─── Capítulo 29. ¿Me van a rescatar o no?
Lo último que deseaba hacer un jueves por la tarde, era ser rehén de un grupo de troles malvados con deseos de vengarse de la humanidad. Colgaba a tres metros de altura y ser vigilada por Bular no era algo que le agradaba del todo.
Durante la noche, recibió una visita inesperada de Blinky, quien alcanzó a huir antes de ser capturado. Esperaba que regresara con ayuda; pero a la vez estaba nerviosa por lo que sea que estuviera a punto de suceder.
La obra escolar dejó de ser prioridad en cuanto se convirtió fue raptada y su odio por los goblins aumentó.
—¿Por lo menos me pueden pasar mi teléfono? —preguntó—. Si voy a morir déjenme despedirme de mi tío, ¿no? ¿no? ¿por fis, sí?
Más su petición fue ignorada; así que se dispuso a contarles a los troles la historia de su vida, de cómo encontró el amuleto, cuando audicionó a la obra super importante a la cual la estaban obligando a faltar y sobre todo, les contó sobre su hermano, su secuestro y sus planes de rescatarlo.
Entre los presentes en esa enorme sala de exposición, se encontraba también Nomura, NoEnrique y varios goblins. Todos a la espera del cazatroles y sin dejar de gesticular por la impaciencia que esa niña humana les causaba.
—Y así fue como terminé colgando aquí —dijo.
La cambiante tenía dos dedos en las sienes, la migraña originada por la voz de la adolescente ya la tenía cansada.
—¿Te puedes callar cinco minutos? —exigió.
—Puedo, pero no lo haré —canturreó. Daba igual que la mataran, no tenía nada que perder y por el contrario, ella sabía que no serían capaces de hacerlo, la necesitaban para obtener ventaja sobre su amigo—. ¡Ya me aburrí, me ataron y no tengo mi teléfono para ver videos de Chat Noir! ¡Ah! ¡Chat Noir! Él es el mejor superhéroe del mundo, ¡yo lo amo!
El pequeño cambiante verde subió por una escalera improvisada y se trepó sobre la niña, tomó sus trenzas y se las metió a la boca. Ella mordía su propio cabello tratando de escupirlo.
—¡Al fin! —exclamó Bular.
Tras luchar con su propio cabello tras varios intentos, por fin consiguió escupirlo.
—¡Estás loco si piensas que va a venir! —exclamó Eyra al hijo de Gunmar—. ¡Jimmy es un verdadero cazatroles! ¡Entrenado para cuidar ambos mundos!
De pronto, la cortina que separaba la sala de exhibición clausurada del pasillo se deslizó, permitiéndoles el paso a Jim Lake y al cambiante Strickler.
La chica enfureció.
—¡Jim! ¿Por qué siempre haces exactamente lo opuesto a lo que digo?
—No pueden hacer Romeo y Julieta sin Julieta, ¿recuerdas? —Le respondió el azabache—. Ahora libérala, traje el amuleto —añadió dirigiéndose al trol.
—Abre el puente, no te lo diré de nuevo —ordenó Bular amenazando a la chica con su espada.
—¡Ey! pero ¿por qué me apuntas a mí? —Se quejó.
Strickler le dio el primer empujón al chico para que comenzara a avanzar. El cambiante más joven se encogió de hombros.
La chica le suplicaba que ni se le ocurriera activar el portal, que no cayera en esa trampa absurda y que, aunque entregara al mundo, morirían de todos modos. Pero este parecía no prestarle atención.
—¡Bien! ¡Abre el puente entonces! —gritó enfurecida, esperando que él hiciera exactamente lo contrario a lo que le decía.
En cuanto el chico estuvo a punto de hacerlo, un beep lo detuvo.
—¡Está usando un rastreador! —exclamó Nomura mirando a todos lados, buscando el origen de la alarma—. ¡Dijiste que el cazatroles estaba solo!
—No cazatroles, ¡cazadores de troles! —contestó Jim mostrando el contador de pasos que llevaba en la muñeca.
La cortina que tapaba la entrada fue arrancada y dejó ver cinco siluetas que la chica reconoció de inmediato: Aarghaumont, Draal, Toby y Myrddin.
—¡Yo soy Toby, nieto de nana, fan del rock pesado! —dijo el castaño con voz ceremonial. Él llevaba puesta una armadura improvisada con materiales que encontró en su cocina.
El castaño dio play a su teléfono, pero una canción de jazz se reprodujo, arruinando el épico momento.
—Lo siento, me equivoqué de lista, aguarden un segundo —pidió mientras cambiaba de canción. Eyra arqueó una ceja—. ¡Oh bien, aquí está!
—¡Si me iban a rescatar con música de fondo, hubieras puesto Holding Out for a Hero! —gritó al momento en que Jim invocó su armadura.
—Lo que la damisela en peligro ordene —dijo Toby cambiando de canción.
—¡Ya cállate! —gritó Nomura desde el suelo.
Indignada, la chica cerró los ojos y giró hacia su derecha, aunque agradecía que Toby cambiara de canción; así se sentiría como en las películas.
—¡Mátenlos a todos! —ordenó Bular enfurecido, dando el primer golpe al cazatroles.
Ella tarareaba mientras veía la pelea desde la incomodidad de su situación.
Myrddin gritó su nombre y saltó hacia ella, abriéndose paso ante los ataques de los goblins, sin embargo, parecía que con cada goblin que se deshacía, aparecían seis más.
Abajo, en la estructura de metal y madera, Jim esquivaba los ataques de los goblins, mientras Draal peleaba contra Bular y los demás se enfrentaban a Strickler y Nomura.
—¡Esto sí me gusta! —dijo ella, siendo la única emocionada por esa pelea; se sentía como una princesa encerrada en la torre a punto de ser rescatada—. ¡Cuidado! —gritó tratando de balancearse usando sus piernas, golpeando con el pie a uno de los goblins que estaba por atacar a su amigo.
—¡Gracias! —respondió Jim.
—¿Cómo me encontraron?
—Desde esa vez, no ha pasado día en que no me compartas tu ubicación en tiempo real —decía mientras eliminaba a los goblins que se acercaban.
—Ah es cierto —murmuró—. No me lo recuerdes.
Esa vez era un recuerdo que deseaba borrar por completo de su mente y como lo que menos quería era tener un ataque de pánico, se concentró en la música a la par que sincronizaba el tempo con la batalla que se estaba llevando a cabo.
La chica se preguntaba en dónde estaba Blinky, aunque la respuesta llegó más pronto de lo que pensaba, pues el trol apareció subiendo por el alcantarillado. Ella hizo una mueca de asco y solo vio cómo se unía a la pelea.
—Te daré un diez en esfuerzo, pero vas a reprobar este examen. —Escuchó a sus espaldas.
Ahí sobre el puente se encontraba Strickler, enfrentándose con quien siempre consideró "su favorito".
Debido a su incómoda posición, la chica no podía hacer más que balancearse y quejarse por las ataduras que comenzaban a quemarle la piel.
—¿Me van a rescatar o no? —exclamó esquivando uno de los golpes de Strickler que por poco le cortaba una de sus trenzas—. ¡Cuidado!
Entre la música, los golpes de las armas al chocar y los gruñidos y jadeos, ella se preguntaba si alguno de sus héroes la rescataría o se quedaría tambaleándose de un lado a otro, esquivando golpes malintencionados.
Y, justo cuando ya estaba resignada, Myrddin subió al puente y saltó, usando la espada de plata para cortar la cuerda y salvarla. El mago bajó con elegancia al suelo, con la chica entre sus brazos.
Ella, sonrojada, murmuró un gracias, mientras cortaban sus amarres.
El mago creo un campo de energía que le diera un poco de tiempo para liberarla por completo. Le devolvió a espada y ahora ella se unió a la pelea, enfrentándose a los goblins y desquitando su ira sobre esas criaturas verdes que tanto le desagradaban.
Draal se enfrentaba a Nomura, AAARRRGGHH!!! con Bular y los demás contra los goblins. Toby había sido emboscado por varias de esas criaturas. Eyra apresuró el pasó para golpearlos con su espada, mientras Myrddin se divertía con un portal infinito que abrió en el suelo y en el techo de la sala, para marear a esas criaturas.
—¡No, no, no! —Escuchó gritar a Lake.
Myrddin cerró los portales, haciendo que los goblins chocaran en el suelo y quedaran aplastados.
Toda la estructura de piedra se iluminó de un azul brillante y un portal se abrió junto a un fuerte viento que formaba un remolino en el suelo.
—¡Ey, amigos, el puente! —gritó NoEnrique al ser arrastrado por el portal.
Myrddin rodeó al pequeño cambiante con un par de aureolas azules y lo condujo a salvo hacia el puente, donde luchaba por escalarlo y hacer algo al respecto, pues ni él y la mayoría de los presentes deseaba convertirse en la cena de un ejército de troles.
Toby fue arrastrado por el suelo, la rubia se abalanzó hacia él y lo sujetó del cinturón mientras con la otra mano, clavaba la espada en el suelo.
—¡Blink, una mano! —gritó.
El trol de cuatro brazos se aferró a uno de los pilares, Eyra, tomando fuerza de quien sabe donde y por la adrenalina, consiguió lanzar a Toby hasta la pared, donde fue sujetado por el trol.
—De nada —dijo Myrddin quien parecía no ser afectado por la fuerza del portal.
Ahí fue donde ella se percató que el mago la había ayudado en su difícil tarea de poner a salvo a Toby.
El pequeño cambiante trató de arrancar el amuleto sin éxito alguno, y terminó golpeándose contra la pared al ser expulsado por la mágica fuerza que se desprendía de él. Al escuchar la voz de Gunmar El Negro, Draal se dirigió hacia el puente, siendo perseguido por la cambiante rosa.
El mago la tomó de las piernas y la tiró al suelo, pero esta en su agilidad, lo lanzó contra uno de los pilares y ella, al no tener un agarre, fue arrastrada hacia el interior del portal.
Eyra se puso de pie y usando su espada como bastón, avanzó hacia el puente, donde aquel trol al que consideraba un hermano luchaba por sacar el amuleto. Al llegar, tomó una tabla y subió cómo pudo hasta el puente.
Al mismo tiempo, Bular intentaba acercarse más era detenido por una barrera mágica creada por Myrddin.
Sigilosamente, la chica subió hasta el puente, encontrándose a su antiguo profesor sujetando a Jim del cuello. Frunció el ceño y levantó el trozo de madera que llevaba consigo.
—¡Nada logrará...! —apenas articuló el cambiante, recibió un golpe en la nuca.
Eyra dejó caer la tabla y acudió hacia su amigo quien tosía.
—¿Estás bien? —preguntó.
Él asintió y mientras trataba de recuperar el aliento, ella se unió a Draal en su esfuerzo por cerrar el portal antes de que fuera demasiado tarde.
—¡Vamos Draal! —decía entre jadeos—. ¡Sí podemos!
—¡No, no! —gritó Bular.
El amuleto no cedía a la voluntad del trol ni de la chica.
Ella levantó la mirada y en la entrada del museo, cubierta por una larga capa verde, se encontraba una mujer, apuntándola con una de sus flechas. La chica la reconoció y se paralizó ante esa mirada imponente.
La punta de la flecha se iluminó en rosado y entonces, ese hermoso resplandor comenzó a acercarse.
—¡Agáchate! —gritó Jim, empujándola, cayendo ambos al suelo al tiempo en que la flecha tocaba el amuleto, desprendiéndolo.
Polvo y escombros yacían ahora en esa sala de exposición. Eyra tosió sintiendo como si hubiera aspirado toda la arena del desierto.
—¿Estás bien? —escuchó a Jim quien yacía debajo de ella, abrazándola y protegiéndola de los pedazos del puente que "amortiguaron" su caída.
—Después de ser secuestrada por goblins, atada, amordazada con calcetines y mi cabello, ser casi arrastrada hacia las Tierras Oscuras y por poco aplastada por un enorme puente... pues sí, estoy bien —dijo levantándose—. ¿Y tú?
—Me refería a la flecha. Creí que iba hacia ti, pero... ¡Draal! —gritó cuando se percató que faltaba alguien más ahí.
Los adolescentes corrieron hacia el trol que no se movía y cuyo brazo derecho se había convertido en piedra al recibir un rayo de luz.
—Te entregaría el amuleto, pero... —murmuró el trol, abriendo los ojos.
—¡Estás vivo! —gritaron los dos, emocionados porque no hubiera ocurrido una tragedia.
Y aunque el puente ahora estaba destruido y todos estaban vivos, la pequeña celebración no duró mucho. Eyra buscó con la mirada a la arquera, más esta ya no estaba y tampoco había señales de Myrddin o el pequeño cambiante.
Un fuerte gruñido la atrajo de nuevo al aquí y al ahora. Solo sintió como era arrastrada hasta la alcantarilla donde previamente había llegado Blinky.
—¡Ah! ¡Esto tiene que ser una broma! —gritó Jim asqueado al ver el agua correr por la alcantarilla.
—¡No inventes, no pienso saltar al drenaje! ¡Debe haber una sorpresa de pollo ahí, tal vez dos! —secundó Toby.
—¡Yo no sé nadar! —chilló la chica, recibiendo las miradas de los demás—. ¿Qué?
El rugido de Bular los asustó, por lo que no tuvieron más opción que entrar al alcantarillado. Eyra se aferró a Draal y rezó para que el aire que contuvo le fuera suficiente para no morir ahogada... uno de sus peores miedos.
Eyra patinaba sobre un hermoso lago mágico congelado, tomada de la mano de su príncipe azul de cabellera negra. Ambos eran acompañados por la más bella melodía, tocada con instrumentos de hielo y acompañados de una hermosa aurora boreal que brillaba sobre sus cabezas en esa noche de invierno.
Ella sonreía, coqueta, hermosa, cuando ambos se acercaron, casi al punto de unir sus labios en un romántico y esperado beso.
—¡Señorita Eyra!
—¡Loca Blanche, despiértese ya!
—¡Ay no! ¡La maté!
—Aún respira.
—¿Y por qué no abre los ojos?
—¿Hermana?
—Eyra, despierta por favor.
Esas voces tan familiares interrumpieron su momento mágico.
Eyra frunció el ceño y abrió los ojos, siendo rodeada por todos sus amigos, con excepción de Myrddin, quien desapareció tan pronto como lo hizo el puente. Tuvo miedo de que hubiera sido tragado por el como lo hizo la cambiante Nomura.
Tosió repetidas veces, escupiendo agua. Hizo una mueca de asco y prefirió ignorar muchas cosas, como el hecho de que casi moría ahogada por culpa de Bular, quien la arrastró junto a Jim en esa fuerte corriente.
—¿Qué pasó? ¿Por qué me miran así? —habló por fin.
Los chicos celebraron al verla sana y salva.
—¿Y Bular? ¿Nos mató? —preguntaba confundida.
—¡Jim lo mató! —celebró Toby—. ¡Debiste verlo, fue fabulujoso!
—¿Por qué será que siempre me pierdo esas cosas? —Se quejó.
—¡No lo sé! ¡Pero conseguimos todo y a veinte minutos de empezar la obra!
La sonrisa en el rostro de la chica cambió por un gesto de preocupación.
—¡Ay no la obra! —gritó Jim.
—¡La obra! —secundó ella—. ¡Clara, la señorita Janeth y mi tío van a matarme!
—¡Corra pequeña princesa! —habló Blinky—. No puede faltar a su gran momento.
La chica se puso de pie.
—¿Nos vemos allá? —preguntó antes de marcharse.
—¡Rómpete una pierna, Blanche! —deseó Toby.
Jim se mantuvo en silencio, viéndola correr camino a la escuela.
Ella no perdió ni un segundo, corrió hasta las duchas y se bañó con agua fría, la adrenalina no le permitía temblar ni esperar al agua caliente. Se vistió con su uniforme de deportes que mantenía en su casillero y corrió hasta el camerino, donde una angustiada Clara trataba de mantener la cordura.
—¿Cómo que existen los troles y tú eres una bruja? —preguntó la de mechón azul.
—Es una larga historia y no soy una bruja —respondió tratando de no volverse loca en su intento por arreglarse.
Clara la ayudó a vestirse y Hänsel Schubert entró corriendo para peinar y maquillar a Julieta. La chica les contó lo que había pasado y que casi moría ahogada, eso preocupó a Hänsel, pero ya luego hablaría con ella.
Una vez terminó, salió del camerino y se fue a su lugar asignado a preparar su cámara de video.
—¡Tercera llamada! —Escucharon decir a la señorita Janeth por los altavoces.
La chica entró en pánico mientras Clara le ayudaba a ponerse los zapatos y ambas corrieron al escenario. Tras bambalinas, Eyra hacía ejercicios de respiración. La latina le daba ánimos y le arreglaba el cabello.
—Todo saldrá bien —sonrió Nuñez.
—Eso espero —dijo ella con voz temblorosa—. Mi primer beso será con Steve, estoy muy nerviosa —añadió en voz baja.
—Ven, amargo conducto. Ven, fatal guía —pronunció Romeo, abriendo el frasco de veneno—. Salud por mi amor.
Al beber el contenido del frasco, Julieta abrió los ojos, encontrándose a su amado esposo junto a ella.
—Honesto boticario, actúa rápido —dijo con la garganta seca. Bajó la mirada y se encontró con la visión de su amada—. Julieta...
—Romeo... —murmuró ella, acercándose a su amado, para compartir un beso de reencuentro.
Poco a poco, Romeo fue desvaneciéndose entre sus brazos, cayendo sobre el lecho en el que ella yacía dormida segundos antes.
—Con tu beso descanso... —Fueron las últimas palabras de su amado.
—No... ¡no! —lloró Julieta sobre su cuerpo—. Mi tan amado esposo yace aquí muerto. Besaré a mi amor por última vez, luego lo seguiré. Solo un beso, por si aún hay veneno en tus labios —dijo antes de volver a acariciar los labios de su amado con los suyos—. Tu boca está tibia...
Voces ajenas se escucharon a lo lejos.
—Alguien viene, entonces seré breve —pronunció tomando la daga de Romeo—. Afortunada daga, ¡hazlo ya! —Se apuñaló con la daga, en el corazón—. Oxídate... y déjame morir...
Julieta cayó sobre el cuerpo de su esposo, uniéndose en un último abrazo.
El príncipe Escalo apareció en el escenario junto a las familias Capuleto y Montesco, rodeándolos cuerpos de sus hijos ahora muertos.
—El sol por vergüenza no mostrará su cara, y se unirá al duelo por los muertos. Jamás hubo una historia con más pena que esta, la de Julieta y su Romeo —recitó el príncipe.
Los aplausos no se hicieron esperar y poco después bajó el telón.
Eyra y Steve se levantaron de sus tumbas.
—¡Lo hicimos! —dijo ella emocionada.
—Te dije que lo lograríamos —añadió el rubio, complacido ante la ovación que recibían al otro lado del telón.
Los dos se pusieron de pie y caminaron al centro del escenario, donde al abrirse el telón, todos hicieron su reverencia al público.
Un foco rojo entre el público le indicó a la chica que su tío estaba ahí, grabando cada momento de la obra y a su lado estaban Bárbara y Jim Lake, aplaudiéndoles.
No podía creer que enserio había conseguido pararse en el escenario sin tartamudear ni vomitar. Y agradecía no haber olvidado sus líneas luego de ese traumático momento en el que casi moría ahogada.
Esa misma noche, tras el éxito que fue la obra, Myrddin, Eyra, Jim, Toby y Silbrig se dirigieron a Mercadotroll a dar las buenas noticias sobre la victoria contra Bular y los cambiantes.
Jim puso al tanto a Eyra sobre el puente, comentándole que este ahora estaba resguardado y nadie podría recuperarlo de nuevo; además de felicitarla por su actuación, a la vez que se lamentaba por haberle fallado tras haber audicionado juntos.
—No te preocupes, lo entiendo —dijo dándole una palmadita en la espalda.
—Y Eyra..., enserio lamento lo de anoche, si no te hubiera dejado, no te habrían secuestrado y... —Se disculpaba.
—Lo importante es que estamos juntos ahora. Y Clara lo sabe así que..., hay mucho que explicarle. ¡Vamos! Te esperan para celebrar.
Myrddin detuvo a la chica y le entregó su bolso con las pertenencias que guardó la noche anterior y le preguntó si ya estaba lista. Ella respondió que solo necesitaba hablar con Vendel y pronto se irían.
El chico asintió y se dirigió a la biblioteca de Blinky mientras los demás iban al bar de troles.
Eyra consiguió entablar una pequeña conversación con el trol más viejo y este al desearle suerte le hizo entrega de una esfera de cristal, lo suficientemente pequeña como para caber en su propia mano.
—Llévala contigo, te ayudará a recordar quién eres —dijo el trol, poniendo la esfera entre las pequeñas manos de la chica.
Ella asintió aún sin saber para qué le sería útil.
—¿El cazatroles irá con ustedes? —preguntó.
Eyra tartamudeó.
—Aún no sé si quiero que venga —confesó—. ¿No puedes inventarle alguna tarea para que no pueda ir?
El trol comprendió entonces las preocupaciones de la niña que alguna vez llegó a su ciudad, sola y temerosa de todo y de todos.
—Veré que puedo hacer.
Eyra asintió y salió hacia la biblioteca de Blinky, donde se encontró a Myrddin con un frasco que emanaba un brillo azul eléctrico muy peculiar.
—¿Qué es eso?
El mago se sobresaltó al escucharla.
—Nada, solo... —dijo mirando el frasco, que brilló en cuanto ella se acercó—, no es nada. Tomaremos el giro.
Eyra asintió.
Un pequeño gnomo de gorro azul saltó hacia la mano de Myrddin y le arrebató el frasco. El mago salió corriendo tras el gnomo y Eyra le siguió el paso.
Los tres llegaron hacia la entrada de la ciudad subterránea donde estaban Jim, Toby y Silbrig disfrutando unos tacos. El azabache estaba triste y su amigo trataba de darle ánimos.
—¡Vuelve aquí! —gritó el mago.
El gnomo lanzó el frasco luminoso hacia la cara de Tobías, donde rebotó y cayó al suelo, rompiéndose en miles de pedazos.
—¡No! —gritó Myrddin.
La comadreja saltó hasta su dueña en el momento en que una nube de hielo y nieve se formó a su alrededor, convirtiéndose rápidamente en un torbellino que mantuvo cautiva a la chica.
Jim y Toby fueron expulsados varios metros hacia atrás, y sólo pudieron ver cómo Myrddin saltaba hacia el gélido torbellino.
—¡Eyra! —gritó el azabache cuando vio el torbellino pasar por encima de su cabeza, llevándose consigo a la chica, al mago y la comadreja.
Lo último que el cazatroles escuchó fue su nombre, pronunciado por aquella chica a la que veía alejarse sin poder hacer nada para impedirlo.
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