𝗲𝗹𝗲𝘃𝗲𝗻. 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗵𝗮𝗺𝗽𝗶𝗼𝗻𝘀

31 Octubre 1994

Los nervios que Aquila sentía le hacían pensar que un dragón daba vueltas por su estómago, y que en cualquier momento empezaría a echar fuego por la boca. Aquel día, además de ser su decimoséptimo cumpleaños, había echado su nombre en el Cáliz de Fuego, a la vez que Cedric.

Ahora la chica miraba a su novio, sentado en la mesa de los tejones, cada dos segundos, preguntándose a sí misma cómo reaccionar si salía uno de sus nombres.

En la mesa de Slytherin, además de las serpientes, estaban sentados los estudiantes de Durmstrang. Aquila tenía a su lado a un chico muy alto y con el pelo muy oscuro que había tratado de entablar conversación en tres ocasiones. Ella solo había asentido con la cabeza como respuesta a sus preguntas. Camille, a su lado, soltaba carcajadas cuando él lo volvía a intentar.

—¿Te has «prresentado» al «Torrneo»?

—Sí —contestó Aquila esta vez, decidiéndose a mirarle a la cara por dos segundos.

No le molestaba que le hablase, pero estaba muy concentrada en lo que el director contaba. Y, ciertamente, no le interesaba lo que él tuviera que decirle.

—«Esperro» que «entrres».

—Gracias. ¿Puedes dejar que escuche lo que está diciendo Dumbledore? —preguntó de mala gana. Tal vez sí se había molestado un poco.

Camille se rio más fuerte esta vez, tapándose la boca con la mano. Aquila le lanzó una mirada de advertencia, pero a ella le dio igual. El chico, sin embargo, asintió sin mostrar signos de vergüenza, y Aquila pudo volver a prestar completa atención al director.

El primer papel que el Cáliz de Fuego expulsó fue el del campeón de Durmstrang, que no era otro que Viktor Krum. Recorrió la mesa de los profesores y se metió tras una puerta. La siguiente nombrada, Fleur Delacour, fue la campeona de Beauxbatons. La rubia se levantó con elegancia, bajo las miradas de algunos chicos, que estaban a punto de babear al verla andando.

Por fin, llegó el turno de Hogwarts. Las miradas de Cedric y Aquila conectaron, y la presión que sentía sobre su estómago desapareció. Respiró, tratando de tranquilizarse del todo.

—La campeona de Hogwarts es ¡Aquila Black!

Aquila se levantó por inercia y notó la mirada de Cedric adentrándose en sus pensamientos. Su sonrisa reflejaba verdadero cariño, y aplaudía el que más entre los estudiantes. Toda la casa de Slytherin la aclamaba, mucho más fuerte que el resto de Hogwarts. Podía verse con claridad la rivalidad que las serpientes tenían con los demás.

Aun así, Aquila caminó con una sonrisa gigante tatuada en el rostro, mirando a Cedric una última vez antes de meterse dentro de la sala.

Era una habitación pequeña, con retratos de magos y brujas adornando las paredes. Enfrente había una chimenea en la que se apoyaban los otros dos campeones. Aquila se acercó a ellos en silencio, colocándose en medio y mirando las llamas.

Se sentía tan orgullosa de haber salido que no podía esperar a ver a su novio y celebrarlo. Aunque quizá Cedric estaría algo triste por no haber salido él...

Sus pensamientos se interrumpieron cuando la puerta se abrió, así que se giró para comprobar quién era. Miró a Harry Potter con confusión.

—¿Hay algún problema, Potter? —preguntó Aquila.

—¿Qué pasa? ¿«Quiegen» que volvamos al «comedog»?

Él simplemente se quedó ahí, observando a los tres con cara de sorpresa y sin soltar palabra.

Ludo Bagman entró en la habitación justo entonces, con pasos apresurados, y cogió a Harry del brazo para acercarle a ellos.

—¡Extraordinario! ¡Absolutamente extraordinario! Caballero... señoritas. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los Tres Magos?

Aquila miró alternativamente a Potter y a Bagman, sin comprender lo que estaba diciendo.

—¿Qué clase de broma es esta?

Cuando Aquila salió de la sala, dedicándole furtivas miradas de odio a Potter, se sorprendió al ver a Cedric parado a mitad el Gran Comedor. El chico tenía una sonrisa enorme en el rostro, que se ensanchó al ver que Aquila se acercaba lentamente a él. El flequillo le caía por encima de sus ojos grises, que brillaban de emoción.

Él se señaló la placa de prefecto que llevaba sobre la túnica, explicando que había usado su puesto como excusa para quedarse. Aquila sonrió por primera vez desde que había entrado en la habitación, y dejó de avanzar a paso lento para correr hasta su novio, besándole y abrazándole.

Viendo a Cedric se había olvidado de toda la confusión que el cuarto competidor en el Torneo le había causado. Ahora sus ojos solo se fijaban en él, y su corazón volvía a latir de forma desmesurada.

Cuando Aquila miraba a Cedric, sentía que había algo en la manera en la que él la observaba, como si siempre viera todo lo bueno en ella y se olvidara de que era un desastre. Pasaba por alto el caos para centrarse en atrapar su corazón entre sus dedos.

Desde hacía meses, Aquila sabía que su corazón se encontraba a salvo en las manos de Cedric, protegido para siempre. Ella no sufriría mientras él lo protegiera.

Aquila también guardaba el corazón de Cedric, bajo el resguardo de sus brazos y el calor que estos emanaban. Ella juró que siempre lo sujetaría con fuerza y que no lo dejaría caer nunca.

Pero ¿cuánto tiempo quiere decir para siempre?

Mientras los dos se besaban en medio del Gran Comedor, ese «siempre» parecía hacer alusión a toda la eternidad. Un inmenso infinito que les rodeaba.

Qué lejos estaban de la realidad.

A veces, para siempre es solo un segundo.

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