O1.

Un jóven de veintiún años habitaba en un pequeño vecindario de la ciudad de Seoul.

Su casa era linda, aunque exageradamente grande como para tres personas.

Se encontraba en la sala, recostado en el sofá, leyendo una novela que se había comprado en una librería no muy lejos de su casa.

— Aquí tiene su café con leche, señor. — le dijo la señorita Soo, la empleada doméstica.

— Muchísimas gracias, Soo. — dijo mientras se sentaba dejando el libro de lado para beber de su taza.

— Con permiso. — contestó ella para después salir al jardín.

Aún bebiendo de su café con leche, desde la ventana pudo observar una pareja heterosexual pasar por su casa, muy tierna la manera en la que se trataban.

Él extrañaba aquello, el cariño.

Se había casado hace un año, pero con esa persona habia tenido una relación desde que era un adolescente.

Todo iba bien, pero últimamente su pareja se tornaba más distante, agresiva, posesiva, fría.

Solo era algo, por no decir muy poco, cariñoso cuando estaban en la cama, después de tener un encuentro de cuerpos para nada suave.

Su pareja claramente preferia el sexo antes que adorarlo como se lo merecía, pero cegado por su amor, no lo ve de ese modo.

Le dió nostalgia, pues recordó la noche en la que su pareja le había pedido su mano.

Tiene clara la imagen de su novio, totalmente nervioso, titubeando con cada palabra que decía en ese momento.

Cuando le había mostrado el anillo que usa actualmente en aquella cajita, se le había cortado la respiración.

Una hermosa noche, ambos sonrientes, su pareja arrodillada esperando su respuesta y él con una o dos lágrimas recorriendo sus mejillas, aceptando sin dudar un segundo a aquel hombre que lo tenía muy enamorado.

En la boda todo fue de maravilla.

En su luna de miel, no fue exactamente romántica, tuvo mucho salvajismo de por medio, por parte de su esposo, él un tanto decepcionado habia accedido a cada petición.

Otro recuerdo fue cuando sus padres habían aceptado sin quejas su relación, su hermano mayor, nunca lo había hecho.

Sus suegros, la madre de su pareja aceptó a medias, por otro lado, su padre tuvo la misma amabilidad que sus padres.

Hijos.

Él ya deseaba con que ese momento ya llegara, su esposo aún no estaba de acuerdo.

«Quizas más adelante.» — había dicho.

Lo que más deseaba era poder tener la posibilidad de contraer un hijo en su vientre, pero era consciente de que no era posible.

Había asegurado ir por la adopción, aunque tampoco le molestaría alquilar un vientre, pero su querido novio no aceptó tal idea.

Sus amigos.

Siempre agradece tener amigos como los suyos.

La pareja de Taehyung y Hoseok, y la de Seokjin junto a Namjoon.

Esas cuatro personas siempre lo hacían reír y sentirse seguro.

Después de tanto pensar, se dió cuenta que su esposo aún no había llegado, pues el horario al que suele llegar es una hora después del mediodía.

Resulta que eran las 14:30 p. m.

Acomodó los sillones del sofá, dejó el libro en la mesa junto a aquel mueble y salió al jardín.

— Soo.

— ¿Si, señor?

— Recordé que nos queda poco jabón, papel higiénico y otras cosas, cómo aún estas arreglando las plantas, iré yo.

— Lamento haberme demorado con el jardín, señor, pero tenemos algunos caracoles que han hecho daño a algunas plantas.

— Por eso mismo iré yo, no se preocupe.

— Vaya con cuidado.

Tomó su billetera y salió de su casa camino al supermercado.

[🥀]

Paseando por los pasillos con un carrito tomó lo que necesitaba en casa.

Vió que estaban las galletas favoritas de su esposo, por lo tanto, tomó un paquete y lo agregó a las demás cosas.

Una vez que pagó todo, salió con las bolsas, recibió una llamada entrante.

Mientras caminaba con las bolsas, intentó contestar el celular, pero una persona lo chocó, provocando que ambos se cayeran.

Él cayó de rodillas, dejando en una de ellas un buen raspón.

— ¡Ey, tonto, fíjate por donde vas! — le dijo la otra persona levantándose del suelo con muecas de dolor.

— ¡Tú venias corriendo, pudiste haberme esquivado, idiota! — le contestó. — ¡Au! — tocó su rodilla.

— Uh, ese raspón es demasiado grande.

— ¿Ahora te preocupas? — intentó levantarse, pero su rodilla dolía demasiado.

— Te ayudo. — aquel jóven lo ayudó a ponerse de pié

— Gracias. — miró las bolsas en el suelo. — Demonios. — murmuró.

— Deja, yo las levanto por ti. — dijo cuando lo vió intentar doblar las rodillas para levantar las bolsas. — No debes forzar tanto tu raspón.

Las recogió y se las dió.

— Gracias de nuevo.

— Ah, por cierto, te curaré.

— ¿Como dices?

— Que te voy a curar, sordo, es una manera de disculparme por haber hecho que te lastimaras.

— No, estoy bien.

— Espero que no me estes jodiendo, tu rodilla esta cerca de sangrar de más.

Vió que se agachó buscando algo en su mochila.

— Menos mal que vengo preparado. — comentó sacando una botellita de alcohol, algodón y una gasa.

— Amm, estoy bien, no me duele.

Era todo lo contrario.

— Tan solo mira tal herida.

Él vió que el jóven bañó el algodón en alcohol.

— No, en serio, no me duele, estoy bie...¡Au!

Él ya había comenzado a pasar el algodón en su rodilla.

— Hey, amigo, te habia dicho que estaba bien. — reclamó.

— Mientes pésimo, ¿Lo sabias? — se burló mientras enrollaba la gasa en su rodilla. — Siendo sincero, te iba a dejar tirado en el suelo, pero te tuve compasión, siéntete afortunado, no soy asi con casi nadie. Ah, no soy tu amigo, mi nombre es Jungkook.

— De acuerdo. — contestó.

Vió que el jóven se le quedó mirando mientras se incorporaba.

— ¿Que?

— Eres un malagradecido, debes agradecerme que te haya curado, además, te he dicho mi nombre cuando eres un completo extraño para mi, deberías decirme el tuyo también.

— No puedo creerlo. — murmuró. — Te agradezco por tercera vez y mi nombre es Jimin. Ahora debo irme.

— Si, de hecho yo también lo iba a hacer. — pasó a su lado. — ¿Debería decir "nos vemos pronto"?

— No lo creo, no es como que quiera verte otra vez.

— Bien, hasta nunca, Jimin.

— Lo mismo para ti, Jungkook.

Una vez dicho eso, emprendió su camino a casa.

Al estar cerca, vió el auto de su esposo estacionado, dando a entender que estaba en casa.

Él entró y escuchó aquella fria voz.

— ¿En donde estabas?

— En el supermercado. — contestó mientras se dirigía a la cocina con su pareja siguiéndolo por detrás.

Dejó las bolsas en la encimera.

— Entoces, ¿Quien era él?

— ¿Quien?

— El paliducho que estaba contigo en la entrada del supermercado.

— ¿Como lo..— él le hizo señal de que haga silencio.

— Pasé en el auto por el lugar que dices, los vi. Ahora, me dices quien es..

Se acercó y lo tomó de su mandíbula con algo de fuerza.

—...o las cosas se pondrán feas, Jimin.

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