Capítulo 13: Darse Cuenta
Grecia
Dejé a Carter en mi cuarto un momento para bajar nuevamente y hablar con mi familia.
—¿Lo hicieron a propósito?
Los seis me miraron, haciéndose los desentendidos.
—Sabían que yo no lo traería o él se asustaría si estaban todos, por eso lo ocultaron.
Si me hubiera enterado de que toda mi familia estaría ahí, yo misma hubiera inventado una excusa para evitar llevar a Carter.
—Pobrecito, ¿se asustó? —preguntó Chad, riéndose.
—No te rías, niñito —le advertí—. Ya te quiero ver cuando tengas que conocer a tus suegros y alégrate de que no van a ser una familia compuesta por seis hombres... si es así, entonces tienes muy mala suerte.
—Si el tipo juega futbol americano como corredor, en un campo lleno de hombres enormes que se le quieren tirar encima, no tendría por qué temernos —argumentó London—. Ninguno de nosotros intentará taclearlo.
—No, pero lo amenazan —le dije.
Todos miraron a Paris de inmediato.
—No lo amenacé, le advertí —se defendió.
—Chicos, tienen que ser amables con él —les dijo papá—. Parece un buen muchacho, un poco silencioso, pero bueno.
—No es silencioso normalmente, pero ahora está nervioso —lo excusé.
—¿Y tú que eres? ¿Su abogada defensora? —cuestionó London.
Yo fingí reírme por sus tonterías.
—Solo no se ensañen con él si no me ha hecho nada malo —pedí—. O se las verán conmigo.
—Claro, mi niña —me dijo mi papá—. Voy a preparar la cena, pero llévate unos bocadillos por mientras, los viajes dan hambre... y tú tienes que comer bien.
Yo le di una sonrisa algo incómoda. Aún seguía preocupándose de mi alimentación.
Seguí a papá a la cocina, la cual estaba hacia el otro lado de la entrada y conectaba con el comedor. Nuestra mesa siempre había sido más grande que las mesas de comedor comunes, pues éramos siete personas comiendo casi siempre y el espacio solía hacerse poco.
Papá me entregó unos snacks en pocillos para que los pusiera en una bandeja, junto con unos vasos de soda, y los subiera a mi cuarto.
Apenas Carter me vio entrar con la bandeja fue a ayudarme y la dejó sobre mi escritorio.
—¿Todos tienen su cuarto propio? —preguntó, de la nada.
Yo asentí.
—Bueno, no siempre fue así —aclaré—. Esta casa tenía solo un piso y la tuvieron que agrandar cuando nacieron London y Milán... nunca pensaron que tendrían gemelos.
—Ah... con razón había dos que se parecían demasiado, creí que estaba loco —me dijo.
Yo solté una risa.
—Ahora Milán se cortó el pelo, por eso no se parecen tanto —le dije.
—¿Y quisieron tener más hijos después de tres?
Yo negué.
—Chad es mi mellizo y ninguno fue planeado, claramente —le expliqué—. Con nosotros debieron hacer otra ampliación y tres años después, hubo otro accidente y salió Orlando.
—¿Tu mamá se operó después de eso?
—Claro que sí. No podían arriesgarse a un séptimo.
Habían tenido que construir las piezas suficientes para que cada uno tuviera su espacio, en especial yo. Ser la única mujer entre tantos hombres no era fácil, por lo que papá me había hecho un baño privado y un balcón para que me relajara cuando mis hermanos me fastidiaran demasiado.
Carter se sentó en la silla de mi escritorio, mientras comía y se movía de un lado al otro. Yo me había sentado a los pies de mi cama, con mi vaso en la mano, para seguir respondiendo lo que me preguntaba.
—¿Y por qué se divorciaron? —preguntó, un tanto inseguro—. No tienes que responder si no quieres...
Yo negué.
—Ya ha pasado más de una década, no es un tema doloroso ya, menos cuando era lo que debían hacer —aseguré—. Luego de tener a Paris, a mamá le diagnosticaron trastorno bipolar y luego de tenerme a Chad y a mí, sufrió una depresión postparto y ya cuando Orlando tenía dos años sufrió una depresión grave.
—Debió ser muy difícil...
—Sí, papá la intentó apoyar, pero llegó un momento en que ya no congeniaban para nada y todo empeoró cuando una vez mamá chocó en su auto con Chad, Orlando y yo en la parte de atrás —le conté—. Le había dado un ataque de ansiedad y había intentado irse a casa de mis abuelos, pero no estaba en condiciones para conducir y papá ya no quiso que la tuviéramos tan cerca. Le pidió el divorcio y por los problemas de mamá se quedó con la casa y la custodia de los seis.
—¿Tú hubieras preferido irte con ella?
Negué con seguridad.
—Mamá se ensañaba conmigo cuando tenía ataques de ira —respondí—. Chad, London y yo éramos con quienes más tenía problemas, solo porque éramos más cercanos a papá y sentía que le temíamos. Orlando también le tenía miedo, pero era su bebé, así que no le hacía nada.
—¿Y ya está mejor?
—Eso creo... la vemos muy poco —expliqué—. La quiero, pero prefiero ahorrarme malos ratos porque, aunque esté bien, yo no soy de todo su agrado.
—Tiene mucho sentido —admitió.
Yo lo quedé mirando con una sonrisa.
—¿Y tú? No me has contado mucho de tu familia —le dije.
Él se encogió de hombros.
—No hay mucho que decir: padre muerto, madre soltera que trabaja para darnos de todo y dos hermanas menores que adoro, a pesar de que sean todo lo contrario a mí —explicó—. Con solo decirte que una pasa en su cuarto jugando videojuegos y la otra se la pasa leyendo, también encerrada en su cuarto.
Yo reí.
—Y tú no puedes estar tres horas en un autobús con la boca cerrada —le dije.
—Exacto.
—Tú papá era italiano, ¿no? —quise corroborar.
—Los dos, de hecho, mi mamá y él nacieron en Italia y se conocieron aquí cuando estaban de intercambio en la misma universidad, luego siguieron su noviazgo en Italia. Se mudaron juntos a Verona y luego decidieron venir a Estados Unidos porque mi papá había conseguido un buen trabajo —contó—. Mamá no quiso estar tan lejos de él y entonces compraron una casa con sus ahorros.
—¿Y nunca quisieron volver?
Carter dudo un momento.
—Por razones del destino, decidieron quedarse —respondió.
Seguí haciéndole algunas preguntas de su familia que, en cierto modo, tenía un parecido con la mía. Después de todo, él era el único hombre en su familia y yo la única mujer de la mía; y vivíamos solo con uno de nuestros padres. Tal vez, podíamos entendernos un poco el uno al otro.
[...]
La cena estaba siendo algo incómoda. Parecía que, después de mis alegatos, mis hermanos ya no querían meterse con Carter y por eso, tenían la boca cerrada la mayoría del tiempo.
Por otro lado, Carter no hablaba nada si no le hacían una pregunta directa. Suponía que, por más que fuera un chico popular y con gran personalidad, en ese momento no se sentía muy cómodo y no quería arruinar nada.
—¿Y cómo ha estado Sawyer? —preguntó Milán, de pronto.
Yo lo miré con odio y golpeé mi mano contra la mesa, intentando canalizar mi ira.
—Muy bien —respondió Carter, con la mirada pegada en su plato—, tan idiota como siempre.
Todos mis hermanos lo miraron curiosos y entonces, él pareció procesar lo que había dicho, porque levantó su mirada, asustado.
—O sea, no es que...
—Yo sabía que era un idiota —dijo Milán—. Es cosa de mirarle la cara y darse cuenta de que se cree lo mejor de lo mejor.
Eso hizo sonreír a Carter.
—Sí, es precisamente lo que piensa —aseguró Carter—. De hecho, siempre se ha quejado de que no es el mariscal de campo y capitán del equipo, cree que puede hacerlo mil veces mejor que el que tenemos.
Eso yo lo sabía. Más de alguna vez se había quejado conmigo de la ineptitud del capitán del equipo y yo creía todo lo que me decía, pues no entendía mucho de fútbol americano, pero, si lo pensaba bien, el equipo no tenía grandes pérdidas, por lo que el capitán no debía ser tan malo.
En ese momento me sentí como la persona más ilusa que había pisado la Tierra. Durante todo el tiempo que había estado con Sawyer, le había creído cada argumento que me había dado de cualquier asunto, sin cuestionarlo en mi cabeza siquiera. ¿Cómo era que me había pasado eso?
—¿Y no has tenido problemas con él por salir con mi hermana? —preguntó Paris—. Digo, no parece ser alguien con mucho sentido común, así que no me sorprendería.
—Sí, me lesionó un tobillo apropósito —contestó Carter—, pero no fue grave.
Todos lo miraron con sorpresa y luego me miraron a mí, bastante preocupados. Yo supe de inmediato lo que me estaban preguntando con esas miradas, por lo que negué rápidamente.
—Es así con los hombres solamente —dije con seguridad.
Sí, era un idiota, infiel, buscapleitos y muchas cosas más; pero no era un golpeador... aunque no sabía si era algo que debía destacarle, ya que, aunque no golpeaba mujeres, parecía saber manipularlas a la perfección.
—Y sabe con quién hacerlo y como pasarlo desapercibido —agregó Carter.
Entonces volví a iluminarme. Nunca había visto a Sawyer pelear a golpes con alguien sin que este lanzara el golpe primero debido a sus provocaciones verbales y las veces que había sido él quien había empezado, lo había pasado por accidentes, como las dos veces que había lesionado a Carter.
—¿Y hace cuanto juegas fútbol? —preguntó mi papá.
—Desde que estaba en secundaria, antes jugaba hockey en hielo —respondió Carter—. Y también sé jugar beisbol, voleibol, basquetbol y fútbol soccer.
—Ah, eres todo un deportista... ¿estudias algo que tiene que ver con eso?
Carter negó.
—Solo es para canalizar energía y pasar el tiempo. Estudio química —respondió.
—¿Sabes hacer drogas? —preguntó Orlando.
Mi papá lo reprendió con la mirada, pero Carter solo se rio.
—No, eso es más para los químicos farmacéuticos.
Después de esa conversación, la tensión había comenzado a disiparse y todos comenzaron a tener conversaciones mucho más naturales y relajadas. Carter había comenzado a hablar como lo hacía normalmente y en un momento habían comenzado a discutir sobre la economía de Venezuela no sabía por qué.
Mi hermano London estaba en su último año de economía y el tema de la inflación no tardaba en salir cuando mantenías una conversación con él y Carter no había tenido la suerte de librarse, aunque no parecía aburrido, todo lo contrario.
Yo no estaba participando muy activamente, pues mi mente había quedado un tanto abrumada después de las cosas que había pensado sobre mi relación con Sawyer. Me había quedado gran parte del tiempo con la vista pegada en el plato de comida, cuando, de pronto, sentí como Carter me tomaba de la mano. Yo lo miré algo extrañada, lo más disimulada posible, pero él parecía haberlo hecho de forma inconsciente, pues estaba muy entusiasmado escuchando a mi hermano.
Yo no solté su mano, después de todo, casi no me quedaba comida y no necesitaba usar mi mano.
[...]
Me había encerrado en el baño a llorar, preguntándome como podía haber sido tan tonta e ingenua. Estaba estudiando una carrera universitaria con bastante éxito, pero no me había dado cuenta de que Sawyer me había estado manipulando a su conveniencia en tantas cosas.
Me había dicho las típicas frases sacadas de película que le decían los chicos promiscuos a una mujer para hacerla creer que era especial: "nunca había sentido esto por una mujer antes", "cuando te vi, supe que eras especial" y otras tantas que yo me había tragado sin procesar.
Sawyer no había visto nada especial en mí, había visto una simple chica que era lo suficientemente débil de mente para creer todas sus mentiras y frases de mierda. Había vivido rodeada de hombres toda mi vida, pero parecía no saber tratar con ellos todavía.
De pronto, alguien toco la puerta del baño.
—¿Estás bien?
Sequé mis mejillas y me soné la nariz rápidamente para intentar fingir que nada me pasaba, pero una vez afuera, supe que Carter no era tan idiota.
—¿Es por lo que hablamos de Sawyer abajo?
—No, eso no...
—El semblante te cambio apenas salió el tema —me dijo.
—No es por lo que tú crees.
Suponía que él pesaba que extrañaba a Sawyer o algo por el estilo, pero no, más que con Sawyer, el problema tenía que ver conmigo. Estaba en un conflicto conmigo misma.
—¿Quieres hablarlo o quieres dormir?
—Ya estoy cansada —le dije.
—Bien... solo dame una almohada y unas mantas.
—Está bien.
No quería discutirle porque en ese momento quería estar sola y, como no podía echarlo o dejarlo en el baño, al menos debía tener mi cama para mí sola, aun si era de dos plazas. Necesitaba mi espacio y necesitaba descansar.
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