Capítulo 36: Decir la Verdad
Carter
—Grecia, por favor, necesito hablar contigo —le pedí, una vez más, pegado a la puerta de su cuarto.
Debía llevar ahí unos diez minutos, rompiéndome la cabeza intentando buscar una explicación lógica a lo que había pasado. Todo lo que Grecia había hecho en la cancha me parecía una actuación muy mala, pero no sabía por qué lo había hecho... necesitaba una explicación. Me merecía una explicación.
Luego de un minuto, la puerta se abrió y Grecia apareció, con los ojos muy enrojecidos e hinchados.
—¿Qué pasa, Carter? No tengo nada más que decirte.
—¿Qué mierda fue eso? Aun falta tiempo para el termino de nuestro trato y...
—Decidí que era mejor seguir con el plan original de seis meses y no te lo dije porque... porque quería que fuera más espontaneo, sabes que somos malos actuando —me explicó—. Y lo de Sawyer... bueno, es cierto. Me hizo cosas terribles, pero mi corazón no termina de entenderlo y no puedo obligarlo a sentir algo o a dejar de sentir...
—Creí que ya lo habías superado.
—Yo lo pensé, en un momento, pero... el otro día hablamos bien por un asunto y, bueno, volví a sentir eso... tú sabes —dijo.
Parecía costarle darme toda esa explicación, era como si sufriera con cada palabra y, la verdad, era que me costaba creerlo. Entendía que Grecia no se daba el valor que realmente debía darse, que le costaba verse como una mujer que merecía lo mejor, ¿pero llegar a ese punto? ¿Al punto de seguir amando a Sawyer?
Sabía que uno no podía obligarse a borrar sentimientos de un día para otro, pero en esos meses ella parecía haber quitado todo rastro de amor por Sawyer... no creía que pudiera fingir tan bien que ya no lo amaba ni un poco. Tampoco me explicaba porque lo había hecho frente a todo el equipo de futbol, no me explicaba nada...
—¿Alguien te está chantajeando? ¿Sawyer?
Grecia negó con la cabeza.
—Claro que no y ya no quiero hablar más de esto, ni de la farsa que montamos... por favor, Carter, déjame sola —pidió.
Yo asentí, aun consternado por toda la situación.
Grecia no esperó a que yo me alejara, simplemente cerró la puerta de su cuarto frente a mí. Yo me quedé mirando la puerta un momento, pensando en que debía hacer.
No iba a molestar a Grecia en ese momento, ya parecía sentirse lo suficientemente mal, pero le enviaría un mensaje a Trish para que estuviera pendiente de ella, no quería que tuviera un ataque de ansiedad y eso la llevara a un atracón con comida, la que suponía que después vomitaría.
«Mañana las cosas estarán más tranquilas, ahí podrás trazar un plan», me dije para tranquilizarme.
[...]
Habían pasado las semanas y yo no había logrado descubrir que había pasado con Grecia, tampoco Oliver o Trish. Lo que sí había pasado era que la habíamos visto hablando con Sawyer un par de veces, pero no de lo suficientemente cerca como para saber lo que decían. Ninguno solía verse feliz, ni tampoco se coqueteaban, lo que me indicaba que no estaban retomando nada de lo que alguna vez habían tenido y eso me dejaba tranquilo.
Podía aceptar que Grecia no estuviera conmigo, pero no aceptaría que volviera con Sawyer para que él se siguiera burlando de ella y tratándola como si no valiera nada porque si la primera parte había sido bastante mala, la segunda solo sería peor. Sawyer ya no trataría de verse como un santo a los ojos de Grecia, ya no necesitaba hacer eso.
Grecia solía evitarme e incluso intentaba evitar a Trish, quien dormía con ella.
—Siempre llega muy tarde, cuando ya estoy acostada —me dijo Trish, dos semanas después de que Grecia me hubiera terminado—. A veces pasa toda la noche en la biblioteca del campus. Es como si me evitara.
Y así era, Grecia nos estaba evitando a todos como si hubiera hecho algo muy malo o nos estuviera ocultando algo que no podría mantener si nos tenía cerca.
Ninguno quería presionarla a que dijera que le pasaba, pero aun así, todos estábamos preocupados de su salud, por lo que, sin que se diera cuenta, intentábamos ver que todo estuviera bien, que estuviera comiendo, que no vomitara y que no tuviera ataques de pánico o ansiedad. Por el momento, todo había ido bien, simplemente se veía poco animosa, pero más allá de eso, su vida iba como siempre.
Quedaban solo cuatro días para las vacaciones de verano y me dolía saber que las cosas con Grecia no habían mejorado y que para las vacaciones de verano no podría verla. Ya tenía suficiente sufrimiento con no poder acercarme a ella y hablarle sin que corriera de mí.
«No puedes ayudarla si no quiere ser ayudada...», me decía cada vez que me rechazaba.
Obviamente, media universidad la había hecho pedazos. Decían cosas horribles de ella y, por lo que Trish se había enterado y luego me había comentado, recibía varios mensajes crueles de cuentas falsas en Instagram llamándola con varios descalificativos que ninguna persona como ella se merecía.
Estaba ya preparando mis maletas, pues me iría de vacaciones al siguiente día y con ello, debería contarles a mi mamá y hermanas que había terminado con Grecia. No sabía que tendría que decirles, pero no les diría que Grecia me había terminado y como lo había hecho, no quería dejarla mal frente a mi familia, menos cuando aun tenía algo de esperanza en que volviéramos a hablar algún día, aunque fuera como conocidos.
De pronto, Oliver entró al cuarto, como siempre tenía la corbata media desecha y la camisa afuera.
—Mi último maldito examen —dijo—. Soy libre, por fin.
Yo había terminado ayer mi último examen y tenia esperanzas de que me había ido bastante bien.
—¿Cuándo te irás? —le pregunté.
—No mañana, no quiero estar tanto tiempo en casa para que intenten convertirme en sacerdote —me explicó—. De hecho, bueno, Trish me invitó a pasar unos días en su casa en Minnesota... tiene una casa grande.
Yo le di una sonrisa picarona.
—Sí, una vez me mostro unas fotos de su casa, es bonita —dije—. Espero que la pasen bien...
Oliver puso los ojos en blanco, pero al mismo tiempo dio una sonrisa un poco avergonzada.
No creía que los dos llegaran a algo como ser novios, pero no estaba mal que tuvieran esa clase de relación abierta. Después de todo, se había aprendido a llevar bastante bien y creía que podían llegar a ser buenos amigos.
—Podemos juntarnos un día, cuando quieras —me dijo—. Trish dijo que estabas invitado también.
—Gracias, podría ver... depende de como me vaya con mi mamá —le dije.
Oliver se acercó y me dio unas palmadas en la espalda.
—Todo va a salir bien y, quizás, el próximo semestre Grecia ya esté mejor y puedas volver a acercarte a ella —me consoló—, pero esta vez tienes que ser sincero con ella, puede ser que te vaya mejor de lo que crees.
Yo asentí. Oliver tenía algo de razón, de hecho, en ese preciso momento me arrepentía de nunca haberle dicho a Grecia lo que sentía por ella.
[...]
Mamá estaba en la sala, hablando por teléfono y suponía que debía ser uno de los abuelos, pues estaba hablando en italiano.
—Va bene, ci vediamo presto —dijo—. Ciao, suocera.
En el momento en que cortó la llamada, yo me acerqué y me senté en el sofá.
—¿La abuela va a venir a visitarnos? —le pregunté.
Por lo que había oído, estaba hablando con la madre de mi padre.
—No, nosotros iremos a Génova de visita unos días... o eso le dije.
—Tal vez sería bueno ir, para respirar otro aire, ya sabes...
—¿Qué pasó, Cater? —preguntó—. Desde que llegaste has estado raro. No, de hecho, desde hace un tiempo andas menos comunicativo de lo normal.
Yo tomé un poco de aire y decidí que no me quedaba de otra que decirle toda la verdad. La real verdad, no la verdad a medias.
—Mamá, Grecia y yo nunca estuvimos juntos —confesé—. No de forma real... yo le ofrecí fingir ante todos que éramos una pareja para poder... ¿cómo digo esto sin sonar como un loco?
Mi mamá me estaba mirando con los ojos muy abiertos.
—Ya solo con lo que me acabas de decir, me parece que estás demente —dijo, con algo de dureza—. ¿Qué eso de fingir una relación? ¿Para qué, Carter?
—¿Recuerdas a Sawyer? El tipo que me sacó la rodilla.
—Sí, claro, ¿cómo olvidarlo? —cuestionó—. Estuviste todo un año quejándote de él y de como te había arruinado la vida.
—Sí, ese... Grecia es su exnovia —le conté—. Él le fue infiel y, como yo lo detesto, le ofrecí que saliéramos de mentira para fastidiarlo.
Mi mamá me quedó mirando como si me desconociera y la entendía. Supuse que no esperaba que su hijo querido fuera capaz de hacer tal tontería de ese tamaño.
—El problema es que, con el tiempo, creo que me enamoré de ella —le dije, sintiendo un apretón en el pecho—. Y no se lo pude decir y ahora ya todo está arruinado.
Por primera vez desde que mi relación con Grecia se había arruinado, estaba llorando. Había aguantado todo ese tiempo, sosteniendo la idea de que todo se arreglaría, que era algo momentáneo, pero en ese momento, la esperanza se me estaba acabando y con mi mamá ahí, no había podido aguantar las lágrimas.
—Dios, Carter, hiciste algo muy malo... bueno, no sé si tan malo, pero no es bueno mentir así —dijo—. Me mentiste incluso a mí, yo que soy tu madre y que siempre te he dado motivos para confiar en mí.
—Lo s-sé, solo que no quería que pensaras mal de mí y n-no creí que llegarías a conocerla, p-pero entonces...
—Ahora entiendo tu poco animo de traerla... ¡Dios, incluso conoció a tu Nonna!
—Por favor, no se lo digas a mi Nonna —le pedí.
—Claro que no haría eso, va a pensar que tanta película hollywoodense te está arruinando el cerebro —dijo.
Ambos nos quedamos en silencio, aunque yo seguía sollozando.
Mi mamá soltó un suspiro y luego se rodeó con su brazo para pegarme a ella. Yo le rodeé la cintura para apretarla contra mí y llorar más fuerte.
—Il mio bambino —dijo—, como me gustaría poder quitarte este dolor...
—¿N-no estás enojada?
—Un poco, pero soy tu madre y te amo —me dijo—. Y sé que sigues siendo una buena persona, que es lo único que me importa además de tu felicidad.
Al menos tenía el consuelo de que mi madre no me odiaba y que estaba para apoyarme como siempre.
—Quizás debamos ir a Italia unas semanas, incluso a Verona...
—No tenemos que hacerlo si no quieres.
Hubo un silencio nuevamente, hasta que ella lo rompió.
—Llevo años intentando olvidarlo, de no pensar en él ni en todo lo que vivimos. De nuestros paseos por Verona o cuando fuimos al carnaval de Venecia para celebrar nuestro primer año de matrimonio... —me contó—. Y recién, después de más de dieciséis años, me di cuenta de que no puedo borrar mi memoria ni huir de esos recuerdos. Tengo que aceptarlos y atesorarlos como lo valiosos que son, porque no haré más recuerdos con él, ni aquí, ni en Italia. Jamás.
—Pero nos tienes a nosotros, podemos seguir hacer recuerdos los cuatro juntos, aquí y en Italia.
Sentí como mi mamá había comenzado a llorar.
—Eso haremos, mi amor...
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