Capítulo 28: Confesiones

Carter

—Y después tienes el descaro de decirme que no pasa nada entre ustedes —le dije a Oliver.

Trish se paró de la cama y me apuntó con su índice.

—Yo que tú no digo nada más o no tendrán la oportunidad de ver lo que conseguimos —me dijo.

Grecia de inmediato me tapó la boca con su mano y negó.

—Carter no dirá nada, yo tampoco —aseguró—. Ahora, ¿qué consiguieron?

Trish miró a Oliver y él tomó su teléfono de encima de su mesa de noche, para luego ponerse de pie y buscar algo en el celular.

—En la fiesta, Trish se dedicó a seguir a Sawyer y yo me quedé con Nina —explicó.

—En un momento, Sawyer dejó a Nina y se paseó por la casa como buscando a alguien —siguió Trish—, hasta que la encontró y se metió a un baño de la casa con ella.

El rostro de Grecia brillo lleno de ilusión. Imaginaba que ella tenía muchas ganas de desenmascararlo, de demostrarle a las demás personas que él no era lo que todos pensaban y, con eso, destruir su credibilidad. Cuando se descubriera la verdadera personalidad de Sawyer, ya no se podría confiar en sus palabras sobre Grecia y ya ninguna mujer podría volver a caer en sus mentiras a ciegas.

—¿Y que pruebas tienen? —preguntó Grecia, sacándome la mano de encima de la boca.

—Bueno, logré grabar el momento exacto en que esos dos entraron al baño —le respondió Trish, con un leve tono de superioridad.

—¡Eso es maravilloso! —exclamó Grecia.

Oliver le mostró el video en su celular.

—Trish me lo pasó de inmediato, así ambos tenemos una copia —nos dijo—. Aunque no creo que debamos apresurarnos... creo que podemos conseguir mucho más.

—Sí, yo también creo que podemos conseguir más —dije—. Ella puede no ser la única chica con la que le es infiel a Nina...

Estaba seguro de que Sawyer no se conformaba ni siquiera con tener dos mujeres al mismo tiempo, era muy probable que estuviera con varias más, aunque fuera por una noche. Lamentablemente, no quería decirlo de forma tan directa frente a Grecia, menos cuando estaba en un momento de vulnerabilidad y la idea de que Sawyer le fuera infiel con más de una podía causarle otra inseguridad que no valía la pena que tuviera, menos ya que lo suyo con Sawyer estaba muerto.

—Tenemos unos meses aun para lograr encontrar más situaciones como esta que lo involucren —dijo Oliver.

Trish se frotó las manos con maldad.

—Me gusta eso —dijo.

A mí también me gustaba. Tal vez, mi actitud era un tanto infantil, me sentía como un adolescente tonto, pero no podía evitarlo. Sawyer había comenzado toda esa tonta disputa con sus actitudes y era hora de ponerle un alto.

[...]

Ese semestre, Trish y yo estábamos tomando un optativo de profundización juntos y en ese momento estábamos en el laboratorio, trabajando juntos.

Antes, aun cuando habíamos compartido unos ramos, no habíamos trabajado juntos, ya que no éramos muy cercanos. Para ese entonces, estaba pasando más tiempo con Trish, Oliver y Grecia que con mis amigos de la carrera o del equipo de fútbol.

En realidad, en la universidad nunca había conseguido amigos tan buenos, era difícil mantener un mismo grupo fijo a veces, los que más pasaban tiempo conmigo eran mis compañeros del equipo. Por los partidos, a veces viajábamos juntos y casi todos los días nos veíamos por los entrenamientos, pero con ninguno de ellos tenía una amistad tan intima.

Con Oliver siempre había tenido una relación más cercana por ser compañeros, pero no teníamos demasiado intereses en común, lo que evitaba que pasáramos tanto tiempo juntos, a eso había que agregarle que Oliver se sobre exigía en cuanto al estudio y rara vez tenía tiempo libro.

Me alegraba haber tenido la oportunidad de conocer mejor a Grecia y a Trish, ya que me había dado cuenta de que eran muy divertidas y pasar tiempo con ellas era siempre gratificante.

—¿Sabes que Jeffrey Dahmer utilizó ácido clorhídrico para meterlo en el cerebro de ciertas victimas con la intención de crear zombis? —me preguntó Trish, tomando una botella del ácido.

—¿Debería preocuparme que tengas esa botella en la mano?

—Claro que no, si no le funcionó —dijo Trish—, ¿para que querría yo probar algo que ya sabemos que no funciona?

—Bien, ya entendí —dije, soltando una risa.

Sabía que Trish no era una clase de psicópata, lo más que llegaría a hacer sería montar un laboratorio de drogas y quizás, ni siquiera se convertiría en una traficante, solo las usaría para ella.

—Oye —la llamé, mientras anotaba unos datos obtenidos en una libreta—. ¿Pasó algo entre tú y Oliver en la fiesta del sábado?

No había tenido la oportunidad de estar a solas con Trish hasta ese día, por lo que no había podido preguntarle nada. En cuanto a preguntarle a Oliver, no me había servido de mucho, solo me había dicho: "no te importa".

—Nada de lo que tú esperas —me dijo.

—¿Y no va a pasar?

Trish dejó los tubos de ensayo a un lado y me miró con fastidio a través de sus lentes de seguridad.

—Carter, pareces un niño de cinco años con ese asunto —me dijo—. Deja de preguntar tonterías... es como si yo te preguntara si te pasa o te pasará algo con Grecia.

Trish apartó su mirada y volvió a fijarse en los instrumentos sobre el mesón.

Yo no le saqué la vista de encima, me quedé pensando si debía responderle a eso y si le respondía, si debía decirle la verdad o negarlo.

—Sí, sí me pasa...

Trish se quedó muy quieta, estaba media agachada para ver bien las medidas de la probeta, por lo que, después de unos segundos, se comenzó a levantar de a poco, hasta quedar completamente erguida. Luego, muy lentamente, giró su cabeza en mi dirección y volvió a mirarme a los ojos.

—¿Qué dijiste?

—Te dije que si me pasa algo con Grecia y no sé si a ella le pasa lo mismo... —le confesé—. Y no saber eso me esta matando un poco por dentro.

Mi compañera no dijo nada por varios segundos, solo quedó analizándome. Quizás no me creía del todo, pues mi confesión había sido muy repentina, pero estaba muy seguro ya de mis sentimientos. Después de todo, si había comenzado a desarrollar algo real por Grecia.

—¿Estás jugando? —cuestionó—. Lo haces para que yo te diga algo sobre lo que pasa entre Oliver y yo, ¿no?

—Entonces si pasa algo...

—Ese no es el punto —me dijo—. Estamos hablando de tu confesión bastante sorpresiva... ¿te gusta Grecia?

Le hice una seña con mi mano para que bajara el volumen. No quería que nadie llegara a escuchar esa conversación, pues quedaría al descubierto que mi relación con Grecia era una mentira y no nos convenia, menos en ese momento.

—Sí, creo que sí... no, bueno, ya estoy seguro de que sí —contesté.

Trish me miró con curiosidad un momento, como si quisiera preguntar más, y luego me dio una sonrisa ladina.

—¿Desde cuándo?

—No lo sé, pero me di cuenta hace unos días —dije.

Quizás, esos sentimientos llevaban aflorando de hacía bastante tiempo y simplemente los ignoraba o negaba, por lo que no podía decir con exactitud desde hacía cuanto tenía sentimientos románticos por mi novia falsa.

—¿Y Grecia sabe?

—¿Cómo se te ocurre? —cuestioné—. Claramente no.

—Bueno, tal vez deberías decírselo.

Yo solté una risa y negué.

—No estoy listo para eso.

Y no lo estaría hasta saber con certeza que pasaba por la cabeza de Grecia y su opinión respecto a mí. No quería que las cosas se volvieran raras entre nosotros, quería estar seguro de que, en caso de no me quisiera de la misma forma, podríamos seguir manteniendo una relación de amistad o al menos de conocidos que se agradaban. No quería terminar mal con ella, no quería perderla o que cuando me viera lo hiciera con desagrado o lastima... quería que me siguiera viendo de la forma que lo hacía, aunque no sabía que forma era exactamente.

Trish me miró con algo de decepción.

—Pero me siento bien de tener a alguien con quien desahogarme —confesé, dándole una sonrisa.

—Aquí estoy para escuchar —me dijo Trish.

Justo antes de que pudiera responder, se escuchó algo quebrandose contra el suelo. A alguien se le había caído una placa Petri al suelo... cosas del laboratorio.

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