一: El lobo blanco.
El llanto desconsolado de un bebé bailó entre las ramas de los árboles, dándole la bienvenida esa noche a un nuevo miembro de la manada.
Los dioses parecían haber bendecido a la pequeña criatura con belleza y encanto, naciendo con una piel delicada y pálida, unos ojos tan azules como un zafiro y de cabello blanco puro. Era hermoso.
Los rumores viajaban por todo el pueblo, decían que aquella noche observaron bajar desde las estrellas un ser celestial que brillaba como un cristal, besó al cachorro en su frente y se fue sin decir nada. Decían que el doctor que lo recibió aseguraba haberlo visto resplandecer como si la luna hubiera dejado un pedazo de su ser. Sus padres alardeaban su suerte y agradecían a los dioses por tan bendito regalo. El chamán alegaba que el pequeño Park Jimin sería tan especial que dejaría su huella en el mundo para siempre.
Bautizado como el lobo blanco de la suerte, hijo de la luna y el regalo de los dioses, fue tratado desde el día de su nacimiento con respeto y admiración, como si proviniera de la realeza o fuera un semidiós. Su apariencia extraordinaria llamaba la atención, se creía que traería prosperidad a la manada, incluso había quienes decían que estar a su lado atraía la fortuna.
Su familia se posicionó en un buen estatus en la manada después de su nacimiento, llenándose de privilegios que eran de envidiar e inflando el ego de sus padres a más no poder. Pero al madurar y presentarse como omega las cosas empezaron a torcerse, cambiando radicalmente.
Ya no lo miraban con admiración, lo miraban como un objeto.
Los padres con hijos alfas lo tomaron como una oportunidad a la grandeza, ansiando un compromiso inmediato sin tomar importancia a la opinión del omega. Sus padres ya no se preocupaban por presumir a su bendecido hijo, más preocupados en planificar la vida que más les convendría.
Jimin no tardó en darse cuenta de que las cosas ya no serían iguales. Su familia ya no recibía beneficios, el trato de las personas a su alrededor cambió drásticamente y ahora todo se trataba de cómo ser el omega perfecto para complacer a su alfa. Su madre se la pasaba hablando de quién sería el mejor prospecto para él, un alfa caballeroso y fuerte, su padre, por otro lado, consideraba que algún alfa con poder o dinero le vendría bien. Y fue así como a sus catorce años la casa que lo había acogido se transformó en el lugar donde todos aquellos con hijos alfas solteros acudían, desesperados, por tomarlo como suyo.
Pero Jimin era tenaz. Le parecía una injusticia ser reducido a nada por ser un omega, se defendió y protestó, repeliendo desde el primer momento toda posible relación con un alfa, rico o pobre, no lo deseaba. Deseaba tomar sus propias decisiones, deseaba una voz, deseaba respeto, deseaba gritar.
Pero sus padres lo callaron.
Le advirtieron eliminar toda idea no digna de un omega o le buscarían un matrimonio en ese instante. Jimin se obligó a callar, pero sus ideales se mantuvieron firmes.
—Los omegas suelen ser la casta más inestable, cerca del celo ocurren diferentes cambios hormonales que perjudican su día a día, por ejemplo, se vuelven más sensibles. —explicaba el profesor recorriendo el aula de clase, jugueteando con una larga regla de metal que ponía nerviosos a sus compañeros— Durante el celo, solo pueden ser calmados por un alfa, por lo que el omega debe disponerse ante él, se trata de ayuda mutua, el omega cumple su deber y el alfa le proporciona el alivio que tanto necesita.
El intenso aroma del alfa se esparcía con cada paso que daba, repugnando cada vez más a Jimin. Se sentía hastiado de la clase, reteniéndose de hacer alguna mueca que le proporcionara un castigo, continuó escribiendo sin ánimos lo que el estricto profesor leía, hasta que...
—¿Un omega puede calmar el celo de otro omega?
La pregunta pareció haber detenido el tiempo. El profesor cerró el libro de golpe, su expresión tornándose indignada como si hubiera sido irrespetado. Alzó la larga regla por el aire y golpeó con brusquedad el asiento del chico que había preguntado, las asquerosas feromonas de irritación que expulsaba el alfa hizo que arrugara la nariz en disgusto.
—Señorito Jung, ¿cómo se le ocurre hacer semejante pregunta? ¡Esas ideas no son dignas de un omega! Pero que más nos podríamos esperar de alguien como usted. — escupió con desagrado, escudriñándolo en busca de algo que atacar— ¿Son esas maneras de sentarse? Más parece estar provocando a sus compañeros.
Golpeó con la regla las piernas del omega obligándolo a acomodarse, el quejido de dolor que soltó pareció ser disfrutado por el profesor. Estaba seguro que eso dejaría una desagradable marca.
Jimin observó como los ojos del omega se llenaban de miedo, como los demás omegas en la clase callaban y observaban aterrados. Jimin se tragó su orgullo.
—Dos omegas jamás deben estar juntos. —vociferó fuerte y claro, como una advertencia— Es antinatural. Entre omegas no pueden procrear, no pueden complacerse uno al otro, sería repugnante. El solo hecho de pensarlo es una aberración para el desarrollo de la manada, y por supuesto, a nuestras costumbres. Las castas existen por una razón y nuestro modelo ideal siempre será un alfa y un omega. —el alfa nuevamente movió la regla con brusquedad, el omega tembló consumido por el miedo hundiendo su mirada entre sus manos— Que quede eso claro.
Él volvería a golpearlo. Volvería a golpearlo y nadie haría nada.
—Profesor, —Jimin se levantó de golpe dirigiendo la atención hacia él, sonrió con inocencia e hizo una reverencia respetuosa que no sentía— Permítame disculparme por mi compañero, estoy seguro que no quería decir algo así. Como el vocero de la clase pienso que el omega Jung solo preguntaba por pura curiosidad y no por algo en especial, le pido un poco de compasión para no llevar el problema a algo más grande.
Jimin no lo miraba a los ojos, no debía mirarlo a los ojos, pero sintió como su mirada pesaba en su cuerpo. No convencido del todo, el profesor se alejó del muchacho.
—Está bien, pero que no se vuelva a repetir. —advirtió, Jimin sonrió aún con la cabeza gacha— Espero que tenga más prudencia al hablar, señorito Jung, agradezca que el omega Park estuviera presente, pero a la próxima no tendré compasión.
La clase continuó como si nada hubiera ocurrido, nadie volvió a hablar o siquiera moverse, cumpliendo el papel que se les exigía tener, sumisos y obedientes. El aroma del hombre no era lo único que a Jimin le repugnaba.
Se decían muchas cosas sobre Jung Hoseok.
Un omega torpe con malas calificaciones, no poseía la delicadeza ni elegancia respectiva de su casta, alguien muy extraño y solitario con una madre desinteresada que lo crió sola. Alguien que era parte de la manada sin serlo realmente.
El pueblo rumoreaba que al ser abandonado por su padre alfa fue lo que le trajo desdicha a su vida. Decían que su madre llevaba una vida promiscua y sedujo al líder de la manada para quedar en cinta, pero el líder descubrió que todo fue un plan de la mujer para poder escapar de la parte humilde del pueblo, así que la abandonó, alegando que el cachorro no era suyo.
Pero en cada historia siempre había más de una versión.
Hoseok observó desde su lugar al elegante lobo blanco, sentado sobre una manta celeste en la grama del jardín de la escuela, tejiendo unos guantes para la temporada de invierno que estaba pronta a llegar. Vestía con prendas que él jamás podría costear, los rayos del sol acariciaban su blanco cabello haciéndolo relucir. Hoseok pensó que si colocaban una perla en su lugar, Jimin brillaría más.
Ambos eran de la misma casta, pero Hoseok se sentía inferior.
—Omega Park... —habló cohibido, jugando con sus dedos y concentrándose en el sucio de sus uñas para no mirar directamente a los peculiares ojos azules del muchacho. Temía ser consumido por ellos— Disculpe mi atrevimiento al venir a molestarlo, pero quería pedirle disculpas por mi arrebato de ayer, me siento culpable de que haya tenido que salir en mi defensa.
—Oh… —Jimin soltó con simpleza, tenía un tono confundido.— Ha pedido disculpas dos veces seguidas, —rió amable, pareciéndole adorable. Hoseok se sintió estúpido— No hay de que disculparse, lo he hecho por gusto.
—Omega Park, permítame agradecerle por su humildad haciendo los trabajos que usted desee.
Jimin sabía que Hoseok venía de la parte humilde del pueblo, donde estaban acostumbrados a ofrecerse a cambio de comida. Reconoció que había omegas que la pasaban peor y eso hizo que su corazón se estrujara.
—Por favor, llámeme Jimin. —buscó su mirada, pero Hoseok todavía no se atrevía a mirarlo a la cara— No es necesario que haga algo a cambio, como ya dije, lo hice por puro gusto. ¿Tiene hambre?—inquirió desviando el tema, enseñándole a su lado una delicada tela blanca que envolvía su comida.
Hoseok quería decir que no pero su expresión lo delataba. No había comido nada en todo el día.
—Insisto, si realmente se sentiría más tranquilo haciendo algo por mí, entonces le pido que me acompañe.
Dudó, pero el monstruo del hambre rasguñaba su estómago. Jimin volvió a ofrecer la comida y finalmente se sentó a su lado. Su nariz fue bendecida por el delicioso aroma a coco y vainilla del omega. Era un mezcla de aromas que lo hizo sentir relajado y a gusto. Jamás había sentido alguno parecido, no obstante, se esforzó por guardarlo en su memoria para recordarlo. Después de mucho tiempo, Hoseok se sintió bien.
Sus manos temblaban al desenvolver la comida, ni siquiera se detuvo a observar que era cuando ya estaba devorándolo, su estómago rugió contento, degustando sabores que nunca había probado en su vida. Probablemente era la comida con mejor calidad que había saboreado.
—¿Qué es esto? Nunca había probado algo así. — quiso saber, pareciendo un niño pequeño ante su entusiasmo. Había ensuciado su ropa pero no podía importarle menos.
Jimin lo miraba con atención. Se veía tan inocente y vulnerable, le dolía recordar lo sucedido en la clase, más aún percatándose que había vivido cosas peores. Había despertado en él una curiosidad y un deseo de cuidarlo, se prometió en silencio que no lo dejaría solo.
—¿Gustas de más?—cuestionó con el tono más amable que pudo dar, siendo sincero por primera vez en mucho tiempo.
El castaño asintió, aún no lo miraba a los ojos pero Jimin no lo quería presionar. Le tendió un pañuelo para que se limpiara, Hoseok lo tomó con rapidez, como si tocando la piel del omega albino se fuera a quemar.
— ¡Qué bien!— exclamó contento sobresaltando un poco al contrario— Mañana haré un picnic junto al lago, pero lastimosamente estaré solo, llevaré comida como esta y muchas más. Estaría encantado de recibir tu compañía.
Aquello llamó la atención de Hoseok. Finalmente alzó la cabeza y lo miró a los ojos, deleitándose por su belleza, como la fusión de varios tonos azulados hacían una obra de arte con la mirada del omega. Ahora no sentía miedo, sentía paz.
¿Por qué el lobo blanco era tan amable? No lo sabía, pero no recordaba haber recibido ese interés alguna vez. Su corazón lo jaló a intentarlo, pensando en que le haría bien que la compañía del omega le brindara un poco de fortuna.
Para esa fecha, el bosque no recibía muchas visitas ya que el clima estaba muy frío para estar a la intemperie. Pero para Hoseok y Jimin era precisamente el momento perfecto para ir a visitarlo, Jimin había salido recientemente del celo, su aroma estaba más intenso de lo habitual y en medio del bosque sentían la seguridad de que ningún alfa los interceptaría y podrían estar en paz.
Hoseok se agachó en cuclillas cuando vio algo brillante en el suelo que logró captar su atención, escondido entre las hojas secas. Era un jaspe negro tallado en forma de corazón y él suponía que alguien había perdido. No podía sentir el tacto al estar sus manos cubiertas por los bonitos guantes que Jimin le había regalado hacia una semana, pero podía sentir levemente que estaba congelada.
Se volteó para enseñárselo a Jimin, encontrándolo observando perdidamente un árbol con un nido de pájaros sobre él. Estaba parado de puntillas mirándolos con curiosidad, se estiraba lo más que podía para poder verlos mejor, supuso que buscaba algún pájaro sobre él.
A Jimin le encantaban los pájaros, llenos de libertad y sin ataduras.
—Creo que hace demasiado frío para que estén ahí. —opinó Hoseok, Jimin enfocó su mirada en él. Jamás se cansaría del color de sus ojos.
—Espero que se estén resguardando del frío. —comentó dejando escapar un dulce puchero— ¿Encontraste algo?
—No es nada. —le restó importancia, apretando la piedra en su palma sintiéndose tonto e infantil.
—Creo que si te gustó entonces si es algo. —se acercó curioso, el coco y la vainilla acarició su olfato— Déjame ver, Hobi.
Sin estar muy convencido abrió su palma mostrando la peculiar piedra.
—Es que... Parece un corazón, es algo tonto.
— ¡No es tonto!—se quejó— Me gusta, parece la forma de tu boca cuando sonríes. Es adorable.
Hoseok se rió, sonriendo precisamente como Jimin se refería.
Inconscientemente sus aromas se mezclaron produciendo una combinación dulzona y llamativa, en especial la de Jimin. El omega castaño le gustaba mucho ese olor, sintiéndose hipnotizado y relajado por este.
—Tu aroma es delicioso y agradable… —soltó de pronto, arrepintiéndose al instante.
Porque no era adecuado halagar los aromas de sus iguales, se consideraba extraño y definitivamente una falta de respeto.
—Oh.
—¡Lo siento, perdóname! Lo dije sin pensar. —habló desesperado, las lágrimas amenazando con salir al temer que Jimin se alejara de él.
Jimin sonrió soltando feromonas tranquilizadoras que funcionaron a la perfección, asegurando que todo estaba bien. Acarició su mejilla con cuidado y lo miró fijamente.
—No pasa nada, está bien. Me alegra que pienses así. —habló con suavidad, algo dentro de Hoseok se estremeció. —Conmigo no debes sentir la preocupación de cuidar tus palabras, no te juzgaré ni castigaré por ello. Se tu mismo.
El castaño suspiró, tragándose el nudo de su garganta que poco a poco se iba desatando. Seguía sin entender las razones de Jimin de estar con él, pero constantemente dejaba sus dudas a un lado para disfrutar plenamente del cariño que el bello chico le brindaba. El único.
—¿Es temporada de emparejamiento?— soltó una grave voz a sus espaldas y ambos chicos se tensaron.
—¿Qué dices, idiota? Los dos son omegas, ¿qué no hueles?— regañó una segunda voz.
El repugnante aroma, las risitas burlonas, las miradas indecentes. No era muy difícil identificar a los alfas.
—Mm, pues mejor para nosotros. —el primero volvió a hablar, acercándose junto a su compañero como si hubieran sido invitados.
Hoseok bajó la mirada inmediatamente pero Jimin se mantuvo con la frente en alto, tomando la muñeca de Hoseok con firmeza en un intento de protección.
—¿Qué hacen por aquí, bonitos? ¿Están perdidos?
—No tengan miedo, pueden acompañarnos. —agregó el otro, en tono malicioso.
—Gracias por el ofrecimiento. —Jimin volteó, tomando la palabra y colocando su máscara de falsedad nuevamente— Pero estamos cerca de nuestra manada.
Los alaridos de sorpresa confundieron a los omegas.
—Nunca había visto un lobo blanco, creí que eran una leyenda.
—Dicen que los lobos blancos son más fértiles, y éste acaba de salir del celo.— comentó al alfa más bajo como si ellos no estuvieran allí.
—Eso es interesante… —dijo el alfa con voz grave, mirando fijamente a Jimin, sus ojos eran tan intensos y malévolos que casi parecía como si se tornaban rojizos, revelando los deseos sucios del alfa.
Hoseok se asustó más al sentir la mezcla de feromonas alfas en el ambiente, podía sentir lo que pensaban ellos al encontrarlos tan vulnerables y solos. Enseguida tomó la mano que Jimin sostenía en su brazo entrelazando sus dedos como si así pudiera evitar cualquier cosa.
La expresión de los alfas cambió.
—¿Dos omegas tomándose las manos? ¡Qué asco! ¿Acaso estaban aquí escondidos para hacer sus cochinadas?—acusó asqueado.
—Seguramente no querían que su manada supiera que están en una repugnante relación. —se burló el más bajo.
—Ah, pero no se preocupen, nosotros los ayudaremos a entrar en sí.
La amenaza hizo temblar a Hoseok resignándose a lo inevitable, pero Jimin apretó sus manos entrelazadas y dio un paso al frente.
—No. —espetó con firmeza, su corazón latía velozmente por la adrenalina pero no sentía miedo.
— ¿No?—se burló el más bajo— Si tú serás el primero.
Hizo el amago de agarrarlo pero Jimin empujó el duro pecho y le escupió en la cara. Un silencio tenso se formó, los alfas quedaron sorprendidos ante la acción, pero no más sorprendidos que el mismo Hoseok.
—Parece que el pequeño lobo blanco se levantó de malas hoy.— habló con ironía el alfa alto, desafiante, pero Jimin no retrocedió lanzando chispas por los ojos— Arrodíllate.
Se mareó al intentar luchar contra la voz de mando pero inevitablemente cayó al suelo, la rabia hizo doler su garganta. Quería levantarse, quería pelear, pero no podía. Los alfas gozaron aquello.
—¡D-déjenlo!— gritó Hoseok en un acto de valentía, aunque su cuerpo temblara y sus feromonas solo expresaban terror.
—¿Qué vas a hacer tú al respecto, pequeño?— se rió el bajo— Pobrecito, seguro ansías estar junto a tu noviecito en el suelo.
El castaño frunció el ceño, observó como el alfa más alto tironeó el cabello de Jimin acercándolo bruscamente a su pelvis. Hoseok recordó como Jimin lo defendió la primera vez, como incluso lo defendió en ese momento, no se permitiría dejar que algo le pasara. Harto aprovechó el descuido del alfa más grande para lanzarle con toda su fuerza un puñetazo directo a la cara al alfa más bajo, dejándolo desconcertado por un par de segundos que fueron suficientes para que Jimin tomara una roca y golpeara la entrepierna del otro alfa.
Hoseok jaló el brazo de Jimin ayudándolo a ponerse de pie y juntos corrieron por el bosque lo más rápido que pudieron hasta llegar a salvo al pueblo. No habían soltado sus manos en ningún momento. A pesar del miedo que sentían alcanzaron a reírse con gusto, sintiéndose vivos y libres como pájaros al ser la primera vez que se habían defendido de un alfa. El castaño se sintió inspirado por la valentía del albino, gustándole más de la cuenta la rebeldía que ocultaba detrás de reglas y educación.
Se prometió seguirlo sin importar las consecuencias.
En el pueblo empezaron a surgir rumores sobre lo sucedido aquella vez en el bosque.
Decían que Jimin tenía una relación secreta con un alfa de un alto rango en la manada del norte, que iban al bosque a encontrarse a escondidas, hasta que Hoseok movido por sus celos atacó al alfa dejándolo mal herido.
Decían que Hoseok había corrompido a Jimin, que un omega como él solo traería desgracia a la manada y generaciones futuras.
Por otro lado, habían quienes hablaban de lo perfecto y comprensivo que era Jimin al intentar ayudar al más necesitado, pensaban que tenía un instinto materno innato y criaría grandes cachorros que traerían prosperidad a la manada. Pero para eso, debían impedir que su amistad con Hoseok creara un lazo difícil de cortar.
Para mala suerte del pueblo, lo sucedido en el bosque solo hizo que ese lazo se volviera indestructible.
—Señorito Park. —llamó el director de la escuela en plena clase— Venga conmigo.
Los murmullos de sus compañeros volaron por todo el salón, todos tenían curiosidad de porqué el omega perfecto estaría siendo llamado por el director. El profesor le cedió el permiso para salir y Jimin enseguida recogió sus cosas para seguir al alfa de presencia imponente. Hizo contacto visual con Hoseok antes de salir de la clase, lo miraba preocupado pero Jimin se aseguró de sonreírle para tranquilizarlo.
Siguió al alfa hasta su oficina, le parecía demasiado extraña la situación, nunca había sido llamado por un profesor y mucho menos por el director. Por la mirada que le lanzaba el sujeto, no le daba confianza a que sería algo bueno.
—Siéntate, no te preocupes, no estás en problemas. —habló el hombre tranquilo pero sin perder su tono autoritario. Jimin obedeció desconfiado
El despecho estaba lleno de feromonas alfas que le dieron ganas de vomitar.
—¿Ha pasado algo malo con mis padres? —preguntó asustado por la posibilidad.
—No, pequeño. — rió un poco, Jimin aguantó las ganas de rodar los ojos si el tipo seguía sin decirle la razón de su llamado— Quería hablar contigo sobre una reciente amistad que has conseguido que nos ha preocupado a todos.
—¿Habla sobre Jisung? —sabía exactamente a quién se refería pero quería desviar la charla— Oh, no se preocupe, es algo hiperactivo pero es un buen omega. Me encargaré de cuidar de él.
—No, —negó con calma— me refiero al omega Jung. —el alfa pensó un poco sus palabras para que fueran fáciles de comprender para el omega. Jimin aguantó la respiración sabiendo lo que vendría— El omega Jung es alguien bastante problemático, nos preocupa que su comportamiento inadecuado afecte su brillante futuro, pensamos que alguien como tú no debería...
Jimin se levantó de golpe, haciendo caer la silla en el proceso. Ya no podía ocultar su molestia, la máscara agrietándose cada vez un poco más.
Pero el director le lanzó una mirada de advertencia, esa que le lanzaban sus padres todo el tiempo para hacerlo recordar su lugar. Jimin suspiró e hizo una reverencia inclinándose lo más que pudo para ocultar su expresión y que el tonto alfa se tragara su show.
—Permítame asegurarle que yo me encargaré de que eso no sea así. —habló desesperado tragándose sus ganas de llorar por la rabia— Me encargaré de enseñarlo correctamente a ser un buen omega y que cumpla con las expectativas de la manada, deseo ayudarlo a seguir un buen camino. —mintió.
El alfa pareció complacido.
—Muy bien, pero solo tendrá una oportunidad.
Jimin asintió y se retiró sin decir más nada. Sentía una molestia en su pecho que lo carcomía. Culpa, tristeza, ansiedad. Una mezcla que mantuvo por mucho tiempo escondida pero si se seguían metiendo con Hoseok ya no sabía si podría seguir manteniéndola bajo tierra.
El pueblo celebraba como cada año el festival de la luna llena, la primera luna llena que surcaba la noche de invierno era la más grande y brillante de todo el año, la manada celebraba su belleza honrándola con regalos, lanzaban luces al cielo, se cenaba en familia para atraer la buena suerte y le pedían bendiciones de prosperidad en las cosechas. La plaza central estaba decorada con antorchas, música tradicional, puestos de comida y shows en vivo, los omegas solteros vestían de blanco para representar su pureza, los omegas marcados de gris, mientras que los alfas solteros o comprometidos de negro.
Cuando Jimin era pequeño, antes de presentarse como omega, recibía regalos también en esa fecha, ya que algunos consideraban que él era parte de la luna, pero cuando se supo que era un omega no volvió a recibir ningún regalo.
Hoseok solía admirar las luces desde su ventana y escuchar la música a lo lejos, a su madre no le gustaba salir demasiado y prefería compartir esa fecha con su hijo en la seguridad de su casa, porque temía volver a encontrarse con el líder de la manada. Estaba bien con eso, no necesitaba a nadie más, hasta que llegó Jimin a su vida y lo invitó a acompañarlo.
Se entusiasmó, quizás más de lo que debería. Al estar junto a él sentía una calma a sus miedos, se sentía comprendido y aceptado, se sentía muy a gusto a su lado. Eso lo asustaba, sentimientos que no comprendía empezaron a florecer, algo que crecía en su pecho con simplemente ver a Jimin, eso lo confundía. Lo empezó a ver como algo más que un amigo, pero de lo único que temía era perder su amistad, porque sabía que su sentir estaba muy mal, pero ese mal era cálido y dulce.
— ¿Te gusta?
El omega castaño dejó de admirar el alegre ambiente del festival y volteó al escuchar a Jimin, encontrando algo mucho mejor que admirar. Sus labios se abrieron de la impresión porque sencillamente, él lucia mágico. Los primeros tres botones de su camisa blanca con volantes iban abiertos, permitiéndole ver su esbelto cuello. Su piel era tan blanca como la copa de las montañas nevadas que él soñaba recorrer en invierno. Sus ojos subieron hasta su rostro donde un par de ojos tan azules y profundos como el océano le devolvían la mirada, transmitiéndole tantas emociones que el menudo cuerpo de Hoseok se estremeció. El cabello blanquecino de Jimin revoloteaba al viento tan delicado como el aleteo suave de las alas de una mariposa.
—Sí. —respondió, pero no se referencia exactamente al festival.
Jimin sonrió mostrando los dientes, tomó la muñeca del contrario y lo movió con amabilidad para que caminaran juntos por la plaza.
—Te ves muy guapo, Hobi.
— ¿Y-yo?—sintió como la sangre subía a sus mejillas, pintándose de rojo, se detuvo a observarse extrañado, como buscando una razón para el halago. La camisa que usaba era simple, de un blanco un poco desgastado con volantes alrededor del cuello y los puños cerrados alrededor de sus muñecas. Soltó un suspiro y agitó la cabeza, él no notaba nada especial— Solo lo dices por amabilidad.
— ¡De verdad lo pienso! El blanco hace resaltar tu color de cabello y ojos, yo me veo todo igual. —formó un puchero, a Hoseok le pareció una grosería que pensara de sí mismo de esa manera.
—Jiminie, eres la persona que más resalta de este lugar, no solo hoy, si no todos los días, pero hoy en especial pienso que la luna se queda tonta al lado tuyo. —Jimin se tragó sus palabras, escuchando con atención cada palabra expresada con amor. Saboreó un poco del aroma a mango y durazno de Hoseok, le encantaba— Resaltas tanto que nadie jamás olvidará que alguien como tú pisó la tierra, el hermoso lobo blanco bendecido por la luna.
—¿De verdad lo crees así? —sus ojos brillaron, halagado y triste— Me gustaría dejar mi huella de una forma distinta, no solo por ser hermoso y bendecido.
—Dejaste tu huella en mí, pero por algo más profundo, por tu valentía y firmeza.
¿Por qué de pronto Jimin sentía su corazón tan acelerado?
—¡Oh! Tengo algo para ti. —dijo Hoseok buscando algo entre sus bolsillos.
—¿Para mí? No te hubieras molestado.
—Quería hacerlo, después de todo, es el momento perfecto para hacerte un regalo, ¿no? — Hoseok se encogió de hombros señalando a la redonda y llena luna, Jimin lo miró con cariño, dejándolo ser— ¿Recuerdas el jaspe negro?
De su bolsillo sacó un pequeño colgante hecho a mano, con el mencionado jaspe siendo el decorativo de este.
—Lo hice para ti.
La piedra aunque fuera sencilla representaba algo importante para ambos, un recuerdo directo a ese día en el bosque, la primera vez que se sintieron completamente libres.
—Es el regalo más bonito que alguien alguna vez me ha dado en toda mi vida. —a la mierda las cosas caras, lo sentimental no tenía precio. Se forzó a no lanzarse a sus brazos porque no se vería adecuado— ¡Gracias!
—¿Puedo?— señaló el collar y después su cuello, Jimin asintió sin dudarlo volteándose para permitir que el más alto lo colocara.
Los dedos de Jimin acariciaron la piedra, no dejaba de sonreír, sentía como si su corazón tuviera su propio festival dentro.
—¿Qué te parece si...? —la voz de Hoseok perdió fuerza
La música se detuvo y un conjunto de gritos de sorpresa se hizo presente. Las personas a su alrededor empezaron a correr a un lugar específico, Hoseok no entendía lo que sucedía.
—Han retado al líder de la manada. — explicó Jimin mirando hacia el lugar donde la gente empezaba a aglomerarse.
— ¿Al líder? —repitió, su voz temblaba.
—Si, es un festival para honrar a la luna, pero también los alfas se enfrentan contra el líder a muerte para ganarse el puesto. Las reglas dicen que cuando un lobo derrota al líder en una batalla, este tiene el derecho a quedarse con el liderazgo de la manada —explicó Jimin— ¿Quieres ver?
Hoseok asintió dudoso, pensando que todo era demasiado extremista.
Se hicieron un espacio en el circulo que habían formado alrededor de ambos alfas, ninguno de los dos llevaban puesta una camisa y se mantenían a una distancia prudente hasta que el chamán avisara cuándo era momento de pelear. El desafiante se veía demasiado joven, probablemente tendría alrededor de veinte años, era alto y fornido, tenía una mirada fría y escalofriante, a simple vista no parecía alguien agradable. El líder de la manada ya tenía sus años, pero se mantenía en buena forma, era el alfa más alto del pueblo y jamás fue derrotado en todos esos años de liderazgo, tenía experiencia y el pueblo lo quería.
El líder posó unos segundos su tensa mirada en Hoseok, el omega se intimidó agachando la cabeza rápidamente. Nunca se habían hablado pero ambos sabían el lazo sanguíneo que tenían, por mucho que el alfa lo negara.
El chamán se colocó en el centro del círculo, levantando su mano con lentitud, los gritos se apagaron a la expectativa pero el silencio era doloroso. Hoseok no quería ver.
Supo que la pelea había empezado cuando los gritos del pueblo y los sonidos desagradables se presentaron, Hoseok mantuvo su vista fija en Jimin, quien acariciaba su mano temblorosa con calma. De pronto escuchó como un cuerpo cayó al suelo bruscamente y los gritos de horror y alegría incrementaron, pero no era el cuerpo del joven, era el cuerpo de su padre.
La familia del antiguo líder lloró su pérdida antes de inclinarse a adorar al nuevo líder. El joven presumió su victoria, orgulloso de estar lleno de sangre y ahora tener el poder en sus manos. Se subió al muro más cercano para que todo el mundo pudiera verlo, el pueblo con un solo movimiento se calló para oír lo que el líder tenía que decir.
—Yo soy Kim Heewon, su nuevo líder. —anunció con soberbia— Para seguir con la tradición y recibir la bendición de la luna quiero hacer un anuncio importante. —observó a cada uno de los presentes hasta encontrar a quien buscaba— Los padres del lobo blanco me han dado la bendición para contraer matrimonio con su hermoso hijo. Saluden al próximo omega de la manada, quien me acompañará el resto de mi vida.
Los aplausos ensordecieron a Jimin, quien se sintió morir en ese mismo instante.
— ¡No estoy listo para casarme!— gritó abrumado.
Sus padres lo miraban decepcionados, lo habían llevado a casa después del anuncio para prepararlo pero Jimin no quería colaborar.
Se sentía traicionado.
—Solo estás nervioso, pero todo saldrá bien.— intentó razonar su madre pero Jimin no dejaba de negar y alejarse.
— ¡No estoy listo!
—No digas tonterías. Tienes diecisiete años, yo marqué a tu madre a los quince y unos meses después ya te teníamos en nuestros brazos.— dijo su padre con desdén, ya no aguantaba su berrinche.
Hubo un instante de silencio.
— ¿Y ella lo quería así?— escupió Jimin.
Su madre cubrió su boca ante la sorpresa. De un momento a otro el alfa se había acercado a su hijo y lo había golpeado en la cara lo suficientemente fuerte para que callara y una fea marca se expandiera por la blanca piel.
— ¡No vuelvas a replicar o te irá peor! ¡Agradece que con tu actitud prepotente un alfa con tal estatus quiera marcarte!
Jimin no respondió, conteniendo su rabia como lava hirviendo, solo atrasando la explosión del volcán un poco más.
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