Capítulo 2: El Divorcio

Oliver

Eran pocas las situaciones en las que Trish Cullen se quedaba en silencio, pero ahí estaba presenciando una de esas ocasiones.

Sabía que la noticia era algo sorprendente, pero había pensado que una vez que lo supiera, compraría una champaña y celebraría con todas sus ganas porque sabía perfectamente que Ely no era alguien a quien le gustaba tener cerca.

No culpaba a Trish, en realidad, los celos y las ansias de control de Ely eran unas de las razones por las que estaba llevando a cabo ese divorcio.

—No es gracioso...

—No es un chiste, Trish, ¿por qué jugaría con eso?

—En venganza por el chiste de la mamada de hace unas horas.

Yo solté una risa agotada y negué. Lo decía como si no estuviera acostumbrado a esos chistes horribles y como si alguna vez hubiera intentado vengarme por ellos.

—Trish, hablo en serio... y no se lo he dicho a Carter y a Grecia porque no había tenido la oportunidad y cuando creí que este sería un buen momento... —solté un suspiro—, salieron con su matrimonio y no quería arruinar la buena noticia con una deprimente.

—Yo hubiera querido decir una noticia trágica cuando tú y Ely anunciaron que se casarían..., pero no lo hice porque Grecia me dijo que era egoísta de mi parte —confesó.

—¿Es enserio?

Trish asintió.

—Quizás eso te hubiera asustado y hubieras creído que su compromiso estaría lleno de tristezas y malas noticias.

—Trish, soy un hombre inteligente, eso no hubiera pasado. No creo en las supersticiones o cosas así —argumenté.

—Muy inteligente serás, pero ya viste como terminó tu matrimonio con Ely... debiste dejarla cuando te preguntó si tenías compañeras mujeres en tu trabajo, ¿eso no te dio una señal?

Me encogí de hombros.

—Pensé que era una broma.

Trish se golpeó la frente con la palma de la mano.

—¿Y así me dices que eres un hombre inteligente?

—Bien, no lo soy tanto, ¿contenta?

—Bastante conforme.

Apoyé mis codos sobre la mesa y restregué mi rostro con las manos. Estaba agotado de toda la vida en general.

Ely no quería llevar un divorcio en buenos términos y sabía que haría de todo para alargarlo. Para evitar estar tiempo con ella en nuestro departamento, hacía horas extra en el trabajo y dormía en el cuarto de invitados, el que cerraba con seguro, por si acaso. No era que temiera que me asesinara o algo así, sino que no quería que me molestara de ninguna forma.

—¿Y por qué sigues aquí ahora? —preguntó Trish, de pronto—. ¿Por qué quieres embriagarte o por qué no quieres llegar a casa?

—¿Está la opción "todas las anteriores"'?

Hubo un silencio de varios segundos en el que me sentí bastante incomodo. Por lo que podía imaginar, Trish estaba pensando. Siempre miraba un punto en específico y se mordía el labio inferior cuando pensaba, incluso cuando estaba drogada. Claro, drogada no pensaba cosas lógicas, pero eso no significaba que no pensara.

No sabía si Trish estaba pensando en mi asunto con Ely o si ya había dado el tema por terminado y estaba pensando en otra cosa, por lo que me quedé esperando a que dijera alguna palabra.

Cuando pasó un minuto de silencio, decidí interrumpir sus pensamientos.

—Trish, ¿sigues ahí?

Trish dio un respigo y me miró.

—Ah, sí, había olvidado tu presencia —explicó, sin sorprenderme—. ¿Y si vienes a mi departamento?

—¿Crees que a Pierre y Marie les importe?

—No mientras tengan comida.

No, Trish no tenía a Pierre y Marie Currie viviendo en su departamento, tampoco tenía sus cadáveres o algo así, más bien tenía sus versiones felinas que no tenían nada que ver con la radiactividad..., pero que se llamaban como ellos.

No me parecía mala idea quedarme con Trish esa noche para descansar un momento de mis problemas, pero si Ely se enteraba de tal cosa... perdería mis bolas o la vida.

—Bueno, no suena como una mala idea, después de todo, haga lo que haga, Ely no va a estar contenta —dije.

—Claro que no, le pediste el divorcio —dijo Trish—. Ninguna mujer estaría contenta contigo.

—¿De qué lado estas?

—Del de la verdad.

Trish se levantó de su asiento y se cruzó su bolso, para luego dejar unos billetes sobre la mesa.

—Vamos.

Me levanté con mi portafolios en la mano y seguí a Trish fuera del bar.

Ni ella ni yo teníamos auto, así que tomamos el autobús que nos dejaba lo más cerca de su departamento.

El departamento de Trish era pequeño, de hecho, solo tenía un cuarto porque no necesitaba más que eso. En todos esos años, Trish ni siquiera había tenido una pareja estable. Sí, le había conocido una que otra conquista, pero no solían durar más de unos meses y ninguno era lo suficientemente importante para ella como para considerar vivir con él.

Una vez que llegamos frente al edificio, el que quedaba en la primera avenida, subimos al departamento que quedaba en el tercer piso.

A penas entré, sentí los maullidos de los gatos.

—Ya voy, denme un momento —les dijo Trish, tirando su bolso en el sofá—. Les voy a servir comida, espérame.

Yo asentí y Trish se marchó en dirección a la cocina para poder servirles su comida a Pierre y Marie, y yo me quedé en la sala.

El departamento de Trish, al igual que ella, era bastante hippie. El sofá que tenía era a ras de suelo, tenía una mesa de centro muy baja y no tenía comedor como tal, solo una mesa de desayuno que estaba en la cocina. Además, todas sus cosas eran muy coloridas y siempre olía un poco a incienso.

Me tiré en el sofá con cuidado, ya que, al estar al nivel del suelo, la caída era un poco grande y no quería lastimarme el coxis.

Unos segundos más tarde, Trish llegó a la sala y se tiró a mi lado.

—¿Mañana no trabajas?

—No tengo que ir a la empresa, pero iba a revisar unos documentos, necesito revisar el testamento de un cliente —le conté.

—¿Se va a morir pronto?

Solté una risa.

—No, Trish, solo es un treintañero millonario que necesita hacer testamento —le expliqué—. Aunque podría morir ahora en un accidente, uno nunca sabe.

—Eso sería mala suerte... que gracioso.

—Muy gracioso —dije con ironía.

Definitivamente, Trish y yo discerníamos en el concepto de "gracioso".

—¿Nos vamos a acostar?

Giré mi rostro para mirarla.

—¿A tu cama?

—No hay otra...

Trish se levantó del sofá y luego me tendió la mano para ayudarme a mí a levantarme.

Bueno, después de todo, me estaba divorciando y solo iba a dormir con una amiga, no había nada de raro en eso... bueno, al menos así era hasta que comenzaba a pensar en todas las cosas que había hecho con Trish años atrás. Sí, ahí si se ponía un poco extraño, pero ya era pasado y, como decía el dicho: "lo pasado, pisado".

[...]

—¿Por qué debo ayudarte yo con esto? —le pregunté a Grecia—. ¿No te serviría más Trish?

—Si fuera por Trish, mi vestido estaría tejido a crochet, no usaría zapatos y mi ramo de flores sería una planta de marihuana —me dijo—. Y Carter no puede verme, es de mala suerte.

—¿No tiene más amigas?

—Bueno, Ely es mi amiga, pero luego de que le pidieras el divorcio... bueno, ya no hace otra cosa que hablar de ti y de su ira contra ti, así que no creo que sea una gran compañía —me explicó—. Y a las demás no las invité a mi boda, ninguna es tan cercana para viajar a Verona.

—Y me imagino que tu madre no es una opción por sus facultades mentales...

—Exactamente.

Grecia estaba viendo algunos vestidos colgados en la tienda de vestidos de novia. Todos estaban cubiertos con un plástico para evitar que algo les sucediera y yo estaba sentado en un sitial en una esquina de ese sector de la tienda.

—¿La vas a invitar a la boda?

Grecia se giró para verme y pude notar como se mordía una de sus mejillas por dentro.

—Aun no le he dicho... me da...

—¿Miedo? —pregunté—. Es completamente valido.

Grecia soltó un suspiro.

—Pero no quiero que después se entere de que me casé y que papá fue y ella... bueno, ni siquiera supo —me explicó—. Además, en todos estos años ha mejorado mucho.

—¿Y qué dice Carter?

—¿Qué crees tú que dijo?

—¿Qué hicieras lo que tú creías mejor?

Grecia asintió.

Que predecible. Obviamente, Carter no iba a querer tomar partido, ni se atrevería a opinar sobre una situación familiar ajena, aunque fuera la de su prometida. Había cosas para las que Carter era bastante cobarde.

—De todas maneras, no lo quiero presionar con eso, no es su problema, ya suficiente tiene con la presión de su familia —me dijo.

De pronto, una chica que trabajaba apareció con un vestido en sus manos.

—Este tiene la descripción que me dio.

Grecia se acercó para tomarlo y mirarlo un poco.

—Es precioso. Me lo voy a probar.

Una vez que Grecia entró al probador, comencé a prepararme para lo que pudiera venir.

Si bien, Gracia estaba bien en ese momento, de vez en cuando volvía a tener recaídas en su depresión y ligadas a sus problemas de autoestima, los que podían ser gatillados por situaciones estresantes como una prueba de su vestido de novia.

De por sí, las novias se estresaban al querer elegir un vestido perfecto y Grecia, muy probablemente, tendría más problemas de los normales.

Una vez que Grecia salió del probador, viéndose muy hermosa, comenzaron los problemas.

—Creo que no me cierra del todo.

La chica de la tienda se le acercó y se puso detrás de ella para revisar el vestido. Por lo que pude notar, intentó cerrarlo unas veces y cuando no pudo, dijo:

—Podríamos agregarle un poco más de tela.

«Mierda...». Eso no era bueno.

Me puse de pie y me acerqué a Grecia.

—No debe ser mucho más...

—No, solo serán unos centímetros.

El rostro de terror de Grecia me indicó que debería mencionarle eso a Carter para evitar alguna desgracia. No era la idea que Grecia tuviera una recaída solo porque un vestido no le quedaba, además, no entendía como era que no le entraba, ¿para quién estaban hechos esos vestidos? ¿Para una tabla o para mujeres?

—No te preocupes —le dije—. Te ves preciosa igual.

Grecia me miró con algo de ternura.

—Gracias, Oliv, eres el mejor.

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