Capítulo 22: Reconciliación

Carter

Estaba un poco molesto. No era que creyera que Grecia hubiera hecho algo terrible, pero nos había metido en un problema y, aunque a ella no le molestara conocer a mi familia, a mí sí me molestaba que mi familia la conociera.

Quizás, a Grecia no le importaba tanto que su familia se encariñara con un novio que no durarías más de unos meses y que luego desaparecería de su vida, pero a mí si me importaba y mucho.

No quería pensar en que mis hermanas y mi madre le tomaran cariño a Grecia para luego tener que decirles que había terminado con ella y que solo habíamos durado seis meses siendo novios. Era muy probable que incluso se molestaran conmigo y me culparan del fin de la relación, lo que, en parte, era cierto, pero no quitaba que Grecia también fuera la culpable. Después de todo, ambos habíamos aceptado ese trato.

Había estado con algunos problemas en el laboratorio. Estaba tan perdido en mis pensamientos que casi había tirado una probeta al suelo y había derramado un poco de soda caustica sobre un mesón. La última vez que me había sucedido algo como eso había sido en mi segundo semestre de universidad, cuando había roto un tubo de ensayo por accidente.

—¿Qué pasa, Carter? —me preguntó la profesora—. Estás algo distraído.

Yo la miré un poco avergonzado a través de mis lentes de seguridad.

—Lo siento, solo son problemas —respondí.

—Bueno, intenta concentrarte un poco más —me pidió—. No quiero que tengas un accidente.

Yo asentí y la profesora se alejó para ver el avance de otros.

Fueron las tres peores horas de laboratorio de mi vida y me alegraba que esa vez no fuera evaluado o mi promedio del ramo hubiera bajado bastante.

Una vez que salí del laboratorio, me dirigí a los cuartos y cuando estaba por sentarme en mi escritorio a estudiar, mi celular comenzó a sonar.

Era mi mamá.

Solté un suspiro y contesté. Probablemente me hablaría sobre la invitación que le había hecho a Grecia y conociendo a mi madre, incluso me preguntaría las alergias de mi supuesta novia para prepararle comida que pudiera comer y que le gustara.

[...]

Estaba en el entrenamiento esa tarde. Ya había pasado un día entero en el que no había hablado con Grecia, simplemente porque no quería discutir con ella. Sabía que, si se me acercaba, no lograría controlar el impulso de reclamarle por lo que había hecho.

Cuando llevábamos casi una hora de entrenamiento, pude divisar movimiento en las gradas, entonces vi a Grecia sentada en una de los primeros asientos. Su presencia me distrajo lo suficiente como para resbalarme mientras corría por entremedio de los conos.

—¡Bianco! ¡Por cosas como esa no llegamos a la semifinal nuevamente! —me dijo el entrenador.

Él no estaba muy de buenas, no después de que no hubiéramos llegado a la semifinal del College Football Playoff. La temporada antepasada habíamos perdido en la semifinal y había tenido esperanzas de que esta vez nos volvieran a escoger y pasáramos a la final, lo que, obviamente, no había sucedido. Esa temporada tendríamos que llegar a la semifinal de nuevo o entonces estaría furioso.

Grecia se quedó ahí hasta que el entrenamiento terminó y antes de que yo pudiera huir en dirección a las duchas, llegó junto a mí.

—¡Carter! —me llamó, corriendo por la cancha.

No me quedó de otra que voltearme a verla.

Llegó junto a mí en unos segundos, con la respiración bastante acelerada y la boca levemente abierta.

—N-necesitamos... hablar...

—Tranquila, respira... —le dije—. Yo iré a darme una ducha y vuelvo. Espérame.

Grecia asintió y comenzó a regular su respiración.

Una vez que salí de las duchas, me encontré a Grecia afuera, sentada con las piernas cruzadas en el suelo. Al verme, se puso de pie lo más rápido que pudo.

—¿De que quieres hablar? —le pregunté.

—Perdón por lo de ayer en la mañana —se disculpó—. Si quieres, podemos inventar algo para esas fechas, algo como que tengo que irme de vacaciones con mi familia o lo que sea... no es tan difícil.

Yo lo pensé un momento, mientras miraba esos ojitos que me estaba haciendo y no pude molestarme más con ella. Terminé por asentir con una sonrisa.

—Perdóname tú también por molestarme, creo que exageré —le dije, poniendo mi mano en su hombro.

En ese momento, Sawyer salió de las duchas y al vernos, se detuvo con una sonrisa hipócrita.

—Chicos —nos llamó, casi como si fuéramos sus amigos y jamás nos hubiera dejado como unos desquiciados frente al mundo—, ¿cómo van con su relación? Espero que mejor de lo que iba la nuestra —dijo, mirando a Grecia.

—La única causa de que nuestra relación tuviera problemas, fuiste tú —le dijo Grecia—. Y ten cuidado con lo que haces o Nina va a saber la clase de hombre que eres.

—¿Me estás amenazando?

Sawyer se acercó de manera intimidante a Grecia y yo no dude de ponerme entre los dos. No iba a arriesgarme a que Sawyer perdiera la ética que le quedaba y golpeara a mi novia.

—Tómalo como se te de la gana y desaparece de aquí —le dije, mirándolo hacia arriba. Por altura, yo parecía estar en desventaja, pero realmente no me intimidaban esos centímetros por lo que me pasaba.

Sawyer no dijo nada, solo miró a Grecia a los ojos de forma a amenazante y se alejó.

Una vez que Sawyer ya no se veía por ahí, me giré a ver a Grecia.

—Tienes que tener cuidado —le dije—. Ni se te ocurra hablarle así cuando estás sola, que no se te olvide que ese imbécil es capaz de romper huesos cuando se molesta y no quiero que salgas lastimada.

Grecia negó con una sonrisa.

—Tranquilo, no me meteré en problemas —aseguró.

Yo le devolví la sonrisa y entonces la tomé de la mano.

—Vamos.

Ambos caminamos en dirección a la salida del campus que quedaba más cerca de la residencia.

[...]

—¿Así que ya no están enojados?

Yo negué ante la pregunta de Oliver.

—Realmente, Grecia no estaba enojada —le aclaré—. De hecho, ella se sentía culpable.

—Y por una estupidez muy solucionable, déjame decirte —dijo Oliver.

—Sí, ya entendí —dije, tirándome en la cama—. Yo exageré, pero lo hago por mi familia... no sería la primera vez que se encariñan mucho con una chica que luego no aparece más.

—Tu mamá suena como la suegra más buena del mundo —me dijo Oliver.

—Puede ser —acepté—. Para ella, sus nueras o yernos son como nuevos hijos... y no quiero que piense que piense eso con Grecia porque ni siquiera es real, ya suficiente tengo con estarles mintiendo.

—Tú fuiste el de la idea de esta relación falsa —me recordó Oliver—. Ahora acata las consecuencias.

Solté un suspiro sin decir nada y comencé a acomodar mis almohadas, preparándome para dormir.

Oliver aun estaba ordenando algunas cosas en su escritorio. Había estado estudiando varias horas y tenía un montón de libros y hojas acumuladas.

—¿Y cómo vas con Trish?

Un libro resbaló de las manos de Oliver, cayendo al suelo. Antes de agacharse a recogerlo, me dio una mirada llena de odio.

—No hay nada entre Trish y yo —aclaró cuando se enderezó.

—O sea que aún no te la coges —supuse.

—Ni tengo planes de hacerlo.

—¿Cómo que no? Si incluso te vi ejecutándolos —le alegué.

Oliver me miró con el ceño fruncido y dejó el libro sobre el escritorio.

—Olvida eso —me dijo—. Trish no es mi tipo, ni siquiera para una noche, empezando porque no quiero verme involucrado en una investigación policial por posesión de drogas.

—Solo es un poco de marihuana, por mientras no usa metanfetaminas —le dije, restándole importancia.

—Sigue siendo un delito mientras no tenga cáncer o algo por el estilo —insistió—. Y se acabó el tema.

Yo me encogí de hombros y no dije nada más. Si me hubiera dicho esas cosas antes de haberlo visto con Trish encima de él, pues le hubiera creído. Los dos no eran lo que alguien llamaba "compatibles". Oliver estaba estudiando derecho, era bastante aburrido y silencioso; mientras Trish estudiaba química, se vestía como una hippie, fumaba marihuana y tenía aspiraciones de dudosa moral. Con esas descripciones sonaban a que incluso serían enemigos mortales en un futuro o que Oliver terminaría siendo el abogado defensor de Trish en una acusación de tráfico de sustancias ilícitas.

No pasaron muchos minutos para que Oliver apagara las luces que quedaban y se metiera a la cama.

¡Holis!

Bueno, este y el siguiente capítulo son para agradecerles las 10 mil lecturas, así que disfrutelos.

Los quiero mucho. ¡Besitos!

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