Oliver
Había llegado al departamento de Carter y Grecia porque me habían invitado a cenar. Yo sabía que lo hacían para evitar que me sintiera tan solo después de haberme separado de Ely y aunque no me gustaba que sintieran lastima por mí, debía admitir que me gustaba cenar en compañía de ellos de vez en cuando.
—¿Y Trish? ¿No va a venir? —pregunté cuando estaba poniendo la mesa con Carter.
—Ah, no, tenía una cita con Jackson... no va a llegar a dormir por lo que le dijo a Grecia —me explicó—. Después deberé ir a alimentar a Pierre y Marie.
Yo lo quedé mirando un momento.
—¿Cuántas citas lleva con él? —pregunté.
—Creo que tres —dijo Carter.
Eso explicaba muchas cosas. Yo conocía bien a Trish, sabía cuánto esperaba para tener sexo con un tipo y de la tercera cita en adelante, ya lo podía contemplar.
Debía admitir que cada vez que pensaba en Trish con alguien más, me daban un poco de... ¿molestia? No sabía cuál era el problema exactamente, no creía que fueran celos porque, bueno, Trish solo era una amiga y nunca habíamos tenido una relación exclusiva... aunque mientras habíamos estado teniendo algo, ninguno había estado con alguien más.
Pero si no eran celos... ¿qué mierda era? Tal vez era algo de competitividad y no quería pensar en que otro tipo la hacía sentir mejor que yo.
—¿Crees que tenga futuro con él? —le pregunté a Carter, después de un silencio.
Carter levantó una ceja y me dio una sonrisa traviesa.
—¿Por qué tan interesado en la vida amorosa de Trish?
Yo me encogí de hombros sin demostrar mucho.
—Solo quiero saber que está bien —mentí.
Bueno, no era del todo mentira. Por supuesto que me interesaba el bienestar de Trish y, por la misma razón, me preocupaba mucho los tipos con los que salía, ya que ninguno me daba confianza. Trish tenían un especial gusto por los fracasados e imbéciles, de todos los novios que le había conocido, ninguno parecía lo suficientemente bueno para ella. La mitad de los hombres con los que había salido vivían con sus padres a sus casi treinta años, no tenían un trabajo fijo o tenían un trabajo miserable del que no habían podido salir en más de diez años. Trish era demasiado para ellos, pero parecía que sus gustos no la ayudaban.
—Ajá, sí... ¿eso es lo único?
—Solo quiero saber...
—Bueno, definitivamente es el único hombre que da para material de pareja de todos los que le he conocido —admitió—, pero no sé si ella... bueno, no se aburra.
—Se nota que no es su tipo —dije.
—No, no lo es, pero quien sabe... quizás la conquiste hoy —dijo, guiñando un ojo.
Eso provocó que algo me ardiera en el estómago.
Antes de que pudiera decir algo más, Grecia apareció en el comedor con dos platos ya servidos.
—Yo voy por el mío —le dijo Carter—. Tu siéntate, mi amor.
—Bueno.
Grecia y yo nos sentamos, y no mucho después, Carter llegó a acompañarnos.
Durante toda la cena, no me pude sacar de la cabeza a Trish y en lo que podía estar haciendo con el tal Jackson. ¿Y si por fin sentaba cabeza con él? ¿Qué me importaba a mí? Debía estar contento porque la que consideraba mi mejor amiga había encontrado a un buen hombre que quizás era lo suficientemente bueno para ella..., pero no podía.
[...]
Estuve todo el fin de semana torturándome, pensando en que había pasado con Trish y Jackson. Quizás su relación había avanzado y pronto serían una pareja seria, si es que no lo eran ya. Bueno, si así era, tendría que estar feliz por ella.
Ya era lunes y estaba en la oficina trabajando. No había dormido muy bien, pero eso no era algo fuera de lo común. Estaba seguro de que la última vez que había dormido como se debía había sido cuando era adolescente.
No quedaba mucho para la hora de almuerzo cuando se me ocurrió que sería buena idea llamar a Trish y quitarme las dudas que me carcomían la cabeza de una vez por todas.
Tomé mi celular y marqué su número, pidiéndole a Dios que contestara pronto.
—Hola, ¿qué pasa, Oliv? ¿No estás trabajando?
—Sí, estoy en la oficina —respondí. Me sentía algo más aliviado con oír su voz—. Quería hablar contigo... me enteré de que saliste con Jackson el viernes, ¿cómo te fue?
«Eso, Oliver, me encanta tu discreción», me dijo mi conciencia en un tono irónico.
—Ah, sí... bien.
Era la respuesta más artificial que había podido darme.
—Me alegro —dije, siguiendo su juego y haciéndole creer que me había creído esa respuesta—. ¿Quieres que comamos juntos hoy?
—Eh... no sé, ¿Dónde?
—Tú elige.
—Bueno, ¿el restaurante de comida china? Tú sabes...
—Sí, se cuál es —la interrumpí—. Nos vemos.
—Nos vemos.
Estuve un poco ansioso durante el tiempo que estuve esperando la hora de almuerzo. Sentía que había una rara tensión entre Trish y yo y esperaba que no estuviéramos así durante el almuerzo ni mucho tiempo más porque, bueno, apreciaba nuestra amistad de siempre.
En realidad, si era sincero, extrañaba nuestra amistad antes de que yo me casara. Cuando ambos éramos solteros sin compromiso y que, si bien habíamos tenido una clase relación de amigos con derechos, teníamos una amistad sin complejos o incomodidades.
Un poco antes de la hora de comer, salí de la oficina y me dirigí hacía donde estaba el restaurante de comida china que solíamos frecuentar con Trish antes de que me casara.
Yo llegué primero, por lo que me senté en una mesa a esperar a Trish, quien llegó unos cinco minutos después.
—¿Esperaste mucho?
—No, solo unos minutos.
Trish se sentó frente a mí y le di una sonrisa, lo más natural que pude.
—Oli, ya me di cuenta de que quieres saber que está pasando entre Jackson y yo —me dijo, tomando el menú para leerlo—. Y no sé qué te preocupa exactamente, pero tienes que dejar de hacerlo, porque ya no pasa nada.
Yo me quedé pensando un momento, pero antes de que pudiera hablar, la mesera apareció a un lado de la mesa para tomar nuestra orden.
Ambos le dijimos lo que queríamos comer y luego se retiró, llevándose los menús con ella.
—¿Cómo que no pasa nada? —cuestioné—. Carter me dijo que dormirías con él el viernes... fue a alimentar a Marie y Pierre.
—Pues sí, dormí con él y fue la cosa más incómoda que he hecho en la vida.
—¿Te hizo algo? —dude un momento—. No, no creo... ¿tú le hiciste algo?
—Sí, Oliver, le mordí el pene por accidente y se lo amputé —bromeó—. Claro que no hice nada malo... no con intención. De hecho, podríamos decir que yo soy la victima de esta situación.
—¿Tú? ¿Victima?
—Oye, que no se te olvide que soy una mujer, soy víctima de la sociedad todo el tiempo —me dijo.
—Sí, no se me olvida, pero me cuesta creer que seas víctima de alguien como... Jackson —dije.
—Tiene como treinta años y creo que no sabe lo que es un clítoris —me explicó.
Justo en ese momento la mesera se acercó a la mesa con unos wantán y soya, y por la expresión en su rostro, podía suponer que había escuchado el cometario de Trish. No era algo que me hubiera avergonzado demasiado, ya que hacía muchos años que me había acostumbrado a esa clase de cosas.
Una vez que la mesera se fue, intentando darnos una sonrisa, Trish siguió:
—Fue la peor experiencia sexual de mi vida y esta tan bien dotado que me da pena —dijo.
—¿Qué tan bien dotado?
Trish junto las palmas de su mano y comenzó a separarlas de a poco, hasta que se detuvo.
—¿Algo así?
Yo analicé el espacio entre sus manos.
—¿Unos diecisiete centímetros? —calculé.
—Sí, es lo que podría decir al ojo —dijo—. ¿Pero de qué sirven diecisiete centímetros si no sabes usarlos? Ni siquiera sabía usar sus manos o su boca... nada. Eso explica porque sigue soltero siendo tan increíble.
—Tenía que tener un defecto.
—Y sí que lo tiene.
Yo le di una sonrisa.
—Conseguirás algo mejor —le aseguré.
Trish se tiró hacía atrás en su asiento y suspiró.
—Prefiero no encontrar nada... a menos de que tenga bigotes, una cola y maúlle —me dijo.
—Bueno, sea lo que sea que prefieras, saldrá bien, Trish —le dije, convencido.
Trish me sonrió también.
—Gracias, Oli... ¿y tu vida como ha ido? ¿Mejor?
Yo me encogí de hombros y suspiré.
—Mejor, sí... aunque no sé si increíble —confesé—. Estoy metido en una horrible rutina y mi vida solo se basa en ir de casa al trabajo y del trabajo a casa.
—Deberías intentar hacer amigos en tu oficina.
—¿Quieres que me haga amigos abogados? ¿En serio? —cuestioné.
A Trish no le gustaban los abogados, como a la mayoría de las personas con algo de cordura, así que no entendía como era que me estaba dando la idea de relacionarme con otros abogados.
—Sé que no son los mejores amigos que alguien podría conseguirse —dijo—, pero necesitas más vida social que yo, Carter y Grecia. Solo piensa que en unos meses, Grecia y Carter serán una pareja casada y no en mucho tiempo más, tendrán una familia... se volverán aburridos y patéticos.
—¿No crees que ya lo son?
—Sí, pero al menos aún les queda algo de juventud en las venas —explicó—. Créeme, cuando tengan hijos, serán aún más patéticos. Sus hijos necesitaran una tía que les enseñe a divertirse, o sea yo, y uno que los vaya a sacar de prisión cuando lo pillen bebiendo en una fiesta siendo menores de edad... o sea, tú.
—Bueno, haré lo que pueda. Pero les saldrá dinero.
—Eso irá de parte de Carter y Grecia. Todos tendremos que aportar algo aquí.
Solté una risa. No importaba cuantos años pasaran, las tonterías de Trish me harían reír el resto de la vida.
—Al menos te tengo a ti —le dije—. No necesito más amigos.
—Sí, los necesitas, ¿qué pasara cuando yo me muera?
—Evita hacerlo, ¿quieres?
—No soy Dios, Oliver, él es el que decide esas cosas... ¿no te lo pasaron en tu catequesis?
—No recuerdo que me lo explicaran exactamente así, pero sí, ya lo sé... o lo sabría si creyera en Dios.
—No mientas, de vez en cuando le pides cosas —me dijo.
—Es la costumbre.
Después de tantos años de que mis padres me intentaran meter la religión católica y Dios por los ojos, pues no me era fácil quitármelo de encima.
Una vez que llegó nuestra orden, nos pusimos a comer mientras conversábamos de distintas cosas.
Cuando llegó la hora de pagar la cuenta, debí insistirle a Trish para que me dejara invitarla esa vez y luego de que aceptara, salimos a la calle.
No tenía muchas ganas de volver al trabajo. Me hubiera gustado poder seguir conversando con Trish un poco más.
Estábamos por despedirnos, cuando sentí una voz a mis espaldas:
—Oliver, que coincidencia.
Me giré para ver a Ely.
—Ely... hola.
Pude oír como Trish emitió un quejido a mi lado.
—Trish —la llamó Ely—, tanto tiempo.
—Han sido los mejores meses de mi vida —dijo Trish, sin ningún filtro.
—Me imagino... —Ely pasó su mirada de mi amiga a mí—. Así que, por fin paso, ¿están saliendo?
—No sé de qué...
—Sí, bueno, así se dieron las cosas —interrumpí a Trish.
Sentí como Trish me pellizcó el brazo por sobre la ropa.
—Que sorpresa —dijo Ely con ironía—. Y así tienes el descaro de quejarte de mí y mi supuesta infidelidad...
—¿Supuesta? —cuestioné—. Lo único supuesto aquí es que yo te fuera infiel con Trish, eso nunca pasó.
—Es supuesta porque ni siquiera tienes pruebas.
—¡La última vez que hablamos, lo admitiste! —insistí.
—¿Qué más iba hacer? —me preguntó—. Tú no me ibas a creer nada de lo que pudiera decir.
—Quizás porque son mentiras.
—¿Ves? Estás cegado y no hay nada que pueda hacer —dijo—. Mi conciencia está limpia, Oliver, no como la de ustedes...
—Habla por él —dijo Trish—. Mi conciencia está completamente limpia, duermo como bebé por las noches.
Ely se acercó un poco a Trish, quien debió levantar la mirada para verla a los ojos, ya que la pasaba por unos cuantos centímetros de altura.
—Eso demuestra lo sociópata que eres, Trish.
Trish soltó una risa.
—No, solo demuestra lo que unos buenos gramos de hierba pueden causar —dijo—. Quizás deberías intentar probar, así no tendrás esas feas ojeras.
Ely pareció bastante ofendida. Si había algo que la dañaba, era que hablaran de su apariencia, de lo que fuera. Para ella tener las uñas disparejas era una situación casi fatal.
Sin decir nada más, Ely siguió su camino por laacera, dejándome a solas con Trish nuevamente... y tendríamos que hablar sobrealgo importante.
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