Capítulo 10: La Primera Foto

Carter

Había sido un mes y medio muy difícil por tantas razones. Primero, el estar sin poder jugar fútbol o cualquier cosa que implicara aplicar fuerza en mi tobillo me había estado estresando y deprimiendo mucho, nunca tanto como cuando había tenido la luxación de rodilla, pero definitivamente había sido deprimente.

Mi lesión de rodilla había sido una noticia devastadora para mí, casi como si me hubieran dicho que me habían tenido que amputar algo, principalmente porque, desde ese entonces, tendría una tendencia a la misma lesión con golpes que, tal vez, no eran tan fuertes. Para alguien que practicaba deportes tan brutos, había sido difícil tener que vivir con el miedo constante a que, por un golpe, volvería al hospital, a terapia y dejaría de jugar por un tiempo hasta recuperarme.

Un poco menos terrible, pero no menos importante, estaba siendo el hecho de que mi vida sexual se había detenido de forma abrupta y esa también era una de mis formas de liberar serotonina y estrés. Técnicamente, me había quedado sin actividades para calmar mi estrés durante todo ese tiempo y, aunque Oliver me había regalado una de esas bolas que se apretaban y tenían otras bolitas adentro, no estaba funcionando.

—¿La reventaste? —me preguntó Oliver, horrorizado, al ver que había roto la bola y las pelotitas que tenía habían quedado esparcidas por el suelo.

—Es que tengo ansiedad —le dije—. Hoy vuelvo a entrenar.

No era que tuviera ansiedad en realidad, más bien era muy enérgico y necesitaba hacer cosas que me quitaran la energía.

—Al menos ya no la necesitaras..., pero no te vuelvo a comprar algo así, jamás.

Esperaba no necesitarlo tampoco, después de todo, si volvía a lesionarme, esperaba que fuera cuando ya no estuviera involucrado con Grecia y pudiera tener sexo, aunque fuera tendido en la cama boca arriba, no necesitaba más.

Lamentablemente, solo quedaban dos semanas para las vacaciones de invierno, así que mi entrenamiento se vería interrumpido por un periodo nuevamente y no pretendía hacer mucho deporte durante esas dos semanas libres, pues no quería volver a lesionarme y arruinar todo por lo que había estado esperando.

Una vez que fue la hora del entrenamiento y salí a la cancha, me encontré con Sawyer y Nina muy melosos en una de las gradas. Por suerte, Grecia no podía aparecer ese día por ahí o, probablemente, le hubiera dado un ataque al corazón.

Aun si había pasado más de un mes, me imaginaba que a Grecia le dolía ver a Sawyer tan feliz con quien le había sido infiel. A nadie, por más tiempo que hubiera pasado, le debía agradar esa idea, menos si tú no estabas en una mejor situación... y ese era el caso de Grecia.

Esperaba que cuando todo nuestro trato se acabara, pudiera ser feliz, sola o con quien ella quisiera.

Una vez que nos reunimos en la cancha, Sawyer pasó a mi lado, empujándome levemente.

—Bienvenido de vuelta —dijo con una sonrisa burlesca.

Que ganas tenía en ese momento de darle un puñetazo en la cara, pero eso me costaría mi cupo en el equipo y mi beca en la universidad y no estaba dispuesto a perder eso.

Ya recibiría su karma.

[...]

—Pero solo llevamos un mes y medio —dijo Grecia, para luego sorber un poco de su frapuccino.

—Sí, y en todo este tiempo no han tenido ni una cita a solas —dijo Oliver, mientras leía algo en un cuaderno.

—Confirmo eso —lo apoyó Trish.

Lo cierto era que, si no lo hubieran dicho en ese momento, no me hubiera dado cuenta, pero tenían razón. Hasta ese momento, todas mis citas fuera del campus con Grecia incluían a Trish y Oliver... ya sentía que esos dos se habían vuelto nuestros mejores amigos.

No era que no fuera cercano a Oliver, llevábamos casi cuatro años siendo compañeros de cuarto y la convivencia era bastante buena, pero nunca nos habíamos proclamado algo así como mejores amigos y suponía que pasaba lo mismo con Trish y Grecia, aun cuando pasaban mucho tiempo juntas, más que con gente de sus respectivas carreras.

—Bueno, para la próxima —les dije—. Ahora, Trish, sácanos una foto.

Si bien, ya habíamos subido historias a Instagram haciendo cosas juntos o fingiendo que las hacíamos, esa vez debía ser una publicación y tenía que llegar a los ojos de Sawyer. Por suerte, el idiota me seguía (sospechaba que lo hacía por chismoso, la misma razón por la que yo lo seguía) y no había dejado de seguir a Grecia, también debía ser por chismoso.

Le pasé mi celular a Trish y me pegué a Grecia, abrazándola por la cintura.

—Parecen maniquíes —dijo Trish, mientras parecía buscar un buen ángulo—. Grecia, dale un beso en la mejilla.

Grecia la miró confundida.

—¿Ah?

—Que le beses la mejilla, así te verás menos robótica —le repitió Trish.

Grecia pareció procesarlo y entonces giró su rostro para pegar sus labios a mi mejilla de una forma muy antinatural.

Pude oír a Trish emitir un suspiro de decepción.

Grecia parecía ser muy mala mintiendo y, aunque la mayoría del tiempo me causaba algo de ternura, en ese momento no necesitaba sus actuaciones malas, parecía un personaje hecho por una inteligencia artificial, no una chica feliz con su novio.

Trish parecía estar sacando las fotos de todas formas, por lo que decidí cambiar la pose sin avisar y giré mi rostro en dirección a Grecia para que nuestros labios se juntaran. Al principio pareció sorprendida, pero después de unos segundos, comenzó a mover los labios.

—Ahora sí —dijo Trish, claramente divertida por la escena—. Ahora con lengua.

—Trish, por favor, es una foto de novios para Instagram, no para OnlyFans.

En ese momento nos separamos y Trish miró a Oliver con una ceja alzada y una sonrisa.

—¿Y tú como sabes qué clase de fotografías hay en OnlyFans?

Oliver rodó los ojos.

—No seas idiota, todos saben qué clase de fotos predominan ahí —le dijo.

—¿Y cómo conoces el sitio?

—Trish, dame mi teléfono —le pedí, antes de que siguiera su discusión sin sentido con Oliver.

Comencé a revisar las fotos, mientras Grecia se asomaba por encima de mi hombro para ver.

—¿Cuál te gusta? —le pregunté.

Grecia comenzó a tocar la pantalla para revisar las fotos una vez más, hasta que se detuvo en una donde nos estábamos besando en los labios.

—Esa está bonita.

—Sí y se ven los vasos con las bebidas —dijo Trish, de pronto—. No venimos y pagamos estas cosas para luego no presumirlas en redes sociales.

Sí, en todas las fotos, Trish había procurado que se vieran los vasos con el logo de Starbucks.

—Bueno, subamos esta —le dije—. A mí también me gusta.

En ese mismo momento fui a Instagram para subir la foto, etiquetando a Grecia y poniendo la primera frase cursi que se me ocurrió: "haces que cada momento sea especial".

Antes de presionar el botón para subirla, comencé a pensar en que toda mi familia vería eso y comenzaría a hacer preguntas, pues con eso, ya estaba confirmado que lo que tenía con Grecia era un noviazgo serio.

«Bueno, solo tengo que pensar en buenas respuestas».

Entonces la publiqué y los likes no tardaron en comenzar a llegar.

—¿Irán a sus casas en vacaciones? —preguntó Trish, cambiando de tema abruptamente.

—Sí, al menos la segunda semana de vacaciones —le dije—. ¿Y tú?

—Las dos semanas —respondió—. Mamá quiere que la ayude a comprar los regalos de navidad, además, es la primera vez que cenaremos con su pareja.

Yo la miré interesado. Nunca había escuchado a Trish hablar de su familia en todo ese tiempo.

—¿Tus papás están separados?

—No, mi papá no existe desde que nació mi hermana menor —explicó—, y mi mamá quedó traumada con eso. Recién hace dos años volvió a comenzar una relación estable y aun no viven juntos.

—Oh, lo siento mucho...

Trish se encogió de hombros.

—Ya es asunto más que superado para mí —aseguró—. ¿Y tus papás?

—Mi papá se murió cuando tenía seis años y mi mamá parece tener el mismo complejo que la tuya —le expliqué.

—Bueno, al menos yo, prefiero a que me dejen con tres hijos a que se mueran —dijo con sinceridad.

Grecia le dio una patada por debajo de la mesa y le dio una mirada, reprendiéndola.

—Trish, no digas tonterías.

Yo negué con una risa.

—Tranquila, también es tema superado para mí —aseguré—. ¿Y tú? Solo sé que tus padres están divorciados.

Grecia asintió.

—Sí, desde que tengo diez y vivo con mi papá y mis cinco hermanos —explicó.

Oliver pareció atorarse con algo, pues comenzó a toser, y yo abrí los ojos con sorpresa.

—¿Cinco hermanos?

Grecia asintió con una sonrisa divertida.

—Todos hombres.

Oliver abrió la boca con sorpresa.

—¿Cinco hermanos hombres? ¿Cómo pudiste vivir así?

Grecia rio.

—Sí, en su momento fue bueno venir aquí y compartir con mujeres de mi edad —comentó—, pero igual los extraño. Entre un montón hombres que me amaban y consentían, era como una princesa.

Oliver agarró mi mano por encima de la mesa.

—Yo que tú planeo una ruptura en la que no te vayan a matar a palos y ahí sí que sí no puedas volver a pararte en una cancha.

Yo reí, nervioso, y luego miré a Grecia.

—¿Sawyer no conoció a tu familia?

—No, una vez lo invité y no fue... así que mi papá no quiso volver a invitarlo. Es orgulloso, mis hermanos también —explicó—. Y bueno, por lo que conocían de él, no les agradaba para mí.

Trish golpeó la mesa con sus palmas.

—¿Te das cuenta? Nadie que te conocía quería a Sawyer para ti —dijo—. ¿Eso no te dio una señal?

—Oye, no puedo basar mi vida amorosa en base a lo que quieren los demás, ni siquiera mi papá o hermanos —le respondió—. Obviamente, ellos me van a sobreproteger y ningún chico popular y guapo como Sawyer les va a gustar. Son los típicos rompe corazones.

—Que lo sepas hace todo más estúpido —aseguró Trish.

Oliver volvió a apretar mi mano.

—No veo un futuro prometedor con tu suegrito y cuñados.

—Dijo popular y guapo como Sawyer, yo no me parezco a él.

Grecia puso su mano sobre mi hombro con delicadeza.

—Popular y guapo como tú también entra en la descripción de la que habló —aclaró.

Grandioso. Eso solo me pondría más nervioso en caso de que tuviera que conocerlos en persona y, después de subir esas fotos a Instagram, estaba seguro de que una invitación llegaría pronto.

—¿Y qué hay de tus padres? —le preguntó Trish a Oliver.

—Somos dos hijos de un matrimonio que sigue junto y va a la iglesia los domingos, ¿eso responde tu pregunta?

Trish lo miró con lastima.

—Definitivamente, eres el alma más desafortunada de esta mesa —aseguró.

Oliver asintió con una risa de la que todos nos contagiamos.

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