Capítulo 1: Rivalidades

Grecia

—¡Tírale agua! 

—¡Eso hago! ¡Te dije que no fumaras en la maldita pieza!

Si bien, no me agradaba que Trish fumara en la habitación, era porque el olor a hierba me mareaba y me daba sueño, pero nunca creí que llegaría a incendiar un cojín.

Por suerte, había logrado apagar el fuego sola, ya que Trish no había hecho más que chillar, y todos habíamos salido ilesos... bueno, menos el cojín, que había quedado completamente chamuscado.

—Mi cojín —se quejó Trish, con tristeza.

—Ay, por favor, hubiera sido peor que nos quemáramos vivas... no es mi sueño morir dentro de la universidad rostizada como un pollo.

—¿Y cómo quieres morir? —preguntó, sentándose en el borde de la cama.

—¿Eso es todo lo que sacaste de esta experiencia?

Trish se encogió de hombros.

—Lo demás es más aburrido.

—¿Es aburrido aprender a prevenir incendios?

Trish asintió frenéticamente.

—Claro que sí, Grecia... una cosa es que sea necesario, otra es que sea divertido —explicó—. Ya dime, ¿cómo te quieres morir?

Yo solté un suspiro y tiré el cojín quemado a un lado de la habitación para sentarme en mi cama con las piernas cruzadas, mirando de frente a Trish.

—No sé, me gustaría algo así como simplemente no despertar un día y ya —le respondí.

—Que aburrido, pero creo que lo entiendo.

Me sorprendía que para Trish todo debía ser divertido o no valía la pena, incluso la muerte. No sabía que era lo que ella consideraba como una muerte divertida, pero tampoco quería saberlo o quizás me aterraría.

—¿Por qué no mejor vas a botar a la basura ese cojín? —le pregunté, tirándome en la cama con la vista puesta en el techo—. Está dejando todo el cuarto con olor a quemado.

—Está bien, ya voy.

Oí como Trish se levantó se la cama y se movió, para luego cerrar la puerta detrás de ella.

En esos tres años que llevaba compartiendo cuarto con Trish en la universidad, todo había sido bastante caótico. Ella era la descripción de desastre, entre la hierba que tenía escondida en distintos puntos de la habitación, las botellas de alcohol acumuladas en un sector y los constantes incendios o accidentes. Ella debía ser la persona más peligrosa que había conocido en la vida.

Al principio, cuando la conocí al entrar al cuarto, pensé que sería una chica común y corriente con la que tendría una agradable amistad, pero todo dio una vuelta en la fiesta de bienvenida del campus, donde terminamos corriendo de la policía con varios gramos de hierba en su bolso.

No pude evitar sonreír cuando recordé esa escena.

Si bien, yo no era una chica puritana y mojigata, antes de Trish mi vida era mucho más aburrida y menos acontecida. Tener amigas desquiciadas como ella tenía su gracia.

De pronto, mi teléfono comenzó a sonar, por lo que me estiré hacia la mesa de noche y lo tomé para contestar.

—¿Aló? —respondí, sin siquiera ver quien era.

Chiquita, ¿cómo estás? —me preguntó Sawyer—. ¿Qué estás haciendo?

Una sonrisa se formó en mi rostro al oír su voz.

—No, nada... estoy sola en el cuarto.

Pero que coincidencia. Mike salió y no va a volver, ¿por qué no vienes?

Yo miré la cama de Trish, suponía que a ella no le importaría, ya todo estaba fuera de peligro.

—Okey, voy —dije, cortando la llamada.

Decidí dejarle un mensaje a Trish para que no se preocupara y salí del cuarto en dirección al cuarto de Sawyer, el que estaba tres pisos más arriba.

Sawyer era uno de los chicos más populares y codiciados de la universidad, era una de las grandes estrellas de nuestro equipo de fútbol americano, por lo que después de estar casi un año en una relación con él, aun me costaba creer que se había interesado en mí.

La verdad era que yo no me consideraba la gran cosa, de hecho, siempre me había costado sentirme bien conmigo misma. Acontecimientos del pasado me habían hecho volverme insegura de mi personalidad y, aun más, de mi cuerpo, por lo que tener de novio a un chico como Sawyer era algo que no dejaba de sorprenderme.

Me acerqué al ascensor con una gran sonrisa de emoción. Tenía que decir que el sexo con Sawyer era una de las mejores experiencias que había tenido en la vida, siendo que yo jugaba para ambos bandos.

Sí, en mi vida había tenido sexo con varias mujeres y varios hombres, pero definitivamente Sawyer era el número uno en mi top.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, me topé de frente con un rostro que nunca quería ver y mi sonrisa se desvaneció.

Carter Bianco, otro de los chicos populares y codiciados de ese lugar, era el peor enemigo de Sawyer y todas las personas que los conocían lo sabían. Se decía que su rivalidad había comenzado cuando Sawyer había tacleado a Carter en una práctica de fútbol americano y lo había hecho tan fuerte que le había sacado del surco la rótula de la pierna derecha.

Yo creía que Sawyer no tenía la culpa, él solo estaba jugando, pero Carter se lo había tomado mucho más personal y se había ensañado con él.

Desde ese entonces, no solo se tacleaban apropósito entre ellos en las prácticas de fútbol americano, si no que cada vez que podían, hablaban mal del otro con distintas personas o se humillaban públicamente.

—¿Vas a subir? —me preguntó Carter, al notar que me había quedado quieta frente al ascensor abierto.

—No, prefiero esperar el otro, gracias.

Una sonrisa burlesca se formó en el rostro de Carter.

—Ay, Grecia, por favor... no seas infantil.

Yo me crucé de brazos y fingí una risa, para luego entrar al ascensor y darle la espalda. Apreté el botón para cerrar las puertas y marqué el piso correspondiente, esperando que fuera lo más rápido posible.

—No entiendo cuál es tu problema conmigo, si, después de todo, yo a ti no te he hecho nada.

Yo me volteé a verlo con el ceño fruncido.

—No, a mí no, pero se lo hiciste a mí novio —le dije.

—Exacto, el problema es con él, tú no tienes porqué meterte —me dijo, al momento que el elevador se detuvo y comenzó a abrirse—. Además, él lo empezó.

Puse los ojos en blanco y me bajé. La versión de Carter era bastante distinta a la realidad.

—Adiós, Carter.

—Que la pases bien, Grecia —dijo con una sonrisa, aunque, obviamente, no en serio. Yo a él no le agradaba y dudaba que me deseara cosas buenas.

La puerta se cerró y yo comencé a caminar por el pasillo en dirección al cuarto de Sawyer.

Apenas Sawyer abrió la puerta, me lancé a besarlo o, mejor dicho, a comérmelo. Él cerró la puerta con seguro y nos tiramos en su cama, yo quedando sobre él.

—Te amo, chiquita —me dijo entre el beso.

Yo me separé un momento y le di una sonrisa, mientras observaba su maravilloso rostro. Tenía unas facciones muy atractivas, bonita nariz, grandes ojos color avellana y unos labios muy besables —si es que existía esa palabra—, además, tenía un carisma inigualable.

—Yo a ti, bebé —le dije, para volver a besarlo muy apasionadamente.

La verdad era que, cuando era una adolescente, no pensaba que la universidad fuera tan divertida. Pensaba que me la tendría que pasar encerrada en mi cuarto leyendo y estudiando, pero después de todo me daba el tiempo para divertirme.

Si bien, la universidad no era como en esas películas para adolescentes en donde todo se trataba de fiestas, alcohol y drogas, tampoco era una tortura que me había alejado de la sociedad y la diversión... quizás porque había decido el camino de la felicidad y no me había puesto a estudiar medicina, ingeniería, arquitectura o derecho.

Yo nunca tuve la idea de pasarme la vida atendiendo enfermos, dejando de lado mi vida; tampoco pasármela calculando cosas con fórmulas enormes; haciendo maquetas que no me permitían dormir más de dos horas; y menos quería aprenderme de memoria una cantidad enorme de leyes para que, quizás, algún día terminara defendiendo delincuentes.

Yo era feliz estudiando traducción e interpretación, era tan divertido aprender distintos idiomas, era estimulante... para el cerebro, obviamente, no en otro sentido. En el pasado había tenido también otros intereses, pero por razones del destino, había debido descartar esos planes.

Fue maravilloso quedarme a dormir con Sawyer, en especial porque no solíamos poder dormir juntos debido a nuestros compañeros de cuarto. Rara vez Trish salía del cuarto sin volver a dormir y Mike, el compañero y mejor amigo de Sawyer, tampoco pasaba mucho afuera, era demasiado aplicado y pasaba mucho tiempo estudiando dentro del cuarto.

—¿Qué está haciendo Mike que no va a volver a dormir? —pregunté, mientras estaba recostaba sobre el pecho de Sawyer.

—Fue a la biblioteca, dijo que se quedaría ahí toda la noche —me explicó.

—Ah, qué bueno —dije con una sonrisa.

En ese momento, mi vida estaba pasando por su mejor momento y esperaba que nada lo arruinara.

[...]

Ese día había quedado de verme con Sawyer en una de las entradas del campus y, cuando estaba por llegar, me encontré con Carter nuevamente. En ese último tiempo me lo estaba topando más seguido de lo que me hubiera gustado.

Eso era malo. Si Sawyer aparecía en ese momento y veía a Carter, entonces se desataría un problema.

—¿Otra vez tú? —oí preguntar a Carter, cuando estaba a unos metros de mí.

No estaba solo, estaba con quién sabía que era su compañero de cuarto: Oliver. Ambos estaban caminando hacia esa salida del campus.

Solté un suspiro con cansancio.

—Hazme un favor y sigue caminando —le pedí.

—No pretendía quedarme aquí a hablar contigo tampoco —aclaró, pasando por mi lado.

Justo en ese momento, se topó de frente con Sawyer. Ambos se miraron unos segundos. Sawyer era unos centímetros más alto y también era más musculoso, por lo que se veía mucho más imponente.

Oliver jaló a Carter de un brazo y lo obligó a ponerse en marcha nuevamente.

—No tengo tiempo para esto —le dijo Oliver.

Los dos se alejaron y Sawyer fue hacía mí.

—Chiquita, ¿estabas hablando con ese imbécil? —preguntó con algo de dureza.

Yo negué con la cabeza, haciendo un movimiento bastante brusco. La verdad, no quería que él imaginara o interpretara las cosas de forma errónea.

—Más te vale —advirtió, para luego darme una sonrisa.

Yo sonreí con nerviosismo y me acerqué para darle un beso en los labios.

—Ya vamos —le dije—. Tengo ganas de comer algo dulce.

Sawyer se rio y me tomó de la mano para comenzar a caminar por la vereda en dirección a un café cercano que solíamos frecuentar.

Amaba pasar el tiempo con él, aunque no tuviéramos mucho en común, pero lo bueno de eso era que podíamos compartir nuestros gustos y enseñarle al otro.

—Te amo —le dije, de pronto.

—Yo a ti, chiquita.

Sawyer dejó un beso en mi frente y me hizo sentir, una vez más, como la mujer más afortunada de la Tierra.

[...]

—No entiendo la gracia de este deporte tan brusco —dijo Trish, mientras se metía una papa frita a la boca.

Ambas estábamos sentadas en las gradas mirando el entrenamiento del equipo de fútbol americano en nuestro tiempo libre, pues ahí estaba mi novio Sawyer jugando.

También estaban en práctica las animadoras, lo que, sinceramente, me parecía mucho más divertido de mirar que el fútbol americano. Trish tenía razón, el fútbol americano era muy brusco y salvaje, la única razón por la que me gustaba era porque podía ver a Sawyer y, si Trish aceptaba acompañarme, era porque varios de los jugadores eran atractivos.

—Mira las piernas de ese... con una patada de estas piernas, te mata —comentó, apuntando a uno de los jugadores.

Yo la miré intrigada por ese comentario, un tanto tétrico, pero ella estaba muy concentrada en su bolsa de papas fritas.

—Bueno, espero que nunca nos dé una patada.

Justo en ese momento, el jugador del que estábamos hablando, tacleó a otro y de inmediato algo se vio mal, lo que fue confirmado por el grito del chico.

—Auch, pobre tipo —dijo Trish, arrugando su nariz—. ¿Cuánto a que se quedó sin rodilla?

—Trish, deja de ser tan cruel —le dije, agarrándome las piernas por los nervios que me había causado el accidente.

El ver como el sujeto gritaba en el suelo agarrándose la pantorrilla, me había provocado una sensación extraña, parecía que mi cuerpo era demasiado empático.

—Ellos tienen la culpa por meterse a practicar estas tonterías —me dijo mi amiga, amarrándose su cabello negro rizado en una cola—. Una vez, supe de un tipo al que le dio un derrame en el ojo jugando un partido de esta cosa, luego de que lo taclearan.

Lo cierto era que yo sabía lo peligroso de ese juego, pero con la cantidad de seguridad que utilizaban no pensaba que pudieran pasar tantos accidentes.

La práctica terminó cuando se llevaron al chico lesionado en una camilla y me quedé esperando en las gradas a que Sawyer se acercara.

—Oye, oye... —dijo Trish—. ¿Y esa quién es?

Supe, sin siquiera ver hacia donde miraba, de quien estaba hablando. Una de las animadoras se había acercado amorosamente a conversar con mi novio y otro chico, aunque se veía demasiado en confianza con Sawyer.

La chica desconocida tenía su mano izquierda puesta en el hombro de Sawyer, mientras le hablaba a él y a su amigo.

—Deben ser amigos —le dije—. Si no me equivoco, es Nina Mo...

—¿Nina Moore? ¿No es la chica que estudia literatura y es una de las mejores de la carrera?

Yo asentí ante la pregunta, aunque no estaba tan segura, lo cierto era que no le veía bien la cara de tanta distancia. Podía ser una simple chica de contextura media y con el cabello castaño, había muchas de esas, aunque la cantidad se reducía cuando se hablaba de animadoras.

—Es sexy —dijo Trish—. Tiene buenas piernas y trasero.

—Ah, sí... se nota.

Incluso desde esa distancia podía apreciar que tenía linda figura... y si era Nina, significaba que además de ser así de bella, era muy inteligente.

«Solo están hablando, son solo conocidos», me dije, intentando alejar esos pensamientos inseguros que me solían caracterizar. No podía sentirme amenazada por cada amiga bonita e inteligente que tuviera Sawyer. No podía.

Luego de lo que se sintió como un largo tiempo, Nina se separó de Sawyer y se alejó, por lo que él se encaminó en dirección a mí, mientras yo le daba una gran sonrisa.

¡Holis!

El primer capítulo de esta historia, espero que les haya gustado ❤️

¡Besitos!

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