Capítulo 11: Finjamos

Trish

—Seattle no es tan pequeño, ¿qué no puede caminar por otra acera?

—Su trabajo queda a unas calles, quizás vino a almorzar por aquí —dijo Oli.

—Bueno, no creas que te vas a salir con la tuya, ¿qué demonios estabas pensando con decirle que tú y yo somos... lo que sea? —cuestioné—. ¿Querías que te felicitara? ¿Qué te diera flores?

Obviamente, no había estado de acuerdo con la mentira de Oliver. Quizás, años atrás lo hubiera ayudado a que no se viera como un pobre cornudo despechado y solitario, pero en ese momento no era una buena idea... bueno, mentir no solía ser una buena idea, pero a veces era divertido.

—No, Trish... solo quería, bueno, que se sintiera mal —respondió—. Como yo me he sentido en este tiempo.

Solté un suspiro y me acerqué para ponerle una de mis manos sobre su hombro derecho.

—Oli, aprecio la sed de venganza, me hace muy feliz que por fin demuestres alguna emoción, además de ser un idiota...

—Eso no es una emoción...

—Pero no creo que esta venganza sea la correcta —dije, interrumpiéndolo—. En especial porque yo no he accedido a nada... y no lo haré y ahora tú quedaras como un pobre y triste mentiroso, que además, apenas tiene treinta y ya un divorcio.

—Gracias, Trish, admiro tu capacidad de dar discursos motivacionales —dijo, con su clásico tono irónico—. Pero, por favor, quieres pensar en que soy tu amigo y que...

—No.

—Trish...

—No, Oliver —dije con seguridad.

No iba a ceder esa vez. No podía hacerlo. Quería mucho a Oliver, demasiado, si era sincera. Quizás mis sentimientos rozaban el concepto de "amor", pero no de forma fraternal y ese era el problema.

—Trish, haré lo que sea que me pidas, solo...

—No.

Podía rogarme todo lo que quisiera. Podía tirarse al suelo de rodillas e incluso llorar, pero yo no cedería...

Oliver soltó un suspiro, claramente resignado.

—Está bien, tienes razón, esta es una pésima idea... —dijo—. Además, tú y yo nunca serviríamos como pareja, no tendría sentido que lo fuéramos.

Levanté la vista para mirarlo a los ojos, con el ceño levemente fruncido.

—¿Por qué? ¿Por qué tu eres un gran abogado aburrido y adicto al trabajo y yo parezco una pobre hippie adicta a la hierba? —cuestioné con algo de molestia.

—No, bueno, sí somos muy distintos, pero no lo decía por eso... —aclaró—. Simplemente yo no soy tu tipo de hombre y tú... bueno, tampoco eres mi tipo.

Ah, claro. Yo era demasiado poca cosa para un hombre como Oliver. Para un abogado que hacía documentos como testamentos, de los cuales la mayoría eran para gente millonaria y prestigiada.

—Sí, por supuesto, tú eres demasiado bueno para mí y a mí me gustan los fracasados...

—Tampoco me refería a...

—¿Querías tu relación falsa al estilo de Carter y Grecia? —pregunté—. Pues la tienes. Ahora todo el mundo creerá que cambiaste a una mujer exitosa con cuerpo de modelo, por mí.

—Trish...

—Y vamos a ir a esa boda juntos —sentencié.

Comencé a caminar para ir de vuelta a mi trabajo, pero me volteé a ver a Oliver una vez más para dejar en claro una última cosa.

—¡Pero no tendremos sexo!

Y dicho eso, me fui caminando devuelta al laboratorio.

«Dios, Trish, eres más estúpida de lo que eras antes».

Quizás, por fin la hierba estaba acabando con mis neuronas y me estaba convirtiendo en una persona aún más impulsiva que antes... aunque no creí que eso fuera posible.

Bueno, ya la había cagado y en grande, no me quedaba de otra que asumir las consecuencias de mis actos.

[...]

Grecia y Carter no dejaban de reírse, aun cuando Oliver y yo no parecíamos nada divertidos con eso.

Nos habíamos juntado los cuatro a comer en un restaurante de hamburguesas, para así hablar de lo que había sucedido con Ely la última vez que la habíamos visto.

—No puede ser —dijo Grecia, entre la risa—. Y con treinta años... ¿qué no aprendieron nada?

—Oye, si su relación falsa no funcionó fue por muchas razones —dije—. Empezando por escribir un contrato, ¿quién en su sano juicio hace eso?

—Oliver me lo recomendó —se quejó Carter.

—Yo soy abogado... claro que te iba a recomendar eso.

—Pues eres un pésimo abogado.

—No, tú eres pésimo ocultando cosas. Ese contrato era perfecto.

—Como sea —interrumpí su conversación—, esto no es lo mismo que lo de ustedes.

Cualquiera que conociera todas nuestras vidas se daría cuenta de al menos diez diferencias entre la situación de Carter y de Grecia con la de nosotros, por ejemplo, el que no había un contrato o... bueno, debía haber algo más.

—Se parece —dijo Grecia, para mi mala suerte—. Sawyer me fue infiel y no le caía bien a Carter, cuando nos quiso dejar mal, decidimos fingir una relación. En su caso, Ely le fue infiel a Oliver y se lleva mal con Trish, y cuando los intentó dejar mal, pues decidieron fingir que estaban juntos de verdad.

—Oliver lo decidió, no nos metas en el mismo saco —pedí.

—Eso no es importante, sigue siendo casi lo mismo.

—Solo iremos juntos a su boda —dijo Oliver—. Y fingiremos cuando Ely esté cerca, nada más.

Carter miró a Oliver divertido.

—Y pensar que tú te burlabas tanto de mí...

—Sí, porque ustedes les mintieron a todas las personas de su vida, menos a nosotros dos —dijo Oliver—. Incluso a sus padres. No tuvieron límites.

Las sonrisas desaparecieron de los rostros de Grecia y Carter.

—Sí, como sea.

Carter se comenzó a meter algunas papas fritas en la boca y Grecia tomó un sorbo de su soda.

—¿Ya tienen la ropa para la boda? —preguntó Grecia, después de un rato.

—Yo sí —dijo Oliver.

—Yo... bueno, estoy viendo las opciones —dije.

—Trish —se quejó Grecia—. No quiero que lo olvides y luego llegues vestida con una blusa de diez colores distintos y tu bolso café... ese horrible.

—¡Oye! —me quejé.

Primero, mi bolso no era del todo horrible y, además, era muy espacioso y útil. Segundo, yo podía ser una persona que no seguía muchas reglas, pero definitivamente no iría a meterme a la boda en la que era madrina con una de mis blusas psicodélicas.

La razón por la que aún no me había preocupado de eso era porque aún no estaba segura de querer usar un vestido. Aún estaba evaluando si ir con un traje o con un vestido.

—Solo resuélvelo pronto, no queda mucho tiempo —dijo Grecia.

—Tú tranquila, me veré lo suficientemente bien para ser madrina, pero no lo suficiente para opacar a la novia —le dije.

Grecia me dio una sonrisa.

—Gracias, Trish.

[...]

Estaba llegando a casa, cuando mi teléfono comenzó a sonar. Decidí ignorar la llamada por un momento, al menos hasta que entrara a mi departamento.

Una vez que estuve dentro, saqué mi teléfono de mi bolso y contesté.

—¿Aló, mamá?

Hola, hijita, ¿cómo estás?

—Bien. Estoy recién entrando al departamento —le dije—. ¿Sucede algo?

Bueno, no es nada grave, Trish, no te asustes —me dijo—. Es solo que... recibí noticias de alguien.

Eso no era nada bueno. Solo había una persona de la que mi madre podría recibir noticias y llamaría "alguien".

—¿Ahora que quiere?

Mi papá había estado ausente en mi vida desde mis tres años y, por alguna razón, hacía unos años había comenzado a estar existiendo de nuevo. Para mi suerte, solo se había contactado con mi mamá por teléfono (hasta donde yo sabía) y nunca había tenido que verlo.

Trish, me dijo que quiere verte... también a tus hermanos.

Eso era nuevo. En esos dos años no había pedido verme, solo había estado preguntándole a mamá por nuestras vidas.

—¿Qué? Mamá, ya tengo treinta años, ¿para qué quiere verme? —cuestioné, sin evitar sonar algo molesta—. Puede seguir preguntándote de mí si quiere, pero no quiero verlo.

Ay, Trish, no está bien que sigas enojada por cosas de hace tanto tiempo... debes perdonar y dejar ir —me dijo.

Si hubiera querido oír consejos motivacionales y de amor, me hubiera puesto a ver películas de Disney, no a hablar con mi mamá. Además de sus consejos motivacionales y que rozaban lo cristiano, no podía entender como mamá se tomaba la situación con tanta tranquilidad.

¿Cómo mi madre podía tomarse bien el que el hombre que la había abandonado hacía tantos años atrás con tres hijas (no era un número menor), volviera a aparecer como si nada? Nos había dejado solas, sin ninguna clase de culpa.

—Mamá, no estoy enojada con él, es solo que... para mí, no existe mi papá —le expliqué, mientras iba en dirección a la cocina para servirles comida a mis gatos—. ¿Para que querría verlo ahora?

Durante los años que había necesitado un padre, no había estado. Ya era tarde y no lo necesitaba.

Es solo para que él puede saber algo de ti... podría ser una hora, no más —insistió mamá—. Podrías verlo cuando vengas de visita.

Hice una pausa y me quedé pensando en que responderle. Quizás era buena idea concordar con ella para que dejara de insistir y después podría simplemente negarme de todas formas.

—Bueno, lo voy a ver —dije, de manera ambigua.

Bueno, hija. Te amo.

—Yo a ti.

Una vez que corté la llamada, fui a mi cuarto y me tiré en la cama.

Sinceramente, me causaba algo de curiosidad saber los motivos de mi padre para comenzar a aparecer en mi vida otra vez, pero me costaba hacer a un lado mi desgrado.

Papá había existido en mi vida alguna vez y había tenido la fuerza de voluntad para dejarme a mí y a mis hermanos menores. Había estado conmigo mis seis primeros años de vida y suponía (o quería suponer) que me amaba, y aun así había podido dejarme a un lado para nunca más verme.

Podía sonar extraño, pero hubiera entendido más que hubiera abandonado a mamá antes de que yo naciera y cuando, por supuesto, mis hermanos no daban luces de existir. Eso también me hubiera sido más fácil de procesar, simplemente no hubiera tenido un padre jamás, pero a mis seis años no había podido entender como era que papá jamás volvería a cruzar la puerta de la casa.

¿Cuándo había sido la última vez que había llorado por papá? Si mal no recordaba, cuando había pasado a la preparatoria... y no pensaba cambiar eso. No lloraría esa vez, ni nunca en un futuro. Ese hombre que se hacía llamar mi padre no merecía ni una sola lagrima de mi parte.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top