Capítulo 29: Otra Pelea

Grecia

No creí volver a encontrarme en esa situación, contándole a un extraño en una sala extraña lo mal que me sentía conmigo misma, todo porque un idiota que alguna vez creí que me había amado había traído de vuelta uno de los peores recuerdos de mi vida.

Había decidido conseguir ayuda psicológica y psiquiátrica de nuevo. A veces pensaba que los genes de mamá y su historial depresivo y ansioso podía estar causando algunos estragos en mí, lo que me asustaba un poco. Me asustaba ser como mi mamá y al mismo tiempo me sentía mal por pensar eso.

Nuevamente estaba consumiendo medicamentos para controlar la ansiedad y evitar terminar en atracones de comida que luego vomitaría llena de culpa y la terapia era con la idea de ayudarme a solucionar el problema de fondo: mi baja autoestima.

Mi familia aun no sabía nada. Había decidido que esa vez empezaría las cosas por mi cuenta y cuando estuviera un poco más estable, les comentaría lo que había pasado. No quería que mi papá y mis hermanos se preocuparan, menos que aparecieran por ahí y quisieran hacer algo contra Sawyer, en especial porque aún no tenía pruebas concretas de que era él quien había subido ese video a Instagram.

Yo sabía que Sawyer era quien lo había hecho, no había más opciones. Antes de todo el asunto, solo él en esa universidad sabía algo de mi pasado como modelo. El problema era que, por más que hubiéramos intentado buscar pruebas que indicaran que Sawyer estaba implicado en esa clase de venganza, no las habíamos encontrado y sabía que sería muy difícil encontrarlas. Quizás, nunca las encontraríamos.

Cuando salí de la oficina del psicólogo a la que el departamento de salud mental de la universidad me había derivado, por ser especialista en trastornos alimenticios, caminé a la salida del edificio y luego por la calle para ir a residencia.

Me gustaba estudiar en una ciudad pequeña (de unos veinticinco kilómetros cuadrados) donde gran parte de la población era estudiantado de la universidad. Era muy fácil llegar a los lugares, incluso caminando, y por supuesto, era muy fácil ubicarse. Estaba segura de que conocía mejor ahí que Cincinnati.

Aun era invierno, pero como tan solo quedaban unas semanas para la primavera, la nieve estaba comenzando a desaparecer y los árboles comenzaban a tomar un poco de color. Cada ciertos metros podía ver arbustos o árboles con algunas hojas verdes creciendo en sus ramas. También se podía apreciar mejor el color rojizo de muchos de los edificios, entre ellos, el de la universidad. Amaba cuando en la primavera los árboles estaban teñidos de un verde intenso y combinaban de forma tan bonita con las construcciones de estilo anticuado de la ciudad.

Estaba cerca del campus cuando un mensaje llegó a mi celular, era un mensaje de Carter. Normalmente veía sus mensajes de inmediato, pero esa vez, ni siquiera leí lo que decía la notificación, solo volví a bloquear la pantalla de mi celular y me quedé pensando.

Me quedé pensando en que quedaban menos de dos meses para que nuestro trato de relación falsa llegara a su fin, lo que significaba que se acabarían las salidas al comer y tomar café, ya no tendría que verlo en alguno que otro entrenamiento, borraríamos todo rastro de nuestra relación de nuestras redes sociales y ya jamás volvería a dormir con él. Bueno, lo último nunca se había incluido en el trato, había sucedido espontáneamente, pero obviamente eso no volvería a pasar porque todo volvería a ser como antes de ese engaño.

Carter y yo volveríamos ser compañeros de universidad que jamás compartirían una clase juntos porque éramos de dos mundos distintos: él era científico y yo humanista; ni siquiera nuestros pasatiempos eran parecidos. Quizás, la única razón por la que lo vería sería porque compartía, de vez en cuando, alguna clase con Trish y porque nos toparíamos en alguna fiesta.

Eso me hizo recordar la fiesta donde todo eso había comenzado. Cuando yo lo había abrazado sin saber quien era y le había dejado la camiseta llena de lágrimas.

Una sonrisa algo boba se me formó en el rostro, pero de inmediato la borré. Eso no estaba bien y no podía dejar que me pasara. Estábamos fingiendo una relación, estábamos fingiendo amor, no podía transformarse en algo real.

[...]

—No tienen que mirarme así —les dije.

Los tres se hicieron los desentendidos, como si en es último tiempo no me miraran con atención cada vez que me veían comer.

—Estoy comiendo bien, gracias.

—Lo siento —dijo Oliver—. No podemos evitar preocuparnos.

Yo asentí. No estaba enojada ni mucho menos, era lindo saber que les importaba yo y mi salud, pero tampoco me gustaba que me pusieran tanta atención cada vez que comía, de hecho, eso podía empeorar las cosas.

Cuando tenía anorexia, no comía ni bebía nada frente a las personas. No me gustaba que me vieran tragar algo porque creía que pensarían que comía demasiado o que en sus cabezas especulaban cosas sobre mi peso. Era algo muy parecido a lo que le pasaba a la gente con unos kilos de más, temían que les hicieran un comentario sobre su alimentación y su peso, cometarios que nadie debía hacer porque no era asunto de ellos.

—Yo sé que intentan hacer lo mejor —dije—, pero les dije que estoy en terapia ya. Todo está bajo control.

Al principio no había sido así, nada había estado bajo control, pero para ese entonces, ya el medicamento y las sesiones de terapia me estaban ayudando a mantenerme serena. No era como si en ese entonces amara mi cuerpo y no quisiera cambiar nada, eso nunca sería así y siempre habrían fluctuaciones; pero comenzaba a quitar las ideas de mi mente que me decían que debía hacer estupideces como restringirme la comida porque daba asco.

—¿Y tu familia ya lo sabe? —preguntó Carter, quien estaba a mi lado.

—No, cuando esté más estable se los diré, no quiero preocuparlos —le expliqué.

Los cuatro habíamos ido a tomar malteadas y a comer donas esa tarde, para pasar el rato y relajarnos.

Oliver había tenido un examen oral por el que había estado estresado toda la semana y, aunque él decía que lo había hecho pésimo, Carter me había dicho que siempre decía lo mismo para después saber que tenía una nota demasiado decente para el mundo universitario.

Yo había tenido un examen de portugués el día anterior y tenía esperanzas de que me hubiera ido bastante bien, era uno de mis idiomas favoritos junto con el francés.

En cuanto a Trish y Carter, habían estado trabajando en un informe de laboratorio de la clase que compartían.

Había sido una semana un tanto agotadora, pero a todos nos mantenía el hecho de que solo faltara una semana y media para las vacaciones de primavera. Una semana en la que podríamos adelantar cosas a nuestro ritmo y descansar, siempre era importante descansar.

Lo único que me estaba complicando de las vacaciones, era la visita que le había prometido a la mamá de Carter. No quería ser grosera y no aparecer cuando habíamos quedado de acuerdo en otra cosa, pero Carter tenía razón, lo mejor era que no fuera y que su familia no me tomara cariño, pues en un poco más de un mes después de eso, deberíamos terminar.

En ese momento, un rostro conocido pasó por la puerta del restaurante y yo me quedé petrificada.

—No lo mires, no lo mires —me dijo Carter en susurro.

Yo bajé la mirada a mi malteada, por suerte no había alcanzado a cruzar miradas con Sawyer y esperaba que no pretendiera quedarse a comer ahí.

Trish, quien estaba sentada de una forma en la que le daba la espalda a la puerta, giró su cabeza casi como si fuera una lechuza y apenas vio a Sawyer, volvió a su posición inicial.

—Ya no lo soporto —dijo Trish—. Puedo conseguir un tipo que lo golpeé por cincuenta dólares.

—Trish —dije, con desaprobación—, no vamos a hacer eso. Además, golpear a Sawyer no es tan fácil, recuerda que tan solo hace unas semanas le destrozó la cara a Carter.

Oliver reprimió una risa y para disimular, pegó sus labios a la pajilla de su malteada.

Carter me miró algo ofendido.

—Romper la cara es algo exagerado... solo ganó porque claramente tiene más practica que yo en esas cosas —se excusó.

—Y porque también es más alto y fuerte que tú —agregó Trish, ganándose la mirada de odio de Carter—. Pero si es verdad...

—Sí, como sea.

En ese momento, decidí levantar mi mirada. Sawyer estaba en la caja, junto a Nina, comprando lo que fuera que hubiera pedido y entonces, hicimos contacto visual. No tardé en quitar la mirada, pero el daño ya estaba hecho.

—Mierda, hicimos contacto visual.

Carter me miró con fastidio.

—¿Qué te dije?

Sin responder a su pregunta, quité el espacio que había entre los dos, ya que estábamos sentados en un sillón, y lo obligué a pasarme su brazo por encima de los hombros. Carter se quedó algo tieso al principio, pero luego se relajó y todo pareció mucho más natural, justo a tiempo, pues Sawyer y Nina comenzaron a caminar en nuestra dirección.

Nunca imaginé que se detendrían a hablarnos, pero eso fue lo que hicieron.

—Carter —Sawyer se paró justo a un lado de la mesa—, ya casi no tienes morada la cara.

Carter fingió una risa.

—Qué bueno que tú no necesitas tener la cara morada para verte así de horrible.

Trish y Oliver apretaron los labios para no reírse y yo solo me quedé con la mirada puesta en la mesa. Lamentablemente, había quedado justo entremedio de Sawyer y Carter y, aunque sabía que no tendrían una discusión física en un lugar público, si me ponía nerviosa estar en esa posición.

—Creo que tú eres el único que piensa así en esta mesa —dijo Sawyer—. ¿Cierto, Grecia?

Yo levanté la cabeza, pero no lo miré.

—Estoy segura de que Trish y Oliver comparten la visión de Carter —dije.

Ambos asintieron y tomaron de sus malteadas para no meterse más.

—¿Y tú?

«Solo miente», me dijo mi cabeza.

Levanté un poco más mi vista y lo miré a los ojos.

—Pues un rey de belleza no eres —contesté, ambiguamente.

Sawyer soltó una risa, con un leve tono de burla.

—Pues tú tampoco, las reinas de belleza tienen que entrar en un vestido sin romperlo —dijo.

Carter se levantó de golpe y temí que algo muy malo pudiera pasar, pero antes de que él hiciera un movimiento, fue Oliver el que le lanzó lo que le quedaba en su vaso directo al rostro.

Nina se alejó, asustada, y yo me salí de mi asiento para dejar que Carter saliera de entremedio.

Por supuesto, Sawyer no se quedó sin hacer nada, y sin titubear le dio un golpe directo en la mejilla a Oliver, antes de que Carter pudiera impedírselo.

Obviamente, un guardia de seguridad y otros empleados llegaron a sacarlos a los tres, aun cuando Carter y Oliver no habían respondido con golpes a la agresión de Sawyer, en parte porque no les había alcanzado el tiempo, pues estaba segura de que Carter tenía intenciones de cobrarle el puñetazo a Sawyer.

Trish, Nina y yo salimos del restaurante detrás de ellos, bastante avergonzadas.

—Anotaré esto en los momentos que mantienen humildes a Carter y Oliver —me dijo Trish—. Ni siendo dos le ganan al descerebrado neandertal de Sawyer.

Nina, quien estaba a unos centímetros, miró a Trish.

—Lo siento, dulzura, pero tu novio no es más que la representación más primitiva de un hombre —le dijo Trish

Aun afuera, el guardia de seguridad estaba intentando calmar a Sawyer, mientras unos meseros hablaban con Carter y Oliver, de forma mucho más tranquila.

—Si la policía aparece, yo corro —me dijo Trish.

Yo la miré algo curiosa, hasta que sacó una bolsa de su bolsillo de la chaqueta y supe que eran suficientes gramos de hierba como para meternos en problemas.

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