Capítulo 20: Tormenta

Carter

—Fue un momento de debilidad... yo no tengo muchas chicas cerca —se excusó Oliver.

—Lo dices como si Trish fuera un monstruo.

—Lo es, en parte —contestó.

Oliver exageraba y estaba seguro de que realmente no pensaba eso de Trish. Lo que pasaba con Trish es que ella era una persona un tanto extraña, pero era muy buena persona, además de muy divertida.

—¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos llegado? —pregunté—. ¿Te la hubieras cogido?

Oliver rodó los ojos y no dijo nada, pero sabía perfectamente que eso era lo que hubiera pasado y no me sorprendía, lo que más me sorprendía era que Oliver tuviera más oportunidades de coger que yo.

Entonces Grecia llegó a mi cabeza. No, no podía aceptar su oferta... debía poner limites con Grecia para evitar arruinar las cosas.

[...]

Estaba saliendo de la biblioteca cuando me encontré con Lina, quien también iba de salida.

Lina me dio una sonrisa y sentí un cosquilleo en mi estomago bajo.

—¿Cómo estas, Carter? —me preguntó, cuando cruzamos la puerta.

—Bien, bien... ¿y tú? —pregunté—. ¿Cómo te ha ido?

—Muy bien, gracias —dijo, con una pequeña incomodidad—. ¿Cómo va todo con tu novia...? ¿Grecia?

—Sí, Grecia —confirmé—. Va todo bien.

Hubo un silencio realmente incómodo, por lo que decidí despedirme de ella y alejarme en dirección a los dormitorios para ponerme el uniforme e ir al entrenamiento.

Grecia estaba en las gradas cuando llegué a la cancha, era uno de los días que podía asistir, pero no estaba muy segura de que fuera buena idea que se quedara, pues parecía que en cualquier momento se pondría a llover.

Me acerqué a las gradas y Grecia me saludó con un movimiento de manos.

—Oye, si quieres, puedes irte... se puede poner a llover y no quiero que te mojes —le dije.

—Tranquilo, solo sería un poco de lluvia, nada terrible —me dijo, con una sonrisa.

Yo decidí no insistir, más que nada porque ya el entrenador nos estaba llamando.

En los últimos cinco minutos de entrenamiento comenzaron a caer pequeñas gotitas del cielo y estaba tan nublado que casi no se veía luz en el cielo o así fue hasta que comenzaron a caer rayos.

—Bueno, chicos, hasta aquí llegamos —dijo el entrenador—. Si para pasado mañana sigue así, entrenaremos en el gimnasio techado.

Una vez que terminamos, yo corrí hacía Grecia, quien estaba en las gradas mojándose por completo. Ella bajó para reunirse conmigo y los dos comenzamos a caminar hacia los dormitorios.

Para nuestra sorpresa, la luz se había ido en el edificio y la mayoría de las personas estaban en la sala común, con velas y linternas.

—No puede ser —dijo Grecia—. No quiero tener que quedarme con todos ellos.

En ese momento, Trish y Oliver llegaron con nosotros.

—Por favor, vámonos de aquí —pidió Trish—. No dejan de mirarnos como si fuéramos de otro planeta o que se yo... a veces yo siento que viajo a otros planetas, pero eso es por la droga.

En ese momento, Sawyer entró a la sala y supe que no podríamos quedarnos ahí con todos ellos sin que terminara mal.

—Vamos a uno de los cuartos con linternas o velas y ya —dije.

—Sí, vamos. Mi celular está a punto de apagarse...

Trish tomó unas velas apagadas de una mesa y yo encendí la linterna de mi celular para poder ir a las escaleras y subir. Yo era el que más tenía carga, pero ni siquiera tenía un tercio.

—¿A cuál vamos? —preguntó Trish.

—El nuestro está más cerca de los baños del piso —dijo Oliver.

—Bien, vamos al suyo —accedió Trish, de mala gana.

Parecía que las cosas entre Oliver y Trish estaban un poco tensas, pero suponía que no tardarían en volver a la normalidad.

Una vez que entramos al cuarto, le entregué una toalla a Grecia para que se secara el cabello. Era mejor que no fueran a su cuarto a buscar cosas porque las velas no eran muy grandes y la batería de nuestros celulares no tardaría en acabarse.

—¿Quieres que te pase algo de ropa? —le pregunté—. Estás toda mojada.

—No toda...

Grecia comenzó a sacarse sus abrigos y bufanda, hasta quedar solo con su camisa, la cual si estaba húmeda.

—Maldición...

—Yo te prestaré algo.

Le di a Grecia una camiseta y unos pantalones de pijama para que se cambiara y estuviera seca.

Trish también estaba un poco mojada, de hecho, sus rizos se estaban esponjando mucho más de lo normal a causa de la humedad.

—Oliver, no seas egoísta y dale algo de tu ropa.

Bien podría haberle dado algo yo, pero me gustaba fastidiar un poco a Oliver.

—¿Qué ropa? —preguntó Trish—. Si siempre usa la misma camisa, el mismo traje y corbata.

Oliver frunció el ceño.

—No es la misma camisa, tengo varias iguales —explicó.

—Sí, claro.

Oliver fue a abrir su armario con la intensión de demostrarle a Trish que decía la verdad y esta, al ver la ropa, abrió los ojos sorprendida.

—Tienes ropa normal —dijo, con sorpresa.

Trish le quitó el celular con la linterna encendida a Oliver y comenzó a revisar mejor la ropa, sacando unas prendas.

—Esto quiero.

—Oye, no te dije que te iba a...

—Y préstame tu cepillo de pelo o mis rizos serán un caos.

—No quiero que me dejes tus pelos...

—Gracias, Oliver.

Yo solo reía en mi interior al ver como los otros se trataban, al mismo tiempo que me cambiaba de ropa a la luz de las velas que Trish había encendido con el encendedor que siempre llevaba en su bolso.

Grecia se había sentado en mi cama, aun secándose el cabello con la toalla que le había pasado.

Una vez que me cambié, me senté a su lado.

—¿Quieres un cepillo de pelo?

—Sí, por favor.

Luego de unos minutos, todos estábamos secos.

—Yo no quiero dormir contigo —le dijo Oliver a Trish.

—Eso no fue lo que vi ayer —dije yo.

Ambos me miraron con el ceño fruncido y, antes de que pudieran decir algo, un trueno extremadamente fuerte los interrumpió, provocando que Trish diera un salto.

—Yo no pienso irme de aquí —dijo Trish—. No quiero caminar tanto en la oscuridad para ir al baño con esos truenos horribles.

—¿Le temes a los truenos? —preguntó Oliver, divertido.

—Sí, ¿y qué?

—No, nada... —Oliver estaba aguantando la risa.

Trish lo miró molesta y sin decir nada, se metió a la cama de Oliver, cepillándose el cabello. Oliver decidió no decirle nada tampoco y se metió a la cama con ella con el ceño fruncido.

Grecia y yo también nos acostamos y apagamos las velas para que no se gastaran. No había mucho que hacer cuando no teníamos luz y afuera parecía que el cielo se estuviera cayendo.

De vez en cuando, la habitación se iluminaba con los relámpagos y todos saltábamos con el sonido de algunos truenos que eran demasiado ruidosos.

Luego de lo que fueron como diez truenos seguidos, Grecia me dijo algo.

—No sé si voy a poder dormir así.

—Yo tampoco —concordé.

Me levanté un poco para ver sobre Grecia y saber en que estaban Oliver y Trish. Los dos parecían estar dormidos, aunque no podía estar seguro, ya que Oliver me estaba dando la espalda y cubría a Trish. De hecho, creía poder divisar que Oliver la estaba abrazando.

Volví a acostarme como antes.

—Ellos parecen estar bastante bien.

Grecia rio a un volumen bajo.

—Trish se duerme fácil si está cómoda.

Hubo un silencio y luego miré a Grecia. Aun en la oscuridad casi absoluta podía ver su rostro.

—¿Ya no estás molesta?

—Nunca lo estuve, no contigo.

—¿Entonces con quién?

Grecia se quedó pensando y luego de unos segundos soltó un suspiro.

—¿Prometes que no le comentaras esto a nadie?

—No tendría por qué —le respondí.

—Bueno, es que yo... hay días que no me siento bien —explicó—. Hace unos días que no me siento bien conmigo y al compararme con cualquier chica, siento que salgo perdiendo y por mucho.

—¿Tú?

—Sí... no soy lo suficientemente linda, ni inteligente, ni delgada...

Eso no me gustó para nada. Saber que Grecia tenía esa percepción de si misma era preocupante, en especial porque era tan hermosa, inteligente y su peso debía estar perfectamente bien, no necesitaba adelgazar.

—Grecia, nada de eso es cierto —le dije.

—Pero, es que... No lo entenderías —me dijo.

—Explícamelo entonces.

—No, no puedo.

Grecia se apoyó contra mi pecho y supuse que estaba sollozando. Yo la abracé y comencé a acariciar su cabello. No sabía cuáles eran los problemas que tenía Grecia, no entendía que la hacía tener esa percepción tan errónea de si misma, pero cómo me hubiera gustado poder ayudarla.

—No entiendo como Sawyer salió conmigo, él sale con chicas tan bonitas...

Eso me hizo tiritar un ojo.

—No puedes basarte en la opinión de ese imbécil —le dije, algo molesto—. Pero sí, él tiene la suerte de salir con solo mujeres preciosas y tú fuiste una de ellas.

Grecia se separó de mí para quedarse mirando hacia el techo.

—Tal vez solo se metió conmigo porque fui fácil.

Yo rodé los ojos, aunque ella no me estaba viendo.

—Deja de pensar en Sawyer —pedí, nuevamente molesto.

Detestaba a Sawyer, pero detestaba aun más que a Grecia le importara él y sus opiniones. Él ni siquiera merecía a una mujer como ella, ni como Nina Moore, no se merecía a nadie realmente.

—No puedo evitarlo —me dijo—. Aunque, en parte, entiendo que me dejara por Nina... ella sí que es hermosa.

Eso me hizo, nuevamente, tiritar el ojo. No negaba que Nina fuera bella, pero no tenía caso compararlas, ambas eran distintas y hermosas de diferentes maneras.

Tomé el rostro de Grecia para que se girara a verme.

—Deja de compararte con las demás, eso es una estupidez —le dije—. Todas las personas son distintas y la belleza viene en distintas formas, no puedes compararlas. Nina y tú no se parecen nada, pero ambas son muy lindas.

—¿Te parece que soy muy linda?

Me lo había parecido desde siempre, desde la primera vez que la había notado.

Sin responder su pregunta, me pegué a ella y la besé. Grecia se tomó mi acción con mucha naturalidad y me siguió el juego, moviendo sus labios sobre los míos.

Ese era el primer beso que nos dábamos que no estaba planeado y que estaba durando más de cinco segundos.

Grecia subió su pierna por encima de mi cintura y yo pasé mi mano por encima, subiéndola hasta llegar a su trasero. Lo único que me estaba deteniendo de hacer más que esos toques por encima de la ropa, eran Trish y Oliver, quienes estaban a tan solo unos metros.

«Si no hacemos tanto ruido... ¡No! Ni se te ocurra».

Giré a Grecia para dejarla debajo de mí, sin dejar de besarla.

Grecia se separó un poco de mí y ambos abrimos nuestros ojos para mirarnos.

—¿Y si vamos a mi cuarto?

Eso no se me había ocurrido, pero agradecía que Grecia hubiera tenido la idea.

Tomamos una de las velas y el encendedor de Trish para salir del cuarto y bajar por la escalera hacía el piso del cuarto de las chicas.

Los dos íbamos riendo, mientras yo sostenía la vela y con la otra mano cubría la llama lo que más podía para que no se fuera a apagar. Grecia iba agarrada de uno de mis brazos y de vez en cuando me daba un beso con una sonrisa.

Nunca había visto a Grecia tan contenta y en parte, me alegraba que fuera por mí y lo que teníamos planes de hacer.

Cuando llegamos frente al cuarto, Grecia abrió la puerta y entramos. Yo dejé la vela apagada en la mesa de noche de la cama de Grecia y ella puso el seguro de la puerta.

Me senté en la cama de Grecia y ella se sentó sobre mí, para volver a besarnos. Afuera aun había truenos y relámpagos, pero ya no les estaba prestando atención, todo lo que estaba en mi cabeza era Grecia y las enormes ganas que tenía de hacérselo.

Grecia comenzó a levantar mi camiseta y yo subí los brazos para que pudiera sacármela. Al principio me dio algo de frio, ya que esos cuartos eran bastantes helados en invierno, pero cuando Grecia comenzó a pasar sus manos y sus uñas por mi espalda con delicadeza, comencé a entrar en calor.

Esperaba que Grecia estuviera disfrutando tanto como yo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top