Capítulo 12: Extraño

Oliver

Trish estaba actuando muy extraño en esos últimos días, pero ninguno de los tres sabía que le sucedía y cuando le preguntábamos, se hacía la desentendida.

Era viernes y los cuatro estábamos reunidos para discutir unas cosas de la boda, para la cual ya quedaban solo dos meses y podía ver que los dos novios estaban bastante tensos.

—Bueno, tenemos la reserva en la iglesia. Mi nonna y mis tías se han encargado de organizar todo lo de la ceremonia allá —explicó Carter—. También tenemos la reserva de la organizadora de eventos... Ahora, necesitamos saber cómo va a funcionar la validación del matrimonio aquí.

—Es muy simple —dije—. Mientras todo lo hagan de forma legal en Italia, Estados Unidos va a reconocer el matrimonio como legal también. Primero, deberemos hacer una copia en ingles del certificado en italiano, lo que puede hacer cualquier traductor...

Miré a Grecia, ya que sería una buena idea que ella pudiera hacerlo. Por lo que sabía, si bien no había estudiado italiano en la universidad, lo había hecho cuando joven y lo había vuelto a hacer después de establecer su relación seria con Carter.

—Sí, yo puedo hacer eso.

—Bueno, haciendo eso y consiguiendo una apostilla en Italia, que es lo que autenticaría el documento para usarlo en el extranjero, estaríamos bien —expliqué—. Luego habría que darle el certificado de matrimonio traducido al registro civil.

—¿Puedes ayudarnos con todo eso?

—Sí, aunque necesitaré alguien que hable italiano para conseguir la apostilla en Italia. Todo lo que se haga aquí, puedo hacerlo sin problemas.

—Increíble —me dijo Carter—. Gracias, amigo.

—Bueno, una vez que lleguemos a Italia dos semanas antes de la fiesta y ustedes una, tendremos que hacer muchas cosas —dijo Grecia, revisando su celular—. Tenemos una cita para aprobar el paste, una para probar el coctel y la comida, otra para practicar la ceremonia en la iglesia y también el matrimonio por el civil que será un día antes... Eso hasta ahora, ¿entendido?

Trish y yo nos quedamos procesando un momento todo lo que deberíamos hacer por una semana y, obviamente, habría más cosas después.

—¿Y por qué no hace todo eso la nonna? —cuestionó Trish.

—Si fuera por ella, lo haría —dijo Grecia—, pero yo quiero elegir mi pastel y la comida.

—Serán pastas de todas maneras, es Italia.

—Sí, pero yo quiero elegir el tipo de pastas —insistió Grecia—. No todas me gustan mucho...

—Eso es algo que mi nonna no sabe y morirá sin saber —comentó Carter.

Seguimos hablando un rato más de los preparativos y el viaje, el que sería un poco después del cuatro de julio, fecha que pasaríamos ahí en Seattle juntos, como había sido desde que todos nos habíamos mudado hasta ahí.

En un momento, Trish se excusó y fue al baño, dejándonos solos a los tres.

Grecia la siguió con la vista y una vez que desapareció de su radar, habló:

—Aun no puedo saber qué le pasa. Dice que esta menstruando, pero sé que no es así.

—¿Y cómo estas tan segura? —cuestionó Carter.

—Porque menstruamos casi al mismo tiempo y ambas somos muy regulares —contestó—. Todavía le faltan al menos dos semanas.

Bueno, había conocido un nuevo dato de mis amigas sin pedirlo... definitivamente nunca les hubiera pedido que me contaran si sus periodos estaban sincronizados o no. No era algo que me interesara, la verdad.

Grecia se quedó pensando.

—En ese caso, podría estar ovulando..., pero eso no debería hacerla actuar así de raro. Solo debería ponerla... —Grecia vaciló un momento—. Ustedes saben.

Carter y yo la quedamos mirando un poco dudosos.

—¿Más fértil? —preguntó Carter.

—No, eso no.

—¿Con una mayor temperatura basal? —seguí yo.

—No, tampoco era...

—¡Ya sé! —dijo Carter—. Debe tener una mayor secreción y no creo que alguien este de buen humor cuando...

—Ambos son unos imbéciles en ciertas cosas —Grecia lo interrumpió—. Todos saben que cuando las mujeres ovulan, su libido aumenta.

Los dos nos quedamos en silencio un momento.

—Ah —dijimos al unísono.

Volvió a haber un silencio.

—¿Y que podría tener que ver eso con que esté actuando rara? —cuestioné.

—Quizás está de malas porque, en vez de poder ir a tener sexo con otro tipo, está estancada contigo en una relación falsa como si esto fuera una película de Hollywood —dijo Carter.

Yo lo miré con molestia.

—Primero, mi relación falsa con Trish solo existe cuando Ely está presente, así que me da igual si ella quiere ir a calmar su libido con alguien —aclaré—. Y, segundo, no me vengas a hacer esos comentarios que su relación falsa sí que se parecía a una película que escribió alguien en Hollywood... y para vendérsela a adolescentes.

—Que gracioso, Oli —me dijo Carter con ironía.

—Viene, viene —susurró Grecia—. Finjan que hablan de otra cosa.

Grecia tomó su vaso de mojito y se lo llevó a la boca para tomar un sorbo bastante grande. Mientras, Carter y yo fingimos que seguíamos hablando de su boda y de la iglesia donde se realizaría.

—Bueno, creo que ya me voy a ir a casa —dijo Trish, sin siquiera sentarse de nuevo—. Marie y Pierre deben tener hambre —nos dijo, para luego tomar su bolso y colgárselo.

Luego sacó unos billetes y los dejó sobre la mesa para pagar lo que había bebido.

—¿No quieres que te llevemos?

Carter no estaba bebiendo alcohol, ya que había ido hasta ahí en el auto.

—No, gracias, estoy bien —dijo—. Nos vemos.

Trish se alejó sin decir más y yo no pude evitar sentir ganas de ir tras ella para saber de una vez por todas que le sucedía.

—Anda —me dijo Grecia—. Nosotros nos encargamos de la cuenta.

Me levanté del asiento, pero no dejaría que ellos pagaran la cuenta, ya bastantes gastos tenían con todo su matrimonio. Saqué mi billetera de la chaqueta y les dejé suficiente dinero. Intentaron negarse, pero hice caso omiso a sus quejas.

—Nos vemos después.

Salí rápidamente del bar y caminé por la acera hacía donde estaba la parada de autobuses que le servía a Trish.

Para mi mala suerte, no la vi en la parada y cuando pensé que un autobús podía haber pasado justo segundos antes, divisé a una mujer con risos y una chaqueta de un color amarillo que solo podía ser de Trish.

Decidí correr hacía ella y cuando llegué a su lado, le toqué el hombro... fue una pésima decisión.

Trish saltó asustada y sin pensarlo, me dio un golpe en la cara con su horrible bolso café lleno de tiras colgantes.

—¡Mierda! —me quejé.

—¡Oliver Harris! ¡¿Cómo se te ocurre acercarte a una mujer por sus espaldas en medio de la noche y tocarle un hombro?!

—Una mujer normal hubiera pegado un grito, asustada —le dije, agarrando mi nariz—. Tienes muy buenas reacciones y reflejos.

—Sí, lo sé, la única vez que me intentaron robar fue en un paseo escolar por Chicago. Le di un puñetazo en la cara al tipo y un rodillazo en las bolas —me contó—. Y le robé una cajetilla de cigarros y una bolsa de marihuana.

A cualquier otra persona, me hubiera costado creerle esa historia, pero a Trish... bueno, no era la primera vez que sabía que había golpeado a alguien, tampoco que le había robado a alguien. De hecho, años atrás la había visto meterse en una pelea en un bar, donde le terminó robado un encendedor y un billete a un tipo.

—Buena historia, pero no es por eso que estoy aquí —le dije—. ¿Por qué estas caminando por la calle a estas horas?

—¿Qué importa eso? No tengo miedo... al próximo que me toque el hombro lo puedo electrocutar.

—Debes tener cuidado con eso, a menos de que haya pruebas contundentes de que un tipo te intentó robar o violar, lo que hagas se puede usar en tu contra en una corte legal —le dije.

—Conseguiré un buen abogado en cualquier caso... se llama Oliver Harris, ¿lo conoces?

Solté una risa, aun sobándome la nariz, la que me dolía bastante aún. No sabía que llevaba exactamente Trish en su bolso, pero era bastante duro y pesaba.

—Como sea, necesitamos hablar —le dije.

Trish comenzó a caminar de nuevo y yo la seguí, yendo a su lado.

—¿De qué? —preguntó Trish, mirando hacia el cielo.

—De que has estado actuando bastante extraño —le dije—. Estás menos comunicativa, menos graciosa y muy ida... te concentras menos de lo que normalmente lo haces.

—Solo estoy llena de trabajo —se excusó.

—No fue lo que le dijiste a Grecia —le dije.

Trish se giró a verme.

—¿Por qué se preocupan tanto? No es como que me esté muriendo.

—¿Cuál es tu concepto de amistad, Trish? ¿Qué los amigos solo se preocupen de ti cuando estas por morirte?

—Solo digo que no es algo de lo que tengan que preocuparse, hay cosas más relevantes para todos ahora mismo —dijo.

Me adelanté un poco y me puse frente a ella para tomarla de los hombros.

—Trish, solo dime que pasa, al menos a mí —le pedí—. Entiendo que no quieras molestar a Grecia y Carter por su matrimonio, pero yo puedo escucharte...

Trish soltó un suspiro y miró hacia el suelo.

—Bueno, voy a viajar a Minnesota a finales de mes, me pedí una semana de vacaciones —me contó, aunque eso no sonaba como nada malo—. Y mamá quiere que vea a mi papá porque él está insistiendo con que quiere verme y hablar conmigo, pero yo... no estoy segura.

La verdad era que no estaba preparado para eso. En realidad, de todo lo que podía ser, nunca hubiera pensado que el problema tenía que ver con su padre, ya que... técnicamente el tipo no existía. Lo único que sabía de él era que seguía viviendo en Minnesota, pero no en Saint Paul, donde vivía Trish. También me había contado que había estado en contacto con su madre nuevamente, después de más de dos décadas.

—Bueno, quizás podrías pensar en los pros y los contras de la situación —le dije.

—Es lo que he intentado, pero no llego a una solución —me dijo.

Hubo un silencio un tanto incomodo, en el que me quedé pensando en que más decirle que la pudiera ayudar.

—¿Y si las pensamos juntos? Quizás eso ayude —le dije.

Trish levantó la vista para verme a los ojos, aunque no tardó muchos segundos en volver a apartarla.

—Sí, quizás sirva.

Yo asentí y solté sus hombros.

Ambos volvimos a caminar en la dirección que íbamos para llegar al departamento de Trish.

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