Capítulo 14: Ya No Hay Amor

Carter

Me sentía algo culpable porque Grecia se sintiera mal, pero tampoco sabía que podía hacer al respecto. Preferí solo quedarme en silencio, acostado en el suelo.

Podía sentir que había movimiento en la casa aun e incluso veía la luz del pasillo colarse por la rendija que quedaba entre la puerta y el suelo. En realidad, era bastante temprano, pero no pensaba quedarme a solas con la familia de Grecia, así que, si ella se acostaba, yo también.

De pronto, alguien toco la puerta.

Grecia, ¿puedo pasar? —era su padre.

Grecia se sentó de golpe en la cama.

—¡Dame un segundo!

Entre los dos subimos toda la ropa de cama que tenía en el suelo a su cama y yo me acosté en ella, fingiendo que había estado ahí todo ese tiempo, mientras Grecia iba a abrir la puerta.

—¿Qué pasa?

—Hace frio, te traje un poco de chocolate caliente antes de que tus hermanos se lo terminen —le oí decir—. También traje los malvaviscos porque no sé cuántos le echará Carter.

—Gracias, papá... te amo.

—Yo a ti, mi niña.

Una vez que la puerta se cerró y se encendió la luz, me senté en la cama y vi a Grecia poniendo la bandeja sobre la cama.

—Quédate aquí, da igual —me dijo.

—¿Segura?

—Sí, no te preocupes... —me dijo—. A veces Orlando o Chad pueden ser muy entrometidos y, a menos de que ponga el seguro, pueden entrar sin tocar.

—¿Y por qué no pones el seguro?

Grecia prendió la luz de su mesa de noche y negó.

—No me gusta... me da miedo —explicó, algo avergonzada.

—Ah, entiendo.

En realidad, no lo entendía, pero suponía que Grecia tenía sus razones. A mí me daban miedo los grillos y eran inofensivos.

Bebimos el chocolate caliente con malvaviscos y luego de volver a lavarnos los dientes, nos acostamos en la cama.

Habían pasado diez minutos en los que me mantuve mirando la pared frente a mí, oyendo la respiración de Grecia detrás. Por alguna razón, podía sentir que no estaba dormida y eso no me permitiría dormir.

Con cuidado, me giré en la cama para quedar mirando hacia Grecia, aunque estaba dándome la espalda.

—Oye —susurré—, ¿estás bien?

Grecia no respondió de inmediato, primero se volteó para quedar mirando hacia mí, y entonces me dijo:

—¿Crees que soy muy tonta?

—Ni siquiera creo que seas tonta, pensar que eres muy tonta no tendría sentido —le respondí.

Eso la hizo reír un poco, aunque no lo había dicho como chiste.

—Pero antes de esto, cuando apenas hablábamos y yo estaba con Sawyer, ¿creías que era tonta?

La verdad era que la conocía bastante poco como para dar una opinión al respecto.

Aun recordaba la primera vez que había tomado en cuenta su existencia. Estaba en un partido en la universidad y en el medio tiempo, me fije en Trish en las gradas. Trish era inevitablemente llamativa, todos los que estudiábamos química conocían su existencia y suponíamos que estudiaba química para crear drogas o algo así. Por eso, ese día no había podido evitar notarla y, a su lado, vi a una muy bonita chica rubia, ahí había sentido ese flechazo por ella.

Recién conocí el nombre de Grecia cuando estaba en tercer año y ella en segundo, todo porque corrió el rumor de que Sawyer le estaba coqueteando. Inmediatamente sentí lastima por ella, pues Sawyer era la clase de persona que ninguna chica buena merecía tener cerca. Una vez que se confirmó la relación de Grecia y Sawyer, si había pensado que eran un tanto tonta, pero no la culpaba, Sawyer tenía un encanto y era un experto manipulador, quizás, si yo hubiera sido chica, también hubiera caído en sus encantos.

—Sí lo pensé un poco, pero no lo eres —aseguré—. Te enamoraste de él o de lo que te hizo creer que era, y eso no se puede evitar... va más allá de si eres listo o tonto.

—¿Tú te has enamorado? —preguntó como un susurro.

—Sí, creo... no sé cómo se puede estar seguro de eso —le dije con sinceridad—. Aunque creo que con mi primera novia seria y con otra que tuve antes de la universidad... ya después de eso dejé las relaciones tan serias de lado porque toman tiempo y no tengo mucho.

—Sí, es difícil cuando tienes tantas cosas que hacer.

—¿Y tú?

Me miró sin entender.

—¿Te has enamorado? Omitiendo a Sawyer, obviamente.

Pareció quedarse pensando un momento.

—Creo que no —sus ojos se volvieron a aguar—. Nada de lo que había sentido antes se parece a lo que sentía por Sawyer... realmente tenía un futuro planeado a su lado.

Eso era triste. Era triste planear un futuro a largo plazo, lo que se hacía inevitablemente cuando amabas a alguien, y que un día todo se derrumbara, peor si sucedía como le había pasado a Grecia. No solo se le habían destrozado todos sus planes a futuro, sino que se había dado cuenta que había estado junto a una persona que nunca se la había tomado en serio realmente.

La estreché en mis brazos y dejé que llorara pegada a mi pecho.

—¿Y lo sigues amando?

—No, todo mi amor se murió cuando me di cuenta de cómo era en realidad —dijo.

Si no hubiera sido por la convicción en su voz, no le hubiera creído. Era difícil pensar que el amor moría tan de pronto, pero suponía que Grecia se había enamorado de su idealización de Sawyer, la que se había destruido cuando había descubierto su engaño. Pensándolo de ese modo, tenía lógica.

[...]

Luego de dos días en la casa de Grecia, me tenía que ir.

Lo cierto era que me había divertido bastante. Habíamos jugado fútbol con su hermano Orlando, y su padre y hermano Paris eran muy buenos cocinando, por lo que había comido mejor que en mi casa.

No era que en mi casa comiéramos mal, pero la comida italiana a veces me saturaba un poco, en especial las pastas, pero como mi mamá era italiana, la mayoría de sus comidas lo eran.

Mi mamá me había ofrecido ir a buscarme, por lo que, a las diez de la mañana, estaba haciendo mis maletas.

Grecia estaba dándose una ducha en su baño, así que al terminar de hacer mis bolsos, me senté en la silla del escritorio a ver las cosas que tenía ahí encima. De pronto, vi una libreta bastante grande que llamó mi atención y, sin pensarlo mucho, la saqué del sujeta libros en el que estaba.

Pensé que tendría algo interesante escrito, pero, en vez de eso, solo había diseños de ropa, principalmente vestidos y algunas fotos de pasarelas.

De pronto, sentí una puerta cerrarse, haciéndome dar un respingo, y la libreta se me resbaló de las manos, cayendo al suelo.

Me giré en la silla, encontrándome directamente con la mirada molesta de Grecia.

—¿Qué hacías con esa libreta en las manos?

Yo comencé a tartamudear.

—S-solo la veía...

—Son cosas privadas que no te di permiso de ver —dijo, claramente enojada.

—No vi nada —mentí.

Y aunque sí había visto, no entendía que demonios era lo que debía concluir de ellos, así que tampoco era la gran cosa. Solo eran diseños y yo no sabía nada de moda como para juzgarlos.

—Claro que si viste —me dijo, recogiendo la libreta del piso.

Nunca había visto esa mirada en Grecia. Debía estar muy molesta y realmente no entendía por qué.

Grecia guardó la libreta en un cajón de su escritorio, sin darme una sola mirada y luego comenzó a secarse el cabello con una toalla, dándome la espalda, claramente apropósito.

—Está bien, si vi algo —admití—, pero no entendí nada.

Grecia se volteó a verme y me analizó un momento.

—Entonces... ¿no viste nada que te llamara la atención?

Yo negué.

Eso pareció aliviarla.

—Bien, pero jamás vuelvas a hacer eso... jamás —advirtió.

Yo asentí casi por inercia. La verdad era que Grecia daba algo de miedo, aun con esa carita angelical que tenía.

Grecia me dio una sonrisa, mucho más relajada.

Una vez que Grecia se cepilló el cabello, bajamos a desayunar con su padre. Sus hermanos no estaban, pues algunos estaban aún durmiendo y Paris y London habían salido de compras.

—Fue un agradó tenerte aquí, Carter —me dijo el señor Denver—. Espero que a tú también lo hayas disfrutado.

—Por supuesto —aseguré—. Nunca había comido comida tan buena.

El señor rio.

—Eso me hace muy feliz.

En el momento en que terminamos el desayuno, mi teléfono sonó y pude ver que era una llamada de mi mamá. Ya había llegado y me estaba esperando afuera de la casa.

Fui por mis maletas que estaban en la sala y Grecia y su padre me acompañaron afuera.

Yo tenía la idea de meter mis maletas en el maletero del auto, subirme e irnos, pero no contaba con que mi mamá se bajara del auto con la intención de conocer a mi supuesta novia.

—Tú debes ser Grecia —le dijo mi madre, apenas se bajó del auto y la vio—. Eres incluso más hermosa en persona.

No pude evitar avergonzarme y Grecia pareció aún más avergonzada.

—Señora Bianco... es un gusto conocerla —le dijo Grecia, muy nerviosa.

Mi madre le dio un abrazo apretado y luego se alejó unos centímetros para verla de pies a cabeza una vez más.

—Llámame Elena —le dijo mi mamá, para luego mirar al padre de Grecia.

—Usted debe ser el padre —dijo—. Veo de dónde sacó su belleza Grecia.

Apenas cerré el maletero, corrí hacia mi madre, con la intención de llevarla al auto.

El padre de Grecia rio y le tendió la mano a mi madre.

—Soy Denver, un gusto conocerla.

Ambos se dieron un apretón de manos y cuando se soltaron, yo agarré a mi madre por los hombros.

—¿Ya nos vamos?

—Ah, sí, no puedo dejar a Dona y Julia mucho tiempo solas —dijo, al recordar la existencia de mis hermanas.

Por suerte, no siguió la conversación y simplemente se despidió. Yo me disculpé con Grecia y su padre por la actitud tan confianzuda de mi madre, aunque ellos le restaron importancia, y me despedí.

Durante todo el viaje, mamá me fue haciendo preguntas sobre mi estadía en la casa de la familia Smith y a mí no me quedó de otra que responderle, después de todo, estaba haciéndome un gran favor con irme a buscar para evitarme un viaje en bus.

Yo adoraba a mi mamá. Ella era una mujer tan fuerte, independiente y divertida... tenía tantas cualidades que no creía poder enumerarlas, pero a veces era un poco desesperante, ya que no sabía cuándo dejar de hablar. Al menos no estaba haciéndolo en italiano, pues era mucho más expresiva y gritona en ese idioma.

En parte, debía admitir que la extrañaba.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top