Capítulo 37: Adiós, Pasado
Grecia
Toda la sala se había quedado en un silencio de funeral.
—Realmente lo siento —dije.
—A ese Sawyer le queda muy poco tiempo de vida —dijo Paris.
—Paris, no, por favor —pedí—. No les estoy contando todo esto para que se metan... es solo que no quería mentirles más.
—Yo sabía que había algo raro en todo esto —dijo London—. Yo te pregunté y me mentiste, Grecia.
—¿Y que querías que hiciera? ¿Qué te dijera la verdad para que me reprendieras? —cuestioné algo molesta—. Además, con Carter habíamos llegado a un acuerdo y no iba a romperlo.
—A ese también hay que matarlo —dijo Milán.
—No, no —negué—. Él ha sido muy bueno conmigo... de hecho, fui yo la que arruinó todo.
—Niños, déjenme un momento con su hermana —pidió mi papá.
Él estaba muy serio, suponía que mi historia lo había consternado un poco y no sabía realmente cómo reaccionar ante eso.
Todos mis hermanos se levantaron de donde estaban sentados y subieron a sus cuartos, dejándome a solas con papá en la sala.
—Perdóname, papá —pedí, con las lágrimas corriendo por mis mejillas sin control.
—Grecia... mi niña, no tengo nada que perdónate —me dijo—. Tú perdóname a mí, por no haberme dado cuenta de todas las cosas que te han pasado...
Por supuesto, además de la mentira que habíamos montado con Carter, le había contado lo del video y que había vuelto a tener muchos problemas por un periodo. Que había vuelto a sentir ese rechazo por la comida y que de nuevo no me sentía conforme o feliz con la Grecia que veía en el espejo.
Me levanté de donde estaba y corrí a abrazarlo.
—Estoy bien, papá, no pasa nada.
—No, no lo estas y me preocupas —dijo.
—Seguiré con mi terapia aquí, te lo prometo —le aseguré—. Quiero mejorar, quiero sentirme mejor y no quiero volver a...
No dije nada más, pero él me entendió a la perfección, sabía que estaba hablando de la anorexia.
—No sabes cuanto me alegra oír eso, mi niña.
Yo no estaba dispuesta a hacerlo pasar por otro dolor, tampoco a mis hermanos y tampoco a mí. No quería enfermarme y destruirme en vida, tenía aun muchos planes en mi vida como para hacer eso.
[...]
Estaba sentada en mi cama, con mi álbum de fotos abierto en mi piernas. Eran lindos recuerdos, pero no todos... En las últimas fotografías se podía apreciar el comienzo y desarrollo de mi anorexia.
Alguna vez pensé que me había visto tan gorda en esas imágenes, pero en ese momento lo único que podía notar era como mis huesos se marcaban, como no tenía casi nada de grasa y muy pocos músculos. Esa Grecia no era la que yo quería recordar, no era la que quería que los demás conocieran.
Despegué una de las fotos, una sesión de fotos para una marca de zapatos, y tomé los extremos con mis manos para jalarla y partirla a la mitad. Seguí partiéndola, hasta que cada pedazo no significara nada, ni fuera entendible.
Hice lo mismo con todas las fotos de ese periodo. Decidí dejar mis diseños y las fotos de cuando el modelaje y la moda me habían hecho feliz, cuando no se habían convertido en un infierno aún. Serían bonitos recuerdos que, cuando fuera anciana, me sacarían una sonrisa.
Una vez que cada foto estaba hecha pedazos, fui quemando los pedazos con un encendedor, hasta que no quedaron más que cenizas que metí en una bolsa y luego boté a la basura.
Una vez que terminé, me encerré en mi cuarto nuevamente y me senté en la cama para abrir una nueva cuenta de Instagram en mi celular. Una cuenta falsa en la que subí las fotos y videos de Sawyer con otras chicas, mientras estaba con Nina, escribiendo en la descripción las fechas exactas de cada evento. Había etiquetado a Sawyer en cada publicación y con ello a paginas de la universidad que se dedicaban a hacer memes o a subir confesiones.
Por último, tomé pantallazos de todas las publicaciones y los subí en una publicación de un grupo de Facebook de la universidad, claramente, con una cuenta falsa.
Las reacciones en Instagram y en Facebook no tardaron en llegar y no dudaba que pronto, la mitad de la universidad, al menos, sabría que la gran estrella de fútbol americano de la universidad no era precisamente una buena persona.
—Y ahora no podrás tocarme —dije, mirando las fotos en la pantalla.
No, esa vez me encargaría de que Sawyer no pudiera hacerme nada, aun cuando era obvio que sabría que había sido yo.
[...]
—¿Estás segura de que eso es lo que quieres hacer? —me preguntó mi papá, mientras poníamos la mesa.
Yo asentí con una sonrisa.
—Solo serán unos meses, papá, no te asustes —le dije.
—No, no me asusto —mintió—. No, bueno, sí, pero soy tu padre, para eso estoy.
Yo solté una risa.
—¿Y qué pasará con tus amigos? ¿Y con Carter?
Sentí mi estómago revolverse.
—Ya te dije que eso ya pasó —le recordé—. Carter ya es pasado.
—¿Pasado? —oí preguntar a alguien a mis espaldas—, pero si ayer pude escucharte llorando con música clásica de fondo.
Yo me giré para ver a Milán con el ceño fruncido.
—No es música clásica, tonto, es la banda sonora de Cinema Paradiso —le expliqué al muy ignorante—. Una película italiana muy galardonada.
—Ah, entonces si llorabas por él —supuso Chad, quien oía todo desde la sala—. Porque él es italiano, ¿no?
—No es italiano, sus papás lo son, bueno, su papá lo era y su mamá lo es —dije.
—Pero sí era por él entonces —insistió Chad.
—Igual había llorado antes con esa película —dije, intentando evadir la pregunta.
—Pero no estabas viendo la película ayer —siguió Milán—. Estabas escuchando la música, mientras llorabas.
—Tiene una música muy emotiva, en especial el tema de amor... —cerré la boca cuando noté que lo había arruinado más.
—Dios, Grecia, eres pésima mintiendo —se burló Chad.
Bien, sí, aun Carter no era del todo pasado. Lo extrañaba y me moría de ganas de hablar con él, de pedirle perdón por todo lo que había pasado, pero... no podía. No podía contarle que había sido Sawyer quien me había chantajeado al encontrar nuestro tonto contrato, al menos no todavía.
Realmente esperaba que en un futuro Carter y yo pudiéramos volver a ser amigos o, aunque fuera, conocidos que tenían los mejores recuerdos el uno del otro.
Cuando estábamos por sentarnos a comer, mi teléfono comenzó a sonar y pude ver el nombre de Sawyer en mi pantalla.
—Espérenme un momento, es importante —le dije a mi familia.
—No te tardes, que se te enfría —me dijo Paris.
Yo asentí y luego fui en dirección al patio delantero, el cual estaba más alejado del comedor. Contesté la llamada y me puse el teléfono en la oreja.
—¿Qué quieres, Sawyer? ¿Seguir alimentando tu ego recordándome que fingí una relación con Carter para molestarte como lo haces cada vez que nos topamos?
—Escúchame una cosa, Grecia, más te vale bajar esas fotos y videos de internet o...
—Primero, ¿o qué? No tienes nada más con que chantajearme, ni siquiera con fotos mías sin ropa porque, aunque las tuvieras, ya no me importaría —fotos mías sin ropa serian lo menos malo que pudiese haber en internet sobre mí a esas alturas, después de todo, solo era un cuerpo desnudo y no tenía nada que otras mujeres no tuvieran—. Y segundo, no sé de qué fotos y videos me hablas.
—No te hagas la tonta, tú misma me amenazaste una vez con esas cosas...
—¿Y crees que soy la única persona en la universidad o en el mundo que te odia y que tiene pruebas de que eres un idiota infiel? ¿Cómo sabes que no fue la misma Nina la que subió esas cosas?
Hubo un silencio.
—¿Fue Carter?
—No lo sé —mentí—, pero estoy casi segura de que él no tiene tiempo para fastidiarte en sus vacaciones y, ahora, debo colgarte, porque yo también tengo cosas más importantes que preocuparme de lo que a ti te molesta.
Colgué la llamada y volví a entrar a la casa para almorzar.
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