seas un abogado —bromeé.

Oliver soltó una risa.

—Siempre tú con tus discriminaciones...

Y con eso se acabó nuestra conversación de esa noche.

Mañana sería un día ocupado, ya que era el último día antes de la boda. Ya me podía imaginar a Grecia histérica y Carter en pánico, pero bueno, eso me pasaba por haberme conseguido esos amigos en la universidad aun después de verlos montar esa mentira de la relación falsa como si la vida fuera una comedia romántica.

[...]

—¿Cómo me queda? —me preguntó Grecia, luciéndome su vestido blanco de novia.

Se veía como una verdadera princesa. El vestido estaba hecho con una tela con un tanto de transparencia, con un corsé, y unas flores y piedras brillantes bordadas. Además, tenía un escote en forma de corazón y una pequeña capa de la misma tela traslucida que le cubría bajo los hombros.

—Mi Grecia, te ves más hermosa que en cualquier día normal —le dije—. Y eso es mucho para un ser humano.

Grecia soltó una risa un tanto avergonzada y se bajó del pedestal en el que estaba subida para ver el vestido para luego ir hacia mí y darme un fuerte abrazo.

—Ay, Trish, gracias.

Yo recibí su abrazo con gusto.

—Yo te quiero ver con tu traje de dama de honor —me dijo cuando se separó de mí—. Estoy segura de que te verás preciosa.

—Tranquila, lo importante es que tu te veas preciosa —le dije.

Pude ver como los ojos de Grecia se comenzaron a aguar.

—Ah, no... no llores.

—Es tu culpa.

Bueno, debía admitir que eso no me sorprendía, Grecia siempre había sido la sentimental de las dos.

Volví a abrazarla para contenerla, mientras le daba unas palmaditas en la espalda. Me imaginaba que eso pasaría al día siguiente también, por lo que esperaba que su maquillaje fuera aprueba de agua o terminaría como Katy Perry en el video de Hot N' Cold.

—Te quiero, Trish.

—Yo a ti, Grecia.

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