Capítulo 38: Accidente
Carter
Un mes entero en Italia. Había sido genial estar en tantos lugares tan hermosos y de donde provenía mi familia, además, pude poner a prueba mi italiano con más familiares y amigos de mamá.
Sin duda, lo mejor había sido pararme en Palazzo Adriano y recorrerlo pensando en cómo habían grabado muchas de las escenas de Cinema Paradiso ahí. La gran película italiana que hacía una reflexión sobre el cine, representada en el mismo cine.
Volver a Estados Unidos no había sido tan fácil.
Cuando niño, no me había sentido tan unido o cautivado por Italia, pero siendo un adulto había logrado apreciar la riqueza de su cultura y sus paisajes y, por supuesto, el que fuera la tierra que había visto nacer a mis dos padres.
Aunque mamá había estado bastante bien allá, se había notado que añoraba volver a Ohio y que no volvería a vivir en Italia, aunque me agradaba la idea de que pudiera aceptar ir por un largo tiempo durante las vacaciones.
Tan solo una semana después de volver, había entrado a la universidad y, cuando creí que todo había estado mejorando, Trish apareció en mi cuarto con un rostro de entierro.
—¿Qué pasó, Trish?
Trish entró, miró a Oliver y luego a mí, comenzando a asustarnos.
—Bueno, tengo una nueva compañera de cuarto... una chica de intercambio.
—¿Qué? —pregunté, sin entender—. ¿Y Grecia?
—Se fue de intercambio a Francia...
Trish sacó su teléfono y me mostró el mensaje que le había mandado Grecia hacía tan solo una hora explicándole que había decidido irse un tiempo de intercambio, pero que pronto volverían a verse.
Pude sentir como el corazón se me partía y la gotita de esperanza que me quedaba se evaporaba.
No sabía cuanto tiempo sería su intercambio, pero si sabía que me costaría acostumbrarme a no verla por ahí, fuera el tiempo que fuera.
[...]
¿Cuándo había sido la última vez que habíamos llegado a la semifinal del College Footbal Playoff? No hacía tanto, en realidad. Eso había sido una tremenda sorpresa, pues después de que no nos hubiera estado yendo también, no habíamos pensado que estaríamos entre los equipos favoritos ese año.
Estaba más que nervioso, pues eso era más importante que un simple partido de clasificatorias y, lo peor, era que estaría mi familia mirándome. Mi mamá y hermanas habían viajado horas hasta Georgia solo para verme, también Trish y Oliver, pues a ellos no les importaba mucho el fútbol americano, aunque fuera el equipo de nuestra universidad.
«Tú lo tienes, Carter, llevas cinco meses preparándote para esto», me dije a mi mismo, cuando estábamos casi por salir a la cancha.
Ese semestre había sido muy extraño. Por primera vez en mi vida no había tenido roces con Sawyer, quizás porque estaba muy deprimido porque Nina lo había mandado al diablo en las vacaciones después de que se filtraran ciertas fotos y videos... o, mejor dicho, después de que Grecia filtrara ciertas fotos y videos, porque no podía haber sido otra persona.
Grecia... durante cinco meses no había podido dejar de pensar que era de ella y su vida. No me había atrevido a hablarle por ninguna red social, pues no quería interrumpir lo que fuera de su vida en Francia. Sospechaba que yo ya ni siquiera le importaba, por lo que no valía la pena molestarla por un capricho mío. Aun así, las ganas de saber de ella no me faltaban y todos los días pensaba que podía recibir un saludo de su parte... aunque, hasta ese momento, no había pasado.
También me preguntaba cuando volvería, cuando podría volver a verla y si sería antes de que yo terminara mi carrera, pues el semestre siguiente era mi último semestre. Me daba terror pensar que no la volvería a ver en la universidad y, por lo tanto, dudaba que la volviera a ver en mi vida más que por un simple accidente. Tal vez ni siquiera ocurriría un accidente, después de todo ella era de otra ciudad.
Saqué de mi cabeza a Grecia por un momento, para así poder concentrarme en mi desempeño en la cancha.
Los primeros dos bloques, o sea, la primera media hora, todo había salido genial y estábamos teniendo una notoria ventaja, pero todo se arruinó en el tercer bloque, cuando iba corriendo con la pelota en mis manos después de recibir un pase, y uno de los jugadores me tacleó.
Si bien, que me tiraran al suelo antes de anotar no era nada bueno, ese tacleo había sido peor que uno común y corriente, pues pude sentir el preciso momento en el que mi rodilla débil se salía de su lugar.
«No de nuevo. Mierda».
Cuando notaron que me estaba quejando de dolor y no me podía levantar, mis compañeros comenzaron a llamar al entrenador.
—¡Bianco! ¡¿Qué pasa?!
—Mi rodilla...
El entrenador se agachó e intentó verme la rodilla de la pierna que me estaba agarrando con fuerza.
—¡Apuren a los paramédicos! —gritó—. Tienes una luxación de rodilla nuevamente... aguanta.
Me sentía muy mal, sentía que en cualquier momento me iba a desmayar por el dolor, aunque ya fuera uno familiar.
Por suerte, los paramédicos no tardaron en llegar y en subirme a una camilla.
[...]
—Bien, Carter, deberás usar esa férula y muletas por tres semanas al menos, ¿lo sabes?
Yo asentí, acostado en la camilla del hospital al que me habían trasladado para hacer todos los exámenes y la reubicación de mi rodilla.
El doctor miró a mi mamá, quien estaba de pie a mi lado.
—Por suerte no necesitó intervención quirúrgica —le dijo—, pero debe tener cuidado y deberá abstenerse de hacer esfuerzos físicos por un periodo un poco largo.
—Sí, lo sé, yo me encargaré de eso.
—Bien, veremos la receta de los medicamentos y podremos darle de alta, ¿me acompaña?
—Sí, claro, doctor.
Mamá me dio un beso en la frente y salió con el doctor de la habitación en la que estaba.
Supe por Oliver que habíamos perdido el partido y, en parte, me sentía culpable. Sabía que no habían perdido porque yo hubiera tenido que abandonarlos, después de todo eran un gran equipo conmigo o sin mí, pero me hubiera gustado estar ahí para haberlos ayudado.
De pronto, la puerta de la habitación se entreabrió y cuando pensé que era una de mis hermanas, pude ver el cabello rubio de alguien.
«Grecia...».
Primero había pensado que estaba teniendo alucinaciones a causa de los analgésicos que me había administrado, pero no, la Grecia de carne y hueso entró a la habitación y se paró a los pies de mi cama con una sonrisa en el rostro.
—Pensé que ganarían —me confesó—. Es una pena...
No la había visto en meses y se le ocurría simplemente llegar y decir algo tan sonso como eso. Ni siquiera había ensayado algún monologo dramático para entrar a la escena, solo había dicho lo primero que se le debió ocurrir.
—Tú estabas en Francia —dije, cuando recordé eso.
—Sí, volví a Cincinnati hace unas semanas —me dijo—. Era un intercambio de un semestre.
Eso significaba que el próximo semestre podría verla.
Estaba algo distinta. Tenía el cabello más ondulado y corto, por sobre sus hombros, y tenía las mejillas más redondas. Aun así, seguía siendo la chica de la que me había enamorado meses atrás.
—Grecia...
—Sé que tenemos muchas cosas de que hablar, pero podemos hacerlo en otro momento, cuando no estes drogado con analgésicos y en una cama de hospital —me dijo—. Ahora solo quería saber que estuvieras bien... ¿nos vemos en clases?
Yo asentí.
Ella me dio una sonrisa y tan fácil como entró, se fue.
De pronto, la gota de esperanza que había perdido meses atrás se había condensado y había vuelto a caer en mi corazón.
¡Holis!
Bueno, este es el penúltimo capítulo del libro :(
El martes subiré el último capítulo para que se preparen.
¡Besitos!
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