CAPÍTULOS ORIGINALES ENTRE EL 24 Y 26

En estos capítulos vemos cómo America se reconcilia con Maxon y ambos trabajan en el jardín. Él le dice que quiere ser el hombre que ella merece.
También vemos la llegada de Philippo, la fiesta de Mardi Grass, la reunión con el rey, la tortura de America y la confesión de Meridia hacia Maxon sobre sus hermanas.
Con la llegada de Philippo, Maxon se pone celoso y también Valiant, pero sabe camuflarlo mejor. En el baile, America baila con Philippo y luego con Maxon, quien la deja a mitad del baile porque su padre le pide que vaya a atender a su futura esposa (Kriss), muy a su pesar decide dejar a America para ir con ella.
Ahí es cuando Valiant la encuentra y la invita al balcón, donde y todos sabemos bailan juntos, ven a Celeste y a Philippo escaparse por un rincón y en aquel acercamiento, Valiant la vuelve a besar, esta vez, en serio. Aquí ambos se detienen porque saben que es un error. Y es cuando Valiant le confiesa lo que siente.

CAMBIOS GENERALES ENTRE EL CAPÍTULO 24 Y 26.
EL CAPÍTULO 26 TENDRÁ UNA ESCENA EDITADA.

Hay varios cambios importantes en estos capítulos. Primero, la reconciliación nunca pasa entre Maxon y America (cuando ayudan en el jardín). Después de la conversación con Valiant, Maxon decide volver a acercarse a America, pero entonces aparece Kriss con aquellas horribles heridas que tenía en el refugio y de las cuáles él ni siquiera se preocupó. Recuerda que en la conversación Valiant le dice que ha dañado mucho a Kriss, así que decide ayudar en los jardines junto con ella, para hacerle sentir que se preocupa por ella. Espera que la oportunidad para acercarse a America se presente luego, pero las cosas no se dan como desea.

El otro cambio es que Philippo no llega solo, llega acompañado de su hermana menor Gulietta, quien en esta versión tiene dieciocho y no quince. Este cambio es importante, porque ella jugará un rol importante en esta versión.
Cuando Philippo saluda a Maxon para dejarlo en ridículo, le presenta a su hermana, y debido a su poca experiencia tratando mujeres se queda sin habla al ver a Gulietta, especialmente por su belleza.

En la recepción de Philippo, donde America usa el vestido azul transparente y la peluca plateada, suceden los siguientes acontecimientos:

America y Maxon no bailan en la penumbra, ya que Philippo la saca a bailar primero y se queda con ella hasta que Celeste llega. Debido a los celos y como Kriss está bailando con el rey, Maxon finalmente saca a bailar a Gulietta, con quien pasa hablando toda la noche.
El plan de Maxon es celar a America, suponiendo que aquello los llevará a un acercamiento, pero como America es orgullosa, decide no caer en su juego.

Sin embargo, ella lo ve demasiado interesado en la hermana menor de Philippo, lo que le causa una sensación extraña, ya que si bien aún siente celos por verlo tan interesado en Gulietta, no le preocupa demasiado por algún motivo. Se han ido distanciando desde el incidente del rebelde al que ella misma le disparó. Como Maxon no hizo nada por ella cuando estaba en estado de shock en el refugio, se ha comenzado a desencantar con él, sintiéndose decepcionada. Así que disfruta un poco más el baile con Philippo e intenta divertirse.

Cuando Celeste llega enfundada en el vestido rojo y Philippo se pone a bailar con ella dejando a America sola, es cuando Clarkson se acerca a hablar con ella alejándola de la multitud, y ahí le pide que se aleje de Maxon. En aquel momento aquella petición es casi fácil de aceptar, ya que le molesta que Maxon se esté comportando de ese modo, y debido a los celos le dice al rey que no se preocupe, que no planea quedarse por mucho tiempo. Así que arranca al balcón donde sucede la escena con Valiant.

Esta escena es CRUCIAL porque cambia TODO en la historia.
SEGUNDA ESCENA CAMBIADA – PERTENECIENTE AL CAPÍTULO 26
PUNTO DE VISTA DE AMERICA.
BESO EN EL BALCÓN.

«—America... ¿qué ocurrió? Es...—bajó la voz y lo sentí poner su mano en mi brazo—. ¿El...rey te dijo algo? —preguntó bajo. Lo miré sorprendida.

Bajo el antifaz noté que alzaba las cejas.

—¿Cómo sabes...?

—Estaba vigilando el perímetro junto a la mesa de comida —explicó—. Pasaste frente a mí cuando te llevó por el brazo —frunció la nariz— No debí dejar mi puesto pero los seguí. Nada bueno pasa cuando estás cerca de ese hombre...

Aquello lo dijo tan bajo que no sabía si lo había escuchado bien. Asentí.

—Gracias por hacerlo —dije entonces.

—¿Es malo? —preguntó. Lo miré—. Lo que te dijo.

Agité la cabeza.

—Da igual, no es algo que tenga mucha importancia realmente...— apoyé los codos en el barandal y dejé que la brisa sacudiera la peluca, haciéndome cosquillas en las mejillas.

Se quedó en silencio.

—¿De verdad estás bien?

Lo miré de reojo. No contesté de inmediato.

Valiant tenía algo que me causaba un cierto calor hogareño que no sentía desde que me había marchado de Illea.
Fingí que miraba la enredadera montada en la pared tras de él solo para que no creyera que lo estaba observando. Pero sí lo estaba viendo.

—Sí, de verdad —sonreí— ¿Podrías... Quedarte un rato?—le pedí bajito. Asintió lentamente sin dejar de vigilar.
Desde que había regresado a Illea el cabello se lo había dejado crecer un poco más y una barba bien perfilada demarcaba su mandíbula. Con el antifaz y el traje que llevaba puesto parecía uno de esos héroes que Nicoletta tenía en uno de sus libros.

Las mariposas seguían ahí cada vez que lo tenía cerca, y comenzaba a comprender por qué sucedía. Era como si la imagen que tenía de Maxon se difuminase poco a poco. Cada vez que sentía que nuestro futuro se alejaba, una luz traía la esperanza de regreso. Y esa esperanza era Valiant. Y era extraño, algo nuevo que me llenaba de un calor especial, algo que... simplemente no me dejaba hacerme a un lado.
Pero tenía miedo de dejar que aquella luz fuera más lejos, porque estaba harta de enredar mi cabeza y mi corazón con sentimientos nuevos, pero las mariposas seguían revoloteando cada vez que me miraba, o me hablaba o... estaba ahí, simplemente, sin hacer nada.

Y era algo que me gustaba... Era todo tan confuso.

Recordé a Maxon bailando con Gulietta, porque como príncipe debía mostrarle sus respetos a una de las herederas italianas, y por alguna razón, en aquel mismo instante, no me importó. Y aunque la brisa soplaba fresca aquella noche, el frío no se coló por los encajes de mi vestido.
Había olvidado que estaba a penas cubierta por la tela. Me abracé.

—Si tienes frío podemos volver al salón.

Sonreí sutilmente.

—Gracias, pero prefiero quedarme aquí —dije despacio, él asintió y sacudió la cabeza carraspeando, corriendo la mirada.

Desde el salón llegaba la música de algo que alguna vez bailé en Italia. Miré hacia las luces que oscilaban en el suelo hasta que una mano interrumpió la visión.

—¿No quieres bailar? —me preguntó. Lo miré—. No me gusta verte triste.

Esta vez sonreí con algo más de entusiasmo.

—No estoy triste —Me defendí aceptando su mano—. Pero me encantaría bailar.

—Te queda mejor una sonrisa —dijo acercándome en un giro rápido. Reí con soltura ante la sorpresa.
Había olvidado que había sido actor y que por ende bailaba muy bien. Me enseñó los giros que con Philippo jamás habían resultado en Italia. Pero finalmente aprendí algunos, de forma torpe, he de decir.
Valiant tenía algo en su sonrisa que ni Philippo ni Maxon tenían, ni siquiera Aspen. Y me había percatado de ello porque con ellos no me ponía nerviosa, solo me incomodaba Philippo y sus insinuaciones. Pero con Valiant había algo que lograba que se me calentasen las mejillas sin siquiera haberlo conocido.

Agité la cabeza esperando que la brisa del jardín apaciguara mis emociones. Ya no toleraba no entender qué ocurría conmigo.

Cuando volvimos al paso normal del baile intenté hablar de otras cosas para no pensar tanto en lo que me estaba pasando.

—¿En el teatro aprendiste a bailar así?

Asintió.

—En parte —contestó ladeando la cabeza y mirando al cielo como si recordara—. La mayoría de los musicales requerían cuerpos de baile y como muchos bailarines profesionales prefieren dedicarse a la Ópera, los actores teníamos que estudiar en las academias para bailarines.

—¿Y eso lo pagabas tú?

Negó.

—Gracias a Dios, no. El directivo del teatro pagaba las clases para su elenco —rió—. No habría podido con la academia.

Asentí, entonces recordé algo.

—Cuando te conocí me dijiste que un amigo tuyo se quedó con un papel que te gustaba —dije, asintió—. ¿Qué paso contigo después de eso?

Suspiró y me hizo girar. El vestido a mis pies me enfrío las piernas.

—Nada, como ya te había contado ese papel lo perdí porque fue un día que Maya se puso muy mal...—suspiró—. Estuvo a punto de morir.

—¿Qué? —pregunté impactada.

—No estaba recibiendo la cantidad de transfusiones que necesitaba así que tuvo varios paros cardiacos —dijo con un dejo de terror—. Por suerte lograron estabilizarla. Los ahorros de ese mes fueron directos a su recuperación. Fue cuando decidí unirme al ejército del rey. El teatro no estaba dando suficientes ingresos para pagar su tratamiento.

—¿Y nunca más volviste a saber del teatro?

Frunció la nariz.

—En realidad no sé si quiera volver a Stardust, aunque hay otros teatros mejores —dijo con una mueca extraña—. Me encantaría volver a las tablas, claro. Extraño la adrenalina previa a que se abran las cortinas y comience la música, pero mientras no pueda pagar el tratamiento de Maya, no puedo arriesgarme de nuevo —hizo otra mueca—. Y tampoco quiero encontrarme con Robert y con Clare.

—¿Ellos eran...?

—Robert fue quien se quedó con el papel que yo quería y Clare la novia que tuve esos años —rió con gracia—. Los descubrí juntos en el armario de utilería. ¿Recuerdas?

Agaché la cabeza avergonzada.

—Oh, cierto... Lo siento —murmuré avergonzada. Movió la cabeza.

—Da igual —se encogió de hombros y me hizo girar de nuevo—. Fue hace mucho. Era de esperarse que me cambiara por él, le dediqué más tiempo a mi hermana que a ella, lo debí ver venir —entonces su sonrisa se transformó a otra más dulce—. Pero luego conocí a otra chica, y con ella fue diferente...

Aquellas palabras me picaron en el fondo del estómago, especialmente porque había sonreído con dulzura. Solté la pregunta sin pensar.

—¿Trabaja aquí en el palacio?—pregunté, me sonrojé cuando me miró alzando una ceja bajo la máscara.

Se detuvo y suspiró.

—No tiene importancia—Dijo alzando un hombro—. Terminamos hace un año...—lo noté extraño, miró al horizonte, donde se desplegaba el jardín—. En realidad, ella terminó conmigo.

Sentí que algo me molestaba el pecho pero lo dejé pasar.

—¿Por qué? —se me escapó y me sonrojé. Honestamente no podía entender que alguien terminara con un chico como él. Lo que me hizo cuestionarme el por qué de aquel pensamiento.

—Por asuntos... personales—sacudió la cabeza—. Realmente no tiene importancia. Ella rehízo su vida y yo... estoy dedicado a Maya.

—Pero la quisiste —aseveré. Nuevamente dejé que mi boca hablara por sí sola, debí haberme quedado callada. El curvó una sonrisa ladeada que me puso nerviosa.

—De hecho, sí —asintió—, no pasas con alguien un año entero sin enamorarte—me miró fijamente, sentí mis mejillas picar.

—¿Y todavía la quieres? —me mordí la lengua. ¡¿Qué ocurría conmigo?!

Él rió.

—Terminamos poco antes de que Maxon eligiera a Kriss... de que tú te marcharas del palacio, de hecho —contó viéndome directo a los ojos. Las mariposas iniciaron un curioso despliegue por mi espalda.

Aunque luego descubrí que era porque seguíamos moviéndonos lentamente al compás de la música y que su mano estaba sutilmente apoyada en mi espalda... desnuda. Comencé a sudar frío.

—Eso no responde a mi pregunta —Dije alzando una ceja. Intentando ponerlo incómodo a él, no al revés.

Volvió a reír y se pasó una mano por el pelo. Desvié la vista a otro lado.

—No creo que importe mucho, en realidad —dijo alzando un hombro—. Ella ya se olvidó de mí.

—¿Cómo puedes estar seguro de eso? —era increíble la cantidad de preguntas que soltaba mi boca sin que se lo permitiera. De repente estaba muy interesada en sus respuestas.

Suspiró, pero esta vez no sonrió.

—Porque cada vez que me cruzo con ella sus ojos ya no me ven de mismo modo que antes —contestó. No había tristeza en sus palabras, más bien algo de ligereza. Como si aquello ya no le importara.

Parpadeé. ¿Entonces seguía teniendo contacto con ella?

¡¿Y a mí qué diablos me importaba?!

—¿Y tú la ves... de ese modo? —pregunté. Odié a mi cerebro por no poder poner control a mi lengua. ¡Estúpida, estúpida!

Me miró fijamente y luego de un segundo negó con la cabeza, volviendo a sonreír de ese modo que ya no sabía cómo interpretar.

—La verdad es que no, algunas cosas han... cambiado —me dijo deteniendo el vaivén del baile en el que nos habíamos enfundado. Las mariposas extendieron sus alas hasta mi pecho de un modo que no había sentido jamás. Me alejé un paso obligada a darles un poco de paz, porque mi corazón latía demasiado rápido.

Justo iba a preguntar algo más para romper aquel silencio magnético cuando escuchamos risas atrás de la cortina. No sé por qué lo hice, pero lo atraje hacia la pared del fondo, tal vez para que no nos preguntaran que hacíamos solos en aquel balcón arriesgando nuestra vida como blancos perfectos de cualquier rebelde.
No quería darle explicaciones a nadie.

Al parecer él lo vio del mismo modo porque me empujó contra la misma pared donde la enredadera clavaba sus garras. Levantó la capa para cubrirnos y comenzó a reírse.

—¿Qué haces? —mascullé riendo.

—Creyéndome Batman —rodó los ojos y me llevé una mano a la boca.

—¿Bat... qué?

Me chistó y las voces se hicieron más fuertes. Escuché a alguien salir al balcón y luego unas frases en italiano me llegaron sutilmente. Me invadió un escalofrío cuando entendí lo que significaban esas palabras.

Levanté la cabeza por encima de la capa de Valiant y miré por encima de su hombro. Y lo que vi me obligó a aguantarme un grito.

—¡Oh... por... Dios! —jadeé.

—¿Qué, qué? —Valiant giró la cabeza—. Espera... ¿esos no son...?

Asentí sonriendo como desquiciada.

—Celeste... y Philippo... ¡Soy brillante!

—¿Qué...? ¿Acaso... lo tenías planeado? —preguntó sorprendido. Asentí sin mirarlo.

Mis ojos seguían fijos en la pareja. Philippo empujó a Celeste contra la balaustrada mientras la besaba como si en ello se le fuera la vida. Ella gimió descontrolada mientras le pasaba las manos por el pelo y enganchaba la pierna desnuda a las caderas del él.

—Ven... por aquí —le dijo ella con la voz ahogada al cabo de un segundo. Y lo arrastró con él por las escaleras que estaban al costado.

—Esto no es bueno —dijo Valiant de repente—. No deberían estar solos en el jardín... Si algo le pasa al italiano...

Agité la cabeza emocionada.

—¡No seas aguafiestas! ¡Estarán bien! —exclamé emocionada—. ¡Dios mío! ¡Resultó!

Noté que achicaba los ojos y me sonreía.

—¿Así que lo planeaste todo? —preguntó con cierto tono de sorpresa. Asentí rápidamente con un "ajá" —. ¿Y eso de Principessa y el baile de hace un rato...?

Lo miré alzando una ceja. Cuando pronunció aquello en italiano había sonado inesperadamente atractivo. Solo ahí me di cuenta que aún me tenía contra la pared cubriéndome con la capa.

Estábamos muy cerca.

Tragué saliva. A ratos se me olvidaba como andaba vestida y que había zonas de mi cuerpo que no llevaban encajes.

—Él es así con todas las personas... y me agrada que sea tan... ¿alegre? Creo que al mundo le hacen falta más personas como él y él necesita a una mujer que lo entienda tal cuál es —respondí sintiendo calor en mi cuello. Necesitaba distraerme con otra cosa, urgentemente.

Asintió y dejó caer la capa.

—Eres una caja de sorpresas America Singer —susurró sorprendido. Reí suavemente y alcé la mirada. Nuestros ojos se encontraron un segundo. Las mariposas finalmente se apropiaron de todo mi cuerpo, manejando cada una de mis extremidades a su antojo.

Y me impulsaron a hacerlo: sin siquiera pensarlo alcé la barbilla y acorté la distancia.

Y lo besé.

Fue un roce del cual me arrepentí casi de inmediato. Alejé la cabeza y la sacudí rápidamente.

—Cielos, disculpa... no debí...no quise...

Pero no terminé de hablar. Porque él llevó la mano a mi cuello y con suavidad volvió a besarme.

Respiré hondo, cerré los ojos. Y me dejé llevar.
A diferencia de aquel beso el día del ataque, este era totalmente diferente.

Las mariposas se volvieron locas. El calor embargó mi pecho y un cosquilleo sutil invadió mis brazos y piernas.

Sus labios eran cálidos y suaves. Y su barba me hacía cosquilla en la barbilla.

Subí las manos hasta el cuello de su camisa y él enganchó sus manos a mi cintura. Fue un beso suave, un roce lento, pero... no era suficiente.

Algo dentro de mí se sacudió con fuerza, como si las mariposas explotaran una por una. Volvió a subir sus manos hasta mis mejillas para llevar el control, lo que me obligó a respirar más agitada. Aquel beso poco a poco se intensificaba llevándome lejos. En algún momento comenzó a faltar el aire, así que lo corté suavemente y nos miramos. Sus ojos estaban brillantes, y su sonrisa.... Dios, esa sonrisa...

Apoyó su frente en la mía y cerré los ojos sintiéndome extraña. Los aleteos seguían molestando mi estómago, como si tuvieran hambre de más.

—Valiant, esto...

—No... tienes razón... perdóname...

Me mordí el labio y suspiré.

—No sé qué me pasó, yo... —susurré.

—Mírame, por favor...—pidió. Alcé los ojos con temor, temiendo encontrarme algo que me haría querer volver a besarlo—. No te pediré nada, nunca —dijo con seguridad—. Pero quiero que sepas que si me necesitas, estaré aquí. Siempre.

—Valiant...—susurré sobrecogida. Sus ojos temblaron. Las mariposas golpeaban mi cuerpo incitándome a cortar la distancia, pero necesitaba respirar.

—No tengo nada que ofrecerte America, y nunca podré hacerlo ni estar a su altura porque sé que Maxon aún está en tu corazón —susurró sin abatirse. Quise contradecirlo, porque había algo en aquella afirmación que comenzaba a difuminarse lentamente, pero me interrumpió antes de poder decir algo—. Pero si alguna puerta se abre, quiero que sepas que puedo ofrecerte risas, noches de películas y chocolate caliente frente a una chimenea...—reí mezclando un suspiro profundo—. No podré convertirte en reina... pero serás mi reina.

Aquellas palabras terminaron por derretir lo que quedaba de mí... aquello fue como... como si algo nuevo se abriera a mis pies, sobre mi cabeza, en mi pecho. Mis ojos se humedecieron de emoción. Algo dentro de mí se iluminó repentinamente erradicando todo lo malo del mundo, haciéndome olvidar el último año, como si jamás hubiera existido.

No pude despegar mis ojos de los suyos. El magnetismo me dejó anclada a ellos y una vibración en mí pecho se expandió como una ola, haciéndome sonreír encantada.
Levanté mi mano y hundí los dedos bajo el cuello de su camisa.

—Creo que puedo vivir con eso... —susurré totalmente entregada. Así que me puse de puntillas, volví a acortar la distancia... y lo volvía a besar.

Solo que esta vez... su respuesta me dejó sin aire... y perdí la noción del tiempo y del espacio.

En cierta medida había algo de desesperación en aquel beso, como si hubiéramos estado resistiendo por mucho tiempo.

Cuando se separó me besó con suavidad la comisura de los labios y se quedó ahí, mis mejillas ardieron. ¿Qué estábamos haciendo?

—Creo que debo volver... a la fiesta... —susurré agitada sintiendo su boca pegada a la mía—. Soy... soy la embajadora y...

—Claro, ve, no es prudente estar aquí afuera...—Se alejó despacio y deslizó sus manos por mis mejillas y cuello hasta mis hombros. Sentí el frío colarse por el espacio que había dejado al separarse de mí—. Además... tengo que volver a mi puesto de vigilancia.»

CAMBIOS ESCENA HABITACIÓN CAPÍTULO 26

Después del beso, America vuelve a la fiesta y descubre a Kriss bailando con Graham y a Maxon conversando aún con Gulietta. Ambos están sentados en una mesa y se ríen de algo, el rey los acompaña. En esta escena Maxon nunca ve el beso de Valiant y America, así que no tiene necesidad de ir por ella después de la fiesta. Él sigue molesto por la llegada de Philippo, así que ya que America se ha mantenido alejada de él esa noche, Maxon se dedica a pasar tiempo con Gulietta.
America se da cuenta de que aquello no le importa, porque anda demasiado eufórica por lo que sucedió en el balcón, y ya que Philippo no anda en ningún lado y Maxon está compartiendo tiempo con la hermana de éste, ella no ve necesidad de seguir en la fiesta.

Cuando America llega a su habitación se quita la peluca y la máscara. Y es cuando descubre que no está sola.

« Cuando llegué a la habitación me quité los zapatos antes de entrar, los pies me estaban matando y los tacones no ayudaban a sentirme cómoda.
Estaba todo oscuro, pero gracias a la luz que provenía de la ventana logré ver la cama abierta. Sonreí. Paige había dejado todo listo para mi regreso.
Aún tenía una revolución en mi pecho que no podía controlar. Cerré la puerta y me apoyé en el marco sonriendo como idiota. ¿Hacía cuanto tiempo que no me sentía así?

Me llevé una mano a la cabeza quitándome la peluca, el pelo me cayó sobre los hombros.

—Las pelucas son una molestia —dijo una voz. Di un salto cuando la silueta de Valiant apareció por el balcón.

—¿Qué haces aquí? —pregunté intentando ver en la oscuridad, me llevé una mano al pecho sintiendo dos tipos de latidos diferentes. Uno de miedo y otro de... ¿ansiedad?

Ambos nos acercamos lentamente. La única luz que iluminaba algunos rincones de la habitación era lo que lograba filtrarse de la luna.

—No podía seguir trabajando, mis... sentidos no están del todo centrados en este momento.

Estaba de pie en medio de la habitación, le envié a mi cerebro señas para que recordara cómo respirar.

—¿Por qué...?—el corazón me latía con fuerza. Dejé los zapatos y la peluca a un lado y me acerqué.

—Yo...—se pasó una mano por la cabeza, ya no llevaba la máscara ni la capa. Me miró fijamente, había un dejo de incertidumbre—. Lo que sucedió en el balcón...yo...

—No tienes que disculparte —le dije mordiéndome el labio. De repente me sentí decepcionada.

—No vine a eso —se acercó otro paso más, con decisión. Me quedé quieta en el mismo lugar.

—¿No? —tragué saliva. Volvió a acercarse y me vi obligada a retroceder.

Se demoró un poco en hablar.

—Vine porque no aguanto más... —entonces se acercó con rapidez, cerré los ojos al sentir el perfume que ya se había apoderado algo de mi propia piel.

—¿Qué no aguantas? —susurré despacio. Volví a dar otro paso atrás, sus pasos me obligaban a retroceder hasta que repentinamente choqué contra la pared.

—Es lo que intento averiguar...

Cuando alcé los ojos mi intento por respirar con regularidad había fracasado. La de él estaba errática, temblé de los puros nervios.

—Valiant... ¿qué haces aquí, realmente? —pregunté inspirándome seguridad, aunque mi voz era un susurro. Inconscientemente esperé la respuesta que estaba deseando escuchar.

Vi que algo vibraba en sus ojos, lidiaba una batalla interna, como si se estuviera decidiendo por alguna opción.

Entonces sus ojos me recorrieron de pies a cabeza de un modo que no había hecho nunca. Solté aire por la boca. Se acercó un paso más, solo bastaba unos pocos centímetros... solo...

—Olvidé decirte lo hermosa que te veías esta noche —su mano derecha subió hasta mi cuello, temblé—, los italianos tienen buen gusto...

—¿Viniste a decirme eso? —indagué intentando sonar casual aunque los nervios y la ansiedad me estaban comiendo el estómago, él rió suavemente, un sonido que comenzaba a gustarme cada vez más. Entonces subió la otra mano, afirmando mi cara.

—No —se acercó—. Vine a esto...

Y me besó con fuerza. Un quejido escapó de mi garganta y me aferré a su cuello cruzando los brazos por atrás. Me soltó la cara y bajó sus brazos enredándolos a mi espalda. Al empujarme contra la pared lo sentí mucho más pegado a mí, lo que me hizo notar algunas diferencias, principalmente la fuerza en sus movimientos, tal vez porque al ser un soldado tenía que poseer aquella musculatura.

Una desesperación desconocida se apoderó de mí cuando el beso se volvió más hambriento, más intenso, más...

¡Dios, estaba perdiendo la cabeza!

Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda y no supe cómo detenerlo, porque simplemente no podía. No quería.
Mis manos se enredaron en su pelo y a él se le escapó un quejido. Comenzó a desplegar besos hambrientos por mi barbilla y cuello, y sus manos se deslizaron hacia los costados del vestido liberando cientos de sensaciones nuevas que inevitablemente me hacían pedir por más, pero entonces la burbuja súbitamente se vio interrumpida cuando sonaron golpes en la puerta.

Nos separamos abruptamente, él me miró nervioso.

—¿Lady America?

Nos quedamos en silencio.

—¡Escóndete! —le pedí.

Cómo buen guardia entrenado en infiltración se camufló con las sombras de la habitación magistralmente. Solo ahí descubrí que tenía parte del vestido caído por un costado, me sonrojé y lo reacomodé rápidamente.

Al abrir la puerta una doncella estaba del otro lado cargando una pila de sábanas.

—¿Hola? —fingí intentando sonar cansada, ella me miró con curiosidad, noté que intentaba mirar hacia dentro. Cerré aún más la puerta entre mi cuerpo y ella.

—¿Está bien?

—Sí —dije nerviosa— ¿Pasa algo?

Ella parpadeó rápidamente.

—Lamento molestarla, es que escuché ruidos en la pared y voces, creí que tenía problemas —Ambas nos sonrojamos, probablemente porque ella creyó que estaba en problemas, yo... ni siquiera quería imaginarlo. No me había percatado de mis acciones corporales mientras me perdía entre los besos y abrazos de Valiant.

Sentí que me coloreaba como un tomate maduro.

¿Qué estaba haciendo?

—No te preocupes, estoy bien, me tropecé con los zapatos y el vestido... maldigo cuando me pongo torpe —inventé rápidamente. Al menos en eso era buena. Ella asintió con una sonrisa.

—Lamento haberla molestado, si necesita algo...

—Descuida, estaré bien...gracias por la preocupación.

—Buenas noches entonces.

—Gracias...

Cerré la puerta rápidamente y me apoyé en el marco. Escuché una risa entre las sombras y me contagié también. Ambos comenzamos a reír.

Valiant apareció desde un costado del armario.

—No quería meterte en problemas —dijo acercándose. Me mordí el labio. Sonreí.

—Será mejor que te vayas —le dije, aunque realmente no quería que se fuera.

El asintió, pero en lugar de alejarse se acercó un paso más y sin esperármelo me volvió a tomar por las mejillas y me besó una sola vez, pero lenta y profundamente.

—Buenas noches, America —dijo cuando se alejó dejándome con el cuello estirado. Y sin más se fue por el balcón, saltando por la balaustrada. Me acerqué corriendo y descubrí que por el costado estaba una enredadera. Cuando mire hacia abajo, Valiant ya estaba en el suelo. Miró hacia arriba y me sonrió haciendo una reverencia. Me apoyé en el barandal y suspiré sintiendo el cuello caliente.

No podía entender qué me ocurría precisamente. Pero aquella noche todo lo que tenía planificado para mi estadía en el palacio súbitamente se borró de mi cabeza.
Desde aquel momento una luz nueva se abría al horizonte. De repente, me vi deseando desde lo más profundo que aquel encuentro volviera a repetirse.
No tenía cómo saber que efectivamente mi vida cambiaría por completo a partir de esa noche. »

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