Capítulo 24: Perdiendo el Control
Carter
Yo sabía que Grecia no tenía una autoestima muy alta. Muchas veces la había oído decir cosas o hacer cosas que me hacía sospechar que no se sentía muy bien con ella misma, pero no hubiera sospechado sobre su anorexia.
Lo que más me preocupaba en ese momento era que esos nuevos comentarios pudieran alentar una recaída y que esa vez no pudiera recuperarse como lo había hecho anteriormente.
Cuando Grecia se separó de mí y volví a ver sus ojos rojos e hinchados, me sentí muy molesto. Hubiera preferido mil veces que Sawyer me hubiera lesionado otra vez antes que hiciera lo que había hecho en contra de Grecia.
Tomé el rostro de Grecia entre mis manos y la levanté un poco para que me mirara.
Iba a decir algo, pero lo había olvidado de pronto, por lo que decidí darle un beso en los labios.
Grecia respondió mi beso con gusto y no me hubiera querido detener por nada del mundo, pero lamentablemente, Oliver y Trish no tardaron en aparecer.
Ambos nos separamos antes de que la puerta se abriera por completo y fingimos que nada raro pasaba.
—¡Tenemos muchas cosas dulces para subir el ánimo! —anunció Trish.
Los dos dejaron las bolsas de papel sobre la cama de Trish y comenzaron a sacar las cosas.
Yo me acerqué a Grecia y la rodeé con mi brazo por la cintura.
—Come algo, por favor, aunque sea un poquito —le pedí.
Grecia me dio una sonrisa torcida, la cual era muy forzada.
—Eres hermosa y comer un poco no lo va a cambiar —le aseguré—. Todo lo contrario, solo le dará algo más de color a esas hermosas mejillas.
Pellizqué una de sus mejillas con mis dedos, provocando que soltara una risa, una risa que necesitaba de hacía mucho tiempo.
—Tortolos, ¿van a comer? —nos interrumpió Trish.
Ambos la miramos con fastidio y asentimos.
Grecia no comió tanto y lo hizo más lento de lo que lo hacía normalmente. Tampoco les explicó a los demás su problema con tanto detalle, solo les dijo que había sufrido un trastorno alimenticio a causa de toda la situación que se había desatado años atrás.
Los tres estábamos dispuestos a apoyarla, protegerla y defenderla esa vez y, al menos yo, no estaba dispuesto a permitir que saliera lastimada como en el pasado, no si podía impedirlo.
[...]
Sentí a Oliver pararse detrás de mí, por lo que giré mi cabeza para verlo. Yo estaba sentado frente a mi escritorio, con la laptop encendida.
—Si que estás preocupado.
—Claro que sí, es mi novia.
—Falsa, Carter —me recordó—. Creo que esa parte comienza a ser difusa en tu mente.
Había decidido que, para ayudar a Grecia e impedir que volviera a recaer en su anorexia, debía informarme, aunque fuera con lo básico.
—No se hace difuso... es solo que ahora somos amigos —le dije.
—Amigos —repitió—, bueno, como digas.
Yo no dije nada más, solo seguí leyendo en internet lo que era mejor para ayudar a una persona que sufría de trastornos alimenticios. Aunque Grecia ya no era anoréxica, había leído que los trastornos alimenticios tardaban años en curarse por completo y era muy fácil que tuvieran recaídas, por lo que sentía que debía estar alerta.
Cuando fue hora de ir al entrenamiento, me puse el uniforme y fui hacia la cancha de fútbol del campus.
En el momento en que vi a Sawyer, sentí una enorme ira. Tenía unas ganas de molerlo a golpes y advertirle que no se metiera con Grecia nuevamente, pero no lo hice, yo tenía algo de autocontrol.
Una vez que comenzó el entrenamiento, pude ver a Grecia en las gradas y no se veía del todo bien. No tenía la sonrisa de siempre y sus ojos se veían más apagados, incluso podía notarlo estando a metros de distancia.
Nuevamente no estuve del todo concentrado en el entrenamiento, si bien, no había cometido errores ni me había tropezado, había estado funcionado como si estuviera programado, mientras mi mente estaba en otro planeta, pensando en Grecia.
En ese momento me percate de que parecía tener una leve obsesión con ella, pues durante ya varios días se había vuelto el tema más recurrente de mis pensamientos, fuera por lo que fuera.
Cuando el entrenamiento terminó, Grecia cerró la laptop que tenía sobre sus piernas, la guardó en su mochila y bajó a la cancha para caminar hacia mí.
—No tenías que venir —le dije—. No quiero que te topes con Sawyer y que te haga un comentario...
—Tranquilo... no dirá nada que me afecte.
Realmente ponía en duda eso. No era que creyera que Grecia era excesivamente frágil, pero había temas con los que estaba seguro de que podía romperse, como cualquier persona. Todos teníamos temas sensibles y el de Grecia era su imagen.
—Bueno, espérame, me voy a duchar lo más rápido que pueda —le dije.
Le di un beso y luego corrí hacía las duchas.
Mantuve mi atención sobre Sawyer y me apuré para terminar antes que él y evitar que se topara con Grecia.
Cuando me estaba vistiendo, alguien se paró a mi lado y por su contextura, de inmediato supe que era Sawyer.
—¿Cómo está Grecia? —me preguntó—. ¿Quedó muy mal después de recordar que, además de ser una loca, es una gorda repugnante?
Y ahí se acabó mi autocontrol.
La última vez que había peleado a golpes con alguien había sido en un partido de hockey a mis siete años, desde entonces, había aprendido a canalizar mejor mi ira y a no aceptar provocaciones; pero Sawyer llevaba años provocándome y con eso, se había pasado de la raya, por lo que ese puñetazo se lo tenía más que merecido.
Obviamente, Sawyer, quien era mil veces más temperamental que yo, no se quedó tranquilo y me devolvió el golpe con el doble de fuerza y furia. De hecho, no se conformó solo con el puñetazo, si no que me tiró al suelo y comenzó a darme golpe tras golpe.
Yo me defendí un poco, logré darle un par de golpes y rodillazos, pero definitivamente él tenía más fuerza y porte.
Duramos casi medio minuto en eso, hasta que el entrenador apareció y nos separó.
—¡Stewart! ¡Bianco! —nos reprendió, una vez que nos habían logrado separar—. ¡Tres partidos de la temporada en la banca y para la próxima, serán diez!
La banca... para alguien tan inquieto como yo, esa era una pesadilla.
Cuando estuve afuera y me encontré con Grecia de frente y su cara me dejó en claro que el líquido que me corría por el rostro no era sudor, si no que sangre.
—¡¿Qué te pasó?!
—Nada...
No quería decirle la verdad, en realidad.
Grecia se acercó para tocar mi rostro con cuidado.
—¿Fue Sawyer?
Yo no dije nada. Me costaba mentirle cuando me miraba con esos ojos.
—Vamos a otro baño, después te voy a ayudar a curarte.
[...]
—Lo mejor es agua con sal —dijo Trish, dando toquecitos con la gasa húmeda en las heridas de mi rostro—. Al menos tu ceja no necesitará sutura.
—Bueno, pudo ser peor...
Una vez que Trish terminó, tomó todas las gasas con sangre en sus manos y fue al baño a botarlas, dejándome a solas con Grecia, quien caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado.
—Grecia, ya pasó, está bien.
Se detuvo de golpe y me miró.
—No, no está bien —dijo—. Ya estoy harta de Sawyer y sus estupideces. Estoy harta de vivir con miedo a que pueda hacerme algo o a ti o a quien sea que sea cercano a nosotros por el simple hecho de llevarnos mal... es como si fuéramos adolescentes aún.
—Grecia, yo empecé la pelea.
Su rostro denotó sorpresa. Era obvio que ella no me imaginaba a mi perdiendo los estribos y enfrentándome a Sawyer de esa forma.
—No me preguntes que dijo exactamente, solo te diré que se lo merecía y no me arrepiento —aseguré—. Incluso si tuviera que pasar meses en la banca... al menos él también salió perjudicado.
—Pero puedo apostar que saliste más lastimado tú.
Yo rodé los ojos.
—Obviamente —dije, levantándome de la cama—. El tipo pesa bastante más que yo y por pura masa muscular. Él es un jugador fuerte, yo soy uno ágil.
—Sí, se nota...
Yo la miré ofendido.
—¿Qué significa eso?
—No, es solo que tú... bueno, es obvio que Sawyer tiene mayor ventaja en cuanto a...
—No sigas —la interrumpí.
Grecia estaba a punto de decir algo, cuando su celular sonó y lo sacó de su bolsillo para revisarlo.
—Trish irá a visitar al traficante al que le compra... vuelve en un rato —me informó.
Yo asentí.
—Y no quiero decir nada, es solo que...
—Te dije que no siguieras —le recordé, paseándome por el cuarto y analizándolo—. No necesito oír como resaltas las múltiples ventajas que tiene Sawyer ante mí.
Grecia ahogó una risa y, por primera vez en el día, sus ojos parecieron recuperar un poco la alegría.
—¿Estás celoso?
Yo me giré a verla.
—¿Celoso? ¿Por qué podría estar celoso?
—Porque destaqué una cualidad de Sawyer y no una tuya...
Solté un resoplido y fingí que no me importaba. En realidad, si me importaba un poco que Grecia dijera cosas buenas de Sawyer y que me rebajara. Odiaba al tipo y odiaba que Grecia aun le hallara cualidades cuando había sido un desgraciado con ella. Si yo hubiera estado en su lugar, jamás hubiera admitido que Sawyer tuviera algo positivo, aunque fuera verdad.
—No podría importarme menos lo que pienses de Sawyer y de mí.
Grecia se acercó a mí y me miró hacia arriba.
—Tú eres mil veces mejor que Sawyer, en todos los sentidos —aseguró—. No tienes que ponerte celoso.
—Que no estoy celoso.
Hice a un lado el que me acabara de decir que era mejor que Sawyer, solo pude tomar en cuenta el que me estuviera llamado "celoso".
—Sí, sí lo estás.
—Te digo que no...
Grecia soltó una risita y me dio un beso en la comisura de los labios.
—Como digas —hubo un silencio de unos segundos—. Ahora, creo que tenemos que hacer un plan para devolverle a Sawyer lo que se merece.
Yo abrí los ojos con sorpresa, no me esperaba que Grecia tuviera esos planes, pero me gustaba. Ya había sido suficiente con todo lo que Grecia había soportado de Sawyer, era hora de que ella le hiciera pasar un buen mal rato a Sawyer.
—Bien, me parece correcto —acepté—, pero no quiero que te pongas en riesgo. Si a mí me hizo esto, a ti te puede hacer algo mucho peor.
—Lo sé, tranquilo —me tomó una mano y la apretó—. Sé que debo tener cuidado.
—¿Y qué haremos?
Grecia se quedó pensando.
—Bueno, lo primero es desenmascararlo y demostrar que es un infiel —dijo—, pero necesitamos pruebas...
Yo asentí, justo en el momento en que Trish entró nuevamente al cuarto.
—¿En qué andan?
Grecia se giró a verla.
—¡Trish! —exclamó—. Tú eres buena con las venganzas...
—¿A quién hay que tirarle kétchup?
—No, eso no —dijo Grecia—. Necesitamos algo más grande y con una investigación de por medio... tú conoces mucha gente y nadie sospecharía de tus malas intenciones.
Trish se sentó en su cama y se quedó pensando.
—Bueno sí... ¿pero a quién hay que investigar?
—Sawyer Stewart —dijimos al unísono.
—Claro que sí, viniendo de ustedes era tan predecible —dijo Trish—. Está bien, cuenten conmigo.
Grecia y yo nos miramos y nos sonreímos complacidos. Esa vez, Sawyer no e saldría con la suya.
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