𝘀𝗶𝘅𝘁𝗲𝗲𝗻. 𝘁𝗮𝗹𝗸𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝘁𝗵𝗲 𝘀𝘁𝗮𝗿𝘀
Aquila
Muchas noches, las estrellas me preguntan, susurrándome palabras al oído antes de cerrar los ojos y dejar que Morfeo me atrape entre sus brazos.
«¿Por qué él, Aquila? ¿Por qué Cedric?»
Yo sonrío, con la cabeza enterrada en la almohada y las mejillas ardiendo. Con un gesto de dicha en el rostro, les contesto lo mismo de siempre:
Desde que era pequeña, me han estado enseñando Astronomía en casa. Observaba el cielo con anhelo, deseando cerrar los ojos y comenzar a levitar hasta llegar a lo más alto del firmamento y poder tocar las estrellas.
«¿Y eso tiene que ver con él, Aquila?»
Lo tiene todo, queridas estrellas.
La sensación de absoluto placer, la libertad de vagar a mis anchas por el espacio. El poder levantar mi mano y acariciar la superficie de las estrellas. La euforia de lograr alcanzarlas...
Cuando estoy con Cedric no necesito soñar con vosotras, estrellas, ni desear estar entre vosotras.
Cuando estamos juntos, él me hace desear bajar y acurrucarme a su lado en un abrazo infinito. Él me proporciona la misma sensación de libertad que siento cuando viajo entre constelaciones.
Cedric es mis estrellas.
El mundo en tierra firme es cruel, y yo encontré una vía de escape en el cielo. Ahora no me hace falta, porque gracias a él, el suelo no es un lugar tan vil.
Él os guarda a todas, estrellas, en sus brillantes ojos grisáceos. Cuando acaricio su pelo, cierro los ojos y se siente como rozar la galaxia con las yemas de mis dedos. Su mirada se posa en mí con tanta intensidad que ni siquiera los agujeros negros podrían atraparme más.
Cedric me hace querer quedarme en el suelo, porque el cielo ya no está arriba cuando él está a mi lado. Está dentro de él.
«¿Comparas el interminable universo con él, Aquila?»
Siempre he amado esa sensación de inmensidad, de lo que nunca termina. Pensar que hay algo ahí fuera tan gigantesco que nunca descubrirás si llega a ser infinito. Es misterioso y atrayente. Necesitas saber más, conocer de él, averiguar todo lo posible.
Yo le necesito a él, mi piel urge de sus caricias. Mis manos buscan su cuerpo y mis dedos le acarician del mismo modo en el que envuelven los secretos que aguarda. Mi mente no conoce la paz entre las cuestiones que alberga y que tanto deseo responder, indagar en ellas.
Él es una marea de nuevas sensaciones, y yo libero los secretos que esconde cada sentimiento que me provoca. Estar con él es como vagar por el universo, porque hay tantas posibilidades que parece infinito.
«Nada dura para siempre, ¿lo recuerdas? Hay cosas que son efímeras».
La vida es inmensa y fugaz a la vez. En un abrir y cerrar de ojos puede acabarse. Por eso tienes que concentrarte en aquello que te haga ver tu vida infinita, que te provoque replantearte tantas cosas que tus pensamientos choquen entre ellos.
Los momentos efímeros se agrupan y forman una vida infinita, por muy breve que haya sido. E incluso después de la muerte, esas cuestiones siguen en pie.
Hay cosas que son interminables.
«Dulces sueños, Aquila. Descansa».
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