• Susurros •

Talvez no había sido la mejor opción, pero, Ochako se había vuelto un gato huraño y tímido: sólo fiel a Katsuki, a sus amigas y al bakusquad.
Ahora era una chica más insegura, temerosa y dependiente -aunque no tenía ni el más mínimo problema con que se volviera su sombra- no era la única. Ya que las chicas estaban más unidad a los chicos que nunca -usándolos como repelentes- y ya se imaginarán quienes con quien.

Pero tener que dormir con la mujer que le roba el aliento -se comenzaba a volver difícil- Ochako siempre estaba aferrada a la espalda de Katsuki, y despertando tan brusco cada que algo fuera de lo habitual emitía ruido.

Siempre al pendiente de los más mínimos movimientos, como un gato desconfiado: huía a detrás de Bakugou.

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—¿Escuchaste eso? —masculló asustada la chica, escondiéndose más en el pecho de su novio.

—Sí, ahora cállate,— la chica cerró la boca y calmó su respiración.

Bakugou afiló más su oído. Definitivamente: eran susurros.

Movió sus piernas, pensaba ir a investigar, pero la castaña se aferró a su cuerpo y comenzó a llorar.

—No, no vayas, quédate conmigo. — Pegó su rostro al pecho de Bakugou—, no me dejes, tengo miedo.

Gruñó y la abrazó.

Los susurros se hacían más prominentes y de un momento al otro se parecían alejar. Intentó saber de qué dirección provenían, pero resultó imposible.

Ochako suspiró difícil, lanzando su cálido aliento al cuello de Bakugou, casi tembló ante la sensación, pero se logró contener.

Apretó la cintura de su novia; realmente necesitaba dejar de preocuparse por todo, estaba casi cayendo en depresión: al igual que casi todas.

Así qué egoístamente, le haría olvidar a su manera.