Capítulo 19: Tensión

Grecia

En el momento en que cerré la puerta, Trish me quedó mirando con curiosidad.

—No te ves feliz para ser alguien que acaba de tener una cita —me dijo.

Saqué mi celular de mi bolso, para luego tirar el bolso al suelo con algo de rabia.

—No fue una cita, fue una falsa cita —la corregí—. Y sí, no estoy feliz, ¿por qué estaría feliz de pasar tiempo con Carter?

Me tiré en la cama, quedando con el rostro enterrado en ella y los pies un poco salidos. No era que la opinión de Carter me importara, pero... bien, si me importaba un poco y no solo la de Carter, sino que la de casi todo el mundo.

Antes de mis quince años tenía una autoestima regular. Había días en los que me sentía como la chica más linda del mundo, otros en los que me sentía tonta, después me sentía como cualquier otra mujer en el mundo y en unos meses me sentía como el ser más asqueroso que había pisado la Tierra.

El problema grave había comenzado después de un suceso en específico, el que había destruido casi todos los buenos pensamientos que tenía sobre mi misma, todo por culpa de comentarios que hicieron un montón de personas, sin importarles que llegaran a mis oídos.

—¿Crees que estoy gorda? —le pregunté a Trish, separando la cara de mi cama.

—¿Gorda? —Trish rio—. Claro que no... si tú estás gorda, ¿entonces que soy yo?

—Tú no estás gorda —aseguré.

—No y si lo estuviera, pues lo estaría y ya —dijo, despreocupada.

A veces envidiaba como Trish tomaba la vida, sin importarle los comentarios, las miradas o los estereotipos impuestos por la sociedad. A Trish no le importaba ser femenina, ni caerle bien a la gente, tampoco ser delgada y menos, gustarles a las personas.

Yo era lo contrario a Trish, yo me preocupaba de todo. Si alguien señalaba que había subido de peso, pues intentaba bajar; si decían que me veía mal con tanto maquillaje, entonces utilizaba algo más natural; si criticaban mi forma de vestir, entonces la cambiaba... o así había sido durante muchos años.

Recién en mis veintiún años estaba aprendiendo a ignorar ciertos comentarios que no me hacían bien, pero era difícil... tan difícil.

Intenté convencerme de que el rechazo de Carter no tenía que ver con mi apariencia, con mi peso y mi belleza; pero a mi conciencia le gustaba ir en contra mía y en lo único que pensaba era en esos comentarios que me habían hecho en el pasado y que Carter pensaba lo mismo respecto a mí.

«Necesito dormir», me dije a mi misma.

Sin dejar de pensar en el asunto, fui a lavarme los dientes y después me metí a la cama, con la intención de despertar al día siguiente sintiéndome mucho mejor.

[...]

No dejaban de llegarme mensajes de Carter, incluso cuando, por lo que yo sabía, estaba en el laboratorio a esa hora.

Solo había visto el primer mensaje y el resto lo estaba viendo por las notificaciones. Los diez primeros mensajes eran cosas con sentido, pidiendo verme para hablar, pero los siguientes solo eran letras al azar solo para llenarme de mensajes hasta que respondiera.

Cuando ya había acumulado setenta mensajes, de los cuales sesenta no decían nada entendible, decidí responderle: "deja de ser infantil y deja de molestarme". Con eso, por fin paró y supuse que se había rendido.

Una vez que salí de la sala, ya estaba poniéndose el sol y hacía bastante frio, por lo que no dude el ponerme en marcha rápidamente en dirección al edificio de los dormitorios.

Todo iba bien, hasta que alguien me agarró de un brazo y casi estuve por darle una patada del susto, hasta que me di cuenta de que era Carter.

—¡Dios, casi me matas del susto!

—¿Sigues enojada?

Solté un suspiro y comencé a caminar nuevamente.

—Carter, no estoy enojada —mentí.

En cierto modo, sabía que él no era el problema. Yo no tenía por qué gustarle y todos tenían derecho a rechazar a quien quisieran, él no había hecho nada malo. El problema real eramos yo y mis problemas y era por eso que no quería hablar con él o mirarlo a la cara... me daba mucha vergüenza después de la propuesta que le había hecho.

—Ah, ¿no?

—No.

Carter me adelantó y se puso frente a mí, tomándome de los brazos.

—No quise rechazarte, Grecia —aseguró—. Es solo que no te veo de esa forma...

Yo asentí con una sonrisa forzada.

—Lo entiendo perfectamente, Carter, no hay nada de malo en eso —le dije, comprensivamente.

—Creí que tú tampoco me veías de esa forma —me dijo, con algo de curiosidad.

Yo me encogí de hombros.

—O sea, no antes, pero si lo pienso... —sacudí mi cabeza—. No, da igual, ya vámonos, me muero de frio.

Carter me soltó y ambos seguimos caminando en silencio hacia el edificio.

Al momento de pasar por la sala común, que se encontraba en el primer piso y por la que se debía cruzar para ir al ascensor, nos encontramos con Sawyer y Nina. Los dos estaban muy acaramelados en uno de los sofás, mientras en otros estaban sus amigos conversando y riendo mientras jugaban juegos de video en la gran televisión.

Un dolor de estómago me invadió de inmediato. Era la culpa. No podía ver a Nina con Sawyer de lo más normal, sabiendo que él estaba metiéndose con otra mujer... o quizás eran varias más, de Sawyer no me hubiera sorprendido.

—No seas tan obvia —me susurro Carter, jalándome con cuidado para poder seguir caminando.

Yo lo seguí con la cabeza gacha, pensando en lo horrible persona que me sentía. Ya no solo me sentía como la mujer más horrible y tonta, sino que también como la más malvada; ese definitivamente era uno de los días malos, incluso peor que ayer.

Una vez que llegamos al ascensor, Carter apretó el botón y esperamos a que las puertas se abrieran.

—¿No quieres ir a mi cuarto un rato? —me preguntó Carter, cuando subimos.

—No, estoy bien, gracias.

Había sonado más cortante que nunca, pero tenía la cabeza en otro lado, no había sido intencional.

—Grecia... no quiero que estemos así.

Yo giré mi cabeza para verlo.

—¿Así como?

—Como con esta tensión —respondió en el momento en que las puertas se abrieron en mi piso.

—No hay ninguna tensión.

Y era cierto. Parecía que Carter aun no entendía que el problema era solo mío y él no tenía nada que ver, pero no quería explicarle mis problemas, no quería pasar esa vergüenza.

En el momento en que me bajé del ascensor, Carter me jaló de vuelta y me puso contra una de las paredes del ascensor, el cual cerró sus puertas y comenzó a subir.

—Ni siquiera te estás despidiendo de mí —se quejó.

Yo rodé los ojos.

—¡Bien! —una vez que el ascensor se abrió en el piso de Carter, le di una sonrisa—. ¡Adiós!

Le di un apretón de manos y esperé a que saliera para poder volver a bajar, pero Carter no salió, solo me miró con fastidio y después de varios segundos, me tomó de la mano y comenzó a llevarme hacia afuera.

—Necesitamos hablar —me dijo, mientras caminábamos por el pasillo—. No sé que es lo que te pasa, pero tenemos que hablarlo.

—¡No si yo no quiero!

—¡Me merezco una explicación! ¡Soy tu novio!

—Falso —susurré.

—Sí, pero lo soy.

Una vez que llegamos a la puerta, aun discutiendo, Carter la abrió y la primera imagen que vimos fue un tanto traumática.

Oliver empujó a Trish al suelo y comenzó a abrocharse la camisa, sin importarle que mi amiga estuviera en el suelo quejándose.

—¡Dios! —Carter estaba tan sorprendido como yo.

—No es lo que parece —se adelantó Oliver.

¿Qué se suponía que era entonces? No creía que hubiera muchas interpretaciones para lo que habíamos visto. Oliver con Trish encima, besándose, por suerte, con algo de ropa aún.

Trish se levantó del suelo y recogió su camiseta del suelo para comenzar a vestirse.

—Estoy drogada —dijo—. Muy drogada.

—Yo también... —dijo Oliver.

—Ninguno está drogado —aseguró Carter—. Trish está más lucida de lo que jamás la había visto.

Una vez que Trish tenía toda su ropa puesta, fue por mí para jalarme fuera de la habitación.

—Vámonos, Grecia, es hora de dormir.

Sin despedirnos, ambas nos movimos en dirección a nuestro cuarto, dejando a los chicos solos.

—¿Tú con Oliver? —pregunté cuando subimos al ascensor—. ¿No se supone que no se soportan mucho?

Trish movió la cabeza de lado a lado.

—Más o menos —respondió—. El abogado paliducho tiene su gracia.

Yo sonreí y le di unos pequeños codazos en sus costillas.

—No sonrías tanto que, ahora que tú y Carter nos interrumpieron, no volverá a pasar —aclaró.

—¿Y como fue qué pasó? —pregunté, cuando el ascensor se abrió.

Trish suspiró y comenzó a contarme.

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