Capítulo 25
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• Dulce pecado •
Confundida siguió el beso lento que le había regalado Katsuki.
Delicadamente las manos de su novio recorrían su piel, llenándola de una calidez; que conforme más rápida y ostentosas se volvían las caricias más calentaba.
Un quejido fue bloqueado por Bakugou.
-La idea es que no tienen que escucharnos -sonrió lascivo.
Ochako estaba nerviosa y miró a otro lado. Bakugou pasó su mano por sobre el cuello de su chica, levantándolo un poco y dando pequeños y cortos besos que hacían cosquillas a Ochako.
Una risita sé le escapó, casi haciendo suspirar al rubio con una estúpida sonrisa. Bufó ante su idiota reacción y comenzó a besar los delicados labios de su novia: mientras masajeaban su cintura, bajando y contorneando el bien formado trasero que su novia poseía.
Ochako suspiró a medio de un beso, todo tan lento y cálido; que hacían desesperar al cenizo.
Ágilmente se deshizo de la blusa de su chica, acariciando sus senos y liberándola de su brasier.
Los nervios en Ochako le causaban gracia a Katsuki; así que, para hacerla entrar en confianza, tomó una mano de la chica y la encaminó a tocar su duro miembro... Uraraka se exaltó y se coloreó más que una cereza. -No es la primera vez que hacemos estas cosas -se burló Bakugou.
-Sólo... Sólo te-te he tocado. - Se defendió nerviosa. Pero se animó a jugar con el miembro de su novio acariciándolo con sus almohadillas.
Entre besos mojados y caricias, Ochako tenía sólo las bragas y Katsuki las bajaba con una mano: mientras la besaba fundiendo sus lenguas. Uraraka rodeó con sus brazos el cuello de su novio, mientras Katsuki daba pequeñas y delicadas mordidas en su cuello y hombros -unas cuántas marcas, para imponer su territorio; no vendrían nada mal- Aventuró su mano a la entrada de su novia, y delicadamente introdujo un dedo -estaba húmedo- la chica miró asustada.
-Tranquila -el tono calmado y seguro de su novio la dejó sorprendida, y decidió confiar.
Los dedos ya no le eran suficientes, su interior punzaba y se contraía ante la necesidad de más. Bakugou lo sabía, pero disfrutaba jugando a profanar la feminidad de su novia con sus dedos, aunque los pequeños gemidos lo alborotaban más.
-B-Bakugou-kun... - Llamó nerviosa y tímida la castaña. Katsuki sonrió de lado, la miró a los ojos intimidándola más con el carmesí fogosa en su mirada: esperando sus palabras.
-Ya... Y-ya ya... puedes... - Tartamudeaba.
Su rostro delicado, sus ojos avellana más cristalinos que nunca y su respiración entrecortada; se aseguraría de memorizarlo para siempre.
-¿Humm? - Dijo: fingiendo curiosidad. Presionó la acolchonada parte de arriba del cálido horno en el interior de Ochako, haciendo que ella mordiera su labio inferior conteniendo un gemido obviamente de placer, y así, se llenó su rostro de necesidad: que excitó al cenizo, haciendo que su miembro se pusiera más duro y comenzara a doler. Pero antes, necesitaba que la chica le pidiera más, por orgullo y por morbo.
-...Puedes meterlo. - Susurró por lo bajo.
-No te escuché. - Se burló, recibiendo un golpecito de su pareja, dio una risita y se acomodó entre las piernas de su novia.
Sus respiraciones entrecortadas se volvían más sonoras -talvez
habían olvidado el detalle de que no debían hacer ruido de más- Su pene entró por completo, y Ochako ahogó un leve grito: Bakugou ya estaba más que impaciente. Esperar a que su novia se acostumbrara a su tamaño se le hicieron los 2 minutos más largos y desesperantes de su vida. Ochako volvió a abrazar a Katsuki, regalando besitos en su cuello, de esos dulces que sólo ella puede dar ¡La luz verde! Podía moverse dentro de ella; frotando, frotando hasta que parecía quemar más: sus paredes apretaban el miembro de Katsuki impacientándolo aún más a embestirla más fuerte.
Uraraka ahogaba sus gemidos lo más que podía: volviéndolos agudos y tan femeninos que erizaban la nuca de Bakugou. Estaba tan húmedo y caliente ahí, que casi se deshacía de su dignidad y gemía ante el placer.Todo fue al paso de Ochako; dulce y delicado. Quería que se sintiera entendida, cuidada y protegida. Quería que ella se volviera quizás, más dependiente a él, quería que cuando se sintiera preocupada se desahogara con él, con él y nadie más.
Un gruñido de Katsuki fue el final de todo; Ochako apretó su labio inferior y rogó que nadie los hubiese escuchado. Suspiró: el aroma a Nitroglicerina y Granos de café llenaba la habitación -es un problema.-
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